Ahora que los días se van volviendo casi
imperceptiblemente otoñales –ya está recogida la vendimia, las capas de la
reina se llenan de flores amarillas y sobre las 7 de la tarde empiezan esos
atardeceres de un intenso naranja, tan propios de octubre- la pregunta que
muchos de los que te encuentras por la calle te hacen es: “¿Y qué tal el
verano?”. Nadie pregunta nunca, después de cada estación, qué tal el otoño, o
el invierno, o la primavera, no. Qué tal el verano, la estación rompedora, distinta,
sensual, dadora de pereza y vitalidad. Y me lo preguntan ¡a mí!, una jubilada
que ya no marca las estaciones con el ritmo de las vacaciones y el trabajo.
Pero, porque en esa pregunta hay un algo nostálgico, una añoranza de tiempos
mejores, vamos a tomarla en serio.
¿Qué tal el verano? Luis Feria lo define en
un poema así: “Cuánto azul, qué de vida, qué de mar. Qué de luz tan sin fin”.
Yo asumo todo eso en este verano pasado y busco entre los días soleados uno que
brille en el recuerdo más que los otros: por ejemplo, el día del Carmen, en el
que por primera vez (siempre hay cabida en la vida para primeras veces) fui en
un barco por la bahía de Santa Cruz en la procesión de la Virgen.
Cuando era jovencita me encantaba ese día, no
sólo porque mis padres me dejaban estar en la calle hasta altas horas de la
noche (las 10, cuando terminaban los fuegos), sino también por el bullicio y
porque ese día –más de cien barquitos en el mar- era como si la ciudad
recordara al pueblito pescador y chicharrero que fue. Después de esos años han
pasado más de 50 en los que yo tomé otros rumbos. Pero este verano mi consuegro
Antonio nos invitó a la procesión.
En La Graciosa dicen siempre que mejor que tener un
barco es tener un amigo con barco; y nosotros tenemos esa gran suerte, un
consuegro y amigo con un barquito llamado Ofiura,
que es el nombre de una estrella de mar que se esconde bajo las rocas del fondo.
Con él de vez en cuando va a pescar o a descubrir barcos de siglos pasados
naufragados cerca de la costa, y a ese barquito nos subimos el 16 de julio con la
ilusión de las experiencias nuevas.
Y allí estaba todo el cuadro de mis años
mozos: tras el remolcador que transportaba a la Virgen , adornados con
flores y banderitas, iban barquitos, fuerabordas, barcas de pesca, yates
pequeños, lanchitas, falúas, botes, chalanas, bermeanos, esquifes, motos de
agua… todos rebujados en un alegre batiburrillo, acercándose tanto unos a los
otros que a veces parecía una pista de cochitos locos. Los bucios, caracolas,
bocinas, trompetas, sirenas, pitos, cohetes…se afanaban en producir mil sonidos
mientras se oían músicas de todas partes, cántigas a la Virgen e, incluso, salsa en
alguna barca en la que, en bañador, bailaban unas chicas (¿un guiño a los
carnavales aquí también?).
Y, por supuesto, estuvo el broche de los
fuegos y el olor del mar y las risas y
todo lo que recordaba de aquellos días lejanos. Sólo que esta vez, día relajado
de un relajado verano, yo no estaba en el muelle o en la avenida de Anaga como antes, sino allí, en medio de
los barcos tras la estela de la virgen marinera.
¿Mi verano? Para mi define todo el año, 10 o con suerte 15 dias en calma, frente al mar Atlántico dejando pasar las horas, poniendo en orden pensamientos, devorando libros que se acumulan durante todo el año, dando largos paseos, disfrutando de, aún más largas sobremesas hablando de todo y de nada...Si no hubiera veranos no tendríamos tantas ganas de que llegara el otoño, el invierno y la primavera jejeje. Un beso muy fuerte. Bea
ResponderEliminarQué buen plan para un verano, Bea. Así recuerdo yo muchos, en un provecho distinto al del resto del año. Cargar pilas, hacer cosas distintas, atesorar momentos... La capacidad de disfrutar el ahora es un don y tú lo tienes. Un abrazo y feliz otoño.
ResponderEliminarFue fantástico compartir contigo y tu inseparable Tony ese día, para mi también fue muy especial. Un besito.
ResponderEliminarCristina, fue especial, divertido, distinto, un poco loco... Gracias a ti y a Toñi por haberlo hecho posible.
ResponderEliminarDisfruto mucho, muchísimo del verano, pero sin duda, mi estación es el otoño. Las hojas, el olor a lluvia, a tierra húmeda, rodearme por los brazos de una chaqueta, abrigarme bajo el calor de una manta... ¡¡¡Lo necesito ya!!!
ResponderEliminarMe parece que voy a convertirme en la oveja negra de esta familia de comentaristas fieles que tienes, querida amiga. Por primera vez en mis taitantos veranos es el que peor he vivido, por culpa de un maltrecho hombro.
ResponderEliminarEl verano siempre es, para mí, ir a nadar al mar, a diario. Este año, ese placer mayor sólo he podido cumplirlo en algo más de diez días, por una inoportuna rotura parcial de unos cuantos tendones de otros tantos músculos que tenemos en esa vital articulación, para el arte natatorio.
Mi consuelo es recuperarme debidamente y que en próximos veranos, si los dioses me lo conceden, pueda resarcirme de éste, para volver a proclamarlos como una de mis estaciones favoritas.
De momento, me conformo con esa esperanza y me animo con lecturas de blogs tan refrescantes y divertidos como es el tuyo. Gracias, amiga, por la parte que te toca.
Gracias por este texto tan agradable. Para mí el verano es un tiempo refrescante, no solo por asociarlo con el mar, la brisa, los paseos nocturnos, sino por el descanso del trabajo. Reseteamos el cerebro y el cuerpo con el merecido descanso. Me gusta también el otoño, el comienzo de las lluvias que dejan tras de sí un cielo limpio y el olor a tierra húmeda, y los días más frescos sin el calor a veces en demasía del verano. Pero la estación que más me gusta el la primavera, aunque nos vuelve un poco locos el cambio constante del tiempo, lo compensa con creces la explosión de color que nos brinda la naturaleza.
ResponderEliminarMuchos besosss
Sí, Guillermo, y esos días en que llueve tras los cristales con fuerza... Este año, que ha sido tan seco, nos lleva a identificarnos con la tierra, ávida de agua. Te entiendo, yo también tengo ganas de otoño y de días fríos. Como en ese poema de Ángel González que describe octubre diciendo:
ResponderEliminar"Cuando nada sucede
y el verano se ha ido,
y las hojas comienzan a caer de los árboles,
y el frío oxida el borde de los ríos
y hace más lento el cauce de las aguas;
cuando el cielo parece un mar violento,
y los pájaros cambian de paisaje,
y las palabras se oyen cada vez más lejanas,
como susurros que dispersa el viento..."
Querida Cehachebé, siento un montón tu tendinitis pero ya sabes el dicho, si después de los 50 no te duele nada es que estás muerto. Aunque también hace poco oí a Miguel Ángel Revilla diciendo que la felicidad es que no te duela nada, lo cual implicaría que después de los 50 no podríamos ser felices. Pero bueno, seguro que algún momento feliz habrás tenido este verano, igual que yo, a pesar de achaques varios, tuve ese 16 de julio.
ResponderEliminarUn abrazo y a cuidarse.
Las estaciones, Flor, inspiran a los poetas y a los artistas como tú ¿Recuerdas las "Estaciones de poesía"? En esa Antología, que hicimos hace ya 8 años, Maccanti llama a la primavera, tu preferida, "estación de milagros", Alberti dice: "... yo quiero mirarte, primavera, / verde y florida, solo, toda verde / como si el mundo, si la tierra toda / despertase un jardín, un inicial vergel / de altas espigas llenas y frutales"; y Machado: "La primavera besaba / suavemente la arboleda, / y el verde nuevo brotaba / como una verde humareda".
ResponderEliminarAlgo tienen los colores de las estaciones que nos ponen líricos.
Un beso.
Este verano, como casi todos los últimos, me ha tocado arreglar estancias. ¿Hay que pintar unas puertas y alguna barandilla, enmarcar y colgar unos cuadros, sustituir unos interruptores, dar un repaso al sellado de las juntas del baño, cocina y ventanas, armar una gaveta descuajaringada?. ¡Para eso estamos! Dicen que es bricolaje, pero yo lo llamo de otra manera: JODESTÍOS. Interprétalo como quieras.
ResponderEliminarHace unos años, no muchos, tuve el placer de subir a un remolcador el día del Carmen en la bahía de Cádiz. Excepto el estruendo de la sirena que no se calló en todo el recorrido, todo lo demás fue maravilloso, incluido las gambas blancas y langostinos atigrados que nos zampamos. No me olvido, no.
Sí, Enrique, esos eran mis veranos cuando trabajaba, soy una experta en pintar y en barnizar. Ahora ya la cosa es más relajada, la verdad.
ResponderEliminarHay muchas procesiones marineras en la isla. Yo he visto, desde la orilla, la de Bajamar y La Punta, la de Alcalá a Puerto Santiago, la del Médano... Me gusta porque son distintas, nada de curas y autoridades, sino gente aupando a la imagen para meterla en la barca, en un ambiente más festivo que otra cosa. Eso sí, la tuya fue de lujo, con gambas y langostinos, nada menos. En la del otro día la cena fue después y tampoco estuvo mal.
Estimada Jane, como sabes vivo en un país donde sólo existen dos estaciones: seca y lluviosa. Esta última ha sido desastrosa este año. El Lago de Valencia amenaza seriamente con proporcionar material humano para aupar la demagogia gobiernera. Frente a mi casa hay una montaña, parte del Parque Nacional Henry Pittier, que es una belleza. El bullicio de pericos, loros,guacamayas y el canto de turpiales y demás bichos, alegran nuestras mañanas, Como quiera que también vivo cerca de la playa, la disfrutamos con frecuencia, Como ves, la ventaja de vivir en el trópico es por demás evidente. A cuidarse, pues.
ResponderEliminarAquí, como sabes bien, Agroteide, siendo un clima subtropical, también hay dos estaciones, una más cálida que la otra. Yo no fui consciente del paso de las estaciones hasta que fui a estudiar a Madrid. Pero desde que vivo en el campo (hace más de 30 años), sí que lo noto, sobre todo en los frutales. Ahora es el tiempo de los mangos, las manzanas y las mandarinas. El invierno será el tiempo de las naranjas y los nísperos... En este momento, por ejemplo, está lloviendo aquí a cántaros, después de meses bastante secos. Y eso de alguna manera anuncia el otoño y también alegra.
ResponderEliminarDisfruta de ese paraíso que tienes frente a tu casa. Eso, al final, es con lo que uno se queda.
Un abrazo.
Querida Isabel:
ResponderEliminarMuchas gracias, me gusta el blog, esa hoja de libreta arrancada, me hace recordar la escuela, así que arranco un trozo de mi libreta y te contesto al ¡Que tal el verano!.
Demasiado calor, prefiero el otoño, el invierno y la primavera, el verano me lo saltaría, pero por esas cosas del destino tengo una cita con él cada año para celebrar que cumplo años.
Abrazos
Nacer en verano es nacer con el sol en la frente y con la seguridad de que nunca se te estropeará la celebración con una lluvia intempestiva o un ventarrón tormentoso. Alguna ventaja tendrá. Y seguro que también este verano, aparte del cumpleaños, habrás tenido días estupendos en los que brille el sol en todos los sentidos.
ResponderEliminarUn abrazo.