La foto es de las sopas de miel que mi amiga Nievitas ha hecho estos carnavales en La Palma. Está acompañada con una botellita de mistela. |
Como los humanos somos así de noveleros, hoy seguimos con ganas de juerga un poco más que antaño y nos inventamos la piñata, pero, en fin, la cosa está ya liquidada (o eso creo), los disfraces guardados hasta el año que viene, las dietas de "el lunes empiezo" funcionando más o menos y los kioscos y atracciones de feria de la Avenida, ya recogiendo los matules en grandes camiones.
Nosotros de chicos en el Carnaval no íbamos al colegio disfrazados (¡qué excentricidad!), ni habitualmente nos poníamos disfraces durante esos días. Por las calles -salvo "el Mudo", que siempre se presentaba a premio- se veían, más que disfraces elaborados, mascaritas que revoloteaban metiéndose con todo dios: "¿Me conoces, mascarita?". Pero hay dos cosas que comparten los carnavales de antes y los de ahora: las ganas de divertirse y vacilar y los excesos gastronómicos. Don Carnal volviendo por sus fueros.
En mi casa, mi abuela, que, como buena palmera, era una repostera excelente, durante esos días -y en espera de amigos y parientes que se dejaban caer antes de los bailes- se metía en la cocina y de allí salían bandejas de esponjosos merengues, bollos y panes de leche, dulces torrijas, crujientes almendrados, melados marquesotes... Y, sobre todo, sopas de miel, el dulce estrella de los carnavales. Hasta que murió mi madre, que siguió la tradición, no me di cuenta de hasta qué punto asociaba en mi memoria los carnavales con las sopas de miel. Nunca más se han hecho sopas de miel en casa y cada año después, esa omisión ha introducido un punto de tristeza y añoranza en mi vida.
A mi madre le traían la miel de caña de Los Sauces y ,con un poco de agua, ponía 2 kg. de miel a calentar. Al líquido dorado le añadía canela en rama, matalahúva, cáscaras finitas de naranja y limón y almendras tostadas y picadas. Y luego, con la miel en el punto justo de hervor, introducía el pan poco a poco y lo iba sacando después con la espumadera. Y allí teníamos en el plato las rodajas, dulces, morenas, embebidas y cubiertas de miel y almendritas, deliciosas y prestas para ser saboreadas. El sabor de la infancia.
Hace ya mucho tiempo que el Arcipreste de Hita cantó la victoria de Doña Cuaresma, Pero ¿ganó realmente? Don Carnal viene a decirnos que hay que hacer acopio de las dulzuras de la vida mientras sea momento para ello, que ya habrá tiempo de cuaresmas y abstinencias. Su espíritu es el espíritu del ¡que me quiten lo bailado! Y, por mi parte, pienso que no puede ser derrotado, mientras permanezcan en las papilas gustativas de la memoria el regusto dulce de unas sopas de miel de carnavales como las que se hacían en casa. Para mí, ha ganado Don Carnal.
Este ciudadano chicharrero, casado con una palmera desde hace más de 30 años, siguiendo la receta heredada de mi suegra, Rosario Matos Abreu "Charo" (bendita donde quiera que esté)se ha atrevido, en alguna ocasión, a elaborar tan delicioso postre, pero me suena a mí más propio del carnaval eclesiástico que del profano, aunque repetir lo bueno nunca está de más.
ResponderEliminarSaludos.
Mi madre también era Charo, Miguel Ángel ¿Por qué lo ves más eclesiástico? Para mí es profano total, con ese sabor tan rico que es casi pecado ¿Y es tu receta como la mía o tiene algún truco más? Igual un año de estos me atrevo a hacerlas.
EliminarDios, qué pinta tiene esooooo!!! Voy a buscar la receta en internet a ver si la encuentro.
ResponderEliminarGracias, Isabel.
Un fuerte abrazo
Sí está la receta en internet, Celia. Y no difieren mucho de la que he puesto que hacía mi madre. Si acaso, ves con más detalle las cantidades. A ver si te animas a hacerla. Pero eso sí, la miel tiene que ser de caña, no de abeja. Si no, no es lo mismo.
EliminarEs una receta típica de la isla de La Palma. Son famosos los dulces palmeros y en mi casa las mujeres de mi familia, todas de allí, eran expertas reposteras. Mi amiga Conchi todavía me recuerda las meriendas de nuestra infancia en la que nos poníamos las botas.
Un abrazo y que las disfrutes.
Ay, Isa, no sabes el emboste que me he metido entre pecho y espalda, o sea, en la panza. Me he comido yo solita, un tupper entero. Como en casa de Tere no las comen, pues hala, de postre en el almuerzo y la cena y, alguna tarde, también. Ahora toca abstinencia, no sólo por que lo manda la Sta. Madre Iglesia, sino también por los remordimientos de haber subidos 2 soberanos kgs. Pero a mi no me quitan lo bailado ni lo saboreado. Qué ricas están las sopas de miel!!!
ResponderEliminarEse es el peligro, Ani, que tienen los viajes a La Palma. Incluso para aquellos que, como tú, no han parado de brincar y bailar en estos carnavales de los indianos. No me extrañaría nada que uno de los motivos ocultos de la cuaresma fuera equilibrar el organismo y depurarlo de los excesos cometidos.
EliminarDe todas formas, suertuda, tú te lo puedes permitir, porque tienes lo que mi amigo Melchor (y yo también) le pide siempre a los Reyes Magos: un metabolismo.
¡Y que te quiten lo bailado!
¡Me encantan las sopas de miel! Exquisitas
ResponderEliminar¿Y a quién no, Belén? Sencillas, dulces, y a ni uno solo de los ingredientes se le puede hacer un fos: pan, miel, almendras... ¿Qué más queremos para después ir a bailar en los carnavales?
EliminarCuántos recuerdos y cómo siempre derrochando cultura, gracias infinitas.
ResponderEliminar¿Las sigues haciendo tú, Carmelita? Como la magdalena de Proust, los sabores arrastran los recuerdos y este en particular me trae escenas de tardes de merienda y de postres un domingo de carnaval. Pero sobre todo de ver a mi madre y a mi abuela en la cocina haciéndolas por estas fechas, y los niños intentado picar una almendra con miel despistada
Eliminar¡Como dices, qué recuerdos!
Hola. muy apetecible. En mi época tampoco se hacían en la escuela los festivales de disfraces de carnaval. Seguimos en contacto
ResponderEliminarAy, Marta, si vieras los que me he gozado yo con mis nietos... Hace un año ya me dije que era puro masoquismo ir a verlos, que yo los quiero mucho pero ver pasar clase tras clase haciendo el show era demasié. Mis hijos sí iban disfrazados un día al colegio pero sin actuación.
EliminarSiempre me acuerdo de una pobre niña que se vistió de María Antonieta y apareció toda almidonada y con peluca empolvada el día equivocado. Todos de uniforme y ella de María Antonieta. El trauma debe haberle durado toda la vida.
Yo sí que recuerdo disfrazarme en el colegio, pero lo que no tengo asociado al carnaval es ningún dulce. En mi familia eran más de pasar las penas que de atiborrarse, porque lo de no comer carne en los viernes sí que lo recuerdo (con el asquito que me daba el potaje). Mi abuela sí que hacía torrijas en Semana Santa, y para los que no les gustaran también hacía turrillos, un dulce abulense que no tiene nada que ver, en principio con la Semana Santa, aunque yo lo asocié a ella durante muchos años.
ResponderEliminarNunca he probado las sopas de miel, lo anoto en mi lista de tareas pendientes.
Besotes!
¡Pues hay un montón de dulces típicos del carnaval! En Italia, los castagnole, que son unas bolitas muy ricas; en Nueva Orleans, el King cake, un bizcocho típico de este tiempo; en España, las orejas y las filloas gallegas, las flores fritas de carnaval, típicas de varios sitios... Esta antesala de la cuaresma siempre ha estado bien surtida de dulces y postres para recordar en tiempos más austeros. Ahora que vienen, sacaremos las recetas de los potajes de vigilia, los potajes de cuaresma, los buñuelos de viento, los bacalaos... que también están muy ricos, oye, pero que no son lo mismo.
EliminarMás besotes.
Qué buenas reposteras son las palmeras, uhmmmm que ricas las sopas de miel y qué gusto leerte, un abrazo.
ResponderEliminarEs verdad, Úrsula, mi abuela fue un ejemplo de ello. Recuerdo verla amasando, o haciendo figuritas de azúcar o preparando los bollos de leche... No solía hornearlos en casa sino que le gustaba más ir al horno de leña cercano. Y cuando ya se apagaba el horno, en la boca ponía los merengues, que se hacían con el calor residual. Así le quedaban de buenos, los mejores que he comido.
EliminarUn abrazo.
Cuántas cosas buenas tiene La Palma. Desde el abrigo verde de sus pinos hasta el azul profundo de sus playas, pasando, cómo no, por su gente y su rica gastronomía. No me cabe duda de que no hay otra repostería mejor en las islas, o al menos no tan sustancial como la Isla Bonita. En esa tierra siempre ganará Don Carnal, el desenfreno y los excesos, porque sería pecado no probar sus ofrendas de sabor sagrados.
ResponderEliminarCada vez que voy allí (menos veces de las que quisiera) vengo encantada de la vida. Es una isla preciosa, con rincones sorprendentes, y sin malear por el turismo que es lo bueno. La gente es acogedora y muy amable, se come muy bien (o por lo menos hemos tenido suerte en los sitios en los que hemos comido) y te vas de allí con ganas de volver. Yo me tengo prometido a mí misma ir este año de nuevo. A ver si organizamos algo juntas como la última vez :-D
EliminarHola Jane. Cuando era un niño nos disfrazábamos con un vestido de mi abuela (negro o marrón, por supuesto),unas alpargatas viejas y hacíamos una máscara en forma de capucha (unos agujeros para los ojos, uno para la nariz y otro para la boca). Salíamos en grupo de tres o cuatro y llegábamos a las casas de los amigos o familiares con la consabida frase: ¿Me conoces mascarita? (nada de truco o trato). Muchas veces no nos reconocían, y nos daban un huevo duro, o un poco de bizcochón, o nada. Nos divertíamos y eramos felices....(bendita ignorancia). Luego en nuestras casas o en las casas de nuestros tíos, comíamos sopas de miel....es un sabor que tengo asociado a la infancia y a la Felicidad . Casi todos los años hago sopas de miel, este año no las he hecho porque sólo consigo miel de caña de Motril, así que si no consigo otra será con esa. Me a lo mismo que haya pasado el Carnaval y sea Cuaresma. Cuando las coma me acordaré de mucha gente presente y ausente. Comeré un gran trozo a tu Salud y a la de todos tus lectores.(En mi receta no aparece la naranja y las almendras picadas y tostadas se las pongo de adorno). Un beso Jane. Juan.
ResponderEliminarQué bueno, Juan, te puedo imaginar de niño, con cara de pillo y vestido de esa guisa ¡Y qué bien se pasaba haciendo ruindades!
Eliminar¡Y no me digas que ya en Los Sauces no hay miel de caña! Pero si era el reino de la caña de azúcar... Recuerdo chascar la caña en casa de mi tía Nena y notar el jugo cayendo por la barbilla para abajo. Ya hablábamos el otro día que ya no se ven trapiches y hace siglos que no veo cañas por ahí. Eso no puede ser.
Sí, cómete un trocito a mi salud (si te tuviera más cerca, iba a probarlas, seguro). Mi madre sólo le ponía un poco de cáscara de naranja y las almendras iban dentro pero también al final sobre todas las sopas. Son los sabores de la infancia que siempre nos acompañan.
Un beso, Juan.
Pues si. Yo relaciono los carnavales en La Palma con las sopas de miel. Mi madre no fallaba elaborando tal exquisitez en esos días. También las hacía (y sigue todavía) una prima hermana mía, mucho más mayor que yo, que seguro me insultaría si yo por estas fechas estoy por allí y no voy por su casa a probarlas. Son verdaderamente ricas. Y siempre me pregunta ¿Qué?, porque sabe que yo deliro con sus sopas de miel de caña dulce de Los Sauces, almendras de Puntagorda o El Paso y pan de Breña Alta -faltaría más-. Perdona que sea tan palmero. Me salió el rejo.
ResponderEliminarMenos mal que me casé con una lagunera y me enseñó a apreciar otros manjares. No puedo dejar de alabar las torrijas de mi suegra que también las hacía por estas fechas. Ricas, ricas... Algún que otro año aparece una bandeja de tales dulces hechos en casa -con pan de molde pa que te jodas-, que coincide con la estancia de alguno de nuestros hijos por estos lares. No es lo mismo.
Lo del pan de molde, Enrique, es casi un sacrilegio. Por Tegueste hacen buenos panes de leña, búscate uno de esos al menos. Y ya me dice Juan en el comentario anterior que no se encuentra miel de caña de Los Sauces. Menos mal que las almendras de Puntagorda siguen estando ahí.
EliminarMuchas veces me pregunto porque algunos platos no me salen como a mi madre si los hago igual. Y luego caigo en que los ingredientes no son como los de antes, que la carne, por ejemplo, ya viene o congelada o refrigerada y que, para encontrarla fresca hay que hacer un viaje, o cosas como esta de las sopas de miel.
Si a un palmero no le sale el rejo palmero, apaga y vámonos. Y si no le gusta un dulce, igual.
Un beso, Enrique, y a seguir ejerciendo de tal.
Las flores fritas las hacen también en La Palma en carnaval. La hermana de mi amiga Tere, Pili, también amiga mía, las hace riquisimas. En la familia las llaman "comeycalla". Así las llamaba la madre. No sé de donde viene ese nombre.
ResponderEliminarHe visto que son muy típicas en Castilla La Mancha y Extremadura, con formas muy bonitas además. Pero ¿qué no harán las palmeras? Y lo del "comeycalla" se explica fácil: si hablas, te quedas sin ellas. :-D
EliminarQué delicia, Jane. Quiero probarlas! Deliciosos dulces (y salados) que nos abren las puertas de la memoria y nos acercan de nuevo a los que ya no están. Por cierto, para mí también gana Don Carnal :)
ResponderEliminarSon de esos dulces que se hacen una vez al año. Unas sopas de miel en verano no pegan. Así que a esperar un años más e ir a La Palma a comerlas. De paso ves una de las islas más bonitas.
EliminarUn beso.
Este año no pude ir a mi Carnaval palmero. Me has hecho recordar lo ricas que son las sopas de miel. Se me ha hecho la boca agua. También me encantan las torrijas como las hacen allí. Una vez fritas, las sumergen en almíbar. Están de vicio.
ResponderEliminarYa vendrán otros carnavales, Ani, con sus sopas de miel y sus guiños a Don Carnal.
EliminarMi madre también metía las torrijas en almíbar y las solía hacer en Semana Santa. ¿Por qué será que todo lo bueno engorda o es pecado?
¡Y afortunadamente, Isabel! Ya la vida trae amarguras que vienen solas para castigarme con abstinencias fútiles que a nadie hacen bien...! Un abrazo y que vivan las sopas de miel y las torrijas...
ResponderEliminar¡Que vivan por muchos años! Ayer pasé por las Catalinas de La Laguna y en un pequeño Museo que hay vi silicios, cadenas para azotarse y tiras de clavos para sentarse sobre ellos. No me puedo explicar qué lavado de coco puede haber llevado a monjas jóvenes y se supone que sanas a autoflagelarse de esa manera. Como si disfrutar de esta vida fuera un pecado tan grave... Esta Doña Cuaresma debe tener los cables cruzados.
EliminarMe ha encantado tu reflexión Isabel pensé que habías ido al convento a comprar sopa de miel♥️
ResponderEliminarJaja, no, pero si las llego a ver, las compro, aunque sea para matar la nostalgia. No he visto nunca un sitio donde las vendan, pero a lo mejor en tu isla natal sí los hay. Hoy mismo una amiga me comentó que a ella se las regalaron y que le parecieron excesivamente dulces y remelosas y no aptas para su régimen. Entiendo sus críticas, pero a pesar de todo, yo ahora me comería un trocito si estuvieran cerca.
EliminarUn abrazo, Rosa.