El ser humano es el único animal que se disfraza y que organiza unos pifostios tan aparatosos como el de los carnavales. Ahora que han pasado los ruidos y las furias, los pitos y las flautas, el chundatachún de estos, constato que un tema recurrente en casi todas las conversaciones que he tenido con los amigos es que estos carnavales ya no son lo que eran.
Yo no voy a entrar en si antes eran más divertidos que ahora (yo me he divertido como una mona en una fiesta de carnaval que organizó mi hermana este sábado de Piñata en que fuimos mi marido y yo vestidos de Zipi y Zape). Pero sí que he llegado a la conclusión de que hay grandes diferencias entre los dos.
En el carnaval de ahora la figura es la Reina del Carnaval y todos los demás seguimos su estela. No es que nos disfracemos con toda la parafernalia que ella arrastra -ese edificio de plumas, oropeles y colgajos que tiene que llevar ruedas, un motor o alguien que empuje porque si no, no hay quien lo mueva-, pero todo el mundo, imitándola, idea su disfraz buscando la originalidad. Semanas antes uno se va a los Chinos o a El Kilo a buscar material y en el día de la salida se viste y se pinta la cara esmeradamente con colores, brillos y lentejuelas.
En el carnaval de antes no había reina y la figura era la Mascarita. Se decidía en el mismo día qué te ibas a poner, buscabas todos los trapejos que pudieras en tu armario y en de la familia y amigos y te los ponías todos encima. El objetivo era que no te conociera ni la madre que te parió y que sólo se vieran los ojos (después de todo, poca gente mira a los ojos), así que llevabas antifaz o una careta que te cubrieran hasta el cogote, sombreros, guantes, sábanas..., hasta parecer un bulto ambulante.
En el carnaval de ahora vas a bailar y a reírte con los amigos, pero sobre todo a que te vean.
En el carnaval de antes también querías el baile y la diversión, pero, además, la mascarita iba a dar la lata. Armada con un abanico, un plumero, una escoba o algo similar, se metía con todo dios, daba golpes, vacilaba y con voz de pito preguntaba una y otra vez: "¿Me conoces, mascarita?". Más que a que te vean, vas a ver tú con qué incauto meterte.
El carnaval de ahora es de gran ciudad y un evento turístico al que vienen de todas partes del mundo. Es un megacarnaval en el que todo el mundo se disfraza, hasta mi pequeña nieta Julia que, en sus primeros carnavales, ha ido de panterita, chupa incluida.
El de antes era un carnaval de pueblo en el que todo el mundo se conocía. Sólo se disfrazaban las mascaritas. Bueno, y en Santa Cruz, Domingo el Mudo y unos pocos que se presentaban a concursos de mejor disfraz.
Pero hay otra gran diferencia más. En el carnaval de ahora, como pasa cada vez que nos reunimos los humanos, hay un montón de historias que podríamos contar. Pero estoy segura que de que sólo en el carnaval de antes puede pasar una tan deliciosa como ésta de Santa Cruz de La Palma que me contó mi pariente y amigo Enrique, al que le cedo la palabra:
Carnavales de 1965. Dieciséis años. Por aquel entonces nada de disfraz, sólo polvos talcos, que nos tirábamos según nos encontrábamos. Las mujeres que salían iban casi todas disfrazadas con máscaras. El carnaval se basaba principalmente en los bailes de salón y en las risas de las mascaritas.
Una vez cenado, me dispuse a salir para ir al baile del Casino. Mi madre me dijo que no llegara tarde, que se iba a acostar, puesto que estaba mala y le dolía mucho la cabeza. Yo me encontré con los amigos y nos dieron las horas en que no nos comíamos un rosco porque todo lo que andaba por allí estaba comprometido.
De repente, hacia las doce de la noche, entraron y subieron por la escalera una docena de mascaritas, todas ellas saltarinas, divertidas y gritonas. Por sus formas, algunas eran jóvenes y otras no tanto. Nosotros, con el cubalibre en la mano, estábamos pendientes, más bien tensos, y nos movilizamos para sacarlas a bailar. Yo le hice el clásico gesto con la cabeza señalando la pista de baile a una que estaba algo alejada y que me miraba fijamente de vez en cuando. Bailó conmigo tres o cuatro piezas y descubrí que era una gran amiga mía, ya que sus bonitos ojos azules la delataron. Cuando me dejó, vino otra mascarita y me hizo gestos para ir a bailar. Estuvimos más de una hora bailando y yo de vez en cuando le preguntaba cosas para intentar saber con quién estaba. Ella se evadía con su voz falseada. No había forma. Eso si, yo estaba completamente seguro que era una amiga de mi amiga.
Cuando dieron las dos de la madrugada, la mascarita, con su voz natural, me espetó: "Pa casa que son las dos".
Era mi madre.
¿Me conoces, mascarita?
(Dedicado a Enrique y a su madre, María Nieves, que el día 20 de marzo va a cumplir 98 lúcidos años)
(Las imágenes son de la Reina del Carnaval de este año, imagen de los Carnavales de ahora, y un grupo de mascaritas, imagen de los Carnavales de antes)
(Las imágenes son de la Reina del Carnaval de este año, imagen de los Carnavales de ahora, y un grupo de mascaritas, imagen de los Carnavales de antes)
No puedo parar de reír… He comenzado con "organiza unos pifostios" y he terminado con "Pa casa que son las dos".
ResponderEliminar¡Qué historia tan bonita! En Madrid no tenemos cultura de Carnavales. Será por eso que a mi no me gusta nada disfrazarme. Y tampoco había escuchado nunca la historia de "Las Mascaritas" Besos.
ResponderEliminarMe lo estaba oliendo... pero pensé que iba a ser la primera chica, la verdad.
ResponderEliminarYo (como Lola) no he tenido casi contacto con los carnavales así que todas estas historias me resultan más familiares por el cine que por la vida real, lo reconozco.
Con que de Zipi y Zape, eh? Gran disfraz.
Estrellas de Lana:
ResponderEliminarYo también me reí mucho con la historia de Enrique. Sólo de imaginarme su cara... En aquel tiempo, había muchas de esas historias, sobre todo con mujeres y novias que bailaban toda la noche con su marido o novio sin que él lo supiera. Es lo que tiene ir tapada como una momia. Pero como esta no había oído ninguna.
Lola:
ResponderEliminarLo de Madrid lo sé por mi hija, que se vistió de flor para ir a una fiesta de carnaval ahí y en el Metro la miraban raro. Lo peor es que alguien dijo que iba vestida de lechuga.
Aquí los carnavales lo maman los niños nada más nacer. Aunque antes no nos disfrazábamos hasta que ya éramos talluditas. Mis primeros carnavales (de mascarita) fueron cuando tenía 13 años. Pero a mis padres y a sus amigos los vi muchas veces disfrazados.
Loque:
ResponderEliminarSi nos vieras qué guapos estábamos. Yo era Zape (el moreno), con mi pelo artísticamente peinado; y a mi marido, que es calvo y con pelo blanco, le puse una peluca rubia. Bien es verdad que era con rizos y no lisa, pero total... Pero había disfraces estupendos. Dos amigos iban de Don Peri-Ños y de la Viuda Clicot, con botellas de champán como collar. Estaba Blancanieves (mi cuñado), la Bruja (mi hermana), una novia cadáver, Cruella de Vil con su Dálmata... Y ninguna mascarita, claro, porque somos de carnavales de ahora. Pero en los de antes me divertí un montón, metiéndome con todos los conocidos y con el "¿Me conoces, mascarita?" ¡O tempora, o mores!
Yo solo quiero contar una anécdota oida mil veces a mi padre y protagonizada por él junto a otros amigos, sin entrar en disquisiciones si este carnaval es mejor o peor que el de antes . Cuando estaban prohibidos y aún no se habia inventado el eufemismo de " Fiestas de Invierno ", Se reune un grupo de amigos , deciden , después de larga deliberación , la tremenda osadía de disfrazarse , y cogidos del brazo, recorren toda la calle del Castillo, lo más deprisa que podían caminar , según mi padre , cási corrían. La gente con la que se cruzaban les aplaudían y los llamaban valientes, pero , como suele pasar , no les duró mucho la dicha, pues al final de dicha calle, escondidos detrás de la esquina con Cruz Verde, les estaba esperando unos cuantos policías... Esa noche durmieron en los calabozos del Gobierno Civil, ..que tenía entonces por inquilino a Arias Navarro.
ResponderEliminar¡Qué buena historia, Pili! Que, además, todo el mundo debería conocer para saber qué es eso de la censura y las prohibiciones absurdas de las dictaduras. Siempre me acuerdo cuando el obispo Pérez Cáceres dijo que no había nada de malo en disfrazarse y, en cambio, Pildaín, el de Las Palmas, condenó a las penas del infierno a los que lo hicieran. Salió entonces un cartel en Las Palmas que decía: "Cambiamos Obispo por Playa de Las Canteras".
ResponderEliminarMe ha gustado mucho. Y también puedo decirte que en mi época los "curas" de San Ildefonso (que eran hermanos) nos ponían durante esos días, al terminar las clases, a rezar un Viacrucis para que así no fuéramos al carnaval. Si...si...Y lo que comenta "JANE" muchos también lo recordamos y vivimos. Cuántas veces teníamos que salir "cagando leches" con los "guindillas" pisándonos los talones, porque estaba prohibido! El bueno de Don Domingo...nuestro Obispo. Enhorabuena Ana
ResponderEliminarBuena, simpática anécdota... acertaste una vez más.
ResponderEliminarJosé Carlos:
ResponderEliminarSí, recuerdo que muchas veces en el colegio (de monjas) se hacía coincidir los Ejercicios Espirituales con tan pecaminosas fechas. Y no te digo nada del eufemismo de llamarlo "Fiestas de Invierno" para disimular.
Gracias por tu comentario. Una sola precisión; me llamo Isabel (y también le pedí prestado el nombre de Jane a Jane Austen). Ana es mi hija.
Vivirenflorida:
ResponderEliminarGracias, Ade. Y, si conocieras a María Nieves, te gustaría más. Una mujer estupenda que crió sola a su hijo y lo tenía derechito como una vela (él también es una excelente persona y tiene, como muchos palmeros, un gran sentido del humor).
Un abrazo.
Yo les tenía un miedo tremendo. Iba corriendo hasta el colegio para que no se metieran conmigo y como se me acercara alguna temblaba. Que tiempos.
ResponderEliminarEs curioso, Merci, pero ayer mismo una amiga me comentaba lo mismo. Le intrigaba y la asustaba que una mascarita supiera su nombre y detalles suyos. Luego resultó ser una chica que trabajaba en su casa, pero el susto ante una máscara le duró años. Y la verdad es que impone ver sólo los ojos de una persona.
ResponderEliminarMe encanta el carnval y siempre me ha gustado, pero para mí es justo lo que tu dices, bailar , divertirse y no reconocerse no es cuestión de lucir sino de gozar.
ResponderEliminarA mí me gusta más cuando es entre amigos. Hace años, que salíamos a la calle, íbamos antes a cenar y a vestirnos a casa de unos amigos y luego salíamos a las dos de la mañana a la calle. Para mí lo más divertido era antes de las 2, todo el mundo pintándose, bailando, riendo... En la calle a veces no podías ni caminar de la cantidad de gente y menos bailar. Terminamos haciendo bailes de carnaval en casas de amigos y divirtiéndonos allí.
ResponderEliminarEn cambio, cuando éramos jovencitas, que salíamos de mascaritas, era otra cosa, un carnaval más relajado. Por eso dicen los de mi edad que el carnaval ya no es lo que era.
Recuerdo Isa mis carnavales en S/Cruz. El ambiente festivo, y aquellos personajes que representaban algún hecho importante, como el disfrazado de Capitán, con un barquito bajo el brazo, y el nombre de Galvaito. El de Charles Chaplin, que parecía el mismo Charlot en persona, o aquellos espantosos individuos que de dráculas o cualquier macabro disfraz nos asustaban. Después vino la reina y todo aquella cabalgata que imitaba a Río. Yo recordaré siempre aquellos entrañables personajes, aunque ya no me asusten los dráculas, y si me asustaran tampoco podría correr mucho de ellos.
ResponderEliminareste año, Esperanza, le han hecho un homenaje en la Gala del Carnaval a Pedro Gómez Cuenca, el Charlot de Tenerife, que murió hace poco y que durante muchos años nos divirtió con su imitación.
ResponderEliminarYo recuerdo a uno que hacía de Cantinflas, a otro del mudo de los Hermanos Marx, a otro de Fidel Castro... La gente tiene mucha inventiva. Y Conchi recuerda cuando un año mi marido se vistió de Gorbachov, que entonces gobernaba en Rusia. Estaba igualito.
La primera reina fue en el año 66, cuando tú y yo estábamos en Preu y fue una de nuestras compañeras, Pucho Gimbernat, vestida de "My fair Lady" ¿recuerdas?
Gracias por divulgar la historia, sobre todo en honor a mi madre, que pese a que fue una mujer muy sacrificada en la vida, ha tenido la suerte de vivir mucho, aunque estos últimos años con algún achaque lógico.
ResponderEliminarFue una gran carnavalera. Todavía, en lo alto de un armario, guarda los trapos y máscaras de entonces como si fueran reliquias. Hizo varios disfraces y yo nunca tuve acceso a ellos porque los cosía en el taller de una amiga costurera. Nunca supe cómo y cuándo iba vestida. Cuenta que en más de una ocasión se la pegó a algún profesor mío. Y es que yo la llamaba a veces para memorizar lo que estaba estudiando, ella cogía el libro y me preguntaba la lección, con lo que se le quedaba algo que después se lo espetaba al profesor. El hombre, intrigado, creía que estaba bailando con una alumna suya.
¡Grande María Nieves! Se disfrazaba para que no la conociera, no ya la madre que la parió, sino el hijo que parió. Ha vivido mucho y ha sido querida. Y encima se ha divertido de lo lindo ¿Qué más puede desear una persona?
ResponderEliminarGracias por contarme tu historia. Me hizo reír y me inspiró para hablar de estas diferencias entre los carnavales de ahora y los de antes. Sólo de imaginarme tu cara todavía suelto la carcajada.
Un abrazo.
En nuestro preu Ana Mª Maceda, fue mis Tenerife, y Pucho reina de las Fiestas de Invierno. Sí, Isa, lo recuerdo como si fuera ayer. ¿Es posible que hayan pasado tantos años?.
ResponderEliminarLo bueno de la memoria es que tenemos una a largo plazo. Lo malo es que nos acordamos de eso con todo detalle y nos olvidamos de apagar el potaje, como me pasó ayer a mí (se me quemó, claro).
ResponderEliminarHablé de las dos en "Las misses que conocí".
Recuerdo de esos carnavales de antes como una vecina preparaba el disfraz con tiempo, lo llevaba a mi casa y allí iba dándole los últimos retoques. Lo gracioso que siempre era el mismo. Lo llevaba con sigilo porque su marido trabajaba de noche y era cuando ella salía. A las 8 vigilábamos cuando pasaba el puente Zurita y entonces ella ya estaba preparada y se iba. Toda la chiquillería del barrio íbamos detrás gritando "mascarita".
ResponderEliminarContaban muchos casos de esos: mujeres que salían de mascaritas a espaldas del marido y maridos que hacían lo mismo con su mujer. Incluso, casos en que marido y mujer se tiraban toda la noche bailando juntos sin reconocerse. Todo era posible en esos carnavales de incógnito.
ResponderEliminarEs una buena historia, Carmen Delia.
Muy divertido el post y esa anécdota un fiel reflejo de lo que fueron los carnavales en el pasado
ResponderEliminarSin darme cuenta hice una comparación a tres bandas con otros carnavales que conozco al ser andaluza, los de Cádiz
Bueno pues los carnavales gaditanos, muy populacheros, eran como relatas los de aquí tiempo ha. La mascarita de incógnito (para poder vacilarte a gusto en el anonimato), disfraces improvisados con cualquier trapillo colocado con imaginación (que estimule la carcajada inmediata) y la guasa a tope (en Cádiz van bien "despachaos"). Como te tocara un pesado martirizándote era terrible y no podías decir nada por sí era tu jefe o vete tú a saber. Viví en Cádiz hace muchos años, pero por lo que veo en la tele mantienen su espíritu.
En los actuales de Tenerife es justamente al revés, la cara descubierta que sepan bien quién eres y vean ese maravilloso disfraz que llevas currándote unos meses y, probablemente, midan el éxito por el número de fotos que les han hecho o por los Likes de las que se cuelguen en Facebook.
Pero humor también hay, mucho. Y aunque cambie el estilo, inevitablemente, porque así es la vida, si hay diversión sana para mí es perfecto
La amiga del primo de Tona
Tienes razón, amiga del primo de Tona, esa es la principal diferencia, el disfraz trabajado y la mascarita improvisada, las dos caras del Carnaval.
ResponderEliminarPero también, si buscamos semejanzas, está el humor, las ganas de vacilar, el ingenio (las chirigotas de Cádiz son únicas), la originalidad, el compartir experiencias...
Que no falten. Para mí, también perfecto.
¿Y alguien ha hablado del " parque restregativo"?
ResponderEliminarEl/la que lo conozca, que cuente!
Yo, del parque "restregativo" sólo conocí su parte noble: las obras de teatro para niños que ponían cuando yo era pequeña (gracias a ellas, amé el teatro después) y los churros que vendían al lado y que eran el desayuno de nuestros domingos. Pero es verdad que se contaban historias de él durante los carnavales...
ResponderEliminarRecuerdo que hace 30 o 40 años, los domingos de carnaval al mediodía , en la Plaza del Príncipe, se esperaba la aparición del "mudo" con sus espectaculares disfraces.
ResponderEliminarEntre los personajes estaba, y está aún, creo, la cerdita Peggy, la lechera...
En ese homenaje a Charlot que nombras, mi nieta salía bailando con otra niña al principio con la música de Candilejas, disfrazadas de bailarinas, llevando el bastón y el sombrero hasta un cuadro de Charlot.
Yo vi al "mudo" unas cuantas veces. La verdad es que eran unos disfraces impresionantes y creo que los hacía él mismo. En el cuento de Daniel Duque, "Los lunes no se invade", lo nombra. Hay un personaje, Goyo el Barraco, que va disfrazado y le desean suerte en el concurso. Y él responde: "No hay nada que hacer. Domingo el Mudo se vistió de pavo real".
ResponderEliminarVi el homenaje a Charlot, que estuvo muy bien. Y vi a las niñas. Qué pena no saber que era tu nieta, me hubiera fijado más en ellas. Sí que pensé que serían de una escuela de ballet porque lo hacían estupendo. De lo mejor de la gala, que encontré un poco aburrida en general.
Isa,permite q t corrija.. Es Miguel "El Mudo" y sí q diseñaba sus disfraces.-😉
EliminarTienes razón, Marili. Daniel le cambió el nombre en el cuento y yo me lo apropié inadvertidamente. Y mira que en mi barrio, El Toscal, era superconocido. Pido disculpas. Era (¿o es? No sé si ha muerto) un artista.
EliminarEse es precisamente el espíritu que deberíamos recuperar "el carnaval de la masarita", andan inventando carnavales con temas rimbombantes que lo único que consiguen es que los carnavaleros de toda la vida se vuelvan locos y se les quiten las ganas de echarse a la calle.
ResponderEliminarYo también añoro aquellos tiempos de vestirnos con la toca de la viejita, los tabardos de los viejos y zapatos imposibles, con pantalones remanidos.
Acabo de ver tu comentario, José Gerardo, después de los años, ahora que voy a reponer el post. Siento no haberlo hecho en su momento.
EliminarTodos los carnavales tienen su momento añorable. Lo mejor es que no se nos quite el sentido del humor.
Un abrazo.
Buen golpe el de la madre.
ResponderEliminarPues sí, María Nieves era una mujer extraordinaria y con sentido del humor. Murió hace 2 años llegando a los 100 y con toda su cabeza lúcida.
EliminarJajajaj No es mala idea para cuando los míos crezcan...��
ResponderEliminar¡No te queda nada...! La adolescencia es terrorífica :-D Lo malo es que ya no se llevan las mascaritas.
EliminarComo me reí con la anécdota de tu amigo. A mi me pasaba igual que Merce Durango, me daban miedo y lo que quería es salir de esas calles y entrar al cole. No tengo la cultura de carnaval, donde vivimos solo disfrazamos a los menores. Un abrazo.
ResponderEliminarYo cada vez que me acuerdo y me imagino la cara que se le debió quedar después de pasarse casi 2 horas pensando que había hecho un ligue, me parto de la risa.
EliminarEn aquel tiempo eran muy inocentones, muy de andar por casa. Santa Cruz era un pueblo y no había esas aglomeraciones de hoy. Pero es verdad que una máscara toda tapada asustaba bastante.
Un abrazo, Marilu.
Me gustaban más los de antes.
ResponderEliminarFué un buen golpe!
"Pa casa que son las dos"
A mi también, pero no soy objetiva ¿Sería porque tenía 40 años menos?
Eliminar