Todos
alguna vez en la vida nos hemos hecho la pregunta “¿Qué hubiera pasado si…?”.
Si aquella vez hubiera elegido diferente, si hubiera dicho sí en lugar de no,
si no hubiera estado precisamente en aquel lugar y en aquel momento… La vida se
nos plantea como uno de esos tableros que de niños nos ponían: ¿Cuál es el
camino que debe seguir el oso para llegar a su madriguera? Y, entre todas las posibilidades, unas no
conducían a nada y otras conducían a sitios no deseados.
La
literatura y el cine han jugado muchas veces con la idea. “Regreso al futuro”
-pero antes Ray Bradbury en “El ruido de un trueno”- defendía que todo lo que
hacemos, por muy insignificante que parezca, conduce a este presente. Si
cambiamos el pasado, el hoy será completamente diferente. En “Dos vidas en un
instante”, Gwyneth Paltrow cogía y no cogía el metro que la llevaría (o no) a
descubrir in fraganti a su novio con otra: el instante cuenta. Y, por supuesto,
en “¡Qué bello es vivir!”, James Stewart se da cuenta por obra y gracia de
Clarence, un ángel de 2ª clase, de cómo sería la vida de su pueblo, su familia
y sus amigos si él no hubiera existido.
Pero,
sin ir al cine o a los libros, cualquiera de nuestras vidas es un claro ejemplo
del “quéhubierapasadosi”. Mi padre y mi madre, por ejemplo. Mi madre tenía 19
años y estaba terminando el bachillerato cuando vino a pasar, desde la Palma , un verano a Tenerife,
a San Andrés concretamente. Mi padre tenía 23 años, había terminado la carrera
y estaba haciendo las Milicias Universitarias. Lo destinaron ese verano a San
Andrés. Allí se conocieron y dieron unos cuantos paseos, nunca solos.
Y
entonces ella se vuelve a La
Palma. Mi padre le pide la dirección y, apenas ha dejado de
ver el barco en que ella se va, le manda una ardorosa carta de amor a la que
ella responde con otra -encabezada por un gélido “estimado amigo”-, en la que
se declara sorprendida ante tamaño entusiasmo y le dice que apenas se conocen y
que pueden ser simplemente amigos. Él le manda otra igual de vehemente y ella
se pasa entonces más de 20 días sin escribirle. El 31 de octubre los dos
escriben cartas que se van a cruzar. La de él es preguntando por qué no le ha
contestado, le pide que sea sincera y le dice: “Si se me presenta ocasión de
solicitar destino a Santa Cruz de La
Palma ¿debo aprovecharla?”. La de ella es disculpándose por
no haber escrito antes pero el comienzo de curso la ha tenido bastante ocupada
y, además, ha habido muchas fiestas y bailes de los que no se ha perdido ni uno
(esto tiene que haberle sentado a él a cuerno quemado).
El caso
es que entonces cada uno espera que el otro responda y, al no hacerlo, se
interrumpe la correspondencia.
¿Qué
hubiera pasado si la cosa hubiera seguido así? En principio ustedes se hubieran
librado de estos rollos míos. Los 16 descendientes, que hoy vivimos porque
ellos decidieron unirse, no hubieran existido jamás, ni la casa de la calle del
Pilar ni la del Toscal se hubieran llenado de risas de niños (por lo menos de
esos niños). Nunca se hubieran celebrado las fiestas comunes –bulliciosas y
divertidas- de las dos familias y
tampoco una de mis primas maternas se hubiera casado con mi tío paterno ni
hubiera existido tampoco su descendencia. Este yo que soy yo no habría nacido nunca.
Pero
entonces en navidad, dos meses después, mi madre le mandó a mi padre una
tarjetita. Una simple tarjetita (además con retranca porque lleva una frase
impresa que dice: “¡Qué engañosos son los hombres!”), en la que le desea
felicidad. Fue suficiente para que mi padre cobrara esperanzas, para que volviera a insistir, para que aclararan malentendidos, para que pidiera un permiso en el cuartel para ir a verla
y esperarla a la puerta del Instituto, para que luego pasaran dos años
escribiéndose antes de casarse… En fin, para que estemos aquí, en este mundo,
mis hermanos y yo, mis hijos, mis nietos, mis sobrinos y mis sobrinos nietos.
Una
simple tarjetita. Ganas me dan de encuadernarla.
Vaya, vaya, qué hábil estuvo enviando la tarjetita... O sea que él lo tenía clarísimo y ella, parece que no quería ponérselo en bandeja pero también se había fijado en él ¿no?
ResponderEliminarLo de que había ido a todos los bailes y fiestas que había podido me ha sonado a "no creas que te estoy guardando ausencia". Una de esas expresiones que no creo que conozca ningún menor de 30 años, por cierto.
Vale, de 40.
Es que las mujeres somos muy puñeteras, Loque. Mucho "estimado amigo" y rabia, rabia, que no te guardo ausencia, y, luego, cuando él no escribe, hala, lo de "¡qué engañosos son los hombres!"...
ResponderEliminarLa tarjeta que le manda mi padre esas navidades no tiene desperdicio tampoco y me pega que ningún menor... digamos, de 60, la usaría como táctica amatoria . Es el dibujo de una pareja ante una consola con flores en campanas de cristal. Ella lleva un sombrero tipo el mío, botines blancos, abanico y traje Sissi emperatriz. Él va vestido de militar, más bien, de húsar, espada al cinto y sombrero con pluma y las manos en el pecho. Debajo unos versos impresos dicen:
"No me digas que no, niña querida,
un sí de tu boquita he de escuchar
y a tus pies, rendida ya la fortaleza,
has de ver a este bizarro militar".
Así que sí, algo debió ver mi madre en mi padre porque, si sobrevivió a una tarjeta así, tal como era ella de burletera, es que pensó que, a pesar de todo, merecía la pena.
Y aquí estamos.
Esa pregunta me la he hecho muchas veces, muchísimas. ¿Que hubiera pasado si mi padre no se va a hacer las Américas cuando yo tenía 28 meses dejando atrás a su mujer y a su hijo y un par de años después los abandonó a su suerte? ¿Donde estaría yo? ¿Sería un argentino o un uruguayo?. Más todavía. Si a mi no se da por ir un día, en las fiestas del Cristo de La Laguna, al bar de Maruquita la petuda en la Plaza del Adelantado -que ya no existe- cuando había acabado de pasar los exámenes de septiembre del último curso de mi primera carrera, no hubiera oído aquella voz suave y cálida cantando folias que me enamoró y que fue después la madre de mis hijos. Y aún más. Ayer regresé de Berlín, donde vive mi segundo hijo que acaba de ser padre. Si no se le hubiera ocurrido ir de erasmus a Alemania también el último año de su carrera, yo no sería abuelo primerizo de un alemán con padre chicharrero y madre italiana. Está claro, todo los pasos que damos, aún los poco importantes, nos conduce a lo que somos.
ResponderEliminarComo buena coleccionista que eres, supongo que esa tarjetita la conservas. Yo dispongo también de todas las cartas que mi padre le escribió a mi madre desde Argentina y son dignas de un análisis de como se va enfriando una relación amorosa.
Sí, Enrique, la tarjetita es la que he puesto: la niña abriendo el regalo (en realidad, un ratón) del niño y la frase debajo sobre lo engañosos que son los hombres. Conservo, como puse en "Cartas del más allá", todas las cartas que mi padre recibió desde el año 35, creo.
ResponderEliminarMi enhorabuena por ese nieto alemán-canario-italiano, Enrique. Ya te veo en plan abuelo. Lo que no consigo imaginarte es en plan abuelo argentino, che. Las vueltas de la vida, que le dicen.
Yo estuve dudando en ir o no ir a la excursión al Puerto de la Cruz que organizaban los de la facultad de Químicas en noviembre del 65 y en la que conocí a mi marido. Si no hubiera ido, aparte de perderme a mis hijos y a mis nietos, también me hubiera perdido lo bien que toca la guitarra y lo bien que hace los huevos estrellados, ya ves tú. Y no me habría encontrado con Zita -que, tienes razón, canta como los ángeles- y contigo en la playa de la Arena, ni a lo mejor viviría aquí, vete tú a saber.
La vida cada vez se me parece más a un caleidoscopio.
Tienes toda la razon. El momento oportuno en el lugar adecuado configura todo el futuro. Que hubiera sido, me pregunto, si no hubiera ido a aquel viaje que organizo el colegio para ir a andalucia aquella semana santa, donde estarian isabel, tano, zoe, leah o alba. Menos mal que pude ir y como tu madre ( que la recuerdo muy guapa y alegre) recibi una tarjeta.
ResponderEliminarUnamuno hablaba de los yos ex-futuros, los que pudimos ser y no fuimos porque en un momento determinado cogimos un camino y no otro. Lo curioso es que no son sólo las grandes decisiones las que configuran nuestras vidas (elegir una carrera o un oficio, elegir a una persona como compañera en la vida y no a otra, decir no o sí a un puesto, cargo o trabajo...) sino también las pequeñas: estar en un sitio, oír algo al pasar, hacer un comentario, recibir una carta, ir a una cena, leer un libro... o mandar una tarjeta.
ResponderEliminarMi querida Isa, yo también me he preguntado, qué habría pasado si me hubiese quedado a estudiar en La Laguna, en vez de venirme a Sevilla. Es el destino?. En mi caso no hubo tarjeta, un encuentro en la universidad marcó mi vida. Sí, a veces miramos atrás.
ResponderEliminarPor lo pronto, Esperanza, ahora vendrías a las comidas y reuniones de las "niñas del colegio"... A mí me marcó mucho mi profesor Don Emilio Lledó. Yo tenía pensado estudiar clásicas y de pronto nos aparece un profesor que hablaba de pensar por ti mismo, de los grandes pensadores, de la magia del lenguaje... Me cautivó a mí y a otros muchos. Juan Cruz lo llama "el flautista de Hamelin". Conseguí una beca y me fui a estudiar filosofía a Madrid. Probablemente si el profesor hubiera sido otro, mi decisión también hubiera sido otra.
ResponderEliminarEs que las mujeres saben siempre lo que quieren. Y mi abuela era mucha mujer.
ResponderEliminarTienes razón, Ana. Ella fue siempre el centro de la casa y de la familia y, cuando murió, ya ni nosotros ni mi padre (sobre todo él) fuimos los mismos. Las únicas lecturas que hacía después eran precisamente esas cartas escritas 50 años antes.
ResponderEliminarSi, tienes razón: si no hubiera elegido lo que elegí, no te hubiera conocido...
ResponderEliminarHola Jane.¿Qué hubiera pasado si mis padres no me hubiesen dejado para que estudiase en Canarias, cuándo ellos regresaron a Venezuela con el resto de mi familia?. Alguna vez lo he pensado, pero claro la imaginación es libre, y a veces no merece la pena pensar en lo que podrías haber sido.....Seguramente no sería la misma persona, ni mi forma de pensar sería la misma. Tal vez hubiese sido alguien que no me hubiese gustado. Pienso que el medio te condiciona, te forma y a veces puede con tu yo.
ResponderEliminarMuchas veces, sobre todo cuando lees, tu imaginación vuela y piensas en otras vidas, en otros lugares, con otros momentos felices o tristes....y levantas la vista viendo encendida la lámpara de tu habitación que te permite leer-soñar. Vuelves a la realidad, y deja de preocuparte: ¿Qué hubiera pasado si....?.
Un beso Jane. Juan.
Querida Jane, en mi caso como en el de Esperanza, también la Universidad marcó mi futuro. Yo había entrado en otra Facultad y a última hora, con el curso ya empezado me llamaron de medicina, donde conocí hace 18 años a Nacho. Y aquí seguimos, esperando que sean muchos más. Me encanta cuando nos cuentas estas historias tan románticas, como la de Juan y Gabriela, la de tus padres, son tan bonitas...
ResponderEliminarYaiza
Anónimo:
ResponderEliminarYa me dejaste intrigada. Se parece a un reto de "Lo que las piedras cuentan" ¿Qué elegiste? Ten cuidado, que las elecciones pueden a veces ser nefastas...
Juan Pérez:
ResponderEliminar¿Eligieron tus padres por ti en ese momento? Porque esa es otra, cuando caes en la cuenta en que determinada línea de tu vida partió de una decisión ajena. En mi caso fue el Bachillerato de letras. A los 14 años me gustaban tanto el latín y el griego como las matemáticas. Cuando llegué de La Palma -en donde había pasado el verano- le pregunté a mi madre: "¿En qué me matriculaste?" "En Letras porque estaban las amigas a las que pregunté" "Ah, pues muy bien". Pero hubiera dicho que muy bien en los dos casos. Y de esa decisión que no fue mía partió la carrera que hice y que me hubiera dedicado a ser profesora de filosofía más tarde.
Y, como dices, no cabe duda de que el medio nos condiciona una barbaridad. Si hubiéramos nacido en otra época, en otra sociedad, en otra familia, no seríamos como somos ahora. Pero igual nos gustábamos a nosotros mismos también.
Gracias, Yaiza.
ResponderEliminarA mi hermana le pasó algo parecido a ti. Ella estaba empeñada en estudiar medicina pero mi madre le aconsejó que estudiara Biología por lo dura que puede ser la carrera de medicina. Cuando, ya convencida, estaba en la cola de Biológicas se da cuenta de que la cola de al lado era la de Medicina. Y sin encomendarse a Dios ni al diablo se cambió de cola. Ahora es pediatra y se casó con un ginecólogo al que conoció también en la facultad.
En la radio oí (lo conté en el post "Tengo vocación") de uno que iba a matricularse en Sociología pero en el camino se encontró con un amigo que le dijo que en el bar de veterinaria hacían unos bocatas de tortilla que te podías morir, y hoy es veterinario. Algunos lo tienen menos claro que tú y mi hermana.
Interesante el tema y muy bien tratado.
ResponderEliminarEfectivamente, sin la tarjeta no estarías aquí. Pero ¿podría no haber existido la tarjeta?
Entramos en el campo de si hay, o no, determinismo. Si creemos en él, la tarjeta tuvo necesariamente que ser enviada, porque estaba determinado que tu estuvieras aquí y ahora.
Sin embargo hay partidarios y detractores del mismo.
Para muchos físicos, conocidos todos los datos del presente, podríamos saber todo sobre el pasado y también tendríamos la información que nos permitiría predecir el futuro.
Sin embargo si creemos en la mecánica cuántica, siempre hay un cierto grado de indeterminismo en cualquier situación, pues la evolución de cualquier sistema es aleatoria.
Un abrazo,
El determinismo indicaría que no somos libres, que estamos sujetos a circunstancias que no conocemos pero que nos han llevado a lo que somos. Spinoza es el representante filosófico más importante de esta postura pero Laplace, Paulov, Durkheim, Skinner o Sófocles lo defienden desde el punto de vista físico, biológico, social, educacional o teológico. Y no cabe duda -y el ejemplo de mis padres y su tarjetita lo prueba- que hay causas que nos han llevado a lo que somos.
ResponderEliminarEl indeterminismo defiende la posibilidad de la decisión libre. Afirma que somos imprevisibles, que no todo está escrito y que el azar también tiene su papel. Que aunque parezca que todo conduce a un punto irremediablemente, puede pasar que al final el camino se tuerza o vaya por otros derroteros. Heisenberg y Bohr, como bien dices, piensan que, por lo menos, el comportamiento de la naturaleza a nivel subatómico no puede predecirse. Pero también Descartes, Kant, Sartre... defienden que tampoco el del hombre y que éste tiene conciencia de que es libre y esa libertad es el fundamento de la moral. Les daríamos la razón también porque todos estamos absolutamente convencidos de que hay actos de nuestra vida en que hemos hecho lo que hemos querido a pesar de un montón de circunstancias en contra.
Este es uno de los grandes y más interesantes debates de la filosofía, Álvaro. Pienso que las circunstancias condicionan pero no determinan y que no admitir esa libertad condicionada que tenemos sería pasar también de la responsabilidad de nuestros actos.
Un abrazo.
Me gustó mucho pero es que además me dejó pensando en las casualidades de la vida que te cambian el rumbo que llevabas. A mí me pasó que con todo arreglado para matricularme de Preu el lunes, me encontré en misa el domingo con una amiga que me dijo que por qué no iba con ella a la Normal para ver lo de Magisterio. Ya ves, fui y, de pensar en Químicas o Farmacia, me quedé de maestra. Cambié el rumbo... Mejor o peor no lo sabemos. Besos.
ResponderEliminarAlgo parecido nos ocurrió cuando decidimos venirnos al campo y comprarnos un solar. Ya teníamos uno mirado, en buen sitio y de buen precio, y lo íbamos a apalabrar un lunes. La casualidad hizo que el domingo fuéramos a una comida donde nos dijeron que el sitio donde íbamos a comprar se llamaba "El Caidero" porque era todo terreno de aluvión y nos costaría muchísimo más hacer unos cimientos fuertes. Desistimos y gracias a eso la semana siguiente compramos el solar donde está mi casa ahora ¿Mejor o peor? Lo hemos pensado alguna vez porque los dos sitios tenían sus ventajas pero no soy mucho de arrepentirme. Una de mis canciones preferidas es "Se vive solamente una vez" y allí se canta: "No quiero arrepentirme después de lo que pudo haber sido y no fue, quiero gozar de esta vida...". Pues eso.
ResponderEliminarBesos.
Jane ¡que bonita la historia de tus padres! La vida es así,una decisión rápida y ¡zas! cambia tu rumbo. A mi me dió por estudiar acuarela en los ratos libres y gracias a eso he conocido a un grupo de pintores que se han convertido en auténticos amigos. ¡Y me enteré por casualidad, donde daban las clases!.Estas son las pequeñas cosas que engrandecen el día a día. Enhorabuena
ResponderEliminar¡Encuadernala sin dudarlo! Yo vivo y sueño y pienso mucho en esos "ysis". Me encantaría ver que hubiera sucedido, que hubiera ocurrido si yo, si aquel... Nunca lo sabremos. Precioso post. Besos.
ResponderEliminarwww.sobrevolandoloscuarenta.blogspot.com
Tona, a veces también piensas en cómo han llegado a tu vida los amigos, esas personas que no son familia pero como si lo fuesen porque son una parte importante de ti. Muchas veces, cuando estamos juntos, rememoramos la primera vez que nos vimos y como pensamos "Este es de los míos", la química que le dicen. Y después los lazos van afianzando esa química. Yo creo que también, como tú, soy afortunada porque tengo muy buenos amigos.
ResponderEliminarSí, Lola, estoy pensando hacer dos copias de las tarjetitas (esta de mi madre) y la que mi padre le mandó (la que le describo más arriba a Loque), encuadernarlas y darles una copia a mis dos hermanos. Que sepan, ellos y nuestros descendientes, que esas simples tarjetitas tuvieron un papel vital en el desarrollo de los acontecimientos y que deben ocupar un lugar destacado en el salón, qué menos.
ResponderEliminarA mí también me hubiera encantado estar en misa y repicando.
Un abrazo.
Querida Jane, reitero lo de cuánto me ha gustado este post y, sobre todo, el cómo cuentas la historia de la tarjetita y lo que ella supuso para vuestras existencias.
ResponderEliminarNo estoy libre del "quehubierapasadosi..." pero también te confieso que huyo de que surja de vez en cuando y procuro evitar, por todos los medios, caer en esa frase. Si alguna vez se me instala en la cabeza, trato de desecharla rápidamente, porque lo que consigo es entristecerme.
Han sido, y siguen siendo, tantas las cosas que me gustan y me interesan, que lo que hubiera deseado intensamente es contar con varias vidas, (o medias vidas, vaya) para poder dedicarlas a cada una de esas cosas. La Medicina, la Arquitectura, el Periodismo, las Artes Plásticas, la Filosofía, son esas actividades para las que hubiera necesitado , por lo menos, medias vidas para desarrollarlas y, porque esa pretensión es eso, una pretensión imposible, no me gusta pensar en el que hubiera pasado si...
Creo ser muy realista y práctica y siempre he intentado llevar a cabo, lo mejor que pueda y sepa y con el mejor talante posible, aquello que me ha tocado en la ruleta de la vida. Sin plantearme nada más y para evitar la sensación de fracaso o de frustración. Seguramente, he llegado a esta conclusión porque la he trabajado en profundidad y con convencimiento.
Puede ser una especie de coraza o una aceptación serena de lo que me ha tocado vivir. No lo sé. A lo mejor, algún día lo descubro.
Es una actitud muy sana, Cehachebé. Ya digo más arriba en otro comentario que "no quiero arrepentirme después de lo que pudo haber sido y no fue", como dice la canción. Si en este mundo es posible ser feliz, esa felicidad está en la aceptación de ti mismo y de tu vida tal como es, sin mirar atrás ni llorar por la leche derramada ni por las ocasiones frustradas. El "carpe diem" de los romanos es un proverbio sabio porque te lleva a vivir plenamente el presente.
ResponderEliminarOtra cosa es que a veces caigamos en la tentación de como hubiera sido mi vida si... Cuando en "Orgullo y prejuicio" la protagonista rechaza a Darcy, que tiene más dinero que el tío Gilito, aunque está convencida de que hizo bien, no puede evitar pensar, cuando recorre las posesiones del galán, que "todo esto hubiera sido mío si llego a decir que sí". Los humanos somos así, me temo.
Gracias, Mama Charo, por mandarle la tarjetita a Papilo!!!
ResponderEliminarSin ellos, no estariamos sus 16 descendientes en este mundo (ni los que quedan por llegar).
Yo también se las doy, Jesús, en este particular homenaje que les hago a mis padres. Y no creas que de todas formas fue tan fácil porque ella se hizo de rogar bastante. La cosa no cambió verdaderamente hasta que Papilo fue a verla y ella comprobó que era oro de ley. Y aquí estamos, gracias a eso, tú y yo y Martita y los que vengan después. Un abrazo.
ResponderEliminarDijo T.S.Elliot: "Lo que pudo haber sido es una abstracción". Y lo es.
ResponderEliminarComo también es inevitable hacerse las reflexiones que tú te haces, Jane. Cuando pienso en cómo se conocieron mis padres, mi padre de Granada y mi madre de Lanzarote, cuya descendencia, contando los "nasciturus", alcanza los 50, repartidos por las islas, la península y el extranjero, no puedo menos de pensar y sentir: qué rara es la vida, qué imprevisible. Interesante.
Una vez, de adolescente, leí una novela de esas de viajes al pasado y lo único que le encomendaban al viajero en el tiempo era que evitara que dos personas, que iban a ser padres de un determinado dirigente, se conocieran. Se habían conocido en el vestíbulo de un teatro y lo que hizo el viajero fue simplemente tropezar con el futuro padre para que no estuviera en el instante preciso frente a la futura madre. No me acuerdo del título de la novela ni del autor, pero me impresionó pensar en las nimiedades de las que depende el futuro de una persona. Tienes razón, qué rara e imprevisible es la vida.
ResponderEliminar¡Y yo no te hubiese conocido!
ResponderEliminar¡Mira lo que te hubieras perdido! :-D
EliminarY no hubiésemos podido hablar de tu infancia en el Faro y no hubiese probado las exquisiteces de Gul ni hubiera podido tener la emoción de acertar un reto tuyo... Demasiadas cosas para perderse. Hizo bien mi madre en mandar la tarjetita.