No, no se asusten, que no me ha dado ahora el aire por entrar en el convento.
Aunque, si llego a hacer caso a la Madre Mª del Pino que, a mis 9 años, me cogió
por banda y me propuso que por qué no ingresaba, que ella veía en mí claros
indicios de vocación, ahora sería Sor Estupefacción y estaría dedicada, estoy
segura, a hacer rosquetes de anís detrás del torno.
La gente ve en ti cosas que ni en sueños se te hubieran ocurrido. Como, por
ejemplo, el técnico que me examinó de conducir, sin ir más lejos. No me gusta
conducir, no lo hago bien y, si puedo, me escaqueo de hacerlo. Pero curiosamente
fui la única de mi familia que aprobó a la primera. ¿El secreto? Yo creo (aunque
no lo recomiendo, que conste) que fue porque, antes del examen de carretera, me
bebí, en un chiringuito que estaba en la esquina, un vaso de vino hasta el borde
que me dejó bastante alegre y que hizo que fuera por esa carretera con tal
desenvoltura que, al final, el susodicho técnico (sin olerme el aliento) me
felicitó y me dijo que yo tenía dotes de buena conductora. Después de eso,
estuve 13 años sin coger el coche y, cuando lo hice, fue obligada y empujada por
las circunstancias: venirme a vivir a un sitio alejado del mundanal ruido y un
marido que se cansó de llevarme a todos lados como una señora.
Y es que esto de las dotes y las vocaciones no me lo creo mucho. El otro día
por la radio le preguntaban a uno que por qué se hizo veterinario. Y dijo que,
cuando iba a matricularse de Sociología en la Facultad, se tropezó con un amigo
que le dijo que en el bar de Veterinaria ponían unos bocadillos de tortilla de
papas que te podías morir. Y eso decidió su vocación. Algo así como la aparición
de la luz a San Pablo y la correspondiente caída del caballo.
Mi compañero Juancho me decía siempre que yo era una profe vocacional, sobre
todo cuando me veía salir entusiasmada de una clase diciendo que habíamos tenido
un debate interesantísimo hablando de la inmortalidad, o de la violencia, o de
las falsas ciencias, o de los papeles que hacemos en la sociedad… Así sí se
puede, me decía. Y es que tengo que reconocer que los temas de mi especialidad
son preciosos y se prestan a pasar un rato ameno discutiendo de ellos. No es
como hablar de la ley de Coulomb, o del complemento directo, o de la fisiología
del cuerpo viscoelástico, dónde va a parar. Y el resultado es que me lo pasaba
estupendo dando clase.
Pero ahora, en estos tres años, me he dado cuenta, como San Pablo y el
veterinario que nombré antes, de que mi verdadera vocación es la de jubilada:
levantarme tarde, caminar cuando me apetezca, hacer un nuevo plato de comida
despacito y con mimo en lugar de descongelar lo primero que encuentres, decidir
de repente ir al sur a darte un baño, quedar con los amigos, viajar fuera de
temporada… y cobrar a fin de mes.
En el fondo de mi corazón, estoy convencida, qué quieren que les diga, de que
yo nací para esto.
(En la imagen, caida de San Pablo del caballo y aparición de la luz)
¡¡Qué risa me ha entrado Jane!! con lo del carnet de conducir y la vocacón del "futuro" veterinario.
ResponderEliminarEn las últimas líneas me ha entrado una envidia (sana)! Yo nunca me he sentido con vocación de nada, pero si me han adjudicado alguna en el instituto en el que trabajo) ha sido la de "Madre Teresa de Calcuta", porque al principio de llegar yo allí, hace ya 12 años, les daba a los niños caramelos, les subía en el coche si me los encontraba de camino, etc ¡a todos los veía (y veo) buenos! Pero hay cada ficha por allí y pasan tantas cosas que ya hace tiempo que me replanteé aquella "vocación" ;-)
¡Besos y buen finde!
Yo también era de las que encontraba a todos "buenos". Cuando los miraba a principio de curso, siempre pensaba. "Dentro de nada estaremos hablando de lo divino y lo humano y me van a caer bien". Reconozco que también me he encontrado con alguno de colmillo retorcido, pero es que somos humanos. Ahora eso sí, caramelos no les daba sino a final de curso (y siempre llevaba eclairs). Y siempre subí a mi coche a quienes me iba encontrando.
EliminarBesos y disculpa el retraso (viajito a los Balcanes)
Pues curiosamente, yo nací con esa inquietud mental con la que no te sacias nunca y quería leer todo lo que caía en mis manos y dibujar y pintar continuamente. Cuando me llegó el momento de matricularme en la universidad, mis padres me empujaron hacia Farmacia, porque de estudiar Bellas Artes, ni hablar; y así lo hice, pero en cuanto empezó el curso, creo que había transcurrido un mes y mis padres se fueron de viaje, cosa que era muy habitual en mi familia, yo ni corta ni perezosa hice una cambio de matrícula y me pasé a lo que es mi pasión, Bellas Artes. Recuerdo que cuando se lo dije a mi padre por teléfono en una de las llamadas de control, por respuesta recibí el silencio de la línea porque había colgado. Luego a la vuelta me tocó la discusión correspondiente y que no me hablaran en unos días. Con el tiempo, como comprobaron que seguía el curso con vivo interés, con buenas notas y que no se había producido un cambio demoníaco en mi persona por estudiar esa carrera de libertinos, la cosa fue muy bien y hasta me cedieron un coche. Pero estoy contigo, hacer lo que te place tras la jubilación es una gozada, aunque sigo empleando gran parte de mi tiempo a las mismas pasiones de siempre: leer, dibujar y crear en general. Besossss
ResponderEliminarEs bueno, Flor, saber lo que uno quiere y lo que no quiere. Yo me acuerdo perfectamente cuando les planteé a mis padres a los 11 años dejar la carrera de piano después de 4 años. Las musas no me llamaban por ese camino.
EliminarElegir mi carrera de profesora de filosofía no fue tampoco tan claro. Don Emilio Lledó fue uno de los responsables (yo iba para Clásicas). Pero tuve la suerte, como tú, de dedicarme después a aquello que me gustaba. Y eso es lo mejor que le puede pasar a una persona.
Que sigas disfrutando y creando.
Besos.
Anda que descubriste la America tu ahora!!!!!!!!! Yo creo que todas, absolutamente todas tenemos esa vocación.......primero te asusta, pero cuando la pruebas....te gusta,ja.ja.ja..Hay que aprender solamente a dejar atrás todas las prisas,las angustias y tratar de tomar las cosas calmadamente levantandose tarde,y haciendo en castellano "lo que te de la gana".....a mi aún me falta ponerlo bien en práctica,porque la teoria me la se muy requetebien.......Un beso
ResponderEliminarPues nada, Ligia, a aunar teoría y práctica. Lo pasarás entonces estupendamente bien. Y no te olvides de la asignatura "viajar para ir a ver a las amigas". Es de las más relajadas y divertidas. Aquí estaremos esperándote.
EliminarUn beso.
Bien, bien, bien!!! Yo también soy vocacional convencida; ya llevo ejerciendo esa vocación casi 18 años, faltan unos días para esos dieciocho.
ResponderEliminarDurante años soñaba, noche tras noche, que seguía dando clase pese a estar jubilada.
Por la mañana comprobaba que era eso, un mal sueño.
Esa fase ya la superé, ahora soy moderadamente feliz.
Yo también sueño que estoy dando clase. Y los malos sueños son aquellos kafkianos en que sé que tengo que entrar a una hora y no hay manera de que llegue por mil inconvenientes que se me entrecruzan.
EliminarLo mejor de la jubilación sin duda alguna es prescindir del reloj.
Me estás poniendo los dientes largos y eso que yo soy de las que disfruto aún, rara avis, interrogándome-interrogándoles sobre el complemento directo...
ResponderEliminarPues no te creas, Elena, yo estuve en mis tiempos de interina compaginando la Lengua y literatura con la filosofía (y también con latín y griego, que nosotras servíamos tanto para un roto como para un descosido). Y me encantaba dar clases de lengua. Es que, como le digo a Flor en un comentario anterior, yo iba para Clásicas cuando se me cruzó Don Emilio Lledó y me embrujó con la filosofía. Pero siempre me gustó el orden y la lógica de las lenguas.
EliminarSigue disfrutando.
A mi me encantaba mi trabajo, pero estoy disfrutando mucho de la nueva vida también .
ResponderEliminarLo mejor del mundo es saber adaptarse, Esther. A seguir pasándolo bien.
EliminarDónde se apunta uno a esa parusía o como se llame esa revelación? Estoy tardando!
ResponderEliminarSan Pablo no lo dejó escrito, Gladys (y mira que escribió epístolas). Habrá que guiarse por la intuición o la suerte...
EliminarJajajajjaa...no que va!!! Ni que poco bien!!!! Me vas a permitir que te diga la típica frase de "yo de mayor quiero ser como tú "!!!!
ResponderEliminarEl problema de ser mayor, Mónica, es el de las articulaciones, los olvidos, las sorderas, las canas... Pero mientras el cuerpo aguante... (tendrías que haber visto a tu madre bailando en Croacia).
EliminarUn besote.
Me encantó tu ocurrecia del chiquito antes de examen de conducir...jamás se me hubiera ocurrido una cosa así. Tu personalidad es única.
ResponderEliminarPero no se lo digas a nadie, Marilu. Que igual hasta piensan que conseguí el carnet de conducir por medios fraudulentos y se lo replantean ¡Chitón!
Eliminar¡Toma!¡Y yo!
ResponderEliminarPero tienes que tener en cuenta que, para cumplir mi vocación de jubilada, tuve antes que pasar por todo un Bachillerato, 5 años de carrera, 38 años de trabajo y 2 oposiciones. A cambio, tú eres joven, y yo... no tanto.
Eliminarme parece a mi que el truco es agradecer y disfrutar lo que impepinablemente (con perdón de la merkel) toca.
ResponderEliminarbesitos, jefa.
Tú sí que eres sabia, Nati, y has descubierto el secreto de la vida buena.
EliminarY también muy bueno lo de la Merkel. Ayer precisamente oí por la mañana en la radio (otra ventaja de la jubilación) un montón de recetas de pepino que los oyentes -generosos y solidarios con el campo español- daban. Pero no dieron la de los sándwiches de pepino de los que habla Óscar Wilde en "La importancia de llamarse Ernesto", y que mi amigo Melchor hace untando con mayonesa el pan, poniéndole encima una rodaja muy finita de pepino pelado y espolvoreándole un poco de orégano ¡Riquísimos!
Un beso.
Creo recordar (igual recuerdo mal), que cuando, unos pocos años antes de yo jubilarme, le comenté a una querida amiga y colega, llamada Isabel, que yo tenía muy claro que abandonaba la tiza, el ordenador, el aula, las correcciones y los informes en cuanto me tocara, me dijo que ella no lo tenía tan claro...
ResponderEliminarAl poco tiempo, me enteré que también se jubiló y hoy, con la lectura de tu post, no he podido evitar acordarme de ella, porque sé, de buena tinta, que opina igual que tú, amiga Jane.
Lo que es vivir la experiencia desde dentro, ¿verdad?.
Toda decisión que nos cambie la vida hay que meditarla. Yo, como tu amiga, también le di vueltas a la jubilación porque me encantaba dar clase, tuve la suerte de tener buenos y curiosos alumnos y excelentes colegas, y era, además, la encargada de la Biblioteca, con un proyecto y en un lugar, entre libros, que me apasionaban.
EliminarPero luego pensé que, igual que es mejor irse de una fiesta cuando lo estás pasando bien para que después no te quede el recuerdo de pies cansados y ojos que se te cierran, también del trabajo hay que irse cuando todo va bien ¿Cómo estaría yo dentro de 5 años?
Y ahora que veo cómo muchas veces esta Consejería de Educación sepulta a mis sufridos compañeros en papeles, informes, trabajos y reuniones inútiles, creo que me fui en buen momento. Guardo un recuerdo inmejorable de mis años como profesora (ya me olvidé de las correcciones...).
Un abrazo.
Pues yo siempre fui muy conformista; a los 8 años las monjas de mi colegio en Venezuela, me decían que yo tenía orejas de Papa, según ellas chiquitas y una mayor que la otra. Cuando llegaba la noche antes de acostarme, sacaba un papel para rezar por las cosas que me habían apuntado. De mayor en bachillerato, algún escolapio intentó convencerme que lo mío eran las misiones, y con esa ilusión tiré unos años. Actualmente soy médico por mi padre. Cuando acabé COU me fui como un rayo para disfrutar de mi verano saucero; a los pocos días de estar allí, me llamó mi padre para decirme que se me había olvidado matricularme en la universidad, y, ni corto ni perezoso, le dije que me matriculara en lo que le apeteciera. No se si lo que lo hizo inclinarse por medicina fue que La Cuesta quedaba más cerca que La Laguna. Total, que no he sido Papa, ni misionero.
ResponderEliminarLa verdad es que cierro los ojos y te veo llamándote Pepitus I, vestido de blanco y repartiendo bendiciones a diestra y siniestra. Pero luego me fijo en la cara que pondrías (incluso con orejas disparejas) y en esa sonrisa de no tomarte a ti mismo en serio nunca, y se acaba la fumata blanca. Mejor quédate de médico que, por lo menos, no tienes el rollo de darte todos los miércoles el paseíto en el papamóvil.
EliminarA mí me pasó casi lo mismo que a ti, pero a más temprana edad. A los 14, cuando acabé el bachillerato elemental también me fui a La Palma y, al regresar, mi madre me dijo que me había matriculado en Letras porque ahí estaban mis amigas. Pude haberme cambiado (también tenía amigas en Ciencias) pero a esa edad no tienes decidido nada y ves sólo lo inmediato, y me gustaban igual las matemáticas y el latín. Total, que eso decidió una parte muy importante de mi vida. Y, aunque no me he arrepentido, más tarde pensé que nunca nadie más decidiría por mí.
no sé cómo he llegado hasta aquí, pero ha sido un placer leerle, un verdadero placer...
ResponderEliminarfelicidades por tan merecida y realizada vocación... :)
saludos
Gracias, Delia, por tus palabras. Me gustó mucho, además, ese "no sé cómo he llegado hasta aquí". Haces que la blogosfera se parezca a un País de las Maravillas, y casi espero oír al Gato de Cheshire diciendo: "Siempre llegarás a alguna parte si caminas lo bastante". Es un placer también para mí que compartamos este "alguna parte".
EliminarSaludos.
Si, ciertamente tiene que ser placentero estar jubilado (a mi aún me queda), pero la tentación cada vez es mayor. Abrazos.
ResponderEliminarHola, Julia. Alguna ventaja tiene el tener 63 tacos. Pero sabes que cada época de la vida puede darnos momentos placenteros. Hace poco leí un artículo en el que basaban la felicidad en la flexibilidad, y me hizo pensar que sí, que el saber adaptarnos a cada situación y ver los aspectos positivos (y no, por ejemplo yo ahora, los achaques, las canas, las arrugas...) ayuda mucho a encontrarnos bien.
EliminarUn beso.
Esa vocación la tenemos muchos. Hace unos dias, estando de vacaciones en la playa, relajada, nadando, caminando y tomando unas cervecitas con los amigos, decidí que esta es la vida que me gusta , así que como ves, querida Jane, ese placer es contagioso.¿será una pandemia?
ResponderEliminarCuando explicaba a mis alumnos la alienación en el trabajo en Marx, para que lo entendieran bien les decía que estamos alienados en el trabajo si no disfrutábamos en él y estábamos deseando, como agüita de mayo, que llegara el fin de semana o las vacaciones. Y todos levantaban la mano, diciendo ¡yo!¡yo!¡estamos superalienados!
EliminarQuizás, si alguna vez pusiéramos tanto entusiasmo dándole al callo como tú en esas vacaciones, hasta saldríamos de la crisis y todo.
Un beso y a seguir gozando que es verdad que es contagioso.
Lo de la vocación es muy relativo. Cuando acabé COU nos hacían inscribirnos en una lista para "guardarnos " una plaza en lo que ibamos a estudiar. No sabía si hacer Historia o Matemáticas. Como había hecho Ciencias en Bachillerato pues hice la segunda opción.
ResponderEliminarY no me arrepiento. En cuánto a lo de la jubilación, como todavía me queda para llegar a los 67, ni me lo planteo.
Además, como no sé en que condiciones voy a llegar pues cuando cocino, intento hacerlo bien y despacio., y procuro oir la radio para "aprender". Un abrazo.
¡Cuántas veces, como te ocurrió a ti, tenemos intereses diversos y no sabemos por dónde tirar! A veces es más fácil plantearnos qué es lo que no queremos hacer por nada del mundo (yo, por ejemplo, medicina; me pasaría llorando todo el tiempo)
EliminarY ahora, con la crisis esta que nos azota, poco importa qué estudiamos porque muchas veces el trabajo, si se consigue, va por otro lado. En navidad, comprando libros en El Corte Inglés, mientras ojeaba y hojeaba, se me acercó una dependienta a recomendarme lecturas. Al final, terminamos tan amigas hablando de los libros que más nos habían gustado, y me contó que había estudiado Historia del Arte y que incluso ganó las oposiciones a profesora de instituto, pero que se quedó sin plaza y que se estaba dando con un canto en los dientes por conseguir al menos un trabajo en contacto con los libros. Mientras no se resuelva el problema de nuestros jóvenes, formados pero sin salidas, me parece que lo de las vocaciones se va a quedar a un lado.
Pero me alegro por ti y por tus vocaciones. Seguro que eres un excelente profesor de matemáticas y un excelente cocinero y hacedor de paellas de las de chuparse los dedos. Un abrazo .
Efectivamente, cualquier cambio importante en la vida, hay que meditarlo y sopesarlo muy bien. Pero en cuanto a nuestra profesión se refiere, aún contando con las mismas dosis de vocación, sabes bien que no es lo mismo ejercer nuestro trabajo en el extrarradio que en el centro de las ciudades, en un pueblo que en una urbe; tener un horario sólo con alumnos de 1º, 2º y 3º de la E.S.O. que tenerlo con 4º y Bachillerato; en el turno de mañana que en el de la noche; ser tutor de algún grupo de la Secundaria Obligatoria que serlo de Bachillerato o de algún apartado técnico; de materias comunes que de asignaturas optativas... Es tanto lo que hay que tener en cuenta, que aún con toda la carga vocacional que queramos echarle a esta bellísima (a pesar de todo) profesión nuestra, muchos de nosotros lo tuvimos tan claro y con tan pocas dudas, que no nos costó demasiado decidirnos. Y más, con el paso y el peso de los años...
ResponderEliminar¡Ah! y también sigo teniendo un recuerdo inmejorable e imborrable de mis muchos años en las aulas y, siempre que la ocasión lo propicia, hago gala de haber sido y seguir considerándome profesora de toda la vida...
Querida Jane, una vez más, has dado en la diana: a los comentarios me remito.
Sí, Cehachebé, hay muchas causas, aparte de la edad y los muchos años de trabajo que empujan a los profesionales de la enseñanza a desear la jubilación. Tú has enumerado unas cuantas pero no hay que olvidar al Ministerio y a la Consejería de Educación. Por ejemplo, un profesor de Física (mi marido, sin ir más lejos) puede encontrarse de repente con que los planes ministeriales empiezan arrinconando una asignatura que antes era obligatoria en todos los cursos de Ciencias y ahora es optativa, y terminan suprimiendo los laboratorios, los proyectos y todo lo que pueda motivarles a trabajar mejor y a hacer que el alumnado pueda entusiasmarse. Resultado: alumnos que van a carreras de ciencias sin apenas idea de Física y profesores que están deseando dejar la tiza cuanto antes.
EliminarY, por otra parte, está toda esa burocracia absurda que reace ahora sobre las espaldas del profesorado y que lo termina hartando. Una de mis amigas, excelente profesora, a la que todavía le quedan algunos años para jubilarse, me decía el otro día, cansada de todo el tiempo que tiene que dedicar a rellenar papeles, memorias e informes sin ninguna utilidad: "Pero si yo lo único que pido es que me dejen dar mis clases en paz...".
Si lo hicieran y potenciaran, a la vez, laboratorios, clases prácticas, clases de apoyo y menos alumnos por aula, tal vez también habría más vocaciones. Es un trabajo precioso, a pesar de todo.
Verás estimada Jane, eso de las vocaciones tiene sus más y sus menos. En mi caso, inicié estudios en el Pedagógico de Caracas en la Especialidad de Quimica y Biología. Me sirvieron de mucho pues como te he dicho, ejercí como Profesor en Bachillerato. Los dejé por la Agronomía embullado por mis compañeros y por la garantía de vivir en una ciudad algo alejada de Caracas y de verdad, valió la pena. Compartí el agro con las aulas universitarias. Pero..., eso de la jubilación si que es otro cuento. Verás, siempre fuí el cocinero dominical en casa. Hoy, además de eso, soy pinche eventual, friegaplatos y a veces, encargado oficial de la casa. A mi esposa le ha dado por tomarse vacaciones cortas. Dice que en 39 años de matrimonio y trabajo no remunerado, nunca gozó de tal beneficio y que ella ha optado por la jubilación paulatina. ¿ Quíen pone en duda sus razonamientos?. Lo cumbre de todo esto es que aún dicto clases en la Universidad y me queda tiempo para pasarla alegre con mi nieto. Un gran abrazo y como siempre felicitaciones por tus comentarios que tienen muchos "fans", yo, uno de los primeros.
ResponderEliminarHace bien tu esposa, que se lo merece. Aunque la profesión de jubilado tiene esos "peligros"que nombras. Yo, como tú, estoy dedicada a cocinera, pero también a logística doméstica (¿a que suena mucho mejor que friegaplatos, lavarropas o limpiapolvo?) y a lo mejor de todo, a disfrutar de los nietos. Ahora están todos en mi casa por obras en casa de mi hija, y no hay día en que no me sorprendan y me hagan reír, a pesar de lo trastos que son.
EliminarAsí que vamos a seguir disfrutando de todas las cosas buenas de esta 3ª edad, que, si tiene algo malo, como le oí decir hace poco al filósofo Fernando Savater, es que no hay 4ª.
¡Yo también tengo la misma vocación!
ResponderEliminarConozco a dos hermanos que uno había acabado la selectividad y le dijo al otro:
- No sé qué carrera hacer
- Métete a XX que a mí no me da la nota, y a ti sí.
Pues a eso se dedica el hombre.
Ah, en mi cole también las monjitas veían "vocaciones" en todas partes. Había una que decía mirándonos mucho:
-Yo sé que en esta clase hay más de una vocación
Y todas mirábamos al suelo, como si nos hubieran dicho eso de "Alguien ha matado a alguien..."
Y no te digo la vocación escrita en los genes, la cantidad de médicos, abogados, arquitectos... que hay y que lo son porque ya lo fueron sus padres y sus abuelos. Es algo así como si, al nacer el niño, ya le dijeran a sus padres: "Ha tenido usted un registrador de la propiedad".
EliminarY tienes razón, las monjitas eran muy aficionadas (sin éxito) a la captación de vocaciones. Lo que se ha perdido la Iglesia con nosotras ¿eh?