Mi hijo y mi nuera se han ido a las Antípodas, a Nueva Zelanda, de luna de
miel en plan caravana y pateos con mochila. Desde el otro lado del mundo me
llegan –cuando hay cobertura- los dulces nombres maoríes: Te anau, Wanaka,
Punakaiki, Kaikoura… Y también los sitios que van viendo: una cueva iluminada
por luciérnagas, una playa donde se bañan los leones marinos, un río de aguas
turbulentas en el que hacer rafting, un glaciar con veredas por las que caminar.
“Es tan bonito como un sueño”, dicen.
Pero… ¡las Antípodas! Me las nombran y me viene a la mente un dibujo de mi
infancia en el que aparecía la Tierra y, al otro lado, niños cabeza abajo. Para
llegar allí estuvieron 3 días y 2 noches, haciendo escalas en Dubai, Bangcock y
Sydney, yendo hacia donde empieza el año. ¿No es mucho trajín para un viaje?
Siempre decimos que el camino hacia un sitio es parte de la aventura pero
¿también lo es cuando ese camino es tres días en avión y aeropuertos? ¿O será
que, a mi edad, tendemos más a quedarnos en el sillón y a pensar como aquella
viejita, a las puertas de la muerte, a la que el cura consolaba con las delicias
del cielo y ella contestaba: “Ay, sí, padre, pero como en la casita de una…”?
Siempre me asombró Phileas Fogg, el personaje que Julio Verne retrató en “La
vuelta al mundo en 80 días”: una persona, con una vida invariable y sedentaria
en la que la única distracción era leer periódicos y jugar a las cartas en su
club, que, de repente, por una apuesta, es capaz de lanzarse al mundo y sus
peligros. Es también la vena aventurera de Bilbo Bolsón, el hobbit de Tolkien,
que, a pesar de su existencia respetable en la que “las aventuras
son cosas desagradables, molestas e incómodas que retrasan la cena”, de un
día para otro, sale corriendo tras trece enanos y un mago a matar dragones, sin
llevarse ni un pañuelo.
¿Somos así de aventureros los humanos? En la vida real, Agatha Christie y su
primer marido se fueron alegremente durante un año a dar la vuelta al mundo.
Dejaron con su tía a la hija (que, cuando volvieron, casi ni los conocía) y
¡hala! a ver guacamayos en Australia y a hacer surf en Africa del Sur y
Honolulú. Fernando, uno de mis exalumnos, trabaja unos meses para pagarse
viajes, sin organización ni premeditación, a la India o al Nepal. Y conocí hace
poco a una chica, recién salida del bachillerato y delicada como un lirio, que
se iba, antes de empezar la carrera, a trabajar durante un año a un orfanato en
Burkina Faso.
Pero en mi caso, y tal vez porque ya se me pasó el arroz, en este momento no
estoy para trotes tan lejanos ni para destinos tipo “Las minas del Rey Salomón”.
Por lo pronto, las Antípodas son el lugar en el que están mi hijo y mi nuera. Y
también fueron, hace unos días, un tema de conversación con los amigos una noche
estrellada junto al mar. Tema de conversación que, por otra parte, planteó
interesantes problemas filosóficos relacionados con el tiempo. ¿Viven ellos en
la misma realidad que yo, sólo que con otro nombre? ¿O realmente están en una
realidad distinta, ellos en miércoles, yo todavía en el martes; ellos, en una
primavera en la que la naturaleza se despierta, yo, viendo la luna de otoño que
empieza a traer el frío?
El mundo se ha estrechado. Es verdad que las Antípodas ya no están tan lejos
como hace un tiempo. Pasamos un rato estupendo esa noche hablando
filosóficamente de ellas y lo pasaremos igual de bien cuando, a su vuelta,
veamos fotos preciosas y oigamos sus aventuras. Pero eso sí, y por esta vez,
desde mi sillón.
Querida Jane,
ResponderEliminaraquí, desde las antípodas tu hijo y tu nuera te saludan. Muchísimas gracias por esta mención en tu querido blog. Seguiremos disfrutando del comienzo de esta maravillosa primavera neozelandesa e intentaremos mantenerte al corriente en la medida de lo posible.
Nos vemos pronto.
Besos
¡Qué ilusión recibir un comentario desde las Antípodas, al otro lado del mundo! Quién me lo iba a decir cuando, de pequeña, veía a la gente cabeza abajo. Aunque suena a tópico, decididamente el mundo es un pañuelo y esto de Internet es una revolución. No deja de asombrarme.
EliminarY también no me digan que no es un toque cosmopolita y exótico para este blog.
Un abrazo, Viajeros de las Antípodas. Disfruten que, si no es ahora, cuando lleguen a mi edad ya cuesta más levantarse del sillón.
Está muy bien, Jane, pero, yo, que te conozco, sé que, a poco que te animen, pasas del sillón de tu casa al de una agencia de viajes.
ResponderEliminarNo se puede engañar a los que te conocen bien. Pero, en honor a la verdad, yo dije "en este momento" y "por esta vez". Hay que dejar puertas abiertas a otras veces futuras en las que a lo mejor me lío la manta a la cabeza y me lanzo a recorrer desiertos, llanuras y cordilleras. Que por mí que no quede
EliminarSí , Jane. Lo de los alegres jubilados da para mucho. Imagínate , los que quedan, pobres abandonados de la administración. Luchando lo indecible en una educación de locos, en donde los padres creen tener siempre la razón ante el profesor y los alumnos se mofan en tu misma cara. Ayer le dije a una compañera al final de la mañana, cuando me tomaba un vasito de agua para coger resuello, tras la larga jornada laboral, jornada que se hace cada vez más larga : ¿ no crees tú que llegará un día en que no haya manera de controlar esta tropa sin ley?. Me dijo que sí, claro. La osadía y malcriadez del alumnado es tal ya - y mi centro es de los "tranquilos"- que te pasas todo el tiempo, y ésto es lo que verdaderamente agota, rebatiendo una y otra estupidez. El volumen de ruidos ha subido enormemente , a la par que el desorden, cada vez más preocupante. De la administración ni te cuento. Tuve que desechar un juego de porterías porque se caían de viejas ( 17 años de soldaduras varias) , pues no veas. La secretaria pasó un mundo de calamidades para poder " enajenarlas". Pero, si el loco era yo, ¿ cómo se fijan en ellas?. Bueno, te cuento que tuve que hacer fotografías de los ángulos rotos por los que hasta se veía al trasluz. Patético. Además, ahora para más inri, me piden que vaya yo al depósito a ver un juego disparejo nuevo, que consigamos transporte para retirar las viejas y para traer las nuevas. ¿ No crees que ya es demasiado? Acabaré poniendo un par de piedras en la cancha como postes para jugar, claro, que tendré que acordarme de retirarlas pues la que me podría caer, calla, calla. Mejor una portería virtual, ya que estamos, tal vez costaría menos trámites. Disfruta , alegre jubilada, que no sabemos la que nos puede caer aún encima después del domingo. Saluditos
ResponderEliminarDios, qué panorama me pintas, Miguel. Cuando yo lo dejé hace 3 años, las cosas (por lo menos, en mi instituto) no estaban tan mal. por lo menos no era una tropa sin ley. Sí que la administración siempre ha sido rácana y ahora, amparándose en la crisis, más todavía. Yo, que llevé durante 21 años la biblioteca del centro, peleé por un presupuesto para libros todo el tiempo. Parecía una sierva de María. Una vez hasta el secretario, que era amigo mío, me echó, cuando me vio aparecer por la secretaría, al grito de ¡Nooo, no tengo dinerooo!.
EliminarY, después del domingo, ya se sabe, la enseñanza pública más a la porra todavía. Ánimo.
Bueno , Jane. Tú, para mí, sí que estás en las antípodas. Toda jubilada tú y disfrutando de nietos, hijos recien casados, viajes, paseos y atardeceres bellos, ya sin los ojos que se te caen de cansancio ni de una bajona de energía tras una clase derrotadora. Tú si que estás en las antípodas de la escuela actual. Y es que se nos borra tan rápido lo malo del cuerpo... un saludito y sigue disfrutando por los dos, que por todo lo que cuentas, se conoce que has llegado pero que muy bien a esa edad del disfrute y del jolgorio sano.
EliminarNo creas, Miguel, que estoy tan en las Antípodas de la escuela actual. Todavía me hierve la sangre cuando oigo a una Esperanza Aguirre diciendo que sólo son 2 horitas y que sólo se trabaja 20 horas. La educación tendría que ser la niña mimada de todo político (Platón, Aristóteles y Marx la consideraban prioritaria en un estado ideal) y vemos que, sin embargo, los docentes están cada vez más quemados y más desilusionados, sin medios, con clases saturadas, con alumnos especiales que necesitarían especialistas también especiales, con guardias espantosas... y, encima, te racanean las pocas conquistas que hemos logrado desde aquellos tiempos en que trabajábamos hasta los sábados. Te entiendo perfectamente. Tienes toda la razón en la última entrada de tu blog cuando hablas de cada día de clase como una agonía que deseas que termine.
EliminarMi profesor Emilio Lledó hizo ayer una reflexión en una entrevista que le hace Juan Cruz en El país. Lo ha repetido muchas veces pero, con su lucidez habitual, sigue diciendo que un país no se levanta con tecnócratas sino con cultura y educación.
En lo que también te doy la razón es que la vida de un jubilado/a está lejos de la cotidianeidad de mis ex-compañeros. Es programarte tu vida y aguantar majaderías, las justas.
A cambio, tú eres más joven, claro. Pero espero que ya no te falte mucho y que llegues, con salud, a formar parte de este colectivo jubiloso. Un abrazo.
Me temo que sí, que a mí también se me ha pasado el arroz por diversas causas que no vienen a cuento.
ResponderEliminarPero me hubiera encantado hacerlo cuando sí podía (por lo menos teóricamente), de verdad que hubiera sido feliz.
Ayer me dijo una amiga que su hijo está de Erasmus en Dinamarca y que estaba pensándose en ir con varios compañeros de ahí a Laponia, pero que era un poco caro
¡Ve, hijo, ve, que luego ya no sabe si podrás volver!
Además, si es caro ir desde Copenague, mucho más lo será desde Madrid.
A mí me hubiera encantado que en mis tiempos mozos hubiera existido algo tan fantástico como los Erasmus y los Interrails. Mi hijo se recorrió Europa entera con este sistema y estudió el último curso de carrera en Amberes, conociendo gente de un montón de países y aprendiendo idiomas. Y ahora mi sobrina se va a Eslovenia a lo mismo (ni que decir tiene que fui a ver a mi hijo a Amberes y que iré a ver a mi sobrina a Eslovenia. Cualquier pretexto es bueno).
EliminarYo, en aquellos momentos en que hice la carrera en Madrid, lo más lejos que llegué fue a Guadalajara que tienes que reconocer que, como destino exótico y lejano, no tiene mucho futuro, la verdad.
En tu caso el destino lejano fue Madrid, porque un montón de gente (aún hoy en día) no conoce mínimamente la capital de su país, que ya es triste.
EliminarY bueno, Guadalajara no será exótico, pero ¿cuánta gente ha ido?
Yo, por ejemplo le pregunto a todo el mundo si ha ido a Palencia, y nada, mucha más gente conoce Puntacana que "La Bella Desconocida" (y nunca mejor dicho)
Tampoco yo conozco Palencia, "La Bella Desconocida", aunque sí algunos de sus pueblos, también bellos. Me lo apunto para un futuro viaje. Aquí pasa lo mismo, hay mucha gente que se ha recorrido medio mundo y no conoce el resto de las islas (aunque también es verdad que los pasajes entre las islas son tan caros como los de aquí a la península). Yo hasta hace 5 años no conocí por fin Fuerteventura, la isla que me quedaba de las 8, que me dejó atrapada con sus colores. Se piensa que lo cercano siempre está ahí y que son más atrayentes los destinos exóticos, pero a veces, al lado, tienes un rincón, una experiencia, un paisaje, tan hermosos como el que más.
EliminarHola, Jane, tu artículo me gustó muchísimo. Sabes llegar a la esencia de todo y los estrujas como una esponja. Sí, yo también estoy en las antípodas de Nueva Zelanda porque tan sólo pensar en lo que me costaría llegar hasta allí me reafirmo en mis queridas coordenadas que, si bien no son tan espectaculares, al menos son muy cómodas. Cuando ellos van nosotros volvemos pero eso está bien, viajamos con la imaginación, con nuestros sueños pero, sobre todo, cuando nuestros queridos hijos comparten sus experiencias e ilusiones con nosotros. Un beso.
ResponderEliminarLo que pasa es que nuestro ritmo es más lento y menos excitante: nada de rafting, kayacs o caminatas de 10 horas por un glaciar. Pero que nos den un viajito por la Francia rural, por ejemplo, recorriendo pueblitos, viendo catedrales brillantes como joyas o parándonos a comer en un bar de carretera un paté o un buen saucisson con un vaso de vino de Burdeos. O un crucero por los países nórdicos o por el mar Egeo... Igual así, pasito a pasito, llegaríamos más allá pero no creo que hasta los confines de la Tierra porque a mí, más de quince días fuera de casa, como que me empieza a entrar morriña de las pantuflas y del hogar.
EliminarUn beso y gracias por los ánimos.
También se viaja desde el sillón leyendo tus crónicas Isabel. Un beso.
ResponderEliminarEs verdad, Sole, alguna vueltita, aunque sea virtual, nos hemos dado juntas :-D
EliminarUn abrazo.