martes, 26 de enero de 2010

El limbo existe




Sí, sí, ya sé que la Iglesia lo ha eliminado de un plumazo, pero estoy convencida de que el limbo existe. Tiene que haber un no-lugar, fuera del tiempo también, allá por los celajes, al que vayan a parar los propósitos a medias, los amagos, las intentonas, lo imperfecto, lo no terminado.

Allí estarían, seguro, todos los deseos no realizados, como el de mi hija, con 8 años, bajándose de la guagua del colegio y diciéndome como quien ha visto la luz: “Mamá, ya sé qué quiero ser de mayor: señorita de guagua”. 

Estarían las buenas acciones fallidas, como la de mi amiga Ana el primer día de clase en la facultad, agarrando por el brazo, con cara de virtuosa, a un atónito compañero “ciego” (con un ojo medio cerrado pero viendo perfectamente) y dejándolo sentadito en su silla, hala. 

Aparecerían allí todas las cartas perdidas y esos e-mails kilométricos en los que cuentas a los amigos tu vida y costumbres y que se pierden sin más por los aires límbicos sin que nadie sepa jamás adónde han ido a parar; todos los besos no dados, no sólo los de amor, sino también esos otros en que te acercas a saludar con los labios ya fruncidos como un piñón y preparados para el besuqueo, y la otra persona no se percata y sigue a lo suyo mientras tú te recompones como puedes; todas las palabras no pronunciadas, todas aquellas que te tragas porque eres muy fina o no dices porque en ese momento no se te ocurren con la contundencia que quisieras…

Estoy segura de que, si pudiera llegar al limbo, allí encontraría, por lo menos, dos hechos concretos:

Uno es el del filósofo Hume que allá por el siglo XVIII escribió una sesuda obra que él pensó que iba a ser el boom del siglo y que se la iban a criticar por activa y por pasiva. Entonces preparó de antemano y minuciosamente todos los argumentos que él contestaría si le decían esto o aquello. No le dijeron absolutamente nada.

Y el otro hecho es personal. Imagínense, yo, de adolescente, en esa edad en la que hasta rascarte la nariz te da vergüenza. Desde la guagua veo por la calle a una amiga francesa que sé que se va a ir al día siguiente, y, sin pensarlo, sacó medio cuerpo por la ventana y, ante la mirada perpleja de los demás pasajeros, vocifero: “¡¡¡Orvuar!!!”. Y ella no me vio ni me oyó.

Diga lo que diga la Iglesia, tanta energía, tanto esfuerzo, tanta frustración y tanto bochorno tienen que haber ido a parar a algún sitio. Vamos, digo yo.

(En la imagen, Virgilio y Dante en el Limbo. Divina Comedia de Dante, ilustración de Gustavo Doré)

14 comentarios:

  1. Es una reflexión interesante que yo también me he hecho alguna que otra vez. Supongo que nuestro recuerdo, la memoria de esas intenciones y deseos, es ese limbo del que habla.

    Esta publicación me ha recordado a esa canción que me gusta tanto de Víctor Manuel y que dice: "¿Adónde irán los besos que guardamos, que no damos? ¿Dónde se irá ese abrazo, si no llegas nunca a darlo? ¿Dónde irán tantas cosas que juramos un verano?". Quitando todo el contexto puramente amoroso de la canción, no puedo evitar relacionarla con la reflexión que ha hecho.

    ResponderEliminar
  2. No te preocupes porque mi deseo de ser señorita de guagua no se cumpliera. Me basta con hacer de chófer de mis hijos a todos lados.
    Yo añadiría: todas las novelas que una vez pensaste pero nunca escribiste, las historias de Dominguita y las de la cabra Margarita, todas las letras de las canciones que nunca cuajaron del todo...El limbo debe ser un lugar de lo más entretenido.

    ResponderEliminar
  3. Por supuesto que el limbo existe. Si no, ¿dónde se van -fíjate tú que haberlas haylas- esas personas que en medio de una conversación se quedan como ausentes?: Al limbo de los justos dónde, seguro que separados de las miserias terrenales, alcanzan altas cotas de sabiduría y perfección.

    ResponderEliminar
  4. Me encantan las nuevas aportaciones a mi teoría de la existencia del limbo: las de BlackZack (es verdad, en el amor, como apunta Víctor Manuel, siempre hay mucho de no concluido) que, además, perfila en la memoria ese no-lugar; la de Jomeini, esas historias, como la de Dominguita y la cabra Margarita que te contábamos de niña, interminables y con"continuará" añadido; y la de Melchor que me hace recordar a una de esas personas que él apunta, un amigo mío que desconecta y se va al mundo límbico poniendo cara impertérrita (mi amiga Cae la llamaba "cara de latín"), pensando, además, que los demás no nos damos cuenta.
    Entre todos ya lo vamos localizando

    ResponderEliminar
  5. Como canta Silvio Rodríguez en una de sus más hermosas canciones:

    ¿A dónde van las palabras que no se quedaron?
    ¿A dónde van las miradas que un día
    partieron?
    Acaso flotan eternas,
    como prisioneras de un ventarrón
    O se acurrucan entre las rendijas buscando calor
    Acaso ruedan sobre los cristales,
    cual gotas de lluvia que quieren pasar
    Acaso nunca vuelven a ser algo
    Acaso se van
    ¿Y a dónde van?
    ¿A dónde van?

    ¿En qué estarán convertidos mis viejos zapatos?
    ¿A dónde fueron a dar tantas hojas de un árbol?
    ¿Por dónde están las angustias
    que desde tus ojos saltaron por mí?
    ¿A dónde fueron mis palabras sucias de sangre de abril?
    ¿A dónde van ahora mismo estos cuerpos
    que no puedo nunca dejar de alumbrar?
    Acaso nunca vuelven a ser algo
    Acaso se van
    ¿Y a dónde van?
    ¿A dónde van?

    ¿A dónde va lo común, lo de todos los días?
    ¿El descalzarse en la puerta, la mano amiga?
    ¿A dónde va la sorpresa casi cotidiana del atardecer?
    ¿A dónde va el mantel de la mesa, el café de ayer?
    ¿A dónde van los pequeños, terribles encantos que tiene el hogar?
    Acaso nunca vuelven a ser algo
    Acaso se van
    ¿Y a dónde van?
    ¿A dónde van?

    http://www.youtube.com/watch?v=Y7FuYjkXgA4


    ResponderEliminar
  6. No hay nadie como Silvio para poner en bellas palabras las inquietudes que todos tenemos, como, en este caso, la idea de que vivimos en un mundo no permanente. Preciosa canción. Gracias por traerla aquí y recordárnosla.

    ResponderEliminar
  7. Para mí, que ese limbo del que habla, debiera ser personal e instranferible. Por lo menos, es lo que yo preferiría. Son pocas las cosas que he dejado inacabadas, pero muchas, muchísimas, las que he proyectado y no he podido hacer. Tantas, que no cabrían en un limbo comunitario.
    Necesitaría otra vida para realizarlas y si, por casualidad, tuviera la oportunidad de vivirla, me gustaría contar con ese limbo personalizado del que ir extrayendo lo que, en demasiadas ocasiones, vuela hacia él. Espero que esta ilusión no me abandone y, como otras muchas, también vaya a parar allí.

    ResponderEliminar
  8. Cuando me jubilé pensé que tendría muchísimo tiempo para hacer todas las cosas que había proyectado. Todavía ni siquiera he hecho las más sencillas, como es terminar de ordenar armarios.. Muchas veces digo eso mismo: "¡Necesito otra vida!". Pero, como dices, hay también muchas que hemos terminado y miramos satisfechos. A lo mejor, en eso consiste precisamente vivir, en proyectos y realidades.

    ResponderEliminar
  9. Existe? Si están en tu pensamiento o en tu intención, están presentes, no olvidados ni perdidos. Están contigo. Besos no dados, palabras no dichas, lo que juramos... nada de eso se olvida. Mientras esté en ti no están en ninguna otra parte. No están perdidos, se mantienen vivos. Un poco liosa mi reflexión, pero quiero decir con esto, que a veces está más presente una intención porque de alguna forma es un recuerdo. Por ejemplo, tus armarios no se han ido al limbo, llevas años con la intención de ordenarlos y el único motivo (creo yo) por el que no lo haces, es porque vas a ser incapaz de tirar cosas. Creo que recolocarlas sí que no te apetece.
    Aunque estoy de acuerdo con Melchor. Sí puedo confirmar que existe el limbo cuando estás hablando con alguién (o alguien contigo) y ni se entera de lo que estás contando ¡cómo me molesta!
    Hay que estar en el momento para que nada se pierda al limbo!!!

    ResponderEliminar
  10. Es interesante la reflexión de que ese no-lugar del que yo hablaba está en nosotros mismos. Pero también pienso que muchas cosas (ideas, ilusiones, actos...) se pierden irremediablemente; y también pienso que algunos de mis armarios seguirán sin ordenar. Y no creas, a veces me da un gusto tirar cosas...

    ResponderEliminar
  11. Esta entrada me ha dejado pensando un largo rato...lo primero que vino a mi mente fue aquel manojo de poemas juveniles que creí no muy buenos, y se lo entregué a un reconocido poeta, generosamente me hizo un prólogo elogiándome y por esas cosas de la vida, todo aquello lo perdí, así, no sé donde fue a parar. Al principio no le di importancia, pensaba que mis poemas no eran para tanto, pero al pasar el tiempo y ver tanta basura publicada por ahí, he llegado a pensar que podían haber servido para algún otro corazón que no fuera el mío...pues al limbo entonces.
    Bella entrada,
    "Tiene que haber un no-lugar, fuera del tiempo también, allá por los celajes, al que vayan a parar los propósitos a medias, los amagos, las intentonas, lo imperfecto, lo no terminado."
    ¿no descubres figura en los celajes de vez en cuando?...

    ResponderEliminar
  12. Sólo tal vez, Vivirenflorida, la huella leve de lo que perdimos, el esfuerzo por entresacarlo de todo el ramaje de la memoria y el desconsuelo por no tenerlo.
    Me da pena de tus poemas, aunque pienso que lo primordial, -la capacidad y la sensibilidad- sigue estando en ti. Tal vez algún día te sientes ante tu mesa y te veas componiendo la más bella música con las palabras.

    ResponderEliminar
  13. Es cierto Isabel, una crueldad innecesaria más de la Iglesia. Es como quitar al Ratón Pérez, al Hombre del Saco o la validez de las indulgencias para quitarnos Purgatorio, todo al mismo tiempo. Demasiada fantasía sacrificada de golpe. Lo dicho, una crueldad innecesaria. Saludos, suerte y un poquito, de vez en cuando, de creer y sentir felicidad.., ya sabes todo es voluntad y una buena representación...

    ResponderEliminar
  14. Tienes razón, Alberto. Hubiera entendido que quitaran las calderas de aceite hirviendo de los infiernos o los demonios con cuernitos y pezuñas ¡Pero el Limbo! Tan inocente él, tan etéreo...
    Vamos, pues, a buscar lo que dices -la suerte, la cuota de felicidad...- en este mundo, no haciéndole mucho caso a nuestro Schopenhauer, que también es otro pesimista con sus oscilaciones entre el sufrimiento y el aburrimiento. :-)

    ResponderEliminar

google-site-verification: google27490d9e5d7a33cd.html