lunes, 23 de mayo de 2016

La bacinilla de oro

Wáter en Uddevalla, Suecia. Daba gusto sentarse entre tanto libro
¡Mira que los seres humanos somos rebuscados a la hora de hablar y de jugar con el lenguaje! Tan pronto proferimos palabrotas salpicándolas en la conversación como quien siembra margaritas, como embellecemos o disfrazamos toda aquella palabra que pueda incomodarnos, asustarnos o simplemente aburrirnos ¡Ah, los eufemismos ("hablar bien")! En este uso cosmético del lenguaje los usamos para todo, pero particularmente a la hora de referirnos al sitio en el que hacemos nuestras necesidades más primarias. Eufemísticamente hablando, al wáter o retrete.


¡Y con toda la razón! Resultaría muy feo que, cuando -un suponer- nos invitaran al palacio de Buckingham y nos diera un apretón o tuviéramos una necesidad, le preguntáramos al mayordomo que dónde está, please, el cagadero o meadero. Mucho mejor embellecer el término, que luzca bonito y que no parezca lo que realmente es.

Y así empezamos a decir letrina (que viene del latín latrina, baño), excusado (mi marido recuerda que su abuelo lo llamaba así), y retrete, que era el nombre que usábamos cuando niños. Significó desde el siglo XV "aposento pequeño y recogido en la parte más secreta de la casa" y, en principio, era un término muy poético, no en vano aparece en un comentario a San Juan de la Cruz que habla del "retrete interior del espíritu". Pero parece que tampoco nos pareció muy fino porque sucesivamente han ido apareciendo tocador, toilette (los extranjerismos son muy socorridos), cuarto de baño, aseo, lavabo, inodoro, servicios o water-closet (WC) (cuartito provisto de agua), que recortamos a wáter. 

De todo este tejemaneje de palabras que han proliferado para designar uno de los lugares más frecuentados por el ser humano me he enterado por un librito delicioso, que leí hace poco, de José Antonio Millán titulado "El candidato melancólico". Pero todavía hay más. Las monjas de la Asunción en aquellos tiempos de nuestra infancia enseñaron a decir a sus alumnas que, cuando quisieran ir al wáter, pidieran sortir, salir en francés, Pero ellas, identificando la acción con el lugar, terminaron llamando sortir al retrete ("Madre ¿puedo ir al sortir?"). Mi amiga Ani, que trabajó en el Ayuntamiento, me cuenta que allí lo llamaban "la depositaría". Otros nombres más de andar por casa fueron pipiroom (que ya es cursilada) o Wenceslao Cabrera (por lo de WC). Y hasta Agatha Christie en "El tren de las 4,50" se refiere a él, crípticamente, como arriba, cuando  Miss Marple monta una escena con su amiga Elspeth y le pide que vaya al wáter en un determinado momento:

- ...lo que yo te digo, Juana, es que todo parece muy extraño.
- No tiene nada de extraño- dijo Miss Marple.
- Bueno, a mí me parece que sí. Llegar a la casa y preguntar casi inmediatamente si puedo... ejem... ir arriba.
- El tiempo está muy frío -indicó Miss Marple- y, después de todo, puedes haber comido algo que te ha sentado mal y... en fin... puedes necesitar ir arriba. Quiero decir que estas cosas suceden. Recuerdo a la pobre Luisa Felby, que vino a verme un día y tuvo que ir arriba cinco veces en menos de media hora. Aquello fue un pastel de carne de Cornualles que salió malo.".

¿Qué podemos concluir de todo esto? Que las palabras encierran realidades y que, por mucha cirugía estética que se les haga, la realidad siempre está ahí, inamovible. Los wáteres, retretes, excusados, etc, etc.,, están para lo que están y a ellos se va a lo que se va. García Márquez lo dejó clarísimo en "Cien años de soledad":
"... de verdad la bacinilla era de mucho oro y de mucha heráldica, pero lo que tenía dentro era pura mierda...".
Pues eso.

31 comentarios:

  1. ¡Real como la vida misma! Yo tampoco he podido entender nunca esa especie de miedo a la hora de emplear palabras tan simples y normales, la verdad.
    Buena reflexión amiga. Feliz semana.

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    1. Millán en el librito que comento empieza el capítulo dedicado a los eufemismos (lo titula "Ese preciso lugar") diciendo que estos ocurren sobre todo con las palabras "que tienen relación con funciones corporales (eliminación, sexualidad...) o con comportamientos sociales impropios. Para no mencionar algo que pueda ofender al oyente, o para no dar una mala impresión del hablante, se sustituye una palabra demasiado "cruda" por otra que tiene un significado más lejano.". Ah, no, que yo soy una dama muy fina y no voy a quedar mal diciendo vulgaridades. Antes muerta que sencilla.

      Y después están los eufemismos que se usan en política para engañar: "ajustes" en lugar de "recortes", "crecimiento negativo" en lugar de "recesión" o "crisis" (esto lo dijo Luis de Guindos), "devaluación competitiva de los salarios" en lugar de "bajar el sueldo", "ERE" en lugar de "despido" (o de "echarte como agua sucia"), "conflictos laborales" en lugar de "huelgas", y así sucesivamente.
      Así que, como ves, el miedo a usar palabras sencillas y normales tiene múltiples razones de fondo. Y los eufemismos son los reyes en los medios de comunicación, en la moda, en la publicidad, en la política... en el lenguaje diario. Me da que no nos libraremos de ellos.
      Feliz semana.

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  2. ¡Jajajajaja! Que entrenido este repaso a los ricos recursos de nuestra lengua para disimular lo indisimulable. A mí me hace mucha gracia en las pelis antiguas cuando dicen eso de "voy un momento a empolvarme la nariz", me gustaría dar esa excusa cuando tengo que ir al baño y estoy con otras personas, jajajaja. Bss

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    1. Yo me acuerdo, Mónica, como contrapartida, de oír a los chicos decir "Me voy a cambiarle el agua al pajarito". Hubiera sido interesantísimo oír un diálogo en el salón de té de Lady Westinghouse en el que la dama diga lo de empolvarse la nariz y el caballero lo del pajarito ¡El colmo del disimulo!

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  3. A veces la cirugía llega a tal extremo que no puedes ni siquiera decir que vas al baño, enseguida te acusan de dar demasiada información.
    Un abrazo.

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    1. Sí, pero parece que somos muy aficionados a decir a dónde vamos (yo, por lo menos, soy muy explicada). Ya ves el "arriba" de la novela de Agatha Christie... Cuando yo era chica e iba en los veranos a Los Sauces, el pueblo de mis abuelos, había muchas casas en las que todavía no había wáter (¡y eso que se inventó como tal en la Ilustración!). Pues bien, muchos salían discretamente de la habitación, pero la mayoría decía lo de "voy un rato a las plataneras".
      Un abrazo.

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  4. Blanca Martín Torres23 de mayo de 2016, 15:59

    Muy bueno Isabel! Al pan, pan y al vino, vino. Un beso

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    1. Gracias, Blanca. Hasta está la película de "¿Por qué lo llaman amor cuando quieren decir sexo?". ¡A llamar a las cosas por su nombre! :-D
      Otro beso.

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  5. JEJEJE... yo digo ir al pisrrum... Qué grande Gabo... Qué grande tú... Besazo...

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    1. Eso del pisrrum no lo conocía, pero se entiende a la perfección.

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    2. Je... y españolizado...

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    3. Y menos cursi, la verdad. No puse otros significados, pero hay más, por ejemplo, "común", que lo recoge la Academia como "sitio donde se depositan las inmundicias" y que, dice Millán, "probablemente había llegado a ese significado a través del sentido "usado por muchos"). O "trono", referido a la taza solamente, y que es una manera de encumbrarla a las alturas de la realeza.
      Otro besazo para ti, Gladys.

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  6. Carmen María Duque Hernández23 de mayo de 2016, 16:04

    Me encanta como escribes , gracias mi niña, salud para todos y sé feliz.

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    1. Gracias a ti, Carmelita. En eso de ser feliz estamos (dentro de lo que cabe).
      Un abrazo grande.

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  7. Cuántas palabras para decir lo mismo!. Cuánto eufemismo para disimular lo más simple!

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    1. Los seres humanos no somos sencillos como el mecanismo de un lápiz. Somos retorcidos, complicados, barrocos, tortuosos... Y si podemos decir "circunvalación", que es más largo y más sonoro, no diremos nunca "rodeo".
      Y así nos va.

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  8. Cuántas palabras para envolver una función tan simple. Nunca he entendido por qué cambiamos el término según el lugar donde lo necesitamos. Si estamos en casa de una amiga nos referimos a él como "el baño" y rara vez nos vamos a dar una ducha en casa ajena, jajaja. Si estamos en el restaurante se convierte en "el servicio". En el teatro lo bautizamos como "el tocador" y en los medios de transporte es "el aseo". Sí creo como tú, son demasiados términos para idéntico fin. Puede ser que esa variedad sea fruto del bochorno que nos ha dado siempre el aviso de un apuro, relacionado con el desahogo de nuestras partes íntimas en un entorno de carácter público ¿No crees? A mí, si me dan a elegir, me quedo con la visita a Roca, que siempre me ha resultado ingenioso.

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    1. No había caído, Cande, en eso de los cambios de nombres según sean los sitios. Y es verdad que se desvía el nombre a otras funciones, menos "escatológicas", como es el baño o el lavarse las manos ("lavabo"). Por cierto, la historia del término "lavabo" es también curiosa. Viene de un salmo que se recitaba en misa, en el momento en el que el sacerdote se lavaba las manos y decía en latín: "Lavabo inter inocentes manus meas" que significa: "Lavaré mis manos entre los inocentes". De ahí se dio nombre primero a una toalla y después al cuarto en donde te lavas las manos (además de otros menesteres).
      Y mira que hemos dicho palabras para designar el wáter... En estos comentarios, se ha dicho lo de "empolvarse la nariz", el "pisrrum", lo de las plataneras... Y ahora "la visita a Roca". No se nos escapa ni una. :-D

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  9. Fantastico quote el de Márquez. A veces se pierde el glamour o los ornamentos. Sobre todo cuando se tiene un Colón irritable

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    1. La perorata de Fernanda del Carpio a su marido Aurealiano Segundo, nieto de José Arcadio Buendía y Úrsula Iguarán, es de lo mejorcito y más divertido de "Cien años de soledad". La de la bacinilla de oro es "una fijodalga de sangre, como ella que tenía derecho a firmar con once apellidos peninsulares..." (como ves lo de los apellidos no es cosa reciente, como parece mostrar la película de los 8 apellidos vascos).
      Y no, por favor, el glamour no se debe perder ni sentado en el "trono".
      Un abrazo, Abraham.

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  10. Como siempre, genial. Estoy de acuerdo con Cande en cuanto a que, dependiendo donde estés , nombramos de distinta manera. Si estás en casa dirás voy al baño (cuarto de baño) . Si estás en un bar no vas a preguntar por el baño. Lo mismo te dicen que te vayas a bañar a tu casa. Yo pregunto por el servicio aunque lo mismo me contestan que lo tengo puesto en la mesa. Me he acordado Isa, cuando dijiste lo de ir un rato a las plataneras de una anécdota que ocurrió en mi casa cuando yo era pequeña. Vino una persona conocida del pueblo donde nació mi madre y pasó al baño. Cuando salió ,mi madre comprobó con horror que orínó en el bidet e hizo las obras mayores en el inodoro. Probablemente también estaría acostumbrado a dar sus paseos por las plataneras.

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    1. ¡Qué buena anécdota!Aunque a tu madre no le haría maldita gracia. El bidet durante mucho tiempo fue ese gran desconocido en las casas. "Bidet" es caballito en francés (puesto porque uno de sienta en él con las piernas abiertas como cuando monta a caballo). Para mí lo mejor que se ha dicho del bidet (o bidé) fue la canción de La Trinca "El barón de Bidé". Ahí te va:
      En el siglo dieciocho en París hizo furor
      el Barón de Bide, famosísimo inventor.
      El Barón especulaba con la posibilidad
      de tomar baños de asiento sin perder la dignidad.
      En las fuentes de Versalles contempló con estupor
      a unos patos arrimar el culo a un surtidor.
      Y exclamó el señor "Mesié": ¡Eureka! Je le encontré
      Ohlalá! Oh! mondié!
      je feré une filigrane
      que serà una palangane
      con el chorro incorporé!
      Con la excusa del diseño el Barón el muy truhán
      se pegaba el gran filete con madame de Chateaubriand.
      La eficacia del invento alcanzó tal dimensión
      que en la corte del gabacho desdenció la polución.
      Insaciable el populacho exigía su bidé
      para poderse lavar sentado y no de pie.
      Y salieron en cuadrilla y tomaron la bastilla
      ¿Quesquesé se merdé??? preguntaba la nobleza,
      la revolución francesa, ¿Quesque vous avez pensé?
      Se instauró le egalité, liberté y fraternité
      y en París no quedó ni un trasero sin bidé.
      Y así gracias a Danton, a Marat y a Robespierre
      las madamas de la Francia, se lavan la "pomme de terre"
      Y al Barón por este invento las naciones honrarán
      como al conde de Foi-gras y al Marqués de Croissant.
      Y este es el relato exacto del Barón y su artefacto.
      Y jamás hallarás sensación más refrescante
      por detrás y por delante, por delante y por detrás.

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    2. Jajaja. Qué bueno!!. No lo conocía.

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    3. Si puedes, mírala en youtube, porque cantada por la Trinca, es divertidísima.

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  11. Me ha encantado, como ya preveía.

    Mi aportación es "Ir al fondo", eufemismo que al parecer emplean (o empleaban) los dependientes de "una cadena de grandes almacenes" (otro eufemismo) para indicarle a su jefe que iban al citado lugar.

    Una vez, en una de esas tiendas oí a una de las trabajadoras decirle a su encargado:
    - José Luis, me voy al fondillo ¿eh?

    Pues eso, el fondillo.

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    1. Qué bueno, otra palabra más para la colección de eufemismos: el fondo. Que si lo piensas, hasta está relacionado con el fondillo y no iba desencaminada la dependienta.
      Aunque el fondo parece más difícil de buscar. Alguna vez le dedicaré un post a los carteles que se ponen para anunciar "el fondo". Por lo pronto hace poco en una tasca de pueblo encontré WC (para caballeros) y WS (para señoras).
      Un abrazo.

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    2. WS para señoras!! Me muero!! Es genial!

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  12. En cuanto leí tu divertido e instructivo post, me vino a la cabeza la más filosófica forma de nombrarlo que conozco, Jane. Y esa forma está en mi piso, junto a la puerta de entrada del cuarto de baño y su autora, en su día, fue mi madre.
    Te cuento: andaba yo enfrascada en poner un nombre a cada una de las estancias de mi nuevo y recién estrenado piso, cuando llegó el difícil momento de bautizar, precisamente, el lugar en el que suele encontrarse el protagonista de tu serie de eufemismos. Después de darle mil y una vueltas, se me ocurrió comentar, con mi madre, las dificultades que estaba teniendo para lograrlo, y ella, con una facilidad pasmosa y en un santiamén, me dijo: "Llámalo el Rincón de lo inevitable".
    Desde entonces, así continúa y continuará, porque me parece una de las maneras más descriptivas, a la par que elegante, de referirse a un objeto que recibe, exactamente eso: lo inevitable.
    Tú, que de Filosofía sabes un montón, podrás valorar con mucho conocimiento de causa, cuánto de verdad debe encerrar el que, a partir de ahora, en vez de preguntar por dónde está el water, el retrete, el sortir, el inodoro o el fondo, preguntemos por dónde está "el de lo inevitable".
    ¿Qué te parece la propuesta, Maestra?.

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    1. Desde luego, el nombre con que tu madre y tú bautizaron ese retrete (o cagadero, por decirlo finamente) es el más romántico, espiritual y filosófico de todos los propuestos. Inevitable y necesaria es esa función humana que también tiene múltiples sinónimos: excretar, defecar, deponer, evacuar, descargar, hacer de vientre, hacer caca (mi abuela decía "obrar")... Ante todos esos, "lo inevitable" es mucho más elegante, dónde va a parar. Aceptada la propuesta.

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  13. Hola Isa, estoy en la playa, de haber leído este post antes, te habría mandado una foto del "retrete" de mi casa de Alájar, situado en el corral o huerto de la casa, donde no se veía. Fuera de la vivienda, como si las necesidades fisiológicas no fueran con sus moradores.
    ¿Te imaginas una noche de invierno, con lluvia y sin luz?.

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    1. Es ese precisamente el lugar que el retrete tenía antiguamente y por eso se llamaba así: el cuarto más secreto, escondido y alejado de la casa. Muchas veces incluso con un agujero que daba al goro del cochino o al río o, como en tu caso, en la huerta o corral.
      Por esa incomodidad la gente acostumbraba a poner al lado de la cama el orinal o bacinilla. No era cuestión de levantarse a oscuras en plena noche a buscar a tientas el retrete. Conocí muchas casas de campo en las que pasaba lo mismo.

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