Gabriela
se acuerda del día en que, siendo niña, el tío Eusebio, un hombre serio y
autoritario, al que ella tenía un pánico enorme, la mandó a buscar agua a la
fuente de Marta y para ello le dio un cesto. Gabriela recuerda su desconcierto
¿Un cesto? Es imposible llenar un cesto de agua ¿Será una broma? Pero el tío
Eusebio nunca bromeaba y su mirada, impaciente y fija en ella, lo demostraba. Temblando
cogió el cesto y vio que estaba tapizado de hojas de col. Ni una sola gota de agua se derramó cuando
volvía, de prisa y casi saltando, por el camino bordeado de ñameras. Entonces
comprendió que hay cosas que a primera vista parecen imposibles y que no lo
son.
De
mayor, Gabriela se hizo novia de Enrique, que pronto se marchó a Venezuela a
probar fortuna, y con el que mantenía, cartas van, cartas vienen, un amor tibio
y tranquilo. Nada la había preparado para el impacto que tuvo el día en que
apareció en su casa Juan, un primo de Enrique al que no conocía. Juan, que vivía
en Tenerife y estaba haciendo la mili en Sidi Ifni, aprovechó unos días de
permiso para ir a Los Sauces y ver a la familia. Cuando Gabriela lo vio –alto,
con un bigotito fino, ojos cálidos y risueños, moreno por el sol africano-, me
confesó que pensó: “Si no me caso con este hombre, me meto a monja”. No pensaba
sino en él, no quería sino a él. Y a Juan le pasó lo mismo. Cuando se licenció
de la mili, venía a cada poco a Los Sauces, en la cubierta de aquellos correíllos
infames de entonces, para verla.
Los
familiares, que, al principio, no sospecharon nada, le decían:”¿No escribes a
Enrique?”. “Sí”, decía Gabriela, y se ponía a ello, sabiendo que, cuando no la
vieran, rompería la carta.
Juan y
Gabriela se casaron a los dos años en la Iglesia de Montserrat con la bendición de Don José,
el cura confidente y amigo, y vivieron 58 años juntos, sin separarse jamás,
hasta que él murió el año pasado. En la foto de la boda está ella, seria y un
poco asustada, con un traje de chaqueta gris y un velo negro de encaje en la
cabeza. Pero él está sonriendo con toda la felicidad del mundo en los ojos.
Hasta
ese momento tuvieron que superar prejuicios, habladurías, la incomprensión de
la familia, los reproches, la tristeza del novio ausente que escribía: “¿Qué
negra mano se ha interpuesto entre nosotros?”… Pero Gabriela sabía que hay
cosas, como llenar un cesto de agua, que en principio parecen imposibles y que
no lo son. Y que hay amores que son tan sencillos como una canción.
(La foto, hecha por mi amigo Jesús, es de la Iglesia de Montserrat, donde se casaron Juan y Gabriela)
¡Qué bonita historia, Jane! Y qué bien lo cuentas todo...
ResponderEliminarYaiza
Gracias, Yaiza. Real como la vida misma.
ResponderEliminarUn beso.
Qué bonita la historia, Isabel y qué bien contada, con un estilo muy agradable de leer me gustó mucho.
ResponderEliminarGracias, Paola. A veces es un privilegio ser testigo de historias así.
ResponderEliminarJo, me da mucha envidia. Creo que a veces nos falta un poquito de coraje.
ResponderEliminar"Los amores tibios y tranquilos"...están muy bien...pero a mi me gustan mas los.."Si no me caso con este hombre me meto a monja". Es decir, me gusta el amor con pasión, relaciones apasionadas, que el amor nazca desde dentro y sin miramientos. Ya la vida se encarga de calmarnos un poco por el camino.Los inicios de las relaciones deberían ser así, verlo con la claridad meridiana con que lo vio la protagonista de esta preciosa historia.
Preciosa historia. Preciosa como la cuentas. Qué se vayan a la M...los Enriques de este mundo.
ResponderEliminarNo cabe duda de que hay muchas parejas que viven felices con ese amor tibio y tranquilo. Me imagino que es cuestión de caracteres. Pero qué quieres, yo también pienso, como tú, en que el que merece la pena es el otro, el que Lope de Vega describió como "no hallar fuera del bien centro y reposo". Si hay dudas, es que no es amor.
ResponderEliminarDra. Jomeini, me has hecho reír con tu mandada a la mierda a los enriques de este mundo. Bueno, hay enriques y enriques. El de esta historia era también muy buena persona. Sólo que no era el destinado para Gabriela. Se casó en Venezuela y tuvo hijos, pero murió joven sin haber vuelto nunca a Canarias.
ResponderEliminarLo dice un refrán... el roce hace el cariño, y tenerla cerca más, sentirla y hacerla sentir, que fluye ese amorete chachón.
ResponderEliminarEnriques, mil, y más cerquita, eso es lo bueno de la vida, abrir la oportunidad a no tener que estar esperando, tras húmedos cristales, la llegada del que no va a venir.
Me encanta tu relato, ¿quién por algún motivo no nos hemos visto con amores lejanos? lo mejor desenricarte e intentar ser feliz, no cerrar tu corazón y tu vida a la espera inútil.
Y además, José Gerardo, en aquellos tiempos era peor que ahora. Las novias tenían que guardar ausencia y se veía mal incluso que fueran al baile o a pasear con las amigas. Ellas, encerraditas en su casa escribiendo al ausente y bordando la dote para cuando volviera. Y a muchas les pasó que esperaron en vano. Como decía una vecina mía alemana: "Amog -así lo pronunciaba- de lejos es de pendejos". Creo que Gabriela fue valiente.
ResponderEliminarIsabel allende, digo,isabel duque ( en que estaria yo pensando) , me ha encantado tu relato, besos desde bajamar..
ResponderEliminarJa, ja, las ganas mías, Pili, de escribir y de tener la fértil imaginación de Isabel Allende, de la que me he leído casi todo (me gustó mucho "La casa de los espíritus" y Eva Luna"). Por lo menos, compartimos el nombre.
ResponderEliminarUn beso desde Tegueste.
¡Y después dicen que no existe el amor a primera vista! He aquí una muestra de que esa frase no se cumple siempre. Afortunadamente. Preciosa historia, Isa. Preciosa forma de contarla y privilegiada eres al haberla conocido de cerca.
ResponderEliminarLástima que en mi camino no se hubiera cruzado un Juan como el de Gabriela... Las hay con suerte y ella la tuvo, pero él también.
Lo dicho: preciosa historia y preciosa manera de contarla.
¡Qué historia tan bonita! Y ¡qué iglesia tan preciosa! Besos.
ResponderEliminarwww.sobrevolandoloscuarenta.blogspot.com
Cehachebé, claro que existe el amor a primera vista (y a segunda, y a tercera...) Hay amores así de repentinos y otros a los que les cuesta madurar. Lo importante es que en este mundo tan chungo sigue existiendo el amor. Y sí que es una lástima para ese hipotético Juan de tu camino que no hubiera tenido la suerte de encontrarse contigo. Él se lo perdió.
ResponderEliminarGracias y un beso grande.
Gracias, Lola. Tienes razón, la iglesia de Los Sauces es muy bonita. A ver si este verano me doy una vueltita por allí y rememoro viejos tiempos en los que al tocar la última campana para la misa, mis tías decían: "Están tocando a dejar". Era una expresión que me encantaba: hay que dejar lo que estabas haciendo, así fuera el potaje de la comida, para ir corriendo a misa.
ResponderEliminarTenía un amigo que tenía a la novia "en el extranjero" y siempre decía: "ojos que no ven, felices los cuatro"... jejeje no digo más. Por cierto, particularmente de las Isabeles escritoras te prefiero a tí. Besos miles de choc
ResponderEliminarTú que me quieres, Isabel Elvira.
ResponderEliminarY tu amigo, qué cínico, eh? Porque la verdad es que estar separado es un rollo. Y menos mal que ahora hay skipes y guasapes, y no como en nuestros tiempos que nos hablábamos una vez a la semana por teléfono yendo a la telefónica. Y peor lo tuvieron Gabriela y Juan en los suyos. Un rollo, vamos.
Más besos.
Qué bonito, Jane! Da gusto leer de vez en cuando una historia romántica, de verdad, con sus 58 años de matrimonio ¡58 años!
ResponderEliminarY yo lo siento por Enrique, pero me consta que conoció a una mujer guapísima en Venezuela (había sido reina de la belleza poco antes) y que juntos empezaron una maravillosa vida en común.
Pero eso es otra historia y debe ser contada en otro momento.
Sí, Loque. 58 años es casi como ser familia. Y lo curioso es que, al contrario de muchas familias, se llevaron muy bien.
ResponderEliminar¿Y Enrique encontró a una Miss? ¡Qué raro! Si en Venezuela no hay... Seguro que fueron muy felices, ella tan guapa y él con una guayabera de colores oyendo a los pajaritos.
Un bonito amor que seguro siempre estuvo protegido por esas hojas, para no empaparse de las malas lenguas.
ResponderEliminarAy, Guille, malas lenguas, haberlas haylas en todos lados.
ResponderEliminarPero lo bueno es pasar por la vida como si no existieran. Sí, fue un amor protegido por ellos mismos y los que los quisimos.
Tu blog me llegó por casualidad y lo que he leído me parece interesante, divertido y emotivo. Me ha gustado tanto que, de hecho, lo he puesto en mi lista de blogs a seguir.
ResponderEliminarMe alegra el comprobar que lo mantienes vivo después de cuatro años!!!
Si me permites y, aprovechando este comentario a tu blog, me atrevo a decir que recientemente también me he metido en este mundo de los blogs, creando el mío propio. Por si pudiera ser de vuestro interés, la dirección es:
http://elcajondesastredecarletto.blogspot.com.es
ya me direis qué os parece :-)
Querida Jane, qué manera de contar las cosas, historias que te suenen o no, las vives como si fueras parte de ellas, no pierdas esa manera de contar...y a ver para cuando esa gran historia que seguro ya tienes en algún cajón y los demás queremos tener entre nuestras manos. Esa historia tan bonita....me suena demasiado, pero igual hay detalles que se me escapan...pero creo haber tenido la suerte de compartir algunos momentos de esa romántica y larga historia de amor. Todos los que hemos tenido la suerte de vivir historias semejantes, sabemos de lo que hablamos.Un abrazo y a ver si se cumple este verano esa promesa pendiente de reencontrarnos en Los Sauces.
ResponderEliminarCarletto, bienvenido a este rincón en el que espero verte a menudo. Y muchísimas gracias por seguir el blog y por tus palabras.
ResponderEliminarTambién yo me fui al tuyo y hasta te puse ya un comentario en uno que titulaste "La chasca". Aunque había oído hablar de chasquidos, no conocía ni el término ni el instrumento.
Un saludo y te animo a seguir con el blog. La verdad es que se pasa muy bien.
Yo creo, Jesús, que este verano sí que voy a ir a Los Sauces, que ¡caramba! la última vez que fui ni siquiera estaba hecho ese hermoso puente que ahorra un montón de curvas. Me apetece mucho. Y a ver si me cuentas historias de Los Sauces, que seguro que guardas un montón. Es lógico que te suenen esta y otras historias, porque las has vivido o has compartido parte de ellas. Una de las cosas que más me hacían gracia de cuando yo iba es que alguien me parara en medio de la calle y me preguntara: "¿Y tú de quién eres?". Y luego de ver mi filiación concluyera que era prima 2ª, 3ª o 4ª. Allí todo está más entrelazado.
ResponderEliminarY muchas gracias por las fotos. Eres mi corresponsal gráfico preferido.
…y cuentan los que los han conocido, que en la última carta de Juan a los reyes magos, un año antes de su fallecimiento, les pedía compañía para ir a Los Sauces, y poder celebrar su 56 años de casados, el 9 de enero de 2011. Y como había sido bueno, los reyes le regalaron unos pasajes y la compañía familiar que por su estado de salud necesitaría para viajar. Aquel 9 de enero, Juan y Gabriela lucieron sus mejores galas, salieron de la misma casa que lo habían hecho hacía muchos años, recorrieron los mismos caminos, ahora asfaltados y en coche, y oyeron misa en la versión actual de la Iglesia en la que los habían casado. La misa fue dedicada a ellos, rodeados de hijos, nietos, primos y amigos. Dicen los que lo vieron, y que recordaban lo sucedido 56 años antes, que el tiempo lo había cambiado todo menos la luminosa mirada de Juan a los ojos de Gabriela.
ResponderEliminarAy, primo de Tona, ya me emocionaste, que tú sabes que a mí me basta con poco para echar la lágrima. Qué bien que volvieron, qué bien estar lúcido a su edad, qué bien que se quisieran hasta el final...
ResponderEliminarHay entre la gente de Los Sauces y de La Palma en general un deseo innato de volver siempre a las raíces. Lo vemos cada 5 años cuando los palmeros de todo el mundo vuelven para la Bajada, pero también en esos casos. Mi madre, que murió en un diciembre, también quiso volver el verano anterior a pesar de lo mal que ya estaba. Mis tíos, que fueron con ella y con mi padre, me comentaron lo bien que lo pasó y la sensación que tuvieron todo el rato de que se estaba despidiendo. Pero también, qué bien que lo pudo hacer.
Un beso grande, P.
Hola Jane. Conociendo ese pueblo y a sus gentes, la historia tuvo que haber levantado una polvareda de mil pares de.....eran otros años y otra forma de vivir: El miedo al que dirán fomentado por la Iglesia y la Dictadura de Franco, hacía que las personas estuviesen atemorizadas y no les dejaba ser felices.
ResponderEliminar¡Cuánta gente no pudo desarrollarse como persona por el que dirán! Si ya sé que se dice: "En todos los pueblos pasaba lo mismo", seguramente sí, pero a uno le duele su pueblo y no el del vecino.
Me imagino que habré conocido a Juan y Gabriela, pero si no a los protagonistas, si conocí algún otro Juan y Gabriela. Un beso Jane.
Sí, Juan. en su tiempo se montó un buen pifostio. Las novias, a guardar ausencia y encerraditas en su casa, ya se consideraban posesión del novio ausente. No podían fijarse en nadie más y, si encima era en alguien de la familia, ya tenías a las familias enfrentadas. Menos mal que siempre hay gente con sentido común, gente que piensa que el amor entre dos personas es un asunto de ellas y de nadie más, y que el tiempo lo cura todo.
ResponderEliminarUn beso, Juan.
Hola Isa:
ResponderEliminarCaramba que suerte, yo con la única que he vivido 58 años, es conmigo misma.
M Carmen
Sí, Mari Carmen, no es nada fácil vivir mucho tiempo con otra persona. Pero al final una se acostumbra a majaderías, patochadas, manías, bobadas... y se dice "¡qué demonios!, pero vale la pena" y sigue. Y si no vale la pena, a otra cosa, mariposa.
ResponderEliminarUn beso.
Y lo mejor de todo es que la mirada de Juan a Gabriela, no la pudo apagar ni los años de enfermedad. Solía decir que aún ahora, siempre la veía tal y como la conoció. Igual de radiante, igual de alegre, igual de bella.
ResponderEliminarSiempre Juan tuvo esa mirada limpia y cálida. No lo vi nunca enfadado. Es bueno pasar por esta vida y dejar esa huella en el recuerdo de todos. Gabriela fue también una privilegiada.
ResponderEliminarUn beso.
Gracias!
ResponderEliminarQue bonita historia que suerte tuvimos los que la pudimos vivir de cerca y formar parte de ella. Gabriela tomo la decisión correcta (sin duda) porque por Juan valía la pena dejar a mil Enriques... Hasta el último día Juan miraba con ojos de profundo amor a Gabriela y ella le correspondía. Historias así nos hacen seguir confiando en el amor.
Me estoy armando un lío con la parentela de Tona ¿No serán de Los Sauces? Lo que sí está claro (aparte de que es una gran familia) es que también ustedes aman a Juan y a Gabriela. Que confiemos en el amor y que haya personas que despierten amor a su alrededor, es también lo que nos hace pensar que esta humanidad tiene remedio.
ResponderEliminarUn abrazo.
Me encanta la proliferación de mensajes familiares en esta preciosa historia. Mil gracias Jane.
ResponderEliminarDe nada, hermana del primo de Tona. Tú sabes que a mí todo esto me encanta. Un besote.
ResponderEliminarAy Isabel, que bien me ha venido este. Me pondré las pilas para llenar el cesto de agua Gracias!
ResponderEliminarMe alegro, Violeta. No hay nada imposible para los espíritus aguerridos. Un beso.
ResponderEliminarBonita historia de amor y que interesante lo de la cesta. Como siempre, "duquesa", contada con maestría. Un abrazo.
ResponderEliminarLo de la cesta lo he probado ¡y funciona! El tío Eusebio era un sabio.
EliminarMuchas gracias y un abrazo grande.
Cómo me ha gustado este reencuentro con esta bonita historia de amor.....!!!
ResponderEliminarCuánto más la leo mucho más me gusta.....un abrazo para todos pero muy especialmente para los que han vivido la historia en primera persona.....
Gracias, Jesús. La pena es que Juan ya no esté. Pero sus numerosos descendientes, y también los que lo quisimos, no creo que lo olvidemos nunca. Era una persona muy especial y Gabriela, a pesar de que lo sigue echando de menos cada día, sabe que fue una afortunada.
EliminarUn abrazo grande.
Cuando lo rescatado es tan bonito, bueno es rescatarlo. No pasa el tiempo por los buenos escritos. Ni por los grandes amores.
ResponderEliminarPor eso nos gustan tanto las grandes historias de amor. Hay muchas historias así entre nosotros. Y lo bueno es que, como esta, terminan bien.
Eliminar