lunes, 17 de junio de 2024

Momentos rebujados



A veces en la vida una se para, echa la vista atrás, apenas una semana, y encuentra una suma de momentos rebujados:

Una alegría. Recibo una llamada de mi amiga Ana Crespo, mi compañera de habitación y de fatigas en los años de la carrera en el Colegio Mayor de Madrid. La han nombrado presidenta de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales. Me habla de lo abrumada y perpleja y agradecida que está por todo lo que se ha montado. Vale un montón.

Una tristeza. Muere Françoise Hardy a los 80 años y nos parece que ha muerto una parte de nosotros, aquella que a los 15 años nos hacía cantar con ella que "todos los chicos y chicas de mi edad se pasean en pareja...". Nuestra profesora de francés nos enseñó la canción y no se nos ha olvidado. Quel dommage!

Un recuerdo. De mi madre que el 14 de junio hubiera cumplido 99 años. Se fue hace 28, joven y vital.

Una serendipia. Me encontré un euro en la calle y me recordó las búsquedas del tesoro de mi niñez.

Una curiosidad. ¿Sabían que los elefantes se llaman por su nombre? Una noticia del martes 11 de junio anuncia que se ha demostrado que usan sonidos específicos para dirigirse a cada miembro de la manada, lo cual exige habilidades cognitivas que pensábamos que solo teníamos los humanos. ¡Qué cosas! No me imagino a los papás elefantes discutiendo qué nombre le pondrán al bebé.

Una cena. El jueves con los amigos de siempre en la Punta del Hidalgo, un mero a la espalda a la orilla del mar, viendo la tarde caer.

Una comida. El sábado en "La Sandunga" con hija, yerno y nietos mayores.

Un paseo. El miércoles, por el Camino Largo, casi desierto en la mañana limpia y clara de La Laguna (foto inicial)

Un regalo. A mi marido, un bizcochón por el Día de San Antonio.

Una ternura. La sonrisa de mi sobrina-nieta Lucía con 2 meses, mientras su abuela y yo le cantábamos "Quién puso el bomp en el bomp-bo-bomp...".

Una constatación. Definitivamente ya no conozco a nadie de las celebridades que salen en el "Hola" de la peluquería.

Un florecimiento. El de los agapantos, erguidos y preciosos, en mi jardín (foto final)

Un placer. Probar las primeras cerezas del año. Dulces y exquisitas.

Una conversación. El domingo por teléfono, Face Time, con mis nietos pequeños, contándome (y cantándome) el primer concierto al que han asistido, el de Camilo en el sur.

Un libro leído esta semana. "La vida de las mujeres" de Alice Munro, el día a día de una mujer desde niña en un pueblo pequeño y cómo describe, sencilla y eficazmente, los momentos que configuran su existencia.

Por si no lo saben, de eso está hecha la vida, solo de momentos..., frase del poema "Instantes", atribuido falsamente a Borges. Pero es la verdad. En un día, en una semana o en toda una vida, cada uno de nosotros es el resultado de esos momentos vividos. Solo hay que prestarles atención. Y vivirlos intensamente.





lunes, 10 de junio de 2024

La abuelez



¿Ustedes se han fijado que no existe ningún sustantivo que hable en general de la condición y la virtud de ser abuelos? Y mira que es raro porque la función que tenemos es múltiple y supernecesaria. Si de sincero, deriva sinceridad, de grato, gratitud y de honrado, honradez, ¿por qué no decir abuelidad, abuelitud, o abuelez? Pero ninguno de estos conceptos los recoge la RAE, así que podemos considerarlos neologismos y usar el que más nos guste. Me cae bien abuelidad por eso de completar la familia con paternidad, maternidad, fraternidad... Pero abuelez es más rotundo y me pega más aquí, así que ahí va.

La abuelez es lo que nos conduce a los sufridos abuelos a recoger a los niños en el colegio cuando los padres no pueden, a llevarlos a las actividades extraescolares y a esperar pacientemente a que terminen.

Por la abuelez los ayudamos con las tareas o los exámenes, estén en la básica o en la universidad. 

A causa de la abuelez les voy a hacer a mis nietos mayores por sus cumpleaños y por petición expresa de los dos mi tarta sacher, aunque sea latosa de hacer.

Por la abuelez me encanta alegar con ellos, que me cuenten cosas, que me pregunten y contarles batallitas cual abuelo cebolleta.

Y la abuelez es lo que me ha llevado a La Palma este fin de semana pasado al Campeonato de Canarias Premini femenino, en el que mi nieta de 10 años, Julia, participó en el equipo de las Dominicas Vistabella, el Santa Catalina de Siena.

Sí, ya sé que los mal pensados dirán que, con la excusa del deber ¿abuelil? (otro neologismo inventado),  a lo que fui era a pasármelo pipa haciendo turismo. Y es verdad, tengo que reconocerlo, que en medio de los partidos que jugó, me di algún que otro garbeo por esa isla preciosa, la de mis ancestros, aproveché para ver a mi querida amiga Nievitas en su casa de Argual y comí estupendamente en sitios maravillosos ¡Ay, esas papitas rellenas de conejo en salmorejo de Casa Osmunda! ¡Ay, esos alfonsiños fresquísimos comidos a la orilla del mar en el Puerto de Tazacorte! ¡Ay, el vinito Vega Norte albillo criollo que nos recomendó un amigo que sabe! ¡Ay, el bienmesabe de los Llanos!...

Pero se engañan, no fui a eso. Por la abuelez a los que fui fue a sufrir. A gritar como una posesa hasta quedarme ronca junto a todos los padres que fueron a animar a sus retoñas en los 8 partidos que jugaron (¡¡¡DOOO... MINICAS, plas, plas, plas!!!, o ¡¡¡VAMOS, VAMOS, VAMOS, VENGA,VENGA, VENGA!!!, o ¡¡¡GUERREEEEERAS!!!, o el riquirraca de siempre); a decirles, como está mandado, a los árbitros lo que tienen que hacer (¡¡¡Eso no es falta, que es luchaaaa!!!); a hacer de ayudantes del entrenador gritándoles a las niñas las tácticas (¡¡¡Defensa, defensa!!!, o ¡¡¡Entra al reboteee!!!, o ¡¡¡Tira, tira, tiraaaa!!!)... Agotada quedé. Y los últimos partidos fueron de infarto viendo que las otras -que, a veces, eran una cabeza más altas que mi nieta y que seguro que tenían más de 10 años, por lo menos, 15- metían aros y se acercaban peligrosamente a las nuestras. Pero al final ¡ganamos! y nuestras niñas quedaron Campeonas de Canarias. Mi hijo, mi nuera y yo, cuando vimos el minuto 0, nos abrazamos casi llorando, sin creérnoslo.

Sufrimos, padecimos, dijimos el "¡Qué necesidad! y estuvimos a punto de un infarto cuando en la final solo ganamos por 6 puntos. Pero ninguna emoción es tan grande para la abuelez como ver a tu nieta, tan menuda y entregada, corriendo como un rehilete y haciendo un triple que nos levantó, jubilosos, a todos del asiento. Quien lo probó lo sabe. ¡¡¡DOOO...MINICAS, plas, plas, plas!!!

lunes, 3 de junio de 2024

Viva la diferencia



No sé si lo he dicho alguna vez pero me encanta ser mujer, pertenecer a esa mitad de la humanidad con los cromosomas XX.. Es verdad que tenemos el handicap de la regla, esa tortura, y la sentencia bíblica de "parirás con dolor" y el rollo de la menopausia, pero aparte de eso, hoy, en el siglo XXI y en el primer mundo, es un disfrute ser mujer. Y al fin y al cabo, no tenemos que afeitarnos todos los días, como ellos, pobres criaturas.

Y es que somos diferentes. Recuerdo leer un texto de Javier Marías en el que contaba que escuchó en la calle a unas mujeres que salían, riendo y de buen humor, de una chocolatería y una de ellas dijo: "Qué bien estamos las mujeres", y otra: "Y que lo digas", y una tercera apostilló: "¡Y nos lo pasamos genial!". Podríamos haber sido mis amigas y yo. Él se quedó pensando que estos mismos comentarios sería raro oírselos a los hombres y que ellas, ante una viudedad, por ejemplo, disponen de mayores recursos vitales y son más conscientes de la suerte de disfrutar con las amigas. Y tiene toda la razón, yo lo he comprobado con las mías. Y se sabe que las mujeres leen más y van más al cine, al teatro, a los conciertos y exposiciones, a los viajes... Javier Marías pensaba que, por encima de todo, mantienen la juventud a la que muchos varones renuncian al mínimo achaque.

Y aunque, como decía Mafalda, las mujeres, en vez de jugar un papel en la historia de la humanidad, han jugado un trapo, no hay duda de que han recorrido un largo camino, desde aquellos tiempos en que Aristóteles decía que ellas eran inferiores a los hombres porque tenían menos dientes (???) o cuando Tomás de Aquino le reprochaba a Dios el habernos creado porque éramos ocasión de pecado.

Ha sido un largo camino, sí, porque, aunque hemos trabajado igual que los hombres, nos han apartado del conocimiento y de la notoriedad profesional. Por eso ha sido tan importante la lucha por la igualdad en el trabajo. Me viene a la mente un cartel que había en una manifestación hace algunos años: "Somos las nietas de todas las brujas a las que no pudisteis quemar". Y recuerdo el paro en Islandia en 1975. El 27 de octubre las islandesas decidieron no trabajar para reivindicar la igualdad y ese día no pudieron ni imprimir los periódicos porque la mayoría de los que trabajaban allí eran mujeres. Ni escuelas, ni guarderías, ni tiendas, ni fábricas, ni comida en casa, ni colada tendida. Las islandesas demostraron que si paran las mujeres, se para el mundo.

Hoy la situación es distinta y, en palabras de Jardiel Poncela, el sexo débil ha hecho gimnasia. Los primeros dioses fueron maternidades, figuras femeninas de vientres anchos que nos señalaban como generadoras de vida. A lo largo de la historia, a pesar de la marginación, mujeres extraordinarias, escritoras, físicas, pintoras, matemáticas... han cambiado todo con sus ideas y creatividad. Estamos más cerca de la igualdad, pero a la vez somos diferentes.

En la película "La costilla de Adán" de George Cukor, los personajes de Spencer Tracy y Katharine Hepburn discuten sobre la igualdad de género. Él dice: "Los hombres lloramos, como las mujeres". Ella contesta: "Eso demuestra que tengo razón, no hay diferencia entre los sexos. Es igual ser mujer que hombre, o casi igual. Puede que solo exista una pequeña diferencia, pero muy pequeña". A lo que él termina diciendo: "¡Viva la diferencia!".

Reivindiquemos también esa diferencia que nos hace ser mujeres y que, como decían aquellas que escuchó Marías, hace que nos lo pasemos genial.

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