Supongo que muchos de ustedes conocen el cuento de "Las mil y una noches", "El año del pedo". Por si no se acuerdan, ahí les va. Un honrado y rico beduino llamado Abul-Hussein decidió un día casarse y eligió a una jovencita, hermosa como la luna llena. El día de la boda en Bagdad ofreció un espléndido banquete y todo el mundo, incluido el novio, bebió y comió hasta saciarse. Al final, las mujeres llevaron a la novia a la habitación nupcial y la prepararon para la llegada del esposo. Abul-Hussein entró con su séquito y se sentó un momento en el diván con dignidad. Pero al levantarse, tal vez por todo lo que había comido, se le escapó un pedo "terrible e inmenso". Todos disimularon hablando o tintineando ajorcas, pero Abul-Hussein, avergonzado, montó en su caballo y no paró hasta llegar a la India. Al cabo de 10 años, pensando que ya el hecho estaba olvidado y acuciado por la añoranza, volvió. Cuando iba llegando a su casa, vio a una niña a la que una anciana estaba despiojando y la oyó preguntar: "¿Cuántos años tengo, abuela?". La abuela contestó: "A ver... naciste en el año del pedo, así que tienes ¡10 años!". Abul-Hussein se quedó paralizado. Su pedo, su único fallo en una vida honorable, ¡había hecho historia! Se volvió y nunca más se le vio por allí.
Hace poco leí este cuento y me hizo preguntarme sobre ese error único y fatal que puede destruir una vida ¿Tendrían razón los curas que, en el colegio, nos daban los ejercicios espirituales? Siempre nos contaban esta otra historia: "Borja Mari, de las mejores familias de Bilbao, hijo del Corazón de María y Angelito de Cristo, con una vida irreprochable. Un día se fue de copas con los amigos y cayó en la tentación (nunca nos contaron cuál fue la tentación. Era como el fundido en negro de la censura de las películas). Murió en ese momento y para siempre fue consumido por las llamas del fuego eterno (¿cómo lo sabían?)". Aparte de dejarnos con el corazón en la boca pensando en el pobre Borja Mari, todo chamuscado por una sola caída, la conclusión era clara: por muy bien que te portaras no te podías permitir ni un descuido. No se atrevía una ni a sonarse, no sea que también fuera pecado.
Y ya que hemos empezado hoy escatológicos, pongamos la carta de mi amiga Luisita. Cuando yo era chica, recibir una carta era lo más de lo más, un acontecimiento que, además en mi casa, era público. Todo el mundo leía tu carta, faltaría más. Hasta a veces la llevabas al colegio por si hubieran sido pocos los enterados del contenido. Luisita, que vivía en Los Realejos y tenía entonces unos 7 años, me escribió y empezaba así su carta: "Pedona que no te halla hescrito antes..." ¡Para qué fue aquello! Risas, carcajadas y rechiflas de mis primos y hermanos, que no se fijaron en el "halla" ni en el "hescrito" (después de todo ellos también tenían faltas de ortografía), sino en el "pedona" con el que a partir de entonces bautizaron a Luisita: Luisita la Pedona. De nada le valió hacerse adulta, tener hijos y nietos, llevar un negocio, ser una persona respetable. Un solo acto en su vida, uno solo, la condenó para siempre a llevar entre los míos la carga de La Pedona ¿Es justo eso?
No, la vida no es justa. Mi madre, de las clases de un profesor que tuvo, autor de varios libros, solo recordaba una vez que estornudó y se le salieron los mocos delante de toda la clase. De Francisco Umbral, en lugar de sus escritos, de lo que todo el mundo se acuerda es de la vez que se enfadó en la tele con Mercedes Milá porque "él había ido a aquel programa a hablar de su libro". Y aunque tú seas más buena que el pan de Arafo, ni se te ocurra perder los papeles un día que estés hasta el moño de algo, porque te llamarán "la histérica" o "la volcánica". Por un perro que maté, mataperros me llamaron, que dice el refrán.
Conclusión: seamos perfectos. Ni pedos, ni mocos, ni fallos, ni exabruptos. Eso sí, en un mundo de seres intachables, probablemente se acabarían las risas, y eso sería una pena. Porque, como dice el padre de Lizzie Bennet en "Orgullo y prejuicio" de mi Jane Austen: "¿Para qué hemos venido a este mundo si no es para entretener a nuestros vecinos y reírnos nosotros de ellos a la vez?".
Interesante reflexión. Tienes toda la razón. Yo no quisiera saber lo que nos llaman algunos a nuestras espaldas. Además que los españoles somos muy socarrones. No se si te acuerdas de la que se montó en internet con "el tío del cigarro", es muy heavy. Lo puedes encontrar en google, pobre chaval, jajaja. Ves, hasta yo me río.
ResponderEliminarUn abrazo.
Sí, ya lo vi, utilizar la cara del muchacho para que apareciera en miles de posturas y situaciones, cuando él solo había pedido que le retocaran el cigarrillo. A mí eso me recuerda también la que se armó con la cara del "pequeño Nicolás", que la vi hasta en postales de navidad en el Portal de Belén colocadito allí, entre los pastores. O el único error que tuvo Cecilia Giménez con el Ecce Homo de Borja. Apareció incluso con la cara de Paquirrín.
Eliminar¡Bien nos gusta vacilar a los humanos! Equívocate una vez (o unas cuantas veces, como en el caso del Pequeño Nicolás) y esos errores te perseguirán toda la vida.
Cierto. En mi familia decimos muy a menudo eso de "por un perro que maté..." y es que es la pura verdad. No importa lo bien educada y calladita que seas siempre, te recordarán por ese único día en el que perdiste los papeles, seguro. Pero oye, me gusta más lo del año del pedo que lo de mataperros, mucho más divertido. Porque en el fondo, de eso se trata, de no perder nunca el sentido del humor. Bss
ResponderEliminarLo de mataperros tampoco me gusta a mí pero es que el refranero español es muy malhablado. En cambio el cuento de "Las Mil y una noches" tiene un pedo, sí, pero acompañado de toda la ambientación de esa obra sin igual: las bellezas de la novia, la descripción de la boda (la novia se cambiaba de traje y joyas según iba haciendo el recorrido), el momento -tan sentido y tan truncado- del encuentro entre los novios, el disimulo de los invitados ante la metedura de pata, la vida en la India y los suspiros de añoranza de Abul-Hussein... Y sobre todo, el humor, que es común a todos los países.
EliminarBesos.
Sin palabras hoy... Buenísima, como siempre, esa mirada tuya...
ResponderEliminarMuchas gracias, Gladys ¿Y lo que me divierto mirando y compartiéndolo contigo?
EliminarSin el sentido del humor no podríamos sobrevivir.Estupendo Isabel.
ResponderEliminarTienes razón, Sole. Hace poco leí, en un artículo que se titulaba "Los malos no ríen", una frase que me llamó la atención: "El terrorismo no ganará, porque el ruido de una bomba puede menos que el estallido de una carcajada". Pues eso.
EliminarGracias y un beso.
Muy, muy bueno, Isabel. Como todo lo que te he leído.
ResponderEliminarMuchas gracias, Elvira. Cuando uno comparte historias, se agradece un montón saber que hay quien las escucha y te da un toque amable, tal como lo haces tú. Un abrazo.
EliminarCon lo de Paco Umbral lo clavaste. Acertado artículo en tiempos en que todo es ser perfecto y políticamente y socialmente correcto.
ResponderEliminarEn la enseñanza, Nes, estábamos hasta el occipucio de los términos políticamente correctos. Todavía recordamos el "segmento de ocio" en lugar de recreo. Tengo también el libro de James Finn Garner "Cuentos infantiles políticamente correctos", que es muy divertido.
EliminarEl problema con estos términos es que no basta cambiar el lenguaje para cambiar la realidad. Y muchas veces es mejor y más esclarecedor, llamar al pan, pan y al vino, vino.
Un abrazo y gracias.
Ah...risas y pedos, habrá mejor alivio?
ResponderEliminarGracias jefa, eres un oasis.
Gracias, Hestia. con estos calores me apetece serlo. Y refrescarnos bajo las palmeras mientras nos contamos historias relajantes y poco profundas.
EliminarUn beso grande.
Un amigo mio, cuando era adolescente , iba por la calle de la Carrera
ResponderEliminarun dia muy caluroso de agosto al mediodia. No había ni un alma y él ,
que estaba un poco revuelto, quería echarse un pedo.¡ mira a la
izquierda, y ...nadie! ¡mira a la derecha...y nadie! y da rienda
suelta a sus instintos primarios emitiendo un sonoro pedo. Entonces se
oye una voz de la planta alta del edificio donde se hallaba, que dice
: ¡Muchacho, tremendo pedo! En este mundo, no se como , siempre hay
alguien vigilando
No, si historias de pedos hay un montón. También te podría contar la de un amigo al que se le escapó cuando era boy scout y quiso dejar rendidas de admiración a un grupo de chicas que lo veían pasar en una tirolina sobre ellas. Imagínate qué momento... Pero lo interesante de tu historia es que siempre hay testigos de nuestros fallos (los curas nos decían que había un ojo que todo lo veía). En cambio, si alguna vez hacemos una proeza, no se entera ni el gato y la tenemos que contar nosotros. Si es que te digo yo, que en este mundo todo está al revés...
Eliminar¡Ay Isa! lo has clavado. Las meteduras de pata siempre son un secreto a voces. En mi casa tenemos una historia parecida sobre señales acústicas y una prima que dejó escapar el aire comprimido y culpó a una silla. Cuando mi padre, pícaro, le recriminó la segunda fuga, ella muy digna con tan solo 3 años dijo: "¿qué pasa silla?" Ja ja ja. Desde ahí cualquier ruido sospechoso puede tratarse de la silla de Magali.
ResponderEliminarUnas calles más arriba vivía una señora que arrastraba problemas con el alcohol y cuando los vecinos le preguntaban de noche dónde había dejado a sus hijos pequeños, ella, muy seria, decía: "En casa, acostaditos leendo". Cada vez que decimos en mi casa ¿acostado ya?, le sigue la frase ¿o leendo? (Ahora se lo digo al nieto). Nadie recuerda exactamente dónde vivía ni cuál era la triste historia de esa pobre mujer pero todos se reían con el mal empleo de ese verbo irregular. Nos gusta recordar el error, la caída y la metedura de pata aunque pasen los años... Vivimos en un país burlón y si resbalamos un día sin duda arrastraremos el sambenito que nos hará famosos más que cualquier sacrificio en la vida o cualquier título académico ¿De dónde crees que vienen los nombretes?
Hay nombretes, Cande, ganados a pulso en toda una vida dedicada a ello. En mi barrio el tocatodo (que iba siempre tocando paredes, faroles, coches...) o el Ciclopedia (que te contestaba a cualquier pregunta que le hicieras, sabía de todo). Pero también estaba, por ejemplo, en Pancho Guerra Don Pedro el Batatoso que te colaba unas trolas enormes.
EliminarPero luego hay otros nombretes que los consigues por una vez que llamaste la atención. Por ejemplo, en Los Sauces, Francisco Sonámbulo, logrado cuando de chico, al ir a la escuela, se persignó ante el reloj del ayuntamiento en lugar de ante la Iglesia.
Volvemos a las injusticias de la vida ¿Cómo va a ser lo mismo un nombrete obtenido por un fallo que uno, por el comportamiento continuo? Es como si le dieran el mismo premio Nobel a un escritor que ha escrito 20 libros y a otro por una redacción sobre la primavera.
La vida es injusta, la vida es injusta...
Me ha encantado. Un abrazo.
ResponderEliminarGracias, Néstor. Otro abrazo para ti, al que supongo disfrutando del agosto saucero ¿no?
EliminarNo recordaba ese cuento, real como la vida misma, un solo error y zas! ya para toda la vida, me ha gustado mucho, un abrazo
ResponderEliminarA mí se me han quedado varios cuentos de "Las Mil y una noches" en la memoria pero hay otros que, ahora que las releí, había olvidado completamente. Muchos cuentos (entre ellos, este del pedo) también los tengo recogidos en otro libro que a veces usaba para mis clases. Se llama "El círculo de los mentirosos. Cuentos filosóficos del mundo entero" y su autor es Jean-Claude Carrière. Este autor recopila cuentos no solo árabes e hindúes sino también de las tradiciones zen y sufí, chinas y judías, indias, europeas, africanas y americanas. Los narradores de cuentos fueron los primeros mentirosos. Pero todos ellos hablan de las cuestiones que alguna vez han intrigado al ser humano. Y, como dice el libro, "dicen esas verdades que solo conocen los grandes mentirosos".
EliminarUn abrazo, Úrsula.
Me encantó tu reflección y me hiso acordar de muchos casos , sigue escribiendo y recordándonos tantas cosas olvidadas en la memoria, un beso..
ResponderEliminarGracias, Mary Carmen. La memoria crece usándola, así que intentaremos seguir haciéndolo. Un beso.
EliminarYo tampoco conocía la historia,Isa....me he reido mucho y veo que una vez más se cumple lo que tantas veces he oido,,.......equivocate una vez y todo el mundo lo recordará. Muy bueno tu escrito,como siempre
ResponderEliminarEs lo que te digo, Ligia, que va una a tener que ser perfecta y eso crea mucho estrés ¿Y si empezamos a pasar de la gente y de su memoria con nuestros fallos?
EliminarUn besote.
Tarde pero seguro. No te había leído hasta hoy, porque no he estado por estos lares, tu lo sabes.
ResponderEliminarAmiga Jane, tiene usted un sentido del humor maravilloso.
Unos de los recuerdos que tengo de efluvios traseros fue en Madrid, en el edificio donde vivía. Era una torre de 13 plantas y estaba esperando en el vestíbulo la apertura de la puerta del ascensor. Se abrió por fin (tardaba 56 segundos en llegar al último piso donde disponía de una vivienda alquilada) y salió una chica elegante, altiva, mirando al frente, con paso firme, y ni buenos días dijo. Cuando entré en la cabina, la peste a gas estomacal o metano era impresionante, de tal manera que me salió un "foooogs" rotundo que tuvo que escucharlo la susodicha. ¿Tu te imaginas 56 segundos subiendo en un ascensor con la compañía del gas que no quería irse?. Era como pesado, más bien penetrante. La chica vivía en el 11 y coincidió algunas veces conmigo en el ascensor. ¿Avergonzada? Nunca lo supe, ya que lo disimulaba muy bien. Se quedó para siempre entre nosotros como Pepita "la gufienta". A lo mejor ni fue ella, sino alguien que usó el ascensor anteriormente. Lo digo porque aquel gas tardó tiempo en disolverse. Se me quedó en las pituitarias ni se sabe...
Los sitios cerrados, Enrique, son los menos indicados para esos efluvios. También recuerdo a un amigo que me contaba que yendo en el coche se le escapó uno precisamente cuando una señora de la parroquia, muy fina ella, le hacía señas para que le parara y la llevara a un sitio. Imagínate los disimulos de los dos durante todo el trayecto. Aunque dicen que mejor es perder un amigo que un estómago...
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