lunes, 9 de agosto de 2021

Érase una vez un duende


Cuéntanos un cuento, Aba,
me piden mis nietos pequeños en este fin de semana que se han quedado en casa.

Uffff... Un cuento... Los cuentos de los niños tienen sus condiciones, no crean. El empezar (Érase una vez...) y el terminar (Colorín, colorado...) son inmutables, como puertas fijas de entrada y salida a otro mundo. Lo que hay entre uno y otro, no tanto. Aunque les gusten los clásicos, mejor si es inventado. Además, tienen que salir ellos, de modo que si les cuento, por ejemplo, "La casita de chocolate", Hansel y Gretel se transforman en Álvaro y Julia. Y también cambian algunas cosas. Por ejemplo, la casita, una vez Julia empuja a la bruja a la chimenea, les sirve a los niños para celebrar los cumpleaños y las fiestas de pijama. Así se ahorran las chuches (que también cambian según el gusto de ellos: a veces la casita es de helado o de caramelo)).

Así que ahora toca contarles un cuento, un cuento de verano, como corresponde a este mes de agosto, que en mi pueblo transcurre entre sol brillante y chaparrón suave, y como corresponde a este oficio de abuela.

Érase una vez un duende de la arena - empiezo. Y antes de que pregunten qué es eso, sigo.

Los duendes de la arena son seres muy pequeñitos que viven en el fondo del mar. Son divertidos, juguetones y graciosos. Tienen el color de la arena con la que se confunden y por eso casi no se les ve. Les encanta jugar con sus amigos, las sirenas, los caballitos de mar, los pulpos, las medusas, los delfines y los cangrejos. Todos arman unas fiestas allá abajo que ríanse de los carnavales.

Pero lo que más les gusta a los duendes de la arena es jugar con los niños en las playas. Nadie más los puede ver, ni los mayores, ni los que no creen en la magia ni los vigilantes de la playa. Solo los niños se dan cuenta de su presencia cuando están con cubos, palas y rastrillos intentando hacer un castillo en la Playa de la Arena. A Julia y a Álvaro muchas veces se les desbaratan y desgorrifan las torres, se les llenan de agua los fosos y aquello parece más un potaje de berros que un castillo.Pero entonces se produce el milagro. Notan que junto a ellos hay un reburujón de arena que poco a poco les va ayudando con su magia a que todo salga bien y a terminarlo antes de que suba la marea, el gran reto de los castillos de arena. Construyen torres unas encima de otras, puentes entre ellas, túneles, almenas, caminos, puertas y ventanas. No solo pueden poner banderas en lo alto, sino que, misteriosamente, cerca aparecen estrellas de mar, caracolas, conchas de nácar, perlas (o algo parecido), piedritas pulidas y transparentes... que van a adornar los muros haciendo que el castillo parezca el palacio de las hadas. A los niños les gusta mucho y notan que al duende también.

Pero hace poco los niños echaron de menos al duende. No estaba en la playa, ni en las olas, ni en el quiosco de los helados. Por más que lo buscaron, no aparecía. Hasta que vieron el periódico que Aba leía y leyeron la noticia de que muy lejos, en Dinamarca, un país del norte, alguien había hecho un  enorme castillo de arena, de más de 20 metros y de 5000 toneladas de arena. Era precioso, tenía torres altísimas, mucho más altas que un hombre, criaturas marinas gigantes, fosos, ventanas ojivales y faros brillando. Y entonces los niños comprendieron que solo un duende de la arena podría haber hecho aquello. ¡Mira dónde estaba! exclamaron los dos. Con razón el castillo no se caía ni por el viento ni por las olas. ¡Era la magia del duende!

Ahora están los dos niños emocionados mirando al mar, esperando a que vuelva el duende y le enseñe más trucos. Están seguros de que entonces el castillo que hagan este verano será el más bonito de toda la playa.

Y colorín, colorado, este cuento se ha acabado.

Y ahora Aba se pregunta si les habrá gustado ¿Recordarán el cuento en estos días cálidos del verano cuando se entierren en la arena como croquetas y jueguen con ella a ser constructores de sueños? ¿Lo recordarán más tarde como para contárselo a sus hijos?

Pienso que seguramente estos cuentos de las abuelas se perderán, como se pierden muchas otras cosas, a lo largo de otros largos veranos en los que yo ya no estaré y el recuerdo se diluya entonces como castillos de arena bajo los vientos y los embates del mar.

28 comentarios:

  1. María Esperanza Reyes Rodríguez9 de agosto de 2021, 11:37

    Muy bonito, me has transportado a la niñez de mis hijos.

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    1. Gracias, Esperanza, también yo, cuando se los estoy contando recuerdo la emoción que sentíamos los niños cuando alguien nos contaba un cuento. Recuerdo una señora de La Palma que cada vez que venía a casa nos contaba cuentos de miedo. Nos chijábamos, pero ¡cómo nos gustaba!

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    2. María Esperanza Reyes Rodríguez9 de agosto de 2021, 11:52

      Si, los cuentos y las historias en la niñez, son importantes en nuestro crecimiento personal.

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    3. Hasta el punto de que casi 70 años después se nos han olvidado muchos aspectos de la realidad vivida, pero no muchos de los cuentos de entonces. Forman parte de lo que somos.
      Espero que mis nietos recuerden algunos también.

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  2. No, no se pierden. Yo todavía recuerdo los que nos contabas a Dani y a mí de pequeños. Son «caldo de cultivo» de otros cuentos propios.

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    1. Jajaja, ¿recuerdas hasta los de la cabra Margarita que los llevaba a Las Teresitas a bañarse con ustedes? Todos los cuentos beben de las mismas fuentes y han ido pasando de abuela en abuela desde el principio de los tiempos.
      Vete preparándote para cuando te toque. :-D

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  3. Que suerte tienen tus nietos de tener esa abuela con tanta imaginación!! ������Seguro que recordarán todos los cuentos que inventas para ellos��������

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    1. No te creas, Nina. Cuando les dije al final si se iban a acordar del cuento ahora que se van unos días a la Playa de la Arena ("igual ven al duende", les dije), Julia me dijo que sí, pero el caradura de Álvaro me dijo que no, con la misma sencillez y campechanería con que me dijo días antes que él sí decía mentiras ("Y Julia también", afirmó tajante). No se corta por quedar bien, no. :-D

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  4. Rosa Henríquez Fernández9 de agosto de 2021, 16:34

    Me encantó. En los cuentos, a mis dos sobrinos más pequeños, siempre había charcas con ranas, peces etc y también me pedían que les contara las travesuras de los niños del instituto.

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    1. A los niños le suelen gustar mucho los cuentos con animales (Esopo y Samaniego sabían mucho de eso). Tú, como buena bióloga, seguro que tienes montones. Yo a veces les cuento cuentos de las palomas de mi marido y les chiflan, sobre todo ahora que las ven nacer y se acercan a ellas para acariciarles la cabecita.

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  5. Rosa Henríquez Fernández9 de agosto de 2021, 16:39

    Los míos muy sencillos, los tuyos mucho más trabajados.

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    1. ¡Qué va! De trabajados, nada. Este mismo nace de verlos hacer afanosamente un castillo de arena y de ver también la maravilla que hacen por esos mundos. El de Dinamarca fue una noticia del 13 de julio sobre un gran castillo de arena en Blokhus, un pueblito costero danés. Va a ser incluido en el Libro de Records Guinness.
      También en Las Canteras hacen preciosidades con la arena.

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  6. Carmen María Duque Hernández9 de agosto de 2021, 17:34

    Muy bonito, besitos para todos

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    1. Me alegra que te guste, Carmelita. Hombre, no es Andersen, pero se hace lo que se puede, jejeje. Y mientras a ellos les guste...
      Un abrazo grande.

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  7. Teresa Cedrés Díaz9 de agosto de 2021, 21:50

    Isa, te voy a plagiar. Mis nietos son inagotables en la demanda ..."abuela , pero el cuento que sea inventado". Y tengo que renovar mis fuentes de inspiración, así que ese duendecillo de la arena va a empezar algunas aventuras por aquí...

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    1. Todo tuyo, Tere. Seguro que el duende puede protagonizar más historias en otras playas. Acuérdate solo de poner el nombre de tus nietos como co-protagonistas. Se lo van a pasar pipa.

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  8. Que importantes somos l@s abuel@s, para el crecimiento integral de nuestros nietitos!!.
    Hacemos de segundas madres y padres, de consejer@s,psicólog@s,y superabuel@s...mimamos, consentimos,aconsejamos y por supuesto,contamos cuentos,vivencias e historias personales de nuestra infancia y juventud...Les encanta todo eso y se fascinan con nuestros relatos.Es un placer inmenso e indescriotible, sentir esa ternura y cariño mutuo, entre nietos y abuelos.
    Gracias por ser un ejemplo de abuela!!. ...M bstos

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    1. ¡Y qué importantes son los nietos para los abuelos! Nos hacen recuperar la ilusión por la fantasía, nos sorprenden con sus salidas, nos reconfortan con sus mimos, nos rejuvenecen. Solo con recordar cómo me recibieron el sábado cuando fui a buscarlos ("¡Aba!", gritaron y me dieron el gran abrazo), ya se me ensancha el alma y la sonrisa.
      Gracias a ti por tus palabras. Besos.

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  9. Muy bonito, Isa!❤️

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    1. Gracias, Floren. Me doy por satisfecha con que guste.
      Un besazo.

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  10. Charo Borges Velázquez10 de agosto de 2021, 20:06

    Pocas cosas más valiosas que el cuento contado por una abuela.
    El tuyo, Jane, sí que quedará para la historia: la de tus nietitos y la de este blog, donde quedará registrado también para ellos y para los que te seguimos. Así que no pierdas las mañas, que lo haces muy bien.
    La foto de Julia y Álvaro, mirando al mar, por si aparecen esos minúsculos habitantes de la arena, no puede ser más bonita y expresiva...

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    1. Gracias por tus palabras, Chari. Quiero pensar que tal vez ellos recordarán que les contaba cuentos. aunque no se acuerden de cuáles.
      La foto me encanta. Un luminoso día de verano en el sur, el mar juguetón, La Gomera entrevista al fondo, la arena embadurnándoles las piernas... y ellos como expectantes ante todo eso.

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  11. Tu imaginación no tiene límite.
    Aprovecha para ponerla en práctica ahora que tus nietos tienen esa edad.
    Los duendes existen ��‍♀️��

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    1. Sí, como decía Santa Teresa, la imaginación es la loca de la casa. Y menos mal, la necesitamos de vez en cuando para escapar de la realidad racional y soñar con lo ¿imposible?. Y es que tienes razón, los duendes existen, por qué no.

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  12. Qué entrañable la lectura de esta semana. Ternura y fantasía en el mismo paquete.
    Despertar la imaginación con un cuento tan apropiado al verano y sentir los ojos expectantes de los dos, escuchando tu relato, ya es una bonita historia.
    Son esos momentos que se te graban en la memoria, no solo por el argumento sino por la voz que lo regala.
    En este caso, es la abuela Jane la que sacude con amor sus sentidos, ofreciéndoles un tiempo mágico que ya nunca olvidarán.

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    1. ¡Qué bonito lo que dices, Cande! Contar cuentos a los niños es explorar juntos ese mundo de fantasía del que hablas. ¿Y cómo no hacerlo con ternura y cariño? Hace poco Irene Vallejo en un artículo el 7 de julio habló precisamente de esto y termina diciendo: "Contar cuentos cada noche sigue siendo hoy un rito mágico y crucial: en la vigilia del sueño, los niños descubren las palabras, la infancia sale del silencio". Y tú añades algo más: despiertan a la imaginación.
      Gracias y un abrazo.

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  13. ¡Qué bonito lo de los cuentos! "Lela, cuéntame un cuento", me pedían a mí. Los inventaba todos. No me gustaban las brujas y me encantaba el de Blancanieves. Lo más bonito era cuando me postraba en el suelo, me comía la manzana y me daban besos. ¡Qué bonita esa infancia de los cuentos!
    Pero ¿sabes lo que más les gustaba a mis nietos? "Cuéntame cosas de cuando tus hijos eran pequeños". Yo les contaba cosas y se podían morir de la risa. Qué bonita es esa edad en que todo se lo creen y se ponen tan contentos de oírnos. La verdad es que me ha ilusionado mucho leer este post.

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    1. Ay, Nievitas, tú estás en otro nivel. Yo se los cuento pero no me tumbo en el suelo a comerme una manzana ni loca (a ver cómo me levanto después). Que se lo imaginen.
      A los míos también les hacen gracia las historias de su padre cuando era chico. Como que no acaban de verlo en el mismo plano que ellos, mirando hacia arriba y no hacia abajo.
      Y sí que tienes razón: es una edad preciosa en la que se abren a lo real y a lo imaginario. Ninguna como esa.
      Un beso, Nievitas, y gracias.

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