Una de
las consecuencias lógicas y previsibles del “gen coleccionista” es la
existencia de los museos. Si no hubiera habido personas a las que les dio por
llenar su casa de cuadros, minerales, mariposas con alfiler atravesado, vasijas
de barro o esculturas, la mitad de los museos no habría existido y eso es algo
que nos habríamos perdido.
Sin ir más lejos, mi antiguo Instituto, el IES Canarias Cabrera Pinto, tiene un museo formado por todas las colecciones que sesudos profesores o sus descendientes fueron donando cuando ya no podían ni caminar por los pasillos de su casa sin que se encontraran un avestruz disecado, un suponer. Y esta semana pasada, que me fui con mis amigas del colegio a hacer eso tan recomendable que es hacer turismo en tu propia tierra, fuimos a ver el Museo del Hombre en Santa Cruz, en el que también hay momias, cacharros, collares, piedras de molino… que muchos caminantes fueron encontrando en las cuevas y barrancos de nuestra isla, y que, ante el dilema que les planteó el cónyuge (¡O tus cachivaches o yo!), optaron por hacer una generosa donación al Museo. Lo cual fue una suerte, si lo piensan, porque gracias a eso descubrimos cómo vivían y cómo morían nuestros ancestros.
Sin ir más lejos, mi antiguo Instituto, el IES Canarias Cabrera Pinto, tiene un museo formado por todas las colecciones que sesudos profesores o sus descendientes fueron donando cuando ya no podían ni caminar por los pasillos de su casa sin que se encontraran un avestruz disecado, un suponer. Y esta semana pasada, que me fui con mis amigas del colegio a hacer eso tan recomendable que es hacer turismo en tu propia tierra, fuimos a ver el Museo del Hombre en Santa Cruz, en el que también hay momias, cacharros, collares, piedras de molino… que muchos caminantes fueron encontrando en las cuevas y barrancos de nuestra isla, y que, ante el dilema que les planteó el cónyuge (¡O tus cachivaches o yo!), optaron por hacer una generosa donación al Museo. Lo cual fue una suerte, si lo piensan, porque gracias a eso descubrimos cómo vivían y cómo morían nuestros ancestros.
Los
Museos deben su nombre a las Musas, aquellas señoras de la antigüedad griega
con nombres sonoros y musicales: Talía la festiva, Euterpe la muy placentera,
Calliope la de bella voz, Clío la que ofrece gloria, Erato la amorosa, Polimnia
la de muchos himnos, Melpómene la melodiosa, Terpsícore la que deleita en la
danza y Urania la celestial.
De la
mano de ellas, los museos del mundo nos muestran las cosas preciosas que los
artistas han hecho bajo su inspiración: Nefertiti y su cuello grácil en Berlín,
la noche estrellada de Van Gogh en Ámsterdam, le Moulin de la Galette de Renoir y la Victoria de Samotracia en
París, el rapto de Proserpina de Bernini en Roma, la Venus de Willendorf en
Viena, las pinturas de Picasso y Miró en Barcelona, el encanto de la joven de
la perla de Vermeer en La Haya …
Hace
poco mis nietos han visitado por primera vez el Museo del Prado. Sería mucho
pedir que se extasiasen ante “El jardín de las Delicias” de El Bosco, como hice
yo cuando fui a estudiar a Madrid. Pero les pregunté “¿Qué fue lo que más te
gustó?” y el Terro (8 años), sin dudarlo, dijo:
- “El
lavatorio de pies”.
-
¿”El lavatorio de pies”? ¿Y quién lo
pintó?
- Tintoretto
–ni se lo pensó.
- ¿Y
por qué te gustó?
-
Porque está en 3D, está chulísimo.
- ¿Y
alguna más?
- ¡Las
Meninas de Velázquez! Y, cuando salimos, me compré un clic de Durero en el que
él está pintando su autorretrato.
Susanita
(9 años, casi 10), que está más en los mundos de Yupi pero a la que le gusta
mucho pintar, a mi pregunta contestó que le había gustado mucho uno de una
chica con fondo azul y suelo de madera,
tan real –me dijo- que parecía una foto. “Ah, y uno de la familia de un rey.
Era de Goya. Vimos un montón de cuadros de Goya. Y a la salida me compré una
pluma de ave que escribe de verdad”.
Yo no
sé ustedes, pero a mí que mis nietos, a una edad en que yo no había visto un
museo ni por el forro, me nombren a Tintoretto, a Velázquez, a Durero y a Goya
como si los conocieran de toda la vida, qué quieren que les diga, me
emociona Y, en estos tiempos que corren
de maquinitas y comecocos, me llena con la esperanza de que tal vez podamos –si
nos dejan, si lo cuidamos, si valoramos la sensibilidad y el saber mirar…- ir
hacia delante y llegar a un lugar donde nos bendigan las Musas.
(En la imagen, "Musas bailando con Apolo" de Baldasarre Peruzzi, de la escuela de Rafael)
Una amiga mía también se emocionó cuando una niñita de 3 o 4 años le dijo que le gustaba Mozart "¿Y qué sabes de Mozart?", le preguntó, asombrada de hasta dónde llega la cultura de las nuevas generaciones. La niña le contestó cantando: "Mosa, mosa, así voce me mata..."
ResponderEliminarJa, ja, ja... es que hay cultura y cultura, Tona. Todo está en dirigirla. Pero se empieza con "mosa, mosa" y se puede acabar dirigiendo la Sinfónica de Berlín. Todo es ponerse.
ResponderEliminarHay motivos para tener esperanza...
ResponderEliminarYo creo que sí, Juan. Muchas veces nos ponemos a hablar de que la educación no es lo que era y de que a nosotros sí que nos dieron una gran cultura y patatín y patatán. Pero nos olvidamos de la gran cantidad de información a la que tienen acceso los niños ahora, de las oportunidades para viajar y ver mundo, de que todos los museos tienen sus aulas didácticas en las que les acercan el arte a su nivel, de los proyectos interescolares e internacionales... No sé tú, pero a mí me encantaría haber sido niña ahora.
ResponderEliminarIsa , fantástico tu relato y fantástica las respuestas de tus nietos , lo que me hace pensar que aún hay esperanza, pero claro , ahí se ve la labor de sus padres y de su abuela. FELICIDADES...
ResponderEliminarA mí lo que me deja asombrada, Pili, es la capacidad esponjosa que tienen los críos. Lo captan todo, lo aprenden todo. Por eso siempre insistíamos desde la enseñanza en la importancia de la familia en la educación. Y más que con las palabras, con lo que hacemos y con lo que somos.
ResponderEliminarHija mía, si me he emocionado yo, cómo no te vas a emocionar tú, que eres su abuela!!
ResponderEliminarBuen gusto el de tus nietos, aunque no localice el primer cuadro que le gustó a Susanita. Y oye, qué gran verdad lo del 3D de El Lavatorio de Pies.
Yo fui al Prado con unas amigas como a los 13 años y nos fuimos directas a ver los cuadros de El Bosco (y no me extraña)
Y conozco a uno que dice que cuando vio Las Meninas, de pequeño, se quiso meter dentro de lo real que le parecía (además de su tamaño)
Impresionante la reacción de tus nietos, ojalá hubiera muchos "nietos" como los tuyos que fuesen capaces de saber qué es cada cosa.
ResponderEliminarPero retomo una afirmación que has hecho en una de tus respuestas: «Por eso siempre insistíamos desde la enseñanza en la importancia de la familia en la educación.»
Ahora seguimos insistiendo en ello, lo tenemos como objetivo prioritario en los colegios, lástima que sólo luzca en el papel, la mala suerte es que, en muchos casos, no conseguimos que la «importancia» funcione... ¡En fin!, estamos en ello...
Querida Jane, con este tema que hoy, como siempre, tan bien tratas, has dado en el centro de una de mis dianas favoritas: los museos.
ResponderEliminarNo he viajado tanto como tú, pero allá donde he ido busqué el o los museos que hubieran en el lugar, para hacerles una visita, aunque sólo fuera rápida y ligera...
Nunca olvidaré mi primera incursión en uno de los grandes. Fue a finales de los 70, cuando tuve la oportunidad de conocer el antiguo Museo de Arte Contemporáneo, de Madrid, ubicado en la Avenida Juan de Herrera, de la Ciudad Universitaria, y hoy reconvertido en Museo del Traje.
Me topé, de entrada con dos cuadros: un gran lienzo de los últimos años de Picasso, y con Mujer asomada a la ventana, de Dalí. El impacto fue tal, que me puse a temblar de la emoción, se me saltaron las lágrimas y la piel se me erizó. Me pareció increíble tener acceso directo a obras de dos figuras de talla universal y que tanto me gustan.
Me pareció increíble que no las estuviera viendo en las diapositivas que usé cuando estudiaba o en las láminas de un volumen de colección de Arte.
Para sentir aquello hube de esperar a tener 30 años y, hoy, tus nietos, con 8 y casi 10, tienen el privilegio de acercarse, con naturalidad, a disfrutar de todo lo que los museos les ofrecen.
¡Benditos avances sociales y educativos y que nunca, a pesar de insensibilidades y rodillos, desaparezcan!.
Loque, aunque a veces en Madrid se protesta (que si mucha guagua, que si ahora mucho calor, que si la contaminación...) es un sitio estupendo para aprender y los niños tienen un montón de oportunidades que no tenemos los de la periferia. No sólo los museos, sino también el teatro.
ResponderEliminarCuando estudiaba ahí, no sé ni las veces que fui al Prado a pasear con calma o a sentarme enfrente de "El jardín de las delicias". Además el año anterior a ir di en 2º de carrera un seminario de Historia del Arte sobre el Museo del Prado y era una gozada ver como Don Jesús, nuestro profe, desmenuzaba cada cuadro y cada personaje. Cuando los vi de verdad era como volver a ver a viejos amigos.
Lo de Susanita es patológico, Ana la llama Doña Despistes. Por eso me asombró que por lo menos se acordara de Goya.
J. Gerardo, también una cosa que me gustó cuando la semana pasada fui al Museo del Hombre es el Aula Didáctica, yo creo que en todos los museos debería haber una. Mi hija Ana y su marido contrataron para ver el Museo del Prado una visita adaptada a niños, no más de 2 horas pero viendo lo fundamental. Ya tendrán tiempo ellos de volver cuando sean mayores. El caso es que salieron contentos y que, como les gusta pintar (están en una clase una hora a la semana para aprender técnicas), igual les pica el gusanillo del arte y eso es una suerte.
ResponderEliminarEse problema que apuntas es, como dices, uno de los fundamentales de nuestra profesión. Si hay padres concienciados a los que verdaderamente les importen sus hijos, ya está la mitad del camino recorrido. Suerte para todos los enseñantes que siguen luchando por ello.
Sí, Cehachebé, benditos avances sociales. Y eso que no has hablado de que ahora tenemos la posibilidad de ir vía internet a cualquier museo del mundo y meternos sala por sala admirando detalles.
ResponderEliminarNo creas que he visto tantos como desearía. Últimamente me apetece ver también los pequeños museos. El de Sorolla en Madrid al que he ido dos veces, o uno de juguetes antiguos que vi en Austria, o La Granja en Mallorca... Sitios con encanto que también nos hablan de cómo hemos vivido.
Entiendo perfectamente tu emoción. Siempre me acuerdo de vernos delante del busto de Pericles y decir: "¡Esto estaba en mi libro de Historia!". O de que se me humedecieran los ojos ante cualquier pintura amada. O de decir: "No me importaría nada tener este cuadrito en mi casa".
Isa me ha gustado mucho y has hecho una reflexión muy interesante, me encantaría poder inculcarle a mi nieta ese amor por la cultura, creo que es una ardua tarea y que la mayor parte corresponde a sus padres y los abuelos podemos participar en menor medida, de todas formas ojalá! podamos hacerlo e implicarnos muchos más con ellos. Muchas gracias por hacerme partícipe de tus escritos, seguiré disfrutándolos.
ResponderEliminarGracias a ti, Clari, por tu comentario.
ResponderEliminarA veces pensamos que para los niños es un rollo lo de ir a un Museo pero estoy segura de que, si llevas a tu nieta al Museo del Hombre, por ejemplo, le va a encantar la preciosa colección de mariposas o el ver cómo explota un volcán (a lo mejor las momias, no. Sáltatelo).
En Viena, en el Museo de Ciencias, estuve ayudando a un niño a darle presión a una montaña para que explotara. Él se lo estaba pasando pipa y yo, de paso, también. Al final, aunque no nos entendíamos, chocamos mano. Y seguro que no se le olvidará el funcionamiento de los volcanes.
Q bien expresado... El placer d descubrir en nuestros pequeños tantas cosas ¿Son "esponjas"? seguramente! Salu2
ResponderEliminarEs la mejor aventura. Y la de disfrutar de ellos, que luego crecen y se te convierten en políticos o vete tú a saber.
ResponderEliminarEs un tópico que a las abuelas se nos caiga la baba con las cosas de nuestros nietos pero, cuando nos sorprenden con "perlas" como esas, el tópico deja de serlo y nos asombramos ante la madurez que alcanzan día a día.
ResponderEliminarEs un tópico pero es la verdad de la vida, Conchi: se me cae la baba con mis nietos. Ahora los tengo contándome el rollo diario de lo que hacen cada día. Me han contado que han ido al valle del Jerte y se han hinchado de cerezas, que se bañaron en unas termas romanas, que pasearon por Valladolid, que quieren bajar el Sella en piragua... Y yo me congratulo de que puedan verlo todo y disfrutarlo. A esa edad se tienen todos los sentidos abiertos y no han perdido la capacidad de maravillarse ante el mundo ¡Ojalá puedan conservarla siempre!
ResponderEliminarEste post me parece genial como todos.
ResponderEliminarDe acuerdo en como los niños absorben todo lo que viven. El otro día llevé a mis nietos al Museo de la Naturaleza y nos guiaba un chico profesor amigo con una didáctica magnífica que les fue explicando a su nivel muchas de las escenas. Era un grupo de niños con sus padres o abuelos. Las preguntas que hacían me hizo envidiar la suerte que tenían de poder tener esa maravillosa experiencia. Yo fui bastante mayor por primera vez al Prado. Todavía recuerdo la emoción que sentí. La misma que he experimentado cuando he podido ver algunas de las obras que tuvimos que estudiar de memoria y que al visualizarlas me dije qué fácil habría sido si hubiera tenido la oportunidad de conocerlas antes.
Besos.
Tienes razón, Carmen Delia, y el caso es que a los niños les encantan esas experiencias. No todo es playa y parques temáticos. Tienen ahora un montón de oportunidades de conocer y de ampliar horizontes, esto habría que recalcarlo ante los catastrofistas. Nosotros aprendíamos, sí, pero a base de diapositivas en Historia del Arte (las que nos las pusieron) que muchas veces reteníamos de memoria para contestar en los exámenes. Nada que ver con ver las cosas de verdad.
ResponderEliminarUn beso.
Sí hay esperanza. Un día Victoria, mi nieta, cuando tenía 4 años, hizo un museo en el cole. Y me preguntó si yo sabía quién era Van Gogh. Y yo pensé "lo de esta niña no puede ser normal", hasta que me explicó lo del museo. En estos días, para cubrir el aburrimiento de la neumonía que tiene y como estamos con el tema, le pregunté por el museo y recordaba también a Miró y a Picasso. Así que algo va quedando. También en estos días le toqué "Para Elisa" y también la reconocía. No sé si del cole o de los juguetes que tocan diversas músicas. De cualquier forma debemos seguir con la labor.
ResponderEliminarClaro que hay esperanza. Ahora estaba escuchando por la radio al psicólogo Javier Urra que decía que el mejor terapeuta eran sus nietos que le dan siempre un chute de optimismo y de esperanza. Ellos son el mañana.
ResponderEliminarY teniendo una abuela música y que les toca preciosos temas, mejor todavía. A mí me gustaba tanto el "Para Elisa" que pensé llamar a mi segundo hijo Elisa. Claro que después va y me sale un Daniel.
Un beso.
Sobre todo por la libertad que tienen y de la que nosotros carecíamos.....todo era pecado ufffff No quiero ni acordarme.
ResponderEliminarEso que hemos ganado, Merci. Yo creo que precisamente porque carecimos de ella, la valoramos tanto y la intentamos transmitir a los hijos. Ellos han vivido en un mundo menos duro que el nuestro.
ResponderEliminarA mis hijos les dí total libertad y la jugada me salió bien. Tengo 3 hijos estupendos. Bueno que voy a decir yo. Jaja
ResponderEliminarEnhorabuena, Merceditas. A los míos tanto como total, no, pero sí en lo fundamental: religión, carrera, pareja, amigos... También salieron empelechaditos, la verdad.
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