Soy un olivo. Mi nacimiento en la vega murciana, muy cerca del río Segura, fue saludado con alborozo como corresponde a quien vale mucho. Los olivos lo sabemos. Somos regados, podados y abonados con mimo por los huertanos y cantados por los poetas. "Que todo sea ramos / de olivos en el aire", dijo Blas de Otero. Y también los demás nos admiraron y nos vieron soñolientos bajar al llano caliente (Lorca), y coloridos y rebruñidos, bellos y erguidos "bajo este azul cobalto / como un árbol silvestre espeso y alto" (Machado), o con la luna enredada entre las ramas (Emilio Prados). Aunque a mí, particularmente, me gusta lo que dijo Miguel Hernández, que nos conoció muy bien: "El olivo a tiempo sabe".
Porque es así. Los olivos nos preparamos con todo el tiempo del mundo para, con los años, dar ese aceite, perfumado y especial, que se derrama como oro verde y que casi se come, como dicen los entendidos. Y mientras, disfrutamos del sol, del aire que baja de la sierra y de esta tierra seca y polvorienta que tanto nos gusta.Y así vivía yo, confiado y feliz, entre otros olivos, sin saber que la vida tenía otro destino para mí.
Mi destino se llamó Gabriel. Es un murciano, de Lorca, que vive muy lejos de su tierra, en una isla canaria, pero que añora los campos en los que correteó en su infancia y que cada vez que viene nos mira y nos huele con deleite. Esta vez se fijó en mí y le dijo a su mujer, Carlota:
- ¿Y si nos llevamos este olivo? - tanteó.
- ¿Cómo lo vamos a llevar en el avión? -objetó ella, enumerando contras- Tiene más de medio metro, necesitaríamos un recipiente con tierra, pesaría un montón, igual nos ponen pegas... Además, son dos viajes, Alicante-Madrid y Madrid-Tenerife ¿No es demasiada lata?
Pero ustedes ya saben que ante un amor a primera vista no hay contras que valgan. Y así fue como me vi, en una bolsa de deportes llena de mi cepellón de tierra, camino de la incertidumbre.
El aeropuerto de Alicante es pequeño. Cuando llegamos sólo había dos vuelos programados esa mañana. Uno iba a Barcelona y el otro, el nuestro, a Madrid. En la sala de espera, antes de embarcar, Gabriel y Carlota decidieron irse a tomar un café. "¿Y el olivo?", preguntó ella. "Mujer, déjalo al lado del sillón, no vamos a estar arrastrándolo por toda la sala ¿Quién se va a llevar un olivo?", contestó Gabriel. Y allí me quedé, solo, mirando con curiosidad un ambiente tan distinto al mío. Creo que pensaba en ese momento "¡Estoy viendo mundo!", cuando noto que una señora extranjera, dos bancos más allá, me mira, mira alrededor, agarra mi bolso y se me lleva al avión de Barcelona. Asustado, la oigo hablar con la azafata contándole que dos pasajeros me dejaron olvidado. La azafata pregunta por el altavoz por el dueño de un olivo. Nadie responde. Y ahí fue cuando se armó el follón.
Luego me enteré que Gabriel y Carlota estuvieron, angustiados, buscándome por todo el aeropuerto hasta que llegaron a quien sabía que los dos vuelos habían sido cancelados de momento, que los pasajeros del de Barcelona habían bajado protestando y que había un área acordonada, todo por culpa de un olivo sospechoso. Y me encontraron, temblando, rodeado de artificieros que me miraban con suspicacia, como si yo llevara en mis entrañas un arma de destrucción masiva ¡Yo, que desde que la paloma voló al Arca de Noé con una rama de olivo en en el pico, soy símbolo de paz!
Pasado el susto, ahora estoy en Tenerife, acostumbrándome a inviernos suaves y a veranos que parecen primaveras. El primer año, agradecido a Gabriel y a Carlota, les di una aceituna casi tan grande como un melocotón. Pero, después de ese esfuerzo, llevo 4 años sin dar nada, preparándome, respirando el olor cercano y extraño del mar, aclimatándome a la soledad y a la ausencia de los míos, y a esta tierra oscura y fresca. Con paciencia.
Ya saben, el olivo a tiempo sabe.
¡Qué bonito, Jane! como todas tus historias.
ResponderEliminarMe encanta que Gabriel decidiera llevárselo para que le recordara su tierra y que ahora esté poquito a poco haciéndose a esos nuevos lugares aunque no sé yo...
Me gusta particularmente que él, tan jovencito, nos cuente su historia.
La frase preciosa: El olivo a tiempo sabe
Un poco de esa tranquilidad, deberíamos aplicar a la vida en las ciudades, todo prisas y agobios.
Un abrazo,
Realmente los huertanos son huertanos allá donde estén y todos los años que vivan. Y lo digo con la certeza de que mi padre es uno de ellos y con tal de tener su tierra cerca, sería capaz como Gabriel de pasear un olivo por todo España. Precioso el post.
ResponderEliminarUtopía:
ResponderEliminarLos olivos, como los dragos, saben del tiempo y sus recovecos. A mí me gustan menos cuando los veo tan ordenaditos y pulcros como si fueran filas de soldaditos de plomo. Me gustan más cuando los veo en solitario recortados contra el cielo, arrugados y serenos como un viejo sabio, enseñándonos a los humanos a ser.
Lola:
ResponderEliminarCuéntale a tu padre la historia. Seguro que se reirá y se verá identificado con Gabriel. Para él, en efecto, acarrear por los aeropuertos de España semejante armatoste era una manera de llevarse algo de su tierra con él. No me extrañaría nada que por lo bajo cantara lo de "En la huerta del Segura donde ríe una huertaaana..."
Son preciosos
ResponderEliminarNo sólo preciosos sino útiles y acogedores. Machado tiene otro poema que dice:
ResponderEliminar"Olivo hospitalario
que das tu sombra a un hombre
pensativo
y a un agua transparente..."
Son árboles que amo.
Preciosa historia de ese olivo. En el patio del convento de clausura de las Dominicas de Toro, hay un majestuoso olivo, de más de quinientos años. Los años de la fundación del convento, según me contó Sor Lola, la superiora. ¿De dónde lo traerían?. No se prodigan por Castilla-León. También debió costarle adaptarse, el traslado hasta allí, y soportar los duros inviernos. Lo llevaría una dominica para recordar su tierra?.
ResponderEliminarEl director de la azucarera de Toro, que precedió a Mane, es de Motril, y sembró en el jardín que tiene la casa un naranjo, no te puedes imaginar el espesor de la piel de las naranjas. Creo que al naranjo le pasaba lo que a mí, aparentemente se me veía bien, pero nunca me pude adaptar a vivir allí.
Siempre me asombra, Esperanza, la edad de los árboles: ese olivo de 500 años, nuestro drago milenario... Pensar lo que han visto, o mejor, los que los han visto y han descansado bajo su sombra..
ResponderEliminarMis hijos han sembrado también en su jardín un olivo, que todavía es muy pequeño. Esta es una tierra adaptable, no hay inviernos duros, y muchos árboles pueden sobrevivir aquí tranquilamente. Otra cosa es que den tantos frutos como en su hábitat natural. Pero ya ves el olivo de las Dominicas de Toro. Ahí está desafiando el frío, lejos de su sur.
Tal vez las personas tendríamos que aprender de ellos.
Hola Jane. Por lo que cuentas, el olivo vino a nuestras tierras por amor a tierras lejanas.
ResponderEliminarSi algún día viajas a Gran Canaria vete a Temisa (creo que está entre Agüimes y Santa Lucía) y veras olivos centenarios. Prueba el aceite (amarillo-verdoso) con pan, las aceitunas con un majado, y te chuparás los dedos.
Tengo un amigo en Tacoronte que tiene plantados unos 200 olivos. Ya hemos probado su aceite y sus aceitunas. Con un vaso de vino , ya tienes almuerzo.
De todas maneras, siendo políticamente incorrecto: Pienso que los olivos donde mejor están creciendo en otro clima, y no en el nuestro. Ahora ves olivos en muchos jardines municipales, no los cuida nadie. Me imagino que será una moda, espero que pasajera.
Un beso Jane. Juan
Hola, Juan.
ResponderEliminarYa he probado esos aceites vírgenes que saben a gloria. Lo malo es que el sopeteo crea adicción. Y no digamos las aceitunas preparadas de cien maneras distintas... Pecado mortal.
Y lo de que donde mejor están es en la tierra de la que fueron traídos, no sé. Creo que, si prosperan en una tierra, es que esa es buena para ellos. Si no lo fuera haya miedo de que echaran una aceituna. Después de todo, las plataneras y los mangos, que tan bien se dan aquí, alguna vez fueron también traídos.
Lo que hay que defender es que parques y jardines tengan un buen mantenimiento. Da pena ver algunos.
Un beso, Juan.
Entrañable tu relato.... Casi nos parece vivido, nos trae sonidos de olivos y aromas de campos de Lorca... Anécdotas de viajes, cuando al moverte quieres llevar contigo algo de otros lugares y ubicarlo en los tuyos... En primera persona trasmite sentimiento y orgullo por habernos fijado en 'el, agradecido quiere darnos su fruto, pero no sabe, que ahora es único, el rey del jardín !!! Sabio, porque aunque sea joven , es viejo por milenario, símbolo de paz e inspiración de poetas , origen de culturas, de asentamientos..... Gracias por regalarnos "Ramos de olivo en el aire".
ResponderEliminarGracias a ustedes por compartir la historia de ese viaje tan accidentado, cargando de aeropuerto en aeropuerto el olivo y poco menos que cayendo bajo sospechas de terrorismo ¡Nunca un inofensivo y pacífico olivo fue mirado con tanta desconfianza!
ResponderEliminarDisfruten de ese "rey del jardín", pasen soñolientas tardes bajo su sombra y degusten las riquísimas aceitunas que alguna vez, estoy segura, se dignará darles.
Un abrazo.
Bonita historia, esto de querer recuperar aunque de manera inocente y simple parte del pasado.
ResponderEliminarUna manchega que jugó mucho entre olivos.
Mi suegra se trajo un arbol de mango de su tierra natal que cada año nos regala kilos de tan sabrosa fruta, como tú nos acabas de regalar esta preciosa historia.
ResponderEliminarEstrellas de Lana:
ResponderEliminarFelices quienes tuvimos en nuestra infancia un huerto donde corretear. El mío no era de olivos sino de plataneras y siempre recordaré los "barquitos" que hacíamos mi primo Mingo y yo con las hojas de los cogollos de la piña y como los poníamos a navegar por las tarjeas. El ruido del agua, el sabor de los plátanos madurados en la piña, la complicidad con mi primo... son parte de ese pasado que nos pertenece.
Guillermo:
ResponderEliminarGracias, Guille, por tu apreciación a la historia.
Nosotros también tenemos un mango y una manga en la huerta y en el tiempo de la cosecha recogemos mangos para dar y regalar. Tengo hasta bolsas congeladas para sorbetes. Es un privilegio disfrutar de los árboles, sean de fuera o del país.
Bonita historia.Con un feliz desenlace.Felicidades Isabel.Tengo una historia particular con un olivo en un remanso de la autovía de Almería a Murcia -(,vía de incorporación hacia Murcia,desde Níjar )-Fué en un casi aciago puente de la Inmaculada.Ya en Lorca,la historia se torna en satisfacción en las entonces ruinas de su viejo castillo.Donde tuve la suerte de conocer a un viejo lugareño y su cuidado huerto,a un lateral del castillo.
ResponderEliminarTodos esos versos de Lorca,Machado,Emilio Prados,son encantadores.Los de Miguel,reflexivos: El naranjo sabe a vida/y el olivo a .....Y para que ese olivo,vuelva a dar sus frutos;un refrán murcianico: Este regalo te traigo,/ con amor te daré,/y así como mis olivicas / buen frutico me des.
Buen descanso y feliz martes amiga.Cs
Francisco, me dejaste intrigada con esa historia particular con un olivo ¿Cuál fue?
ResponderEliminarGracias por el refrán murcianico.
Los olivos son fuente de inspiración. La estrofa de Miguel Hernández, en efecto, dice:
El naranjo sabe a vida
y el olivo a tiempo sabe
y entre el clamor de los dos
mis pasiones se debaten
Hay otro poema de Antonio Gala que también me gusta mucho:
Sencillo e intrincado
con su tesoro a cuestas
el olivar cavila.
En él no son precisos
ni rosas ni claveles:
sólo estar, siglo a siglo,
serenamente en pie.
Feliz martes a ti también.
"Quien va a robar un olivio, quién va a robar un olivo" Le repetía constamente Carlota a Gabriel, que le respondía "Mujer y yo qué sabía".
ResponderEliminarLos olivos me encantan aunque les tengo alegría, una combinación extraña de mis dos raíces. Espero que de más olivas, porque eso será señal de que se ha aclimatado.
ResponderEliminarHermosa historia, estimada Jane. Por estos predios también tenemos olivos pero no producen frutos. Son muy particulares los del Estado Falcón. Pero..., a falta de ellos, tenermos Araguaneyes (el árbol nacional, hasta que al gobierno se le meta en la cabeza cambiarlo por un Bucare. Claro este florea de rojo y aquel de amarillo) y Apamates, entre los más vistosos. En estos dias, han alegrado las avenidas de la ciudad donde piso. De último quiero decir que para mí, el olivo sabe a trabajo y a tierra y premia con su fruto a su cuidador. Un abrazo y a cuidarse, pues.
ResponderEliminarP.D. ¡ Ya tengo pasaporte, pero el gobierno no quiere saber nada de Panamá, buscaremos otros rumbos !
Jane, como siempre, me gusta mucho tu nueva entrada. Y también como siempre me gusta el estilo, lo bien documentada que estás y "last but not least", la cercanía de los temas. Muy bien elegidos, resultan interesantes y casi puede uno opinar de todos.
ResponderEliminarMe reí con la historia del aeropuerto, es increíble lo que hacemos las personas bajo los efectos de la morriña. Y recordé que yo también me traje un olivo granaíno en avión con escala en Madrid por supuesto. El viaje no fue tan accidentado pero mi retoño no tuvo tanta suerte y falleció prematuramente en la terraza de San Andrés.
Ahora tengo otro olivo guimarero, lo adopté más mayor y está totalmente integrado con la bonanza climática canaria. Ha crecido mucho y me da aceitunas (aunque no tantas para llevarlas a la almazara)
Loque:
ResponderEliminarEs que ni se les podía ocurrir que alguien arramblara con el olivo. Los dos reconocen que la señora extranjera lo hizo con la mejor intención, pero también piensan que se podía estar quietita. Hay gente así, que quiere ayudar pero no sabe dónde está la medida :-)
Madre del monillo:
ResponderEliminarSupongo que, más que alegría (que también), lo que te dan los olivos es alergia. Me han dicho que es uno de los árboles que más la provocan.
En casa son alérgicos a las dalias, a las margaritas y a los dientes de león. Y después dicen que la naturaleza es sana
Agroteide:
ResponderEliminar¡Araguaneyes y apamates! ¡Qué nombres tan exóticos! ¿Dan fruto también? Disfruta de ellos mientras no los cambien ;-)
Siento lo de Panamá. Cuando leí en el periódico cómo estaba la cosa, me acordé de ti.
Ánimo y para detrás, sólo para coger carrerilla.
Un abrazo.
Merche, nosotros también nos trajimos dos durazneros de Los Sauces. Menos mal que fuimos en barco y llevábamos coche. Pero siempre me acuerdo como venía mi abuela cuando iba a La Palma ¡Hasta gallinas vivas trajo una vez!
ResponderEliminarTodo sea por atemperar la morriña.
Disfruta de ese olivo que, aunque es del país, algo te ha de recordar tu preciosa tierra. No hay aperitivo más rico que unas aceitunitas aliñadas con su vasito de vino fresco al lado. Y si son de cosecha propia, mejor.
Un abrazo.
Espero que tu olivo cuando sea centenario se haya aclimatado y tus descendientes puedan contar las aventuras que sufrió en el traslado. Yo lo intente con un pino azul desde Alemania varias veces, en la ciudad donde vivo su color se convertía en verde y luego fallecía , tal vez de pena al mirar la variedad de colores de los verodes. Un abrazo y gracias por deleitarnos con narraciones llenas de vida.
ResponderEliminarMargarita, aclimatarse les cuesta como a muchos de los humanos. El olivo de Gabriel y Carlota está vivo y bonito pero todavía no es él. Yo también lo intenté con un abeto que compré con raíz pero seguramente pensó "¿y la nieve?".
ResponderEliminarGracias por tus palabras y un abrazo.
Y yo que no conozco ese olivo? Ha vuelto a dar fruto???
ResponderEliminarLe pregunté a los dueños y me dijeron que ni humo, ni pelos, ni aceitunas. Eso sí, está precioso y es el rey del jardín, pero tirado a la bartola, disfrutando del sol y de la brisa teguestera. Los hay gandules...
EliminarPrecioso relato del olivo, estará triste fuera de su tierra o quizás ya se adaptó a nuestra tierra y nuestro clima...
ResponderEliminarCreo que necesita una pareja...
Me ha encantado Isabel
No, si encima también va a querer amor... Pero igual tienes razón y le hace falta una oliva guapa y sandunguera que le traiga olivitos.
EliminarMuchas gracias, Carmen Paz.
Es una bella historia donde el amor hacia el reino vegetal traduce unos corazones llenos de sensibilidad y de no olvidar sus raíces!
ResponderEliminarDe un tiempo a esta parte estoy leyendo sobre árboles. Por ejemplo, leí que los árboles de un bosque (pongamos, Las Mercedes) están conectados por medio de las raíces y se mandan, por medio de estas, señales eléctricas que avisan de algún predador o se ayudan si algún miembro está enfermo o se sincronizan en la fotosíntesis... (no pasa lo mismo con los bosques artificiales plantados para ser talados).
EliminarTal vez nuestro olivo echa de menos la compañía de su bosque de olivos que quizás llevaba siglos creciendo. Es un pobre árbol desarraigado y solo. Por eso, piensa, seguro, que las aceitunas nos la dé nuestra tía abuela.