Lo mejor del Corpus Christi, uno de esos tres jueves que hay en el año que
relumbran más que el sol y que ahora, por aquello de no partir la semana, cae en
domingo, es el trabajo en equipo.
Un sábado de hace 4 años paseamos, al filo de la medianoche, por las calles de La
Laguna, tomadas por jóvenes que hacían las alfombras del Corpus. En una noche
excepcionalmente templada (para ser lagunera), unos hacían letras rojas y verdes
sobre el asfalto, otros seguían con pétalos, hojas, arena y semillas el dibujo
de un hombre predicando, de una flor o de figuras negras con los brazos en alto
sobre un fondo blanco, y otros ponían música, todos formando grupos con un
objetivo común.
Noches como ésta, hace ya mucho tiempo y en otro lugar, yo también estuve
entre muchas personas deshojando rosas para las alfombras, separándolas por
colores, tintando arena y recortando y pegando, con papas, banderitas para
engalanar las calles. Años más tarde mi hija hizo lo mismo con su clase del
Instituto, y, hace un año, ella siguió el ritual con mis nietos que, con manos
pequeñas e inseguras, trataban de seguir el dibujo en el suelo de un chino
cogiendo cerezas, para la alfombra de flores de su colegio.
Nos hemos pasado la vida colaborando con los demás, siguiendo una faceta
humana que ha conducido a pueblos enteros a ayudar a plantar y a recoger
cosechas o a hacer casas entre todos; que lleva a las gentes a reunirse para
vendimiar, a los amigos de mi hijo a echar una mano cuando uno de ellos se muda
o a un montón de parientes a pintar juntos nuestra casa, cuando la estrenamos
hace 30 años. Es lo que hace que, en momentos trágicos, la gente se vuelque en
ofrecer lo que puede o en acudir, ayudar, consolar y estar ahí. O también, que
se agrupe en torno a un proyecto común para cambiar una sociedad.
Desde Hobbes, que hace tres siglos dijo que el hombre es un lobo para el
hombre, hasta Lorenz, que, en los años 60, habló de una agresividad innata que
nos ayuda a avanzar, pasando por Darwin y su selección natural de los más
fuertes como motor de la evolución, se nos aparece la historia humana como una
lucha de todos contra todos.
Pero yo quiero creer que el camino del progreso está más lleno de esos
momentos de cooperación, ayuda y esfuerzo común.
Momentos como el de esa noche tibia de junio en la que un grupo de personas
se pone de acuerdo para crear, en la madrugada, una obra bella.
Las guerras, que destruyen todo lo que los hombres hacen, son siempre un retroceso. Yo también creo que la cooperación y la ayuda en tiempos difíciles hace más por ellos, como se vio con el tsunami de Japón donde todos se apiñaron para ayudar y ahorrar energía. Un saludo.
ResponderEliminarPD: Bonita foto
En la foto esa noche intenté captar el ambiente un tanto irreal, la luz, los dibujos a medio hacer, incluso las conversaciones en voz baja y la música de fondo... A mí también me gustó.
EliminarEn cuanto a la cooperación, le oí decir al psiquiatra Rojas Marcos, después del atentado a las Torres Gemelas de Nueva York, que lo que más le sorprendió fue que, en una ciudad donde cada uno va a lo suyo, la gente se volcara tanto en ayudar. Sí, creo que, en el fondo, somos solidarios y esto nos ha ayudado, más que cualquier enfrentamiento o acción violenta, a avanzar en el camino.
Un saludo.