martes, 15 de marzo de 2011

El bueno, el feo y el malo

Yo en esta vida he leído mucho colorín o, poniéndonos más internacionales, mucho cómic. No se crean que, porque diese clase de filosofía, iba a estar todo el día que si Platón, que si Descartes, dale que te pego, no. Yo me he leído todo Astérix, todos los pitufos, todo Lucky Luke, toda Mafalda, todo Mortadelo y Filemón. Y no te digo los colorines de antaño: Carpanta, las hermanas Gilda, Zipi y Zape, el reporter Tribulete que en todas partes se mete… Para salvar el tipo decía que estaba recogiendo material para mis clases, pero, aquí entre nosotros, la verdad es que me lo estaba pasando pipa.

En muchos de esos cómics aparecen el bueno, el feo y el malo, pero no como en la excelente película de Sergio Leone, sino mezclados entre sí. Por un lado está el bueno que suele ser guapo (aunque hay algún bueno feo, como el Goliath del Capitán Trueno); y, por otro, está el malo, que siempre es feo: encontrar un malo guapo es más difícil que encontrar aparcamiento el día de Reyes en La Laguna. Y también hay malos feos, como los Dalton de Lucky Luke, que además son tontos. No hay más que verlos cuando escapan de la cárcel por cuatro agujeros del tamaño de cada uno de ellos.

A mí de todos estos malos feos hay dos, Gargamel e Iznogud, que me encantan. Para los que no sean tan intelectuales y no hayan hecho estos trabajos de investigación como yo, les pongo al corriente:



Gargamel es el malo de los pitufos. Tiene pinta un poco de Dómine Cabra, siempre de negro, y se pasa la vida intentando encontrar a los pitufos, ayudado por su estúpido gato Azrael. A todo esto, no se sabe muy bien para qué los persigue porque, cuando alguna vez los coge, siempre los pone en una jaula y ahí se quedan para dar tiempo a que el Gran Pitufo (el bueno) los libere.




Iznogud vive en el Bagdad misterioso y es el Gran Visir del bondadoso Califa Harun-el-Pusah. Iznogud sólo tiene una idea fija en su vida: ser califa en lugar del Califa. Para ello contrata a genios de la lámpara, mercaderes de encantamientos, magos o pitonisas, y, al final, siempre es él el que acaba convertido en rana, en sujetalibros, en perro, en clavo, en alfil de ajedrez o en concha-souvenir. O desaparecido en tierras remotas, islas desiertas, lagunas mágicas o mundos al revés. O como una cabra, saludando con un “¿señor?” ausente a todos los que pasan por las calles de Bagdad. Por algo Dilá Lará, su fiel sirviente, cada vez que Iznogud empieza a maquinar una nueva maldad, le dice: “Dejadlo correr, jefe”.

¿Por qué me gustarán más los malos que los buenos? Incluso yo, que tengo un natural bueno, he ejercido de mala alguna alguna vez: me acuerdo de pelear a mi hija de pequeña, yo toda enfadada con los pelos como una ménade, y de verla a ella (tendría unos 4 añitos) mirándome fijamente y diciéndome: “Te pareces a la madrastra de Blancanieves”.

También creo que en los malos reconocemos a muchos que han pasado por nuestra vida: hay Gargameles por ahí, personas con un objetivo absurdo en la vida y que no disfrutan de nada; y hay Iznogudes que quieren ser califas en lugar del Califa: profesores que quieren ser director en lugar del Director, opositores políticos que quieren ser presidentes en lugar del Presidente, canchanchanes que quieren ser jefes en lugar del Jefe.

Nietzsche (sí, sí, a él también lo leí) decía que la bondad es lo propio de los esclavos. El bueno, el bonachón, es considerado un poco tonto, el no peligroso. Y es verdad que la bondad no es un valor de moda. Pero a lo mejor, lo que nos pasa es que, a pesar de las modas, nos consideramos buenas personas y nos alegra infinitamente que Gargamel, Iznogud y los Dalton nunca se salgan con la suya y que el mal no triunfe.

Al revés, desgraciadamente, de lo que muchas veces pasa en el mundo real. No hay, para comprobarlo, más que abrir la televisión y ver las noticias.  

12 comentarios:

  1. Jajajaja, es que yo era igual de guapa y primorosa que Blancanieves y aquellos ojos asustaban...(La verdad, no me acuerdo en absoluto del momento. Bendita memoria infantil). Lo que si creo es que, contrariamente a lo que piensa la mayoría, se puede aprender mucho, mucho leyendo comics. ¿Cómo si no iba yo a saber quién era Tutatis? ¿O Calamity Jane? ¿O que las papas fritas eran un invento belga? Creo que Gargamel necesita a los pitufos para una pócima que convierte la piedra en oro o algo así.

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    1. Claro que se aprende, tienes toda la razón. Con Tintín, aprendí cómo viven los lamas y los incas e incluso cómo sería un aterrizaje en la Luna. Pero también el aria de las joyas de Fausto ("Ah, me río de verme tan bella en este espejo..." de la Castafiore) y los 200 y pico pintorescos insultos del Capitán Haddock. Por supuesto, aparecen aquí muchos malos feos, como Rastapopoulos, y algún bueno feo, como el Yeti.

      Con Lucky Luke conocí los múltiples personajes del lejano Oeste (mi Calamity Jane, Billy the Kid, Jesse James...) y que Sarah Bernhardt estuvo de tournée por allí.

      Con Astérix sobre todo que a lo único que hay que temer, por Tutatis, es a que el cielo pueda caer sobre nuestras cabezas.

      Y con todos, en general, aprendí que reírse es buenísimo para la salud.

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  2. No te lo vas a creer, pero el otro día tuve un mono horrible de Iznogud, y tuve que sacar uno de la biblio para que se me pasara. Oye, fue horrible.

    Por cierto, no me decepcionó nada, hacía años que no quedaba yo con ese señor, y sigue siendo igual.

    Y ahora mismo estaba pensando en pasarme por otra diferente, a ver si encuentro algún número diferente a los tres de siempre que me sé de memoria.

    Por cierto que Gosciny debía pensar lo mismo que tú, porque él y solo él es el auténtico protagonista de sus cómics, igualmente creo yo que los Dalton son más interesantes que el soso Lucky Luke. Ay, me estoy acordando de su madre.

    pd. Es verdad ¿para qué querría a los pitufos?

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    1. ¡Qué buena Mamá Dalton mimando a su "pequeñín" Averell! Mi hija Ana dice que Gargamel necesita un pitufo como ingrediente para un mejunje con que convertir la piedra en oro. Lo que pasa es que en lugar de tenerlo todo preparado, como haríamos tú y yo si necesitáramos perejil para un mojo, él no, él va a buscar todo, una vez tiene al pitufo en la jaula.

      Es verdad que Goscinny era genial. Cuando murió, ni Astérix ni Lucky Luke fueron los mismos, a pesar de los buenos dibujantes. Y ¿qué me dices del pequeño Nicolás, otra de sus creaciones (aunque no sea un cómic pero casi, con los dibujos de Sempé)? Lo suelo releer y siempre me hace reír, con esos personajes, como Agnan, el ojito derecho de la maestra al que no se puede zurrar porque lleva gafas; o Clotario, siempre castigado en su rincón sin enterarse de nada; o Alcestes, el comelón, con las manos grasientas y migas por todas partes...

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    2. El Pequeño Nicolás quería leérmelo, pero todavía no lo he hecho. Ah, sigo sacando Iznogud de una nueva biblio con más material, y ahí sigue el hombre, con sus encantos y magos marca Acme.

      Hoy voy a la biblio infantil, a lo mejor cae.

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    3. Lo bueno de cumplir años es, aparte de las fiestas y los regalos, el recibir tan buenos deseos de los que están lejos. Energía positiva, que le dicen. De alguna manera hay que compensar que se tiene un año más en los huesos.
      ¿Y sabes que me regaló mi hija, entre otros libros? Uno de historias inéditas del pequeño Nicolás, editado en el 2006 (le preguntaron que si se lo envolvían para un niño). Lee alguno, cuando termines con la etapa iznogudeana, porque no tiene desperdicio.

      Un abrazo y espero que ya estés bien.

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  3. Buena idea la de usar los cómics para clase. Yo soy también profesor y los he usado a menudo. Hacen ver claro un concepto, entretienen, quitan hierro a temas difíciles...

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    1. Yo también los he usado mucho. Recuerdo poner en clase "Obélix y compañía" para explicar el tema de la infraestructura y superestructura marxista, ya ves tú. Y en mi departamento mis compañeras y yo hacíamos hasta exámenes con tiras de Mafalda o Maitena. Aunque me lo tomo a broma en esta entrada, es un gran recurso didáctico y todos los libros de texto actuales también lo tienen en cuenta.

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  4. Yo también soy de la época de los colorines, o tebeos, como decían (y no sé si seguirán diciéndolo), en la Península; término que, por cierto, debe provenir de un colorín que se llamaba TBO.
    Todos esos personajes de antaño que nombras, me hicieron pasar muy buenos y divertidos ratos durante mi niñez. Ya en la adolescencia, me aficioné al Capitán Trueno, el Jabato, Supermán, Roberto Alcázar y Pedrín, el Llanero Solitario, Batman, el Príncipe Valiente, Hazañas Bélicas... Recuerdo que me atraían, en especial, por la calidad de sus dibujos. Sobre todo, los de los dos últimos. Probablemente, ya había, entonces, muestras de vocación profesional. Tanta que, una vez, participé en una convocatoria hecha por los editores del Capitán Trueno, que buscaban dibujantes jóvenes para sus equipos. Había que envíar una viñeta de mi cosecha, que tuviera como protagonista al gran Capitán. Me escogieron, pero había que desplazarse al territorio continental y, eso, para una isleña de aquel entonces, era harto complicado. Más tarde, por motivos laborales, acudí a talleres sobre el cómic, para aplicar lo aprendido en algunas de mis clases de técnicas gráficas.
    Aquella afición la he perdido, pero sigue gustándome hojear, en los kioscos y librerías, los cómics de hoy. Y, como en aquellos tiempos, también por la enorme calidad de sus dibujos. Como ves, otro aspecto a valorar en un buen colorín de entonces y de ahora, y con independencia de buenos, malos, feos o tontorrones.

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    1. En casa mis hermanos, mi primo (que vivía con nosotros) y yo siempre fuimos aficionadísimos al Jabato y al Capitán Trueno, e incluso jugábamos a ser ellos. Lo malo es que mi primo siempre se pedía ser el Capìtán y a mí me dejaba ser Crispín, que ya me dirás tú.

      Hace tiempo El País sacó una colección de cómics: Mandrake el Mago, Flash Gordon, el Príncipe Valiente, Rip Kirby, The Spirit, Moebius, Blake y Mortimer, el Capitán Trueno, Charlie Brown, Corto Maltés, Mafalda... El mundo del cómic realmente es muy amplio y, como dices, muchos están magníficamente dibujados ¿Merecerán tener un lugar especial dentro de las Bellas Artes o se seguirán viendo como un género menor? En todo caso, han hecho disfrutar a muchas generaciones que, por ellos, han empezado a tener interés por el dibujo y por las historias que cuentan.

      Un abrazo.

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  5. Pero no solo en el comic. Los malos (Vader o Los Dalton), o en su defecto los buenos bribones (véase Han Solo), siempre han cautivado mucho más que los buenos (Luke Skywalker o Lucky Luke).

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    1. Tienes razón, se me viene a la mente también el Cary Grant de "Charada" y de "Sospecha". Y eso lo cultivan bien los autores de novela policiaca que muchas veces para despistar ponen como asesino a un bribón cautivador.

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