Hace 30 años, el 23 de febrero, yo tenía 32 años y era Jefa de Estudios del
Instituto Andrés Bello en Santa Cruz. Vivíamos allí, en la Cruz del Señor, y
estábamos haciéndonos la casa en el campo (nos mudaríamos en agosto). Mi marido
había ido a ver las obras y yo estaba en casa con Ana y Dani, mis hijos de 8 y 5
años, a los que acababa de recoger del colegio esa tarde. Entonces me llamaron
por teléfono, primero mi padre y luego una amiga, para hablarme de golpe de
estado y de tiros en el Congreso. Al primero que llamé fue a mi amigo Manolo,
que entonces era mi Director y militaba en el Partido Socialista. Y, luego, fue
una tarde y noche de teléfonos, tele y radio, al principio con música clásica
solamente, hasta que después, poco a poco, empezaron a llegar noticias y, al
final, el discurso del Rey.
A los jóvenes de hoy se les hace difícil entender lo que sentimos en esos
momentos. Muchos de nosotros habíamos sido educados en el miedo. Había cosas de
las que no se podía hablar. Todavía me acuerdo de un vecino de mi edad que,
cuando teníamos 15 años, fue a Francia y, a la vuelta, me arrastró a un rincón y
en absoluto secreto me dijo: “¿Sabes qué? En Francia dicen que España es una
dictadura”. Los adultos habían vivido la guerra (mi padre había hecho hasta un
diario), pero no querían hablar de ella. Fuimos descubriendo cosas poco a poco,
sin Internet y con la prensa y la radio censuradas; y fuimos también
sacudiéndonos el miedo e indignándonos cuando, por ejemplo, a un compañero mío
de la Facultad se lo llevaron preso porque le vieron una hoz y un martillo
dibujados en una caja de fósforos, o cuando oíamos el teléfono del Colegio Mayor
intervenido, o comprobábamos que nos abrían las cartas.
Y entonces, la libertad. Podíamos leer periódicos de diversas tendencias y
todo el mundo podía expresar públicamente sus ideas, aunque fueran diferentes,
sin que por ello se cerraran medios o fueras a la cárcel. Y ¡se podía votar! Yo
fui presidenta de una Mesa electoral en las primeras elecciones democráticas.
Fue emocionante, no me pude sentar en todo el día: miles de personas deseosas de
votar, muchas, yo entre ellas, haciéndolo por primera vez, viejitos y viejitas
contándote su vida, algunos con lágrimas en los ojos sin acabárselo de creer del
todo…
Pero todo ese futuro que estábamos construyendo, todo ese esfuerzo de
generosidad y tolerancia que los políticos de la Transición habían hecho, podía
irse al garete ese 23 de febrero. Y el miedo volvió a aparecer ese día y al
siguiente.
El 24 de febrero todos fuimos a trabajar, aunque no aparecieron muchos
alumnos. Pusimos un transistor y una tele en la Sala de profesores, vimos el
vídeo de la vergüenza y, cuando oímos que los rehenes salían del Congreso y que
aquellos a los que habíamos elegido y que habían sido llevados a una habitación
aparte como a quien lo llevan al paredón, estaban sanos y salvos, entonces todos
los que estábamos allí nos miramos, sonreímos y respiramos.
Y tú ¿dónde estabas entonces?
Respondiendo a la pregunta que titula y cierra tu buen post de hoy, te diré, amiga Jane, que yo, como muchas tardes de aquel recién empezado año, acudí a casa de la mayor de mis ahijados que, en aquel entonces, había cumplido un añito en los primeros días de Enero. Lo hacía para sacarla a pasear en su cochecito, por las Ramblas de Santa Cruz. Allí, en su casa, oímos, sus padres y yo, las primeras noticias casi en directo. Nos sorprendió, pero no dimos mucho crédito, quizá porque estas Canarias nuestras están muy lejos y pensábamos que aquello se restringía al ámbito de la capital del país y poco más.
ResponderEliminarCon el convencimiento de que la vida por aquí transcurriría como siempre, cumplí con mi habitual costumbre de sacar a la niña y, ciertamente, en esas primeras horas de la noticia, no observé variación alguna en el ritmo propio de cualquier tranquila tarde santacrucera.
Cuando regresamos, y una vez en mi casa, me pegué a la televisión y a la radio, y fui comprobando la gravedad del asunto. Tanto me atrapó que estuve toda la noche sin pegar ojo y con el transistor en la oreja, para no despertar al resto de la familia. Recuerdo una retransmisión apasionante e intensa realizada por el ínclito José Mª García, el polémico especialista posterior (¡qué pena!), en turbios asuntos deportivos, sobre todo del fútbol.
Entonces daba clases en Icod y, a la mañana siguiente, me trasladé hacia allí con la radio del coche encendida. Al igual que te pasó a ti, en el Centro no se oía ni se hablaba de otra cosa, aunque los alumnos sí asistieron con normalidad. Lo que más nos preocupaba a los profesores era el futuro de uno de los compañeros, ya fallecido, y que era militante del PSOE y de la UGT. En cuanto oyó la noticia, había huído hacia el monte y se decía que estaba escondido en alguna cueva que sólo él conocía. Por fortuna, pudo volver y se reincorporó sin mayores problemas.
¡Ah!, también yo participé como Vocal en una Mesa de las primeras elecciones democráticas y, como bien dices, fue un sinparar todo el día. He vuelto a serlo en ocasiones posteriores, pero nunca con la emoción y las ilusiones de aquella primera.
¡Mira que tenemos cosas para contarles a nuestros nietos y sobrinos nietos, ¿verdad?!.
En aquellas horas nos preocupaban muchas cosas, entre ellas los amigos que militaban en partidos de izquierda y que otra vez volverían a estar perseguidos y en peligro. Pero también nos preguntábamos por cómo iba a ser el país en el que nuestros hijos vivirían. Y la mayoría no quería volver atrás. No queríamos más salvadores de la patria, sino construirla entre todos.
EliminarLo de tu vecino me ha encantado, aunque de hecho me parece que hay mucha gente que todavía no se ha enterado y que habla del franquismo con una sonrisilla, hasta con nostalgia, como si se hablara del Seiscientos.
ResponderEliminarHará unos cuántos años leí en una carta al director (o algo así) que un ser humano dijo que le gustaría que las cosas fueran más sencillas, o más humanas o cualquier otra cosa por el estilo y añadió "Como eran en Cuéntame".
¿Qué me dices?
Si ya odiaba Cuéntame y su bonita manipulación de buen rollito, desde entonces me parece perniciosa para la salud.
Ah, yo tengo una historia de ese día...
Yo del franquismo lo único que echo de menos es que tenía menos años y menos kilos. Sobre todo de esto último tengo hasta nostalgia.
EliminarNo te puedo decir nada de "Cuéntame" porque no la he visto nunca. Y es verdad que hay mucha gente que piensa que cualquier tiempo pasado fue mejor, cuando realmente lo que hay es que cualquier tiempo pasado fue anterior.
Me encantaría que me contaras tu historia de ese día ¿Te animas?
Querida Jane, yo soy aquel Manolo que era director del instituto del que tú eras jefa de estudios cuando sucedió aquello. No sé si es fruto del azar o de las paradojas de la vida, voy a recordarte dónde estaba yo cuando se produjo aquella inesperada y dolorosa inturrupción del pleno del Congreso de los Diputados, y lo estoy haciendo al tiempo que asisto a un pleno del Parlamento de Canarias (aburrido como todos, pero democráticos, al fin y al cabo), donde, en todo caso, los sobresaltos nada tienen que ver con irrupciones de intrusos salvapatrias.
ResponderEliminarEse día de 1981 había estado toda la mañana en el instituto y recuerdo haber salido de allí bastante tarde. Mientras comía, seguía en la radio la sesión de investidura de Calvo Sotelo y, aprovechando el comienzo de la votación, salgo a comprar El País y me cruzo en la calle con una compañera que, temerosa y entrecortadamente, me pone al tanto de lo que está ocurriendo. Vuelvo a casa; pongo la radio; confirmo que todo lo que me han dicho es verdad; se lo comento a tu amiga Mila, que está postrada en cama con gripe, y me responde, incrédula: "no puede ser".
No, no puede ser. Pero estuvo a punto de poder ser. Y si hubiera sido, aún hoy me sigo preguntando qué hubiera pasado con nosotros (con nuestro país, con nuestra generación, con la de nuestros hijos...).
Recuerdas en tu post que yo era -sigo siendo- militante del Partido Socialista, y esta condición me convirtió en "un rojo" sospechoso: para el presidente de la asociación de padres, de Bonis; para los inspectores de Enseñanza Media (a pesar de ser amigos y antiguos profesores míos); para el gobernador civil, Rebollo, y no digamos para el delegado provincial de Educación, Cerdá.
Serían las seis y media o las siete de la tarde y vuelvo al instituto, con la intención de reunirme con los profesores del turno de tarde y de la noche.
Como todos los días, me recibe en la puerta un bedel bajito, sargento retirado del ejército y activo en esta segunda profesión de portero. Esa tarde del 23 F no me recibió con la impostada sonrisa adulona de cualquier otro día, esa tarde me recibió con boca torcida y sonrisa avinagrada para espetarme sólo cinco palabras: "Director, esto se le acabó". Con el miedo en el cuerpo, yo atiné a responderle "bueno, ya veremos" mientras me acercaba a la sala de profesores.
Volví a mi casa, quemé panfletos y manifiestos donde se pedía "Libertad, Amnistía, Estatuto de Autonomía"; oculté libros, tiré pegatinas, llaveros y mecheros del PSOE y del PSP (pequeñas baratijas del merchandising electoral de la época, que yo guardaba con la mismo mimo y cuidado que las estampas de mis álbumes infantiles). Pasé la noche en vela, pegado a la radio y con la incertidumbre del desenlace.
Lo que pasó la mañana siguiente en el instituto ya lo cuentas tú con esa precisa memoria que yo nunca tuve y que ahora echo más en falta.
Recuerdo, eso sí, con nitidez, mi vuelta al instituto ese 24 de febrero por la tarde. Aquel bedel ya no me recibió desafiante en la puerta del instituto. Entré y permaneció atorrado en su cubículo de la portería. Me acerqué allí, se levantó como un resorte e hizo ademán de hacerme una especie de saludo militar (¡a mí, que había sido la negación y el desprestigio de la Milicia Universitaria!). Cuando atiné a insinuarle que quizá le vendría bien pedir traslado, no me respondió, pero su rostro recuperó las facciones de quien ha dedicado su vida a profesar obediencia perruna a sus superiores.
Dos meses después, me comunican el cambio de destino de aquel sargento retirado, de nombre Juan. Se fue del centro, no se despidió de mí y yo se lo agradecí.
Treinta años después, aún sigo pensando qué hubiera pasado si los facinerosos hubieran triunfado. A lo mejor, mi destino hubiera estado en manos de aquel pobre hombre, bedel del instituto del que yo era director, y no tengo nada claro que me hubiera concedido una segunda oportunidad.
Hay personas así. Yo me acuerdo de un alumno de aquellos tiempos que quería ser policía, y que me dijo una vez: "Usted no se preocupe que, cuando yo sea policía y vuelvan los nuestros, a usted no le va a pasar nada, pero a la de Literatura (que lo había suspendido) se le va a caer el pelo". En una época de arbitrariedades y de un único credo, cualquier cosa podía llegar a ser motivo de persecución. Y eso de "los nuestros" da también mucho miedo. Desgraciadamente todavía se oye alguna vez.
EliminarGracias por compartir tu experiencia. Un abrazo.
Pues es que lo iba a contar en mi blog, pero se me ha pasado el arroz y ya hasta el que viene, no pega mucho.
ResponderEliminarEs una tontería, no te creas, no como el resto de lo que cuento, que es apasionante :-)
Muy bueno lo del tiempo anterior.
Yo recuerdo mucho, mucho, mucho a Jorge Manrique cada vez que veo mi extracto del banco, sobre todo a partir del día 20 (vale, 15) y pienso:
- Cuán presto se va el placer, cómo después de acordado, da dolor, cómo a nuestro parecer...
Y pienso en esas cosas que no tenía que haber comprado.
Y es que yo seré manirrota, pero muy literaria.
Pues esperaremos con impaciencia hasta el año que viene que, total, se pasa volando.
EliminarA mí una historia que me gusta mucho del 23-F es la que contaban de que, cuando dijeron "Todos al suelo", el que peor lo pasó fue uno al que le cayó encima Íñigo Cavero (¿Te acuerdas de él? Fue Ministro de Educación y pesaría unos ciento y pico kilos)
A mí también me da un pálpito manriqueño (¡qué palabras más logradas!) a partir del 15. Y también, cuando después de una comilona, me peso. Esto de ser tan literarias...
Hace 30 años, esa tarde del 23 F, estaba planchando y escuchando la radio, lo típico de un ama de casa de la época. Escuchaba a Luis del Olmo, fíjate (así me salió) y me fui enganchando a la radio.
ResponderEliminarAsí que me enteré en riguroso directo.
Pronto vino un amigo de UCD para avisar a mi marido que, aunque comenzó la democracia votando a Suárez, pronto abrió los ojos y empezó a militar en el PSOE. En casa teníamos muchas cosas de Rusia, postales de Lenin, libros, una balalaika que aún tenemos, matroshkas y otras muchas cosas que le regalaban los capitanes de los barcos (cangrejo ruso, caviar, vodka), ya que su trabajo era visitarlos en el muelle. Si prosperaba el golpe, lo teníamos difícil.
Yo personalmente no me enteré de pequeña de nada, en casa no oí ni palabra, ni con miedo ni comentarios, así que para mí todo estaba bien.
Con los años he aprendido lo horroroso que debió ser vivir sin libertad, las cosas que pasaron y me he preocupado de informarme.
La serie "Cuéntame" en muchas ocasiones reproduce las preocupaciones, historias parecidas a las que vivimos todos, no sé si bien o mal en el aspecto cinematográfico, pero creo que éramos bastante parecidos a ellos y hemos madurado como ellos.
Cualquier post de Jane podría ser un capítulo de "Cuéntame".
Besos y salud.
Ya le comenté a Loquemeahorro que no he visto "Cuéntame" nunca , pero, oye, igual me contratan :-)
EliminarEl 23-F es un momento de sombra en nuestra historia y ahora a nuestros hijos les parece mentira y hasta ridículo que una postal de Lenin o una balalaika pueda considerarse "un objeto sospechoso". Hace poco David Trueba escribió, hablando del discurso de otro salvador de la patria, Gadafi, que "si no fueran momentos trágicos, sería digno de la burla mundial". También algún periódico de Estados Unidos dijo entonces que un torero había entrado a tiros en el Congreso español. A veces lo ridículo y lo trágico, desgraciadamente, se dan la mano.
Un beso y gracias por traernos tu experiencia.
Yo estaba en la barriga de mi madre... me faltaban dos meses para nacer! Me encanta leer estas historias del 23F, que para mí son verdaderamente "historia" :-)
ResponderEliminarHola, Carlota, me encanta verte por aquí. Los de nuestra generación a veces nos ponemos un poco pesados con esas historias (igual parecemos a los ojos de ustedes el abuelo Cebolleta) pero es que no queremos que se repitan nunca más. Tal vez la historia sirva para eso, para aprender de los errores.
EliminarUn abrazo fuerte y que vaya todo bien.
Pués con todas esas alegrias ha acabado el partido que mal nos gobierna es triste pero esa es la realidad ,si no te crees lo que digo da una escapada de esa maravillosa ISLA y te paseas por nuestra tierra andalusa y verás como están las esquinas de los pueblos llenas de personas SIN NTRABAJO ,por supuesto ninguno son SOCIALISTAS
ResponderEliminarMientras sigamos en democracia, ningún partido puede acabar con la libertad de la que disfrutamos ahora. Es cierto que atravesamos una crisis gorda y que son tiempos de vacas flacas (lo serían, tal como están las cosas a nivel mundial, tanto para una dictadura como para una democracia), pero estoy con Churchill en que es, por lo menos, el menos malo de los regímenes políticos.
EliminarY, fíjate qué casualidad, acabo de llegar hoy de estar unos días en esa también maravillosa tierra andaluza, en Huelva concretamente. Lo malo es que en una escapada no se puede captar cómo vive la gente, pero claro que es un mal momento. Ojalá se supere pronto.
Aunque un poco tarde te cuento. Esa tarde a las 5:22 estaba en casa dando de merendar a los niños su colacao y su bocadillo y mientras oía la SER. Cuando me dí cuenta de la gravedad del asunto lo primero que pensé fue que, pasara lo que pasara, estuvieramos todos juntos. Les dí prisa a los niños para que terminaran la merienda, los metí en el coche y nos fuimos al Puerto de la Cruz donde daba clases mi mujer en el turno de tarde del instituto Agustin de Bethencourt. Cuando salió de clase allí estábamos los tres esperándola. Volvimos a casa a La Laguna y pusimos la radio.
ResponderEliminarTodo lo demás es conocido. La larga noche de radio hasta el mensaje del rey. Uno, que es republicano hasta las corvas, agradeció aquel discurso.
Y, como todos, al día siguiente a trabajar como si nada hubiera pasado.
Y, parafraseando la copla argentina, digo: lindo haberlo "sobrevivido" para poderlo contar.
Los grandes cambios en la historia, como tú sabes bien, empiezan a pasar por un acontecimiento que parece pequeño ¿Quién iba a decir en Europa que un disparo en Sarajevo el 28 de junio de 1914 iba a traer una guerra mundial? El asalto al Congreso, visto desde la distancia, se nos antoja una ocurrencia, un hecho aislado, pero los que lo vivimos sabíamos que podría originar un cambio grande en la clase de país que estábamos construyendo y que igual no podríamos estar hablando hoy como lo hacemos. En esos momentos importantes me gusta lo que dices: lo mejor es vivirlos acompañado de aquellos a los que quieres.
EliminarGracias por traernos tu momento.
Ufff, recuerdo que estaba en la calle con mis niños. Pasé por casa de una amiga que veía la tele y me lo dijo. Me fui corriendo a casa de mi madre. Por ese entonces yo tenía carnet del Psoe y de UGT...Ya me veía en el "paredón".
ResponderEliminarEra para verse, Elvira. Aunque la gente ahora casi lo ve como una batallita, nosotros, los que lo vivimos, sabíamos que había un verdadero riesgo de que todo cambiara. Ya ves lo que cuenta mi amigo Manolo en uno de los comentarios. Incluso los que no teníamos carnet de ningún partido pero nos considerábamos abiertamente de izquierdas estábamos muy asustados. Que nunca más nuestro país vuelva a sentir miedo.
EliminarMaravilloso recuerdo ,te comprendo ,en mi generación todo era ocultismo,en casa delante de nosotros no se comentaba nada de política , en clase había una compañera muy documentada ,nos hablaba en secreto ,, como todo ( por ahora ) ha pasado era Zurita ,hija del director del periódico La Tarde .,me supongo que a casi todos nos pasó ,y sí es cierto esos dias pasamos mucho miedo ,sobre todo mi generación ,,,,hoy en dia no me gusta el " caminar de la perrita " ,,
ResponderEliminarLa verdad, Marisol, es que, si echamos una mirada amplia a la historia occidental, el "caminar de la perrita" parece menos caótico que hace un siglo, por ejemplo, en el que estábamos en plena guerra mundial. Yo, que soy una optimista, tengo esperanzas de que la comunicación que hay ahora no tenga vuelta atrás y no vuelvan los tiempos en los que te tenías que enterar de las cosas a escondidas. Saber es comprender y tolerar.
EliminarVivíamos en Berna. Aquel día una llamada telefónica me llevó de nuevo al casi olvidado territorio del miedo. Miedo por uno de mis hermanos, miedo por mis amigos encerrados en aquella isla, y mucho miedo a perder hasta la esperanza que habíamos recuperado, Aquella tarde se suspendieron las clases en el Aula de bachillerato de Berna y me fui a comprar una potente radio con onda corta. Me pasé la noche en vela pegado a la radio en aquella Suiza indiferente al mundo exterior.
ResponderEliminarDesde lejos se ven todavía peor las cosas, Juancho. Pero todos, a pesar de la lejanía y a pesar de que a lo mejor no lo supieras, estuvimos en vela contigo, pegados a la radio contigo y muertos de miedo contigo. Si hay algo que nos une es esa memoria compartida (y otro montón de cosas).
EliminarUn abrazo.
A mí me pareció todo como una peli... hasta que en la uno... conectaron con Valencia... con Zaragoza... aquellos tanques... aquellos fachones... Temí lo peor! Hasta que se resolvió estuve pegada a la pantalla... Uffffffffff!!!
ResponderEliminarEs que, Gladys, parecía una película mala, con aquel "¡se sienten, coño!", con aquella grosería de agarrar y zarandear a Gutiérrez Mellado, con los tanques, con las pistolas... No acabábamos de creernoslo. De los salvadores de la patria, líbrenos, Señor...
EliminarYo tenía 21 años y estaba embarazada de mi hijo mayor. Vivía en Barcelona pero estaba en casa, en Santa Cruz porque me había venido unos días. Hacía la maleta en la mesa del comedor pues esa noche volvía a Barcelona en aquél "vuelo nocturno" que era mucho más económico que los de día, mientras, mi padre escuchaba en directo lo que pasaba en el Congreso por la radio y mi madre trasteaba en la cocina ...yo me quedé sorprendida cuando se oyeron los disparos y le pregunté a mi padre que pasaba. Al mirarle me di cuenta de que se había quedado petrificado, no me oía, y cuando reaccionó empezó a llamar a mi madre que vino corriendo,él sólo acertaba a decir "Otra vez no... otra vez no..." Mi madre empezó a llorar y le decía... "Ya verás que no...no...no puede ser..." Más tarde fuí a despedirme a casa de una amiga y en la tranquilidad de la calle me fijé que los dos guardias civiles que custodiaban el, en aquella época, Gobierno Civil, tenían un transistor en la oreja, lo mismo que los de Aduanas del aeropuerto del Prat cuando llegamos de madrugada. Nos hicieron pasar apresuradamente sin revisarnos ninguna maleta, para alegría de muchos, que llevábamos siempre tabaco y cosas para vender a los amigos jeje. Lo que más impacto me causó y aún lo recuerdo como si fuera hoy fué la reacción de mi padre.... su mirada ausente y el gesto casi de pánico...
ResponderEliminarEstremecedor tu relato, Marta. Qué experiencias más tristes habrían tenido... A mí siempre me llamó la atención el silencio de los mayores después de la guerra, el no hablar para nada de política, el no responder a preguntas "incómodas", la represión, la censura... Ante todo eso yo volvería también a decir como tu padre: "¡Otra vez, no... otra vez, no...!".
EliminarY es bueno que quienes no lo vivieron sepan lo terrible que es una dictadura.
Gracias por contárnoslo, Marta. Un abrazo.
Yo estaba en casa de mi madre con mis hijos. Todos preocupados por la situación. Cerca de la casa, había un solar. Allí fue mucha gente a quemar documentos que pudieran comprometer. Había pánico.
ResponderEliminarRecuerdo momentos de pánico también durante la dictadura, cuando el estado de excepción. También entonces hubo gente que huyó y quemó papeles ¿Su crimen? Pensar distinto al régimen establecido.
EliminarOjalá nunca volvamos a eso. Recordar el 23f nos puede servir para ello.