Una de las canciones de marcha de nuestra infancia hablaba de "la mirada, clara y lejos". Pero la mirada que más nos enseña es la mirada cercana, que no solo nos devuelve el mundo sino también la mirada del otro.
La mirada cómplice
Me pasó este fin de semana en un viaje que hice en avión. Un hombre y una chica se enzarzaron en una pelea verbal e incontinente en el momento de salir. El hombre, desesperado por escapar de esa lata de sardinas en que se han convertido los aviones, increpó a la chica, que se demoraba sacando bultos y le obstruía el paso. Cuando llegaban a la guagua que nos llevaba al aeropuerto, ya la conversación, a gritos, pasaba del "¡guarra!", "¡tú más que apestas!" a mencionar partes pudendas que, aunque una sabe que existen, es más decoroso no mentarlas de esa manera en público.
En ese momento, una señora asiática y yo nos miramos y, solo con la mirada y un ligero levantamiento de cejas, nos comunicamos todo lo que pensábamos de la desagradable situación.
La mirada cómplice no sabe de razas, idiomas y culturas. Es pura lectura de mentes, pura telepatía.
La mirada directa
"¡Mirad, mirad!" -exclamaba, entusiasmada ante las bellezas de una playa escocesa, Ruth, una de las protagonistas de una novela de Eva Ibbotson- "Y quien estuviera cerca tenía que examinar lo que indudablemente debía ser el tablón del cofre del tesoro de un galeón español, o un coco arrastrado hasta allí por las corrientes desde las lejanas Indias..." "¡Mirad! ¡Oh, mirad! ¡Esmeraldas!" -y extendió las manos con las suaves piedras verdes que contenían sus palmas- ¿Podrían serlo?".
Me he acordado mucho de Ruth y de su ¡mirad! cuando voy por sitios hermosos, de esos que cortan el aliento y en los que hay, como en la costa escocesa de Ruth, "demasiada belleza, demasiado aire para respirar, demasiado cielo... y hasta demasiado mar".
Y, sin embargo, generalmente, la gente no suele mirarlos, sino que se apresuran a grabarlos con la cámara, el móvil, el iphone o el vídeo. Y luego -ajenos a las verdes praderas, a las olas elevándose enormes contra la luz, a las montañas infinitas...- pasan minutos de su tiempo con la cabeza gacha, enviándolo al facebook o a los amigos del wasap y recibiendo de ellos el ¡qué bonito!.
Puesto que "todo lo que es hermoso tiene su instante y pasa" (Cernuda), no lo desperdiciemos. La mirada directa obliga a dejar atrás los aparatos y a grabar directamente el mundo en el corazón.
La mirada manhattanita
Cuando yo era chica, sorprendía esa clase de mirada en los ojos de mucha gente: era la mirada que te repasaba de arriba a abajo y que en solo unos segundos registraba quién eras, de dónde venías y a dónde ibas. Era la mirada de las señoras que bordaban en la ventana de la tía Bienvenida en Los Sauces, una privilegiada atalaya sobre la Plaza y desde la que se enteraban de todos los pormenores del pueblo; la mirada de las amigas de mi madrina, cuando íbamos a pasar un tiempo con ella a Los Realejos y nos revisaban, nada más llegar, haciéndonos pensar si tendríamos los zapatos sucios; la mirada de algunas de mis amigas que solo en un instante ya saben que llevas un mes sin ir a teñirte o si te has puesto o no la faja.
Mi hija y yo la llamamos "la mirada manhattanita", porque antes pensábamos que eso era algo propio de aquí, como las papas arrugadas o el jamón serrano, pero luego encontramos en un libro de Sophie Kinsella el siguiente párrafo: "Siempre hago lo mismo, observo la ropa de los demás y redacto una lista mental, como si fuera la página de una revista de moda. Pensaba que era la única persona con esa costumbre, pero cuando me fui a vivir a Nueva York, descubrí que allí lo hace todo el mundo. Cuando conoces a alguien, ya sea una mujer de clase alta o un portero, te echa una rápida mirada de tres segundos de pies a cabeza. Notas que está calculando el valor de todo lo que llevas, hasta el último céntimo, incluso antes de decirte hola. Yo lo llamo el repaso manhattanita".
Entonces comprendimos que esa mirada cotilla es una mirada universal.
La mirada arrebatadora
En los tiempos en los que en los cines no había películas de sexo y ni siquiera casi de besos (para eso estaba el fundido en negro), te podías encontrar con alguna de las escenas más perturbadoras y sensuales de tu vida. La abuela de mi amiga Belén lo vio claro cuando, en "Horizontes de grandeza", Gregory Peck y Jean Simmons solo se miran profundamente. "¡Qué mirada!" -dice Belén que decía- "¡¡¡Qué mirada!!!".
Es la mirada de la que también habla Gioconda Belli cuando describe a un hombre en un poema: "Las piernas también son importantes / pero les perdonamos las torceduras, / lo tosco, las imperfecciones, / si al encontrarnos con la boca / vemos una sonrisa en la que poder confiar / y unos ojos que nos aseguren la mañana".
Feliz quien haya recibido y dado esa mirada arrebatadora que encierra promesas.
Somos, no solo memoria, razón o camino. Somos también miradas y, con ellas, descubrimos y damos forma y color a la vida. Y en ese viaje, como ya sabían los antiguos filósofos, lo importante no son los nuevos paisajes sino la mirada nueva, a estrenar, -cómplice, directa, manthattanita, arrebatadora...- con que los vemos. Sigamos mirando, pues.
Yo tengo una, o varias, "según se mire": la mirada limpia, directa, sin dobleces o entretelas, la mirada transparente que habla por si sola, la mirada perdida del que sueña despierto, la mirada que quiere, que ríe y enamora al que la tiene delante.
ResponderEliminarTu mirada está entre ellas… Un abrazo
Hay muchas más también, Vir, esto solo es un flash. Entre ellas, la mirada asombrada ante los artistas como tú que miran el mundo de distinta y asombrosa manera y aportan belleza a nuestra vida.
EliminarGracias y un abrazo.
Interesantísimo como siempre. Hay muy poca educación. Te dejo que estoy malita :( Abrazo
ResponderEliminarQue bonito... si, ya lo creo que va de miradas. Pero no tienes que creerte que todo el mundo es capaz de diagnosticar cuando echa un primer vistazo a alguien. No todos, ni mucho menos. Yo se (y de buena tinta) que alguna (s?) tarada es incapaz de hacerlo y luego se pregunta iba de azul? tenía pendientes? o unos zapatos monos? o incluso, lucía triste?. De verdad que hay gente así, muy tarada. Si se fijan en algo es en otras cosas, pero lo más seguro es que no se fijen en nada y al cabo del tiempo, se han quedado como con la huella de la sábana santa aquella, te acuerdas?
ResponderEliminarBesos, que bien haberte visto con Ana. Cómo me gustó!
Bueno, Anita, sí, gente despistada (que no tarada, mujer) hay mucha, yo entre ellas. Por no acordarme a veces ni me acuerdo cómo voy vestida yo. Yo creo que la cosa va por especialidades: los que se fijan más en la ropa, los que se fijan más en lo que habla el otro, los que se fijan más en zapatos (de esta clase hay mucha gente, no sé por qué), los que se fijan si lleva joyas y cuáles son...
EliminarY después están los que se fijan en todo, pero absolutamente en todo (es increíble, yo tengo una amiga así. Hasta ella lo reconoce y nos reímos "¡Es que tú sabes que yo me fijo!", me dice). Y los que no se fijan en nada de nada. Esos para testigos de asesinatos no sirven, la verdad.
Me alegré un montón de verte aunque fuera un poquito.
Un besote.
Qué bello!!!! Mi niña, tienes genes de poeta
ResponderEliminarGracias, besitos
Gracias, Carmelita, ojalá hubiera heredado los de mi abuelo Gabriel. Pero es bueno tener de vez en cuando la mirada poética y descubrir bellezas insospechadas.
EliminarUn abrazo.
Interesantísimo como siempre. Hay muy poca educación. Te dejo que estoy malita :( Abrazo
ResponderEliminarOh, pobrecita. A cuidarse que esos aires vieneses no son muy buenos (la última vez que estuve fui buscando antihistamínicos para mi marido por las farmacias).
EliminarTienes razón con lo de la mala educación. Supongo que un viaje tan incómodo puso los nervios de punta a aquellos dos, pero no hay justificación posible para lo que se dijeron dos desconocidos ni para que los demás lo oyéramos.
Un abrazo y cúrate.
Sea la mirada que fuere, lo importante no es lo que se mira sino lo que se ve. ¿No cree?
ResponderEliminarTodos nacemos viendo pero luego aprendemos a mirar. Te pongo un texto del boletín castellanoactual.com, en el que intenta resolver la duda entre el significado de ver y el de mirar:
Eliminar"Según el reconocido lingüista mexicano -recién fallecido- José Guadalupe Moreno de Alba en Minucias del lenguaje, los verbos ver y mirar tienen, por su etimología, un contenido semántico diferente. Es decir, no son sinónimos, por lo tanto, hay diferencias en el uso. Mientras que ver viene del latín vidēre; mirar viene de mirāri, admirarse.
El verbo ver, de acuerdo con la definición del DRAE (2001), significa, en su primera acepción, ‘percibir por los ojos los objetos mediante la acción de la luz’. En el Diccionario de uso de María Moliner se leen las definiciones siguientes para ver: poseer el sentido de la vista’ y ‘percibir algo por el sentido de la vista’.
Mirar, por el contrario, en el DRAE, aparece explicado con las siguientes palabras: ‘fijar la vista en un objeto, aplicando juntamente la atención’. En María Moliner, se lee: ‘aplicar a algo el sentido de la vista, para verlo’.
En resumen, puede decirse que ver alude más a una determinada capacidad física, y mirar, a cierto acto consciente y deliberado. Así, “vemos todo lo que miramos, pero no miramos todo lo que vemos; basta tener los ojos abiertos para ver, pero para mirar necesitamos ejercer, en alguna medida, la voluntad”, comenta José Moreno de Alba"
Según esto, Saltador, es importante aprender a mirar lo que se ve. En el Instituto había una asignatura que daban los de Arte que se llamaba "Aprender a mirar": un cuadro, una escultura, una obra de arte.
Me gustan tus miradas!
ResponderEliminarCuando me pongo bizca, estoy más guapa :-D
EliminarUn abrazo, Milo.
Tienes razón Isabel, un nuevo mundo es una nueva mirada. Estupendas tus reflexiones, como siempre.
ResponderEliminar¡Y la de cosas que se descubren si se sabe mirar! A veces vamos con la cabeza hacia abajo, como ovejas en un prado, y nos perdemos las alturas: balcones de hierro forjado preciosos como los que vi anteayer en el barrio de Chueca en Madrid, un globo que surca el aire, una gaviota o una garza, nubes con formas extrañas, un arco iris cercano y lejano... Y como dice Violeta Parra en su "Gracias a la vida", "perfecto distingo lo negro del blanco y en el alto cielo su fondo estrellado y en las multitudes el hombre que yo amo".
EliminarLa mirada nos da el mundo.
Un abrazo y gracias.
Anda, no conocía la mirada manhattita :-)))
ResponderEliminarMe ha gustado leer sobre "la mirada directa" porque expresa (muy bien expresado) un sentimiento que me asalta muchas veces cuando estoy de viaje o ante paisajes nuevos o especialmente bellos. A veces, estoy tan encantada con lo que tengo delante que me olvido de hacer fotos, jajajaja Creo que esa es una buena señal. Bss
Me pasa lo mismo, Mónica. Y ahora que de una sola escena se sacan miles de fotos en el mismo sitio, como que la foto ha perdido encanto. Ya no es "atrapar el momento", como antes, sino pasar de ese momento a otro sin continuidad. En Croacia, por ejemplo, en el parque de Plitvice, una maravilla llena de lagos, cascadas, caminos y bosques, llegabas a un mirador y la cosa era algo así como "llegada, foto, te vas porque hay alguien esperando a fotografiar eso mismo". Como han cambiado las cosas, como dice la canción.
EliminarUn beso.
Qué belleza!!!
ResponderEliminarGracias, Mayeye. Un abrazo.
EliminarLo malo o lo bueno... es que ahora tenemos la posibilidad de aprehender ese momento y disfrutarlo al cabo del tiempo...Será porque para mi siempre es un placer inmenso mirar mis momento únicos...( los álbumes de fotos) .
ResponderEliminar¡Ay, Elvira! Tengo 143 álbumes de fotos (más los que heredé de mi padre que era como yo) y me encanta eso que dices de ir mirando lo jóvenes que fuimos, las fotos entrañables de la niñez de mis hijos, los amigos y la familia que ya no están con nosotros pero que permanecen ahí, sonriendo y felices, como si no existiera el mañana... No estoy en contra de sacar fotos ni mucho menos (mis compañeros de instituto lo saben bien porque siempre, en cualquier evento, yo llevaba la máquina de fotos), sino con que eso ahora, con la facilidad que hay, se convierta en lo único y uno no se pare a mirar, a saborear y a regodearte con lo que tienes delante. Creo que tú, que eres una artista, lo comprendes bien.
EliminarY la pena es que desde el año 2008, en que me compré una cámara digital, ya no tengo álbumes que hojear sino carpetas en el ordenador. Ocupan menos sitio, se ven mejor y todo eso. Pero no es lo mismo.
Un abrazo.
Las miradas cuánto guardan, cuánto dicen y cuánto callan...
ResponderEliminarYo tengo que usar más la directa porque reconozco que cuando descubro algo digno de observar y conservar en mi corazón, como tú bien dices, me apresuro a inmortalizarlo en fotografía y es verdad que puedo perder saborear cien por cien ese momento.
En cuanto a la manhattanita o cotilla es la que llamamos en casa radiografía jajaja, es muy común de suegras envidiosas y viejas arpías.
Desde luego la cómplice tiene un poder que traspasa fronteras y establece una empatía espontánea también útil para la disciplina de padres a hijos.
Sin duda la arrebatadora siempre será una sutil promesa que también tuve el gusto de conocer.
Sigamos mirando pues y demos gracia cada día por el maravilloso regalo de poder ver.
Creo, Cande, que inmortalizar el momento, sobre todo si es de esos que merecen la pena (una foto nuestra, por ejemplo, en alguna de nuestras reuniones, jejeje), no está reñido con la mirada directa.
EliminarA mí me gusta mucho la cómplice. Recuerdo que en Praga nos fuimos a oír un concierto de Diana Krall hace muchos años (más de 20) y cuando ella no era muy conocida. Era en una sala pequeña y estaba tan llena que cada uno se sentó donde pudo. El concierto fue precioso y nos cautivó a todos. Y siempre recordaré al final, en ese momento en que se rompe la magia pero cuando todavía tienes la música en la mente, una mirada cómplice que nos dimos un señor que había a mi lado y yo. Probablemente era checo, no lo sé porque no hablamos nada. Pero nos dijimos con la mirada lo maravilloso que había sido. Esas miradas cómplices me hacen formar parte de la humanidad.
la primera mirada del prohominido nos permitió ser lo que somos cuando oteo un horizonte lejano al incorporarse y empezar a caminar erecto. Desde entonces es el don mas humano que tenemos los¿ homo sapiens-sapiens?
ResponderEliminarPodría haber sido un momento impresionante, Alfa. Pero claro, sabemos que esa primera mirada (esa sensibilidad) fue evolucionando poco a poco desde los primeros organismos unicelulares hasta poder captar el relieve, el color y la constancia de forma. Y ese modo de ver el mundo ni es el único ni el mejor. La visión de las aves es más precisa, y otros animales conocen zonas del espectro de las que no tenemos ni idea. Incluso hay seres que ven lo que nosotros interpretamos como calor.
EliminarEl mundo que ese prohomínido vio, sin embargo, es el más congruente con el resto de nuestra conducta y aquel que necesitamos para sobrevivir. Vamos a ver si el homo sapiens no mete la pata y se lo carga.
Un abrazo.
Isabel ¿De donde sacas tiempo y fuerzas para ordenar las fotos en el ordenador? Como no hay carretes ni revelados sacamos miles en unos días y luego.......se queda en propósitos de enmienda lo de rotularlas y clasificarlas.
ResponderEliminarAy, Javier, antes era una gozada: poníamos las 4 fotos de un día y poníamos: "En Madrigal de las Altas Torres, comiéndonos una paella" y al lado en el álbum un marcador que compramos allí, la cuenta del restaurante y la tarjeta, lo que nos dieron sobre el lugar en la Información turística... Ahora pongo, por ejemplo el mogollón de fotos de Suecia y pongo: "Viaje a Suecia, septiembre de 2015" y ya está. Ni detallitos ni tickes de la guagua ni descripción de las comidas ni datos turísticos. Los viajes han perdido algo de su encanto sin esos álbumes evocadores, la verdad.
EliminarHola. me gustó leer tus 'miradas'. Dentro de la comunicación no verbal una mirada es la fórmula más expresiva. Con una mirada sobran las palabras. Seguimos en contacto
ResponderEliminarPor algo se dice que son las puertas del alma, Marta.
EliminarUn abrazo.
Mira que he ensayado esa mirada arrebatadora y me sigue sin salir. La de complicidad es mucho más fácil. Me ha encantado Isa.
ResponderEliminarJuancho no te preocupes,
EliminarGustavo tampoco lo conseguía
Jajajaja, Juancho, es que Gregory era mucho Gregory. Pero me consta que a ti también te sale cuando no te das cuenta.
EliminarY también es verdad que debe ser agotador estar todo el día arrebatador. La mirada cómplice es mucho más cercana, más fácil, más divertida y más cariñosa. He compartido contigo muchísimas miradas cómplices :-D
A mí me pueden las miradas cómplices y las arrebatadoras. Las manhattanitas no me gustan nada. Ya las sufría desde niña y me sigue pasando.
ResponderEliminarPero, sobre todo, me siguen atrayendo las miradas limpias y muy abiertas. Las dispuestas a disfrutar y a aceptar todo lo que abarcan. Esas que no juzgan ni ponen etiquetas. Siempre dispuestas a ver hasta lo más lejano... Esas son las que prefiero, Jane.
Buena preferencia, Cehachebé. Por una mirada directa y limpia, que te permitiera el acceso al alma y no escondiera dobleces, se puede dar, como decía Bécquer, un mundo.
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