lunes, 29 de abril de 2024

El género epistolar


"Mujer leyendo una carta" Vermeer

De todo el ruido mediático esta semana alrededor de La Carta, me quedo con la frase que puso el filósofo Javier Gomá Lanzón en X (antes Twitter): " Algo bueno de todo este follón es que vuelve el género epistolar". Aparte de hacerme gracia, eso fue precisamente lo que más me ha llamado la atención y me ha gustado: que todas las razones aducidas (gusten o no) se han expresado por carta, cuando parecía que ya estas habían muerto definitivamente, fulminadas por las redes sociales. Y mira por dónde, una carta, un objeto que se decía de museo, tan vivo en mis tiempos mozos y ahora tan obsoleto, copa todo el interés de la actualidad.

Y me parece bien porque creo que las cartas no deberían pasar a la historia. Deberían ser un instrumento de comunicación tan válido o más que los wasaps, los e-mails, los post y la santa parafernalia de Internet. Las cartas -más que un comunicado oficial o una nota de prensa-  reflejan el lado humano de la persona que la escribe, enganchan a los lectores, nos acercan más a lo que el escribiente quiere reflejar y representan la oportunidad de ponerse en su lugar. En ellas, siempre el tema a tratar es importante, grave o serio. Si mi abuela, cuando explotó el volcan de San Antonio en La Palma en el año 49, hubiera escrito un e-mail en lugar de una carta, aparte de perderse la información, yo no habría captado su miedo, su preocupación por si la corriente de lava pasaba cerca de su casa,su indefensión e incertidumbre.

Por eso hoy que el tema está de moda, yo reivindico el género epistolar que tanto cultivé y que tantas satisfacciones me ha dado en mis lecturas. El poder de las cartas creó este género, cultivado por clásicos como Cadalso (Cartas marruecas), Goethe (Las penas del joven Werther), Jane Austen (Lady Susan), Gustavo Adolfo Bécquer (Cartas literarias a una mujer), o Jardiel Poncela (El libro del convaleciente).

Y aprovecho esto y que todavía no ha terminado el mes del Libro, para recomendar otras novelas epistolares que me han encantado, a ver si se animan. Ahí va una lista:

Carta de una desconocida, de Stefan Zweig (conmovedora y sorprendente)

Donde termina el arcoiris, de Cecelia Ahern  (fresca y entretenida)

La tesis de Nancy, de Ramón J. Sender (muy divertida)

Paradero desconocido, de Kressmann Taylor (instructiva y curiosa)

La Sociedad literaria del pastel de piel de patata de Guernsey, de Mary Ann Shaffer y Annie Barrows (enternecedora)

El cartero de Neruda, de Antonio Skármeta (poética)

Papá Piernaslargas de Jean Webster (tierna)

Las cartas de Papá Noel, de J.R.R. Tolkien (entrañable)

Contra el viento del norte y Cada siete olas, de Daniel Glattauer (románticas. La 2ª, en La Gomera)

En una casa blanca a orillas del mar, de Abril Camino (bonita y desgarradora)

El blog de la Doctora Jomeini, de Ana González Duque (divertida. Esta no podía faltar).

¿Imaginamos ya un mundo sin cartas? Salinas contestó a eso en los años 40 diciendo: " ¿Por qué ustedes son capaces de imaginarse un mundo sin cartas?  ¿Sin buenas almas que escriban cartas, sin otras almas que las lean, sin otras almas terceras que las lleven de aquellas a estas, es decir, un mundo sin remitentes, sin destinatarios y sin carteros? ¿Un universo en el que todo se dijera a secas, en fórmulas abreviadas, deprisa y corriendo, sin arte y sin gracia?".

Es bueno, creo, que a veces lleguen cartas, que nos recuerden su papel en la historia y todas las veces que las hemos esperado con ansiedad. Que nos recuerden que somos humanos.

14 comentarios:

  1. Lo malo de la carta del Presidente es que se parece más a un juego de cartas, de azar, que a los relatos como los que tú citas y es que ya no se reciben cartas, ni se mandan postales cuando viajamos, las que llegaban cuando el viajero había regresado, ni postales navideñas. Pero tú epístola de hoy, como siempre, es un estímulo a la reflexión.

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    1. Es una carta al fin y al cabo, con todos los pros y los contras de una. Uno agradece de vez en cuando recibir una porque se echan de menos. Era una emoción enorme encontrarlas en el buzón. Los carteros nos conocían tanto que una vez recibí una carta con mi nombre y "Santa Cruz de Tenerife" ni calle ni nada. Presumí de famosa y todo.

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  2. Hola Jane. La verdad es que el tema está de actualidad. Creo que la carta del Presidente ha sido reveladora de cuanta mala baba hay en este país, donde "acusa que aunque sea mentira , algo queda" se ha convertido en el deporte nacional.
    Hace unos años era la envidia el deporte nacional, pero no hemos avanzado nada, mas bien hemos retrocedido. Como decía alguien: ¡¡¡¡Caín ha vuelto!!!!!!
    Así que como me gusta el género epistolar, chapeau por la carta del Presidente...
    De los libros recomendados he leído: "Carta de una desconocida" y "El cartero de Neruda" ...me gustaron mucho.
    Tomaré nota de tus recomendaciones. Un beso Jane. Juan

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    1. Pienso que, independiente de si gusta o no, sí fue un acierto escribir en plan carta, por lo que digo: la carta desvela el lado más humano de las personas, genera empatía y calidez. Una declaración institucional hubiera resultado fría y menos creíble. Y cuánta razón tienes con ese deporte nacional. Como soy optimista y creo que en todos los partidos hay personas decentes, espero que tomen conciencia y consigan que la política sea un juego limpio.
      Un beso, Juan.

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  3. PD. Todavía envío postales por navidad a mis amigos...Y me encanta recibirlas.

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    1. A ver si me entero de tu dirección y te mando una en diciembre. A mí también me gustan.

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  4. Charo Borges Velázquez3 de mayo de 2024, 18:55

    Estoy de acuerdo contigo, Jane, en que este género tan personal y popular, no debe desaparecer.
    A mí, no solo me gusta escribirlas, sino también recibirlas y conservarlas, como un tesoro que será, cada vez más, muy escaso y por lo mismo, muy valioso. Creo que es una manera de mantener el afecto y la cercanía con el que nos la envía o con el que se la envíamos.
    Que así sea...

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    1. Yo una vez estuve a punto de tirarlas en uno de los traslados pero justo encima de todas estaba la carta de una amiga que murió muy joven y me dije: "¿Cómo voy a tirarla si es lo que me queda de ella?". Y las guardé todas. Hoy las veo como un tesoro, sí.

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  5. ¡Gracias por las recomendaciones lectoras!

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    1. A mí me gustaron todos, así que los recomiendo un montón para pasar un rato entretenido. Recuerdo que "Paradero desconocido" lo llevé por capítulos a una clase (es cortito y se lee muy bien) y les encantó. Ya me dirás si disfrutas de alguno.
      Un beso.

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  6. Las cartas me encantan guardo algunas con gran emocion heredadas de mi madre de las que recibia de su abuela y su tia que emigraron a America asi conocimos sus vidas y vicisitudes hoy enterradas en Tampa Florida.

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    1. Yo tengo hasta de la guerra porque mi padre también las guardó todas. Y algunas son muy instructivas, de mis abuelos a mi padre, o de mi tío desde el frente... Es conocer, como tú, la historia de primera mano.

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  7. Hola Isa! Me ha encantado tu reflexión sobre las cartas y muy bien traída. ¡Cuántas cartas nos escribimos mi marido y yo de novios diariamente! Nada que ver con las formas de comunicación actuales por muy rápidas que sean.
    Y gracias por tus sugerencias bibliográficas. Un fuerte abrazo

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    1. Yo también tuve un noviazgo epistolar durante dos años que estuvimos estudiando en diferentes universidades ¡Fuertes rollos le mandaba al pobre!
      Y mis padres lo mismo, solo se vieron 35 días, lo demás todo por carta. Y cuando ella murió, mi padre no dejaba de leer esas cartas como consuelo. Tienes razón, nada que ver con la comunicación actual.
      Un abrazo muy grande.

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