martes, 17 de mayo de 2011

Historias de autostop




En mis tiempos de universidad se hacía mucho autostop. Ajenos a las historias truculentas que se contaban y amparándonos en que normalmente íbamos en grupo, nos lanzábamos a la carretera a mover el dedo, igual que hacía, muchos años antes (1934), Clark Gable cuando le daba lecciones de autostop a Claudette Colbert en la película “Sucedió una noche”.

El autostop nos parecía el medio ideal, no sólo para ahorrar tiempo, dinero y las molestias de la guagua (mucho menos cómodas que las de ahora, dónde va a parar), sino también para conocer gente, vivir la aventura, reírnos y contar después historias de tipos curiosos que hay en el mundo recogiendo generosamente a gente de medio pelo como nosotros.

Pero también tenía sus desventajas, todo hay que decirlo. Aprovechando que estábamos encerrados en un coche y que se vería feo que nos tiráramos en marcha a la cuneta, algunos especímenes humanos ejercían una tortura solapada sobre nosotros, indefensas víctimas a las que no nos quedaba más remedio que aguantarnos, no haber querido viajar gratis…

Y así, estaba el espécimen El Ciclopedia, que aprovechaba los trayectos para contarnos el ciclo vital de los babuinos, la formulación de la ley de Boyle-Mariotte o el evangelio según San Mateo (éste era del tipo Predicador). Cuando no la liga de fútbol al completo con alineaciones y todo.

Estaba también el Mecachisquéguaposoy. Así era un compañero de mi curso, mayor que nosotros, preparador físico y ¡con coche!, algo inaudito entonces, que nos perdonaba la vida dejándonos subir en él. Lo malo es que, a pesar de ser tan guapo (que lo era), no abría su perfilada boca, miraba a cada rato al espejito a ver si sus rizos estaban en su sitio y, después, nos dejaba en el 5º pino, y allá ustedes, arréglenselas como puedan para llegar a casa tres horas más tarde.

Los Estoyenlahiguera eran ejemplares que se encontraban sobre todo en Madrid. Eran aquellos que, cuando les decíamos que éramos canarios, nos decían que ellos tenían un primo en Palma de Mallorca. El peor lo encontró mi amiga Ana Delia que, al decirle ella que era canaria, él le empezó entonces a hablar en inglés. Ana Delia, que estaba medio zombi, después de una noche de estudio y de una madrugada, se limitó a decirle “Yes, it is” a todo lo que el otro contaba.

Uno de los Defrentemarchen le tocó a mi marido, entonces mi novio, una Semana Santa en que fue de Valencia a Madrid para verme, y, después de 9 cambios de coche, entró en Madrid en el de un general que le fue dando órdenes todo el camino: siéntese al lado del chófer, ponga su bolsa allá, no hable, bájese aquí… Daban ganas de cuadrarse y decir ¡A sus órdenes!

Los Aversihoyligo, nada más subirnos, ya querían saber nuestro nombre, número de teléfono, dirección y si teníamos el sábado libre. A veces hasta les dábamos los teléfonos, inventándonos los nombres, para reírnos cuando, por ejemplo, mi abuela decía: “Hay un pesado que ha llamado cuatro veces preguntando si aquí vive una tal Adoración”.

Los Micocheeslomás nos contaban las revoluciones de su fotingo, el tipo de bujías, cómo funcionaba la tapa del delco y el ruido que hacía la junta de la trócola. El más peligroso era el que, mirándonos de soslayo tal que si fuese James Bond, nos preguntaba de repente: “¿Les gusta la velocidad?”. Más de una vez bajamos de un coche despelujadas, con la cabellera, más que al viento, de punta, y sonrisa de alivio, por culpa de alguno que imaginó ser Fittipaldi en Le Mans.


Así que, al final, lo dejamos. Concluimos que no merecía la pena, para ahorrarnos las 5,50 pesetas que creo que valía la guagua en ese entonces, aguantar tanta majadería. 

16 comentarios:

  1. ¿y qué me de dices del típico "miraque bonitoesaquello?. Cuando estaba en segundo de carrera se nos ocurrió a dos parejas dar la vuelta a la isla en autostop. Todo fue bien hasta Icod, lo hicimos en dos paradas. Desde allí la cosa no sería tan fácil; queriamos volver por el sur, y tras esperar por lo menos un par de horas, nos paró un cautro latas que parecía en buen estado. Con la alegría de las presentaciones, y de que nos llevaría hasta Santiago del Teide, nadie nos dimos cuenta de nada, hasta que empezaron las curvas del "miraquebonitoesaquello". Su brazo era un muñón según decía desde nacimiento, el brazo izquierdo era normal, y le faltaban dos piernas por un accidente que había tenido (no le preguntamos si era de tráfico).
    El coche parecía un formula 1, todo lo tenía en el volante, y cuando se acercaban las curvas, y lo soltaba con el brazo bueno para señalarnos el "miraquebonitoesaquello", cerrábamos los ojos porque seguimos rectos y solo esperábamos el volantazo final o la visita forzada a los bonitos barrancos de esa zona.
    ¿Sabes cómo se despidió de nosotros en Santiago del Teide?...¡a qué han venido acojonados!.
    La guagua que cogimos en Santiago para volver a Santa Cruz, nos supo a gloria a pesar de que nos trajo por el norte y hacía trasbordo en el Puerto de la Cruz.

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    1. Cuando escriba el libro sobre "Especímenes recogeautoestopistas despistados" no me olvidaré de incluir los Miraquebonitoesaquello. Aunque está más bien para ponerlo en un libro sobre personajes terroríficos. A mí son los que más miedo me dan, los tipo Míster Bean, esos que miran con ensoñación el horizonte mientras a su alrededor todo es llanto, confusión y crujir de dientes. Lindo haberlo vivido pa' poderlo contar, como dice la canción.

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    2. Ah, se me olvidaba, no recuerdo haber hecho autostop despues de aquella excursión....

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    3. Es que fue para curar de espanto...

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  2. Bendita seguridad la de aquellos tiempos. Tengo un amigo que se recorrió casi toda Europa allá por los años 60 en autoestop. Y yo también recogía a gente. Hoy no me atrevería ni a lo uno ni a lo otro.

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    1. En una entrevista hace poco a Gary Snyder y a Jim Harrison, dos escritores de la generación beatnik, hoy casi venerables, decían que las autovías han acabado con aquella manera de viajar. Gary Snyder cuenta que así viajó en los 60 desde Estados Unidos a Sudamérica (el primero de infinidad de viajes) pero que no era difícil ni peligroso, incluso esos años había muchas mujeres viajando así.

      Pienso que siempre es un riesgo, antes y ahora, montarte en el coche de un desconocido, pero no cabe duda de que también la manera de viajar, con los coches a toda velocidad, y el ritmo de vida se prestan poco a parar y a recoger gente. Yo me alegro de que mis hijos no lo hayan hecho.

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  3. Me encanta la escena que has puesto, bueno, no puedo verla, pero creo que me la sé de memoria, con esos sabios consejos. Es genial.

    Cuando tenía como 13 años, tenía que ir con una de mis hermanas, que debía tener unos 22 años (yo la veía mayorcísima), a un pueblo donde ella estaba trabajando, un lunes a primera hora.

    Unos amigos de unos amigos suyos quedaron en que nos pasarían a buscar como a las 7 de la mañana por no sé dónde.

    Los amigos nunca aparecieron y mi hermana viendo que no llegaba al trabajo ni en un millón de años. Al final terminamos haciendo auto-stop.

    Nos recogió un tío un poco pijo, con un coche bastante bueno, que no dijo esta boca es mía en todo el viaje (cosa que me pareció perfecta).

    Y nos llevó a tiempo, yo creo que si llegamos a ir al Polo Norte también llegamos a tiempo porque el tío iba a una velocidad de crucero que casi despegamos.

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    1. Qué pena que no puedas ver la escena (¿problemas en el chisme este?) Y hay otra escena genial, cuando él le enseña a ella cómo se desnuda un hombre y, al quitarse la camisa, ¡oh, sorpresa!, no llevaba camiseta debajo. Esta escena hizo que cayeran en picado las ventas de camisetas en Estados Unidos, por lo que los fabricantes pidieron que la suprimieran. Es una película estupenda y mira que a mí las orejas de Clark Gable como que no me atraen mucho.

      Y así se hace, empezando desde temprana edad a lanzarse a la vorágine. Yo, cuando iba a trabajar, por la carretera solía recoger a alumnos del Instituto y sí que hablábamos (aunque sin llegar al nivel del Ciclopedia). Pero nunca me atreví a recoger a desconocidos, no sea que me pasara como a una amiga mía, que dejó que subieran a su coche dos chiquillos y le robaron el monedero.

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    2. Es un problema de mi equipo, pero da igual, yo la veo en mi cabeza.

      ¿Y Medianoche, con Claudette Colbert en un vagón de tercera con un vestido de lujo?

      Ah, qué pelis

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    3. Y ahora es cuando yo digo: "Ya no se hacen películas como las de antes..."

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  4. Se te olvidó el "Queamablesoy", el tipo que te paraba y te preguntaba¿donde vives? y le contestaba-En la calle de la Rosa pero dejame, si no te importa en la plaza militar porque tengo que quedarme por allí- ¡Ni hablar! respondía, te dejo en tu casa. ¡Que no! protestaba yo ¡Que sí, que no me importa llegar hasta allí! decía el pesado. Y por supuesto , te dejaba en la calle de la Rosa

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    1. Lo apunto en la colección de especímenes. Ese es de los más peligrosos. Como decía mi abuela: "Del hombre bueno, líbreme Dios que ya del malo me libro yo".

      Un beso.

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  5. Si te cuento lo que me pasó la primera y última vez que he hecho autostop en mi vida, no te lo vas a creer. Salíamos Isabel (mi entrañable amiga y compañera de curso) y yo, allá por los años sesenta, de un examen de química y estábamos tan cansadas que decidimos hacer autostop para no tener que esperar la guagua; veo venir, a lo lejos, un coche, y “hago dedo”… ¿Y adivina a quién le hice autostop? ¡a mi padre! Yo lo adoraba pero era muy chapado a la antigua. La broma me costó que no me dejara ir por la Facultad durante más de una semana y, sólo después de mucho insistirle, me permitió regresar a la Universidad. Si algo positivo saqué es que me aconsejó que fuera a la autoescuela a prepararme para obtener el carné de conducir. Lo tuve recién cumplidos los 18 años y al mes siguiente mi padre me sorprendió regalándome un coche.
    Disfruto mucho leyendo tus posts, con esas vivencias tan cercanas a todos. Te sigo animando a que te decidas a recopilarlos en un libro. Ya tienes la primera compradora. Un beso.

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    1. ¿Ves? Ese es uno de los peligros del autostop, que nunca sabes quién te va a recoger. ¡Qué anécdota más buena y qué casualidad que, de todos los coches de la isla, te haya tocado el de tu padre! Me imagino tu cara (y la de él).

      A mí una vez sí que me recogió un arquitecto que había estudiado con mi padre (tuvo que pasar por una obra y todo en el camino) y que era muy amigo de él. También nos sorprendió la casualidad, pero ni tuvo consecuencias penosas (como esa semana de penitencia), ni tan estupendas (como tu flamante coche).

      Un abrazo, Josefina, y gracias por tus palabras.

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  6. Francisco González29 de mayo de 2015, 17:31

    Buen estudio social y psicológico del fenómeno.Faltarían muchos y muchos tipos de comportamientos y situaciones;tanto del conductor hacía los auto-estopistas como viceversa.
    Sobre ello,les recomendaría el film de Stanley Donen,"Two for the road-Dos en la carretera-".Con una genial actuación de Audrey Hepburn,complementada con la de Albert Finney.
    La película del año 67,fechas por la que el fenómeno,estaba en su máximo esplendor y auge.

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    1. Me encantó la película. Hace poco la nombré hablando de los abrazos (el que él le da a ella cuando ella vuelve después de abandonarlo por otro). Y es verdad que en un determinado momento le hace autoestop. Magnífica la interpretación y la dirección (ahora habría que decir aquello de "ya no se hacen películas así")

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