¿Ustedes han oído hablar de Armenia? ¿Verdad que no? Por lo menos, yo no sabía casi nada de ella -solo que era un país caucásico perdido entre Turquía, Rusia e Irán- hasta que mi amiga Ana, de la que ya les he hablado aquí, se marchó hace un par de meses a recoger líquenes a la Armenia profunda con unos cuantos locos como ella ¡y con 43º! (ya sé que parece exagerado pero Ana es capaz de ir hasta las mismas puertas del infierno si le dicen que allí es probable que haya parmelias perlatas). Y, cuando vino, me trajo noticias de Armenia.
Ahora sé que es un país con un paisaje insólito de laderas peladas, valles profundos de un verdor imposible y abruptas cumbres coronadas de nieve; que te puedes encontrar de repente en pleno campo con lápidas como la de la imagen, restos de pueblos y civilizaciones antiguas que nadie recoge porque forman parte del paisaje; que allí no hay pobres; que presumen de ser el primer país cristiano del mundo; que quieren ser europeos; que han sufrido un genocidio brutal que el mundo occidental no les reconoce; que hay miles de armenios desperdigados por el mundo (en Estados Unidos, cerca de 400.000); y que muchos famosos - como el coleccionista de arte y filántropo Calouste Gulbenkian, el compositor Aram Jachaturan a quien le debemos la banda sonora de "2001: una odisea del espacio", Charles Aznavour, Cher, el escritor William Saroyan...- son de origen armenio.
¿Y la gente de a pie, qué tal?, le pregunto a Ana. Y entonces ella me cuenta lo de su muela y el dentista.
Como suele suceder, "lo imprevisto siempre ocurre en lugares imprevistos"-principio de Peter que me acabo de inventar-. A Ana se le rompió una muela, comiéndose un tomate, en medio de las montañas. Gracias al BW (Bendito Wasap), pudo mandar un mensaje a su dentista de aquí y esta le dijo que se pusiera un producto cementante para que la muela mellada no le molestase tanto. Ana tuvo que ir a Yerevan, la capital, en busca de una farmacia, pero no encontró el producto. La dependienta, sin embargo, amablemente le indicó que enfrente vivía un dentista y que posiblemente él lo tendría. Lo menos que Ana quería era un dentista armenio pero la necesidad manda y allá que se fue.
La consulta era bastante peculiar: una habitación llena de gente, le pareció a ella. Había uno haciéndose rizos ante el espejo, una mujer que entraba y salía de la habitación hablando por teléfono, un joven contemplativo fijándose en todo, y el dentista con su bata blanca. Cuando Ana le contó el caso, él insistió, a pesar del canguelo de ella, en que se sentara en el sillón y, sobre la marcha, le hizo un empaste provisional para que le durara hasta que la viera su dentista de aquí. Ana, bastante aliviada, le preguntó cuánto le debía, y él contestó al traductor que la acompañaba: "Ella no ha requerido mis servicios. Soy yo el que se los ha prestado ¿Cómo le voy a cobrar?". Como Ana insistió en pagarle por lo menos el material gastado, él, mirando el envase, dijo que servía para 20 dosis, dividió lo que le había costado entre 20 y le cobró poco menos de un euro.
Hay muchas cosas que pueden impresionarnos de Armenia, "fría, monótona e inolvidable", según la descripción de la escritora y viajera Ella Maillart. Por ejemplo, que en el 6000 antes de Cristo, cuando a mis islas no había llegado ni un alma, allí ya estaban los armenios fabricando y comercializando hachas, lanzas y baratijas de cobre, hierro y bronce. O que en el Monte Ararat, un símbolo para ellos, se posó el Arca de Noé cuando cesó el Diluvio Universal. O que se dice que es el emplazamiento probable del Jardín del Edén (Ana, por lo menos, me cuenta que, desde el punto de vista evolutivo, una gran cantidad de verduras, frutas y cereales europeos, como el trigo y el albaricoque, provienen de allí).
Pero a mí, que vivo en un mundo dominado por el dinero, qué quieren que les diga, lo que más me ha impresionado es esta sencilla historia de un profesional honrado y justo que podría ser perfectamente un digno descendiente de Noé. Que siga habiendo hombres así, como este dentista armenio, es la verdadera noticia.
Hola. me gustó conocer más de Armenia y el buen hacer del dentista.... coincido contigo en que es digno de admirar el gesto del destista. Seguimos en contacto
ResponderEliminarEs uno de esos países desconocidos, de los que no aparecen en la prensa. Y sin embargo, si lees su historia, ellos, como el dinosaurio de Monterroso, siempre han estado ahí.
EliminarUn saludo, Marta
Se me ha puesto la carne de gallina con la historia del dentista. Es sencillamente maravilloso e increíble para nosotros que vivimos en este mundo tan atroz. Una historia maravillosa y muy bien contada. Ojalá fuéramos todos así, qué bonito sería el mundo.
ResponderEliminarGracias por una historia tan bella y conmovedora.
Un abrazo.
Si miras alrededor, Celia, seguro que te encuentras con muy buena gente. Solo que los garbanzos negros destacan más entre tanto garbanzo blanco. Yo estoy con Rousseau en que algo bueno tenemos por naturaleza. Si no, ya habríamos desaparecido.
EliminarUn abrazo y gracias por tus palabras.
Sí, tienes razón, Isabel. Hay gente maravillosa en el mundo y bien hacemos en rodearnos de ellos. El problema es que las altas esferas están cubiertas de negros nubarrones y como tú dices en otras palabras, el Dios dinero domina nuestra sociedad.
EliminarUn abrazo
Solo con mirar la primera página del periódico el lunes, te encontrabas con dos noticias de dinero: "Madrid malgastó 105 millones en su fallido complejo judicial" y "El petróleo se cobra 100.000 empleos". Miedito me dio seguir mirando dentro, en las siguientes páginas. Dios dinero, sin duda, Celia.
EliminarCuánta gente honrada hay en este mundo todavía!!! Precioso relato Isabel. Un abrazo.
ResponderEliminarGracias, Sole. Me impresionó la dignidad y la profesionalidad de este hombre. No podía permitir dar un producto a una paciente sin mirarla antes. Y mira que Ana hizo lo posible para no abrir la boca ¡Y luego, no querer cobrar! Pocos lo hacen, la verdad.
EliminarUn beso y gracias, Sole.
El teléfono del dentista lo tiene? A ése me gustaría ir... sí...
ResponderEliminarLe pregunté a Ana por wasap cómo era el dentista y me contestó esto: "El dentista era guapo, cuarentón, un poco rubio, cosa rara allí. Amable y sobrio. No se le notó el asco que pudiera inspirarle una pija occidental hipocondríaca. Todo dignidad. En folleto turístico vi que hay gente de países colindantes que vienen a Armenia al dentista por su precio y capacitación (claro, comparando con colindantes)".
EliminarAsí que ya sabes, Gladys, a echarte un viajito a esos países exóticos en los que hasta mirarte los dientes puede ser un acto de dignidad :-D
Lo tendré en cuenta!!! Odio los dentistas... por regla general... pero éste me hizo tilín!!!
EliminarEs que, como dijo Agatha Christie en "La muerte visita al dentista", en ningún lugar está uno tan indefenso como en el sillón del dentista. Te sientas allí, como quien va al matadero, y te dejas hacer perrerías. El torno del dentista es el instrumento de tortura más sofisticado.
EliminarAsí que cuando te encuentras uno bueno por el que puedes sentir hasta cariño, es un hallazgo. El mío lo es. Después de un peregrinaje con mis hijos por dentistas que les gritaban si lloraban, me encontré con uno todo paciencia y saber hacer.
Preciosas historias, Isabel. Te sigo con gran interés.
ResponderEliminarMuchas gracias, Victoria. Aunque me gusta escribir y compartir, comentarios como el tuyo hacen que siga haciéndolo cada lunes.
EliminarUn abrazo.
Ya estaba ansioso por leer el blog!!!! Decía "es lunes y no lo he leido". Gracias por ilustrarme y un beso fuerte.
ResponderEliminarGracias, Marcial. Hasta escribir y mandarles estos rollitos se ha convertido en un hábito para mí (y en un placer) ¡No sé de dónde saco tanto rollo!
EliminarUn abrazo.
Me culturizas . Gracias, qué bien lo haces
ResponderEliminarBesitos
¡Sagerá!
EliminarLo que sí es verdad es que aprendemos un montón los unos de los otros. Ni tú ni yo hemos estado en Armenia, pero gracias a que mi amiga Ana ha estado, me lo ha contado y yo te lo he contado a ti, hoy sabemos alguito más de ese país maravilloso y especial. El todo consiste en no romper la cadena y tener curiosidad por lo que hay ahí fuera.
Un beso grande.
Hace unos días una amiga regresó de viajar por esos países perdidos, como son Georgia, Armenia y Aserbaiyán. Cuando me comentó a donde iba, tuve la curiosidad de buscar en el mapa y ví que estaban entre Mar Caspio y el Mar Negro. Por las fotos que ha compartido esos lugares son muy interesantes al ser vía y cruce de varias culturas.
ResponderEliminar¡Qué curioso resulta que no hayamos oído hablar de un sitio y que de repente empiecen a surgir voces de "yo he estado allí"! Debe haber sido el de tu amiga un viaje interesantísimo y distinto a otros.
EliminarEl estar situado entre dos continentes (ellos se consideran parte de Europa) hace que sea, como dices, cruce de culturas. En la wikipedia dice: "La localización estratégica de Armenia entre dos continentes la ha sometido a sucesivas invasiones de asirios, persas, romanos, bizantinos, árabes, turcos selyucidas, mongoles, turcos otomanos y rusos". Todo esto debe haber enriquecido su patrimonio cultural pero, entre nosotras, me da que no les ha hecho maldita gracia.
Un abrazo, Carmen Delia.
Isa me ha encantado tu texto. Eres la narradora que cualquiera elegiría para interesar a alguien en un tema. Que buena profesora debiste ser y seguirás siendo. Hasta tus propios sueños, cuando te daba por escribirlos nada más abrir el ojo por la mañana, se convertían en un guión de cine (no existe el cine onírico?).
ResponderEliminarArmenia es eso que tu dices: una gente especial, honrada. Me pareció en media gente inteligente, llenos de sentido común que parece resignación pero que es perseverancia y paciencia. Y con un nivel cultural envidiablemente alto. Y por cierto con una comida maravillosa, de vegetales y carnes e incluso una especie de trucha suya de ellos, riquísima.
Gracias por traer noticias de Armenia a tantos amigos. Divulgaré el texto como se me ocurra. Y se lo enviaré a locos liquenólogos del mundo mundial.
Besos
Muchas gracias, Ana, pero el texto es tuyo. Casi todo lo que digo me lo contaste en torno a una mesa un agradable domingo de este agosto. mientras comíamos una paella muy buena en "La Sabinita" Y además, después, contestaste pacientemente a todas mis preguntas ¿Cómo es Yerevan? ¿Cuántos habitantes tiene? ¿Cómo era el dentista? ¿Y las mujeres, qué te parecieron?... Tú eres la profesora paciente, curiosa e inteligente que cualquiera desearía tener.
EliminarMuchísimas gracias por enseñarme cosas que desconozco, por abrirme el mundo y sobre todo, por ser mi amiga.
Un abrazo grande.
Yo la había oído en aquello de ..... " en esto la Pompadour que se encontraba en Armenia enferma de neurastenia llamó a Tolousse Latour ..... "
ResponderEliminar"... y aunque el doctor hizo alarde
Eliminarde ser hombre inteligente,
cuando pulsó a la paciente
era demasiado tarde.
Su muerte afligió a Viriato
y le hizo vestir de luto
y hasta crear un tributo
que se llamó "inquilinato"..."
Jajaja, qué buena la "Lección de Historia". Me la sabía de memoria cuando era pequeña. Ahora miré en Internet y es de Ramón López-Montenegro y de Frías-Salazar, un periodista, dramaturgo, actor de teatro, cuentista y dibujante español, que vivió entre el siglo XIX y XX.
Y, por lo que se ve, también había oído hablar de Armenia.
Gracias por recordármelo.
¡Imitemos a ese dentista, por favor!!! Leer esta historia es como sentir una brisa fresca en un día caluroso. Gracias Isa, un abrazo.
ResponderEliminarEn este caso concreto, un buen profesional tiene que ver qué es lo que tienes, se lo pidas tú o no. Y es verdad que Ana estaba aterrorizada por abrir la boca ante un dentista que no fuera el que la conoce bien aquí. Lo decente fue lo que él hizo: atenderla como dentista y luego, no cobrarle nada. Lo que nos llama la atención es que no hay mucha gente decente que haga lo mismo.
EliminarGracias por tus palabras. Un abrazo grande.
Al final, amiga, como tú bien dices, la noticia no es el lugar sino el buen hacer de un profesional que dejó a un lado el negocio para aliviar a tu amiga. Creo que los lugares se clasifican por las experiencias y sin duda la que tuvo mi hija en Portugal con el dolor de la vesícula fue bien distinta... eso explica por qué no ha querido volver.
ResponderEliminarQué lástima que nos asombren estas historias altruistas en un mundo tan absolutamente material.
Tienes razón, Cande, las experiencias marcan los lugares, no te apetece volver a aquellos en los que lo pasaste mal. Y dicen que tampoco debes volver a los que te parecieron en su momento una maravilla. A mí me pasó con Praga, que me encantó la primera vez. Y, cuando volví, estaba toda patas arriba y perdía bastante de su encanto.
EliminarTambién las personas hablan bien (o mal) de un país. Mis amigos austriacos me hacen pensar con placer en su tierra, por ejemplo. Y estoy segura de que Ana conservará una opinión positiva de su viaje a Armenia entre otras cosas por la experiencia con el dentista. Portarse bien y amablemente con el de fuera es la mejor propaganda para un país.
Un abrazo, Cande.
Precioso relato Isabel. ¡Igual que los de aquí! Jeje
ResponderEliminarGracias, Elvira.
EliminarRompamos una lanza por los de aquí. Fíjate en la dentista de Ana: le recomendó un producto desde aquí para que no lo pasara mal. Y el mío es también superamable y muy buen profesional. Y nadie pretende que no cobren.
Lo admirable de este fue no cobrar porque no habían requerido sus servicios. Pero también imagínate si a mí, cuando daba clase, me diera por no cobrar a los alumnos que no hubieran requerido mis servicios, jajaja. Me quedo a dos velas a final de mes...
Bueno Isa rompàmosla. Pero admite que es un gremio tan necesario y tan caro...con la de enfermedades que se podrían evitar si tuviéramos aunque sea los servicios básicos por la S.S.
ResponderEliminarTienes toda la razón, Elvira, estaba mirando solo el aspecto profesional.
EliminarNo tengo idea de qué justificaciones dan para no poner esta especialidad dentro de la Seguridad Social, pero me parece que la salud empieza en la boca. No te digo el que nos dejen una "sonrisa divina con los cepillos Sabrina" (frase de López Vázquez en una de sus películas de aquellos años), pero sí que nunca nadie tenga que sufrir (¡y mira que se sufre!) por no poder pagarse un buen empaste.