En Canarias llamamos canchanchán a la persona poco competente en un oficio o profesión, y, por extensión. al que hace las cosas al taponazo o las deja a medio hacer, no pensándolas ni previendo consecuencias. Por usar otro canarismo que también se usaba mucho en mi casa, canchanchán es uno que no tiene tanchel (juicio, sesera).
Fue mi consuegro Antonio el que me contó la historia de un canchanchán. Mi consuegro es un hombre que ama el mar y sus profundidades, un capitán Nemo con alma de aventurero que ha recorrido sus particulares 20.000 leguas de viaje submarino sumergiéndose en los mares de todas nuestras islas, en las costas de África, en Brasil, en las Islas Medas del Mediterráneo, en los mares del Caribe... Allá abajo, en la luz opalina de los fondos marinos, se ha encontrado con peces de todos los tamaños, nadando entre corales negros y planas gorgonias, amarillas y rojas; ha hallado barcos hundidos en naufragios antiguos y ha ido recogiendo en el camino ánforas, anclas y viejas botellas. En ese otro mundo, lejano y cercano, mágico e inesperado, incluso no es raro entrar, como en Santa Cruz de Mar Pequeña, en un castillo sumergido que sueña con pasadas glorias.
Como todos aquellos que conocen el mar y lo respetan, mi consuegro Antonio sabe de sus peligros, por lo que generalmente baja acompañado de otros locos como él. Uno de ellos es el canchanchán de esta historia, al que podemos llamar Inocencio, que es un nombre que le pega.
Inocencio era de los asiduos y nunca llamó la atención por nada, excepto porque hacía unos bocadillos de sardinas que te podías morir. Era como todos ellos, experto buceador curtido en más de 100 inmersiones. Por eso se asustaron tanto cuando, al salir de una de ellas, se dieron cuenta de que había desaparecido. Después de volver a sumergirse varias veces, encontraron únicamente sus botellas de oxígeno en el fondo del mar, a unos 50 m. de profundidad, y por más que avisaron a la policía y siguieron todos buscando su cuerpo durante un mes, ni humo ni pelos, como decía mi abuela.
Una desaparición misteriosa, un seguro de vida -se descubrió después- hecho a favor de su mujer y sus hijos poco tiempo antes... Parecía una novela de Agatha Christie. De hecho, Agatha Christie toca el tema de las desapariciones en varias novelas, por ejemplo, en "Asesinato en el campo de golf", o en "Pleamares de la vida", pero sobre todo en "La desaparición de Mr. Davenheim":
"- ¿Es que las desapariciones están clasificadas y etiquetadas? -bromeé.
Japp también sonrió un instante, pero Poirot frunció el ceño.
- ¡Pues claro que sí!! Se dividen en tres categorías: Primera y la más corriente, la desaparición voluntaria. Segunda, el caso de la "pérdida de memoria" del que tanto se ha abusado...., raro pero algunas veces auténtico. Y tercera, el crimen y el hacer desaparecer el cadáver con más o menos éxito".
Éxito que no acompañó al "cadáver" de Inocencio porque seguro que los protagonistas de Agatha Christie que quisiesen desaparecer se hubieran disfrazado de alguna forma y a ninguno se le hubiera ocurrido sacar un pasaje a Brasil con su verdadero nombre -Inocencio Pérez- y su DNI, haciendo que la policía lo encontrara un par de meses después, tomándose una caipiriña con su amante en la playa de Copacabana.
¡Un verdadero canchanchán!
Que, por cierto, según mi amiga Mati, que es profesora de inglés, canchanchán es un anglicismo derivado de la expresión inglesa catch as catch can, que puede traducirse libremente como "agarra lo que puedas". Los comerciantes ingleses de papas en las islas, después de que los trabajadores escogieran cuidadosamente las papas kineguas (King Edward) y las utodate (up to date) para empaquetarlas y exportarlas, les decían a éstos que recogieran los restos, la morralla, las papas estropeadas y pequeñas. Y ellos, los primeros canchanchanes, lo hacían a la manera de nuestro amigo Inocencio: mal y sin poner mientes en lo que estaban haciendo.
Pues eso.
(Las imágenes están tomadas por mi consuegro Antonio en sus paseos por esos fondos marinos)
Muy interesante, Isa, y un ejemplo perfecto de una canchanchanada! Un beso.
ResponderEliminarGracias. Mati, sobre todo por tu explicación de la palabra "canchanchán", que es de esas cosas que usas toda la vida sin saber ni su origen.
ResponderEliminarY tienes razón, es una perfecta canchanchanada. Prepara minuciosamente el plan de desaparición (subió con otro juego de botellas) y luego da su nombre en el aeropuerto. Tendría que haber leído más a Agatha Christie, que escondió a Mr. Davenheim en un sitio donde difícilmente se le iba a buscar.
Un beso.
Que divertida historia. Estupenda
ResponderEliminarSolo te falta dar el salto a la novela policiaca, Isa.
Animate que total, Ana te puede hacer un seminario y todo queda en casa.
Besos
Me alegro que te haya gustado, Ana. A mí me hizo mucha gracia cuando me la contó mi consuegro y le pedí permiso para contarla.
ResponderEliminarLo de dar el salto a la novela policiaca, qué quieres que te diga, prefiero sentarme una tarde como esta en una butaca y leerme, por ejemplo, "La mirada de los ángeles" de Camilla Lackberg, que es la que voy a empezar ahora. Es infinitamente más placentero.
Besos.
Me encanta el artículo , yo que lo viví en primera persona no lo hubiese expuesto mejor. Ehorabuena.
ResponderEliminarGracias, consuegro. Todavía tienes un montón de historias marinas de las que hablar en largas sobremesas. Soy afortunada por que las compartas conmigo. Un abrazo.
ResponderEliminarEn la historia del mundo entero hay muchas "desapariciones" parecidas. Aquí en Canarias, concretamente en La Palma, hubo una espectacular con barco y todo. Era un pesquero que se llamaba El Fausto y se diluyó en el año 1968 con cuatro personas a bordo. ¿Tragedia o emigración a Venezuela?. Todavía se lo están preguntando en Tazacorte.
ResponderEliminarTu historia me hizo recordar otra de un amigo, más o menos de mi edad, padre devoto, enamorado de su esposa, que manejaba dinero y que un día normal y corriente, después de recoger setas con toda su familia en los bosques de La Esperanza, voló y nunca más se supo de él. Al cabo de muchos años se presentó en Garafía, ya viejo y desahuciado, pidiendo perdón. Tanto los hijos como su cónyuge, lo mandaron a la mierda. Un verdadero canchanchán.
Sí, Enrique, la canchanchanada es volver. Si has decidido desaparecer, hazlo bien y desaparece por siempre jamás.
ResponderEliminarAunque toda desaparición voluntaria es una cobardía, un no querer asumir tu responsabilidad. Hay mucho cobarde suelto por ahí, de esos que un día se fueron "a por tabaco" y si te he visto no me acuerdo. Muy bien hecho por parte de la mujer y los hijos de ese de Garafía.
Lo de El Fausto es otro cantar porque puede haber sido un accidente. El Fausto salió el 21 de julio del 68 de Valverde hacia Tazacorte. 4 días después lo vio un mercante inglés al que le dijeron que estaban perdidos. Les facilitaron la situación y les dieron comida y agua. Pero volvió a perderse y el 11 de octubre fue encontrado a la deriva con un tripulante muerto en la sala de máquinas. A lo mejor sí eran canchanchanes pero como navegantes.
Canchanchán y tonto del culo y carajolavela (perdón por el lenguaje).
ResponderEliminarEn mi casa también se decía mucho "tanchel"
Todo eso demuestra la riqueza de nuestro lenguaje, Dulce (sobre todo a la hora de insultar). No son exactamente sinónimos porque "tonto del culo" va más a que eres tonto de remate, y "carajolavela" a ser informal, pero a muchos canchanchanes les van los tres calificativos. Más el de "chafalmejas", el que hace las cosas sin formalidad ni sustancia, un poco a lo loco (se lo apliqué en un post anterior -"Chafalmejadas"- a Cecilia Giménez, la "restauradora" del cristo de Borja)
ResponderEliminarYo decía también "cachanchán", sin la primera n, pero me encantó la explicación del anglicismo que ignoraba. En Canarias tenemos un Canaringlish muy de muelle pero precioso muy anterior al Spanglish.
ResponderEliminarDe las andanzas de Sotillo por Sta Cruz de Mar Pequeña (¡ahí enfrente mismito!) y en Cuba en la Laguna de la Leche, ya tenía noticia por sus escritos, pero lo de su amigo "canchanchán", no... ¡Qué cosas le han pasado navegando por esos mundos!
Conchi, yo lo he oído de las dos maneras, pero lo puse con "n" porque en mi casa se decía así y a mí me suena más familiar. Sin embargo, en los dos diccionarios de canarismos que tengo (el de la Academia y el Tesoro) lo ponen sin "n": cachanchán. He preguntado a muchas personas y unos lo dicen de una manera y otros de otra. Son esas variaciones simpáticas del lenguaje.
ResponderEliminarMi consuegro, Antonio Sotillo, ha escrito sobre algunas de sus andanzas. La de Cuba en la Laguna de la Leche y como encontró en el fondo las botellas de cervezas de las juergas de Batista, está muy bien. Pero también ha escrito sobre el naufragio del Flechat, un buque francés que se hundió cerca de Taganana muriendo 86 personas (él lo encontró), o sobre la Cueva de los Remordimientos del pirata Cabeza de Perro... Tiene muchas historias guardadas. A ver si sigue contándonoslas.
Envidio a tu consuegro porque submarinismo es una cosa que me hubiera gustado hacer y que cada vez veo más lejano.
ResponderEliminarLo del "desaparecido"... es que hay que ser muy Inocencio para - teniendo semejante nombre - no cambiarse el nombre allá en Brasil.
Oye, no recuerdo ese título de Agatha Christie ¿es un cuento o una novela??
A mí también me hubiera encantado eso de pasearme por el fondo del mar como Pedro por su casa. Pero en este caso, y dicho en sentido real y figurado, no tengo agallas.
ResponderEliminarEl nombre se lo he puesto yo por eso mismo. Hay que darle, sin embargo, el plus de que pensó en dejar bien colocados a su mujer y a sus hijos. Hay otros que se largan sin más, dejando deudas y 7 hijos y ahí te las apañes.
"La desaparición de Mr. Davenheim" (también voluntaria como la de nuestro Inocencio, aunque por motivos crematísticos más que amorosos) es un cuento o un relato corto. Yo lo tengo en el mismo libro en que está "Asesinato en Mesopotamia", publicado mucho más tarde (año 1993) por Planeta Agostini que los de la Editorial Molino (años 50 y 60)
Yo no bucearía ni por todo el oro del mundo. Me da un miedo que ni te cuento. Ahora que, las fotos son preciosas y la sensación debe ser inigualable.
ResponderEliminarLes llamaré Canchanchanas a mis amigas canarias para hacerlas rabiar un ratito.Besos.
A mí, hasta con gafas de buceo nadando por la superficie, me impone la profundidad del mar, ese otro mundo por donde ves pasar peces y ves moverse las plantas del fondo. Una vez en La Graciosa vi pasar un pez manta y casi me da algo.
ResponderEliminarQue divertido caso el que nos cuentas y como dirían mis hijos "ese pobre además de canchanchán era un papanatas".
ResponderEliminarMuchos besos
Bastante papanatas. Un amigo me dijo, además, que era un cabrón, con perdón. No tener en cuenta a los demás (amigos que buscaban, familia, policía...) es en todo caso un caso patológico de ceguera, egoísmo y estupidez.
ResponderEliminarVaya...vaya...��El cachanchán en el "I'm watching you!"( guachinche o bochinche ,a según dónde estés..
ResponderEliminarPues no sabía yo ese anglicismo, Monaco. Y mira que tiene toda la pinta de serlo. El cachanchán en el guachinche tomándose un guanijei (whisky John Haig o One Haig) y una queque (cake).
EliminarAunque Nelson no llegó a conquistarnos somos más ingleses que lo que pensábamos.
¡Fuerte tortolin!
ResponderEliminarNunca mejor dicho.
EliminarQue bueno.
ResponderEliminarGracias, Loly. La verdad es que es una buena historia. Me puedo imaginar las habladurías del Santa Cruz de la época (sobre todo cuando apareció).
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