Los que
disfrutábamos de las novelas de John Le Carré y de las películas de James Bond
pensábamos que, con el final de la guerra fría, aquellas aventuras de espías
sofisticados y llenos de artilugios para fisgonear al otro habían pasado a la
historia. Y mira por dónde ahora están más que nunca en el “candelabro”, que
diría la Mazagatos. Que
si Método 3; que si se espían entre los del mismo partido; que si, en la cumbre
del G-20, el Gobierno inglés, tan hospitalario él, al mismo tiempo que ofrecía
banquetes a sus invitados, se empapaba en secreto de sus comunicaciones, así
fuera una llamada a la tintorería; que si Snowden, que si Assange, que si
Google y Facebook están al servicio de la Agencia Nacional de Seguridad
americana… (¡Cielos! ¿Estarán leyendo esto? ¡Qué emoción!).
Más que
a las grandes películas de espías, lo que pasa ahora se está pareciendo cada
vez más a esas otras descacharrantes (“Una maleta, dos maletas, tres maletas”, “¿Qué
me pasa, Doctor?”…) en las que aparecen y desaparecen misteriosos bultos y en
las que todos se espían entre sí. Oh, si hasta el Roto en su viñeta del jueves
pasado ya avisó con un cartel que decía: “Prohibido espiar a los espías”.
Y es
que, desde que el mundo es mundo, a todos les encanta enterarse de lo que hace
el vecino (si no, no me explico el éxito de “Gran Hermano”). Hitchcock lo
disfrazó de glamour en “La ventana
indiscreta” pero, cuando yo pasaba por las calles de los pueblos de mi
adolescencia y detrás de mí oía levantarse ventanucos para asomarse y enterarse
bien de adónde, cómo y con quién iba, me parecía de todo menos glamuroso. Cuando
el protagonista de uno de los cuentos de P.G.Wodehouse (“Bill el Sabueso”) se
presenta orgulloso como detective, la chica -de la que está enamorado y a la que él espera derretir con tamaña
declaración- le dice, desinflándolo, que le parece un empleo bastante rastrero “eso
de ir escabulléndose y espiando a la gente”. Nada de romanticismo ni en Bill el
Sabueso ni en las amigas de mi madre que iban a contarle mis andanzas.
¿Por qué,
entonces, la fascinación por espías y detectives? A lo mejor es porque tampoco es
una profesión muy corriente. De hecho, sólo
he conocido a una espía de verdad en mi vida: “Abuelita”. Abuelita era la
abuela de mi amiga Loli, una abuelita verdaderamente típica (no como nosotras):
pelo blanco como una aureola alrededor de una cara suave y arrugadita, y unos
ojos grandes y azules que te miraban con inocencia. Abuelita, cuando íbamos a
merendar a casa de Loli, nos preguntaba amablemente cómo queríamos la leche, y
nosotras, adolescentes caprichosas, le decíamos una que con mucho café, otra
que con poco, otra que un barraquito… Ella sonreía dulcemente y nos traía a
todas cafés con leche iguales. Por eso no nos sorprendió nada cuando Loli nos
confesó en voz baja que Abuelita, allá por los años 20 en su Valencia natal,
había sido detective y espía. Estábamos seguras de que había descubierto la mar
de secretos y que había dado gato por liebre a todo dios con la misma
tranquilidad y los mismos ojos inocentes con que a nosotras nos metía café con
leche por barraquito.
Las "Abuelitas",
los dobles espías del M15 o la CIA y los trasuntos reales de Bill el Sabueso o del 007
han tenido su papel en la historia, qué duda cabe, aunque no sepamos si para
bien o para mal. Pero no dejo de pensar que a veces parece, leyendo los periódicos,
que todos se están chiflando en ese frenesí colectivo de meter las narices en
asuntos ajenos y que el mundo sería un lugar más sano si el ser humano no
tuviera esa mala costumbre de fisgonear.
Al final lo mejor sería decir lo que decíamos de chicos, cuando terminábamos de jugar al caer la tarde: “Calabaza,
calabaza, cada uno pa’ su casa”
El mejor ejemplo de un espía lo hubo en La Palma. Lo llamábamos "el rendija" y desde entonces se sustituyó la palabra espiar por "rendijiar". Era un señor flaco, bien vestido algunas veces, que cuando había una boda y él se enteraba donde y cuando (bien en la barbería o en la recova), y sobre todo, donde se celebraba la noche de bodas, se encaramaba cual ágil era por los balcones para gozar -decía- de semejante acontecimiento. Claro que la mayor parte de las veces no era cuestión de ver a los recién casados sino de oír. Hasta que un día, que estaba tocándosela con los pantalones bajos y no podía correr, lo trancó un novio muy cabreado y la tunda fue de espanto. A pesar de la mala experiencia "el rendija" nunca se rindió.
ResponderEliminar¡Qué historia tan pintoresca y tan palmera! Por el nombrete, por el espionaje (en la Palma es en donde he visto más ganas de enterarse de la vida de los demás), por ese personaje tan raro y tan patético... Vete apuntándola para cuando hagas una Antología de historias palmeras. Merece un puesto allí.
ResponderEliminarHola , Isabel .
ResponderEliminarGracias por tus puntuales artículos semanales .
Disfruto leyéndolos y evocando las vivencias de épocas anteriores de nuestra vida .
Espero que disfrutes del verano (ya sabes que se va volando ), de los bañitos , del sol y de los nietos .
Un beso
Gracias a ti, Loly, por leerlos y comentarlos. Feliz verano también a ti y seguro que nos vemos alguna vez en el disfrute al lado del mar.
ResponderEliminarUn beso grande.
Pues sí, de alguna de las maneras hemos vuelto al Doctor No,a Spectra y a aquellas pelis de detectives que, semana tras semana, llenaban las pantallas de las "teles" caseras.
ResponderEliminarLo malo de tanto espía es que te controlan hasta el aire, no el que respiras, sino tu aire natural...
Te buscas en google y allí estás, sin saber ni tan siquiera por qué, aparecen de ti unas cuantas páginas, te ves hasta cuando te dieron la "tollina" en la puerta de la iglesia por no querer entrar para quedarte a jugar en el parque.
Increíble, pero cierto...
Gracias por seguir ahí. Un saludo.
Yo fisgona no soy. O eso creo. Ahora que un buen cotilleo, ¡me encanta! Besos.
ResponderEliminarLa tecnología ha avanzado tanto que miramos hasta con ternura los chismes que usaban los 007 de antaño ¡Qué ingenuos!, pensamos. No tenían ni Internet ni acceso a millones de datos sobre alguien, que hoy se pueden conseguir simplemente apretando un botón.
ResponderEliminarLeí el martes pasado un artículo de José Luis Herrero en el que dice: "Si Google Earth puede obtener una foto de nuestra terraza con un nivel de definición suficiente para reconocer a quien está tomando el sol, ¿qué no podrán ver de nuestra intimidad los que tengan mejores medios?"
Pues eso, que tienes razón con lo de que estamos controlados. Yo, por si acaso, siempre salgo al patio peinadita y de tiros largos, no sea que.
Un saludo.
PD: ¿Y de verdad te dieron una tollina por eso?
Ja, ja, ja, Lola. Me recordaste una vez cuando tenía unos 16 años. Llegué a mi casa y le conté a mi madre que había estado en la Rambla hablando con unas compañeras de clase. "¿Qué hablabas?", me dijo. Le conté que habíamos estado hablando de otras compañeras. Luego me quedé callada y le dije después: "¡Me lo pasé más bien!". A mi madre le hizo mucha gracia y siempre me lo recordaba.
ResponderEliminarLa verdad es que somos chismosos por naturaleza, aunque podríamos decir que es la curiosidad humana, y suena mejor.
Efectivamente, estamos en un país de fisgoneo, o como dicen algunos, de "juroneo". Tengo que entonar el mea culpa, yo también, por esta afición . Te contare una anécdota que me ocurrió en Estados Unidos donde , como sabes, paso temporadas en casa de mi hija. Ella vive en una típica urbanización americana,las casas están en un bosque a orillas de un lago. La primera vez que iba a ir , ella lo anuncio a sus vecinas mas cercanas . Al segundo dia de estar allí, esperando que Isabel saliera de su trabajo en la universidad , decido dar una vuelta por la zona.Para mi sorpresa , la mayoría de las casas tenían las puertas correderas de cristales del salón sin cortinas, gran tentación para mí. Al principio echaba una ojeadita rápida pero mi curiosidad iba en aumento y mi confianza también, pues no veía a nadie dentro( gran error ).Asi pasé gran parte de la mañana,viendo la disposicón de los muebles, el tapizado de los sillones etc. Al cabo de varios días mi hija se encuentra con dos vecinas , la paran y le dicen : " estamos muy contentas que tu madre ya esté aquí" , ¿Cómo saben que llegó?, les pregunta algo extrañada, " Ah, muy sencillo, vimos a una mujer mirando para dentro de las casas y dijimos : mira ya llegó la española. Besos desde Bajamar...
ResponderEliminarMe he reído mucho, Pili, con tu anécdota. Te puedo imaginar perfectamente con la cara pegada al cristal y las americanas mirándote comprensivas. Es chocante (o a lo mejor, no tanto) que en un país tan curioso como el nuestro las casas estén tan cerradas y en cambio en otros países haya ventanales grandes y casas sin muros que los oculten a las miradas de los demás. A mí me sorprendió Holanda y sus grandes ventanales. Aunque no quisieras, por las noches, veías a la gente cenando, viendo la tele, tomando una copa con amigos en el salón de su casa... A nosotros nos gusta mirar pero también nuestra intimidad.
ResponderEliminarMuchos besos.
El espíar debe formar parte de la condición humana, porque es más viejo que el mundo, exagerando un poco.
ResponderEliminarPara mí que va aparejado a la envidia, en la mayoría de las ocasiones. El espionaje industrial, por ejemplo, es una práctica que busca enterarse de lo que hace la competencia, para superarla y, en muchos casos, desprestigiarla.
Esa inveterada costumbre pueblerina del fisgoneo entreabriendo ventanas, solía ser para criticar y casi nunca alabar, al que pasaba. Críticas nacidas de la envidia y/o los celos y, mientras los humanos sigamos sobre este planeta, se seguirá espiando desde las formas más burdas y descaradas hasta las más sutiles y sofisticadas.
Buenas reflexiones, como siempre y a pesar del tono jocoso que le das al tema, Jane.
Hola Isa, de muy pequeña, estando aquí en el pueblo, fui con mi querida tía Mary a la casa de otra tía que no vivía aquí. Pues bien, recuerdo coger algo que había sobre una cómoda, y que no veía por mi poca estatura, y tuve curiosidad por saber qué era. Me eché encima todo el aceite que contenía una lamparilla con mariposas, que se encendían por los difuntos. Ahí acabó mi curiosidad.
ResponderEliminarIsa, acabo de decir que no soy curiosa, pero Pili, que comenta sobre la experiencia en los EEUU. es Pili Valenzuela?. Sólo quiero hacerla saber, ella no me recordará de 2º curso, que soy muy amiga de Isa Saro Calamitas.
ResponderEliminarHOLA ISA,
ResponderEliminarTu post de esta semana me ha hecho recordar una novela que
acabo de leer: LA INTRUSA, de Eric Faye, y va también de "espionaje".Un meteorólogo japonés que vive sólo, nota pequeños cambios en la pulcra organización de su hogar. Para averiguar la causa instala una webcam y descubre la presencia de una mujer desconocida, la intrusa, que lleva un año viviendo en su casa, y durmiendo en un armario. Es muy interesante ver cómo afecta a la vida de Shimura este hecho y cómo cuestiona nuestra manera de vivir y de relacionarnos con los demás. Te recomiendo su lectura.
Un abrazo de una de tus seguidoras,
Josefina
Cehachebé, no tengo muy claro cuáles son los motivos del fisgoneo pueblerino ¿Curiosidad? ¿Envidia o celos, como dices tú? ¿No tener vida propia ni otra cosa para entretenerse que ese husmear en vidas ajenas? ¿Mala educación? Yo creo que un poco de todo, por lo menos en esas que entreabrían las ventanas en los pueblos y que el mismo día en que llegabas ya te tenían hecha la ficha completa. Ni la misma CIA era tan eficaz.
ResponderEliminarOtra cosa es cuando el interés por los demás te lleva a interesarte por su vida. Aquí intervendría la simpatía (sentir con el otro) o la humanidad.
Y otra cosa son los motivos del espionaje industrial, informático o político, que claramente son económicos. Mucho dinero se mueve basándose en informaciones. Estas se han convertido en la moneda más fuerte.
Un abrazo.
Esperanza ¿ves? ya la sabiduría popular dice lo de que "la curiosidad mató al gato", y también alertan sobre eso los cuentos de siempre ¿Te acuerdas de "Barba Azul" o de "Alí Babá", cuentos en los que siempre hay un cuarto secreto o una cueva secreta, que no pueden ser vistos por nadie? En ellos a los curiosos les pasa algo más que verse bañados por el aceite de una lamparilla de difuntos (¡Desde que no las veo!). Me reí con tu historia.
ResponderEliminarSí, Pili es Pili Valenzuela, vive cerca de casa, en Bajamar. Si lee esto, ya habrá visto tu recado. Si no, ya se lo transmitiré, no te preocupes.
Yo sí soy curiosa.
Un beso.
Gracias, Josefina, por estar aquí, por leer estos rollos míos y por tu comentario. Gracias también por tu recomendación, que ya está apuntada en mi lista de próximos libros (mi hija Ana, en Reyes o en mi cumpleaños, siempre hecha mano de la lista) Me encantan las novelas de intriga y el tema de esa -una okupa en el armario de tu casa sin que te enteres durante un año- suena bastante intrigante. Yo estoy terminando un libro, "Baila, baila, baila" de Murakami, que, aunque es más raro que un perro verde, también me tiene intrigada (y está muy bien escrita). Vamos a ver cómo acaba.
ResponderEliminarUn abrazo y ya seguiremos hablando de libros y de otras cosas.
En el último comentario a Josefina, al releerlo, vi un "hecha mano" que me dio repelús. Como una profesora (aunque sea ex) nunca debe cometer una falta de ortografía, me flagelo un par de veces y me apresuro a decir que fue un error causado por despiste. Sirva esta nota de rectificación: realmente quise decir "Echa mano". Disculpen.
ResponderEliminarDisculpatum est, querida Jane. Y, ahora, dicúlpame tú por el "latinajo" que me acabo de inventar y que te chirriará más que las bisagras de algunos de esos ventanillos que se abren con una rendija, para ejercer la ¿curiosidad? ¿envidia? ¿celos?, ¿aburrimiento? ¿mala educación? ¿de todo, un poco?...
ResponderEliminarMuy buenos tus latines, Cehachebé, aunque, si existiera ese verbo, sería más bien "disculpata" . Társila te dejó bien enseñada de todas formas porque, si después de 51 años que hace que dejaste el latín, todavía te atreves con un verbo pasivo es que ahí hay posos de sabiduría que no se han disuelto con el tiempo. Ave, Cehachebé.
ResponderEliminarYo siempre antes pensaba que el cotilleo "de toda la vida" era aburrimiento puro y duro, y que tener más posibilidades de ocio o cultura, lo eliminaba, porque pudiendo enterarte de lo que hace Eugenia Grandet ¿qué te importa lo que haga el vecino?
ResponderEliminarAhora ya no pienso lo mismo, sino que es algo probablemente inherente a nuestra naturaleza, y que aunque adopte otras formas, seguirá siempre con nosotros.
Así que yo, por si acaso, siempre bajo la basura bien vestida, no vaya a ser que me vean un montón de vecinos a los que ni conozco, ni voy a conocer, ni poco que me importa :-)
Yo, Loque, cuando bajo a Santa Cruz desde este campo remoto donde sólo pasan 5 guaguas al día, me visto "de ciudad" y me pinto. Mi marido me dice: "¡Pero si sólo vamos al Corte Inglés!". Pero yo le contesto: "¿Y si me encuentro con las niñas del colegio?" (que a todo esto me han visto toda la vida en situaciones totalmente desprovistas de glamour y que así y todo me quieren).
ResponderEliminary sí que es algo inherente a la naturaleza humana. Si no, ¿qué hacemos tú y yo en nuestros blogs sino una especie de cotilleo sobre el ser humano y sus debilidades?