martes, 14 de junio de 2011

Somos costeros




Una de las canciones más alegres que conozco y que, nada más entonarla, embulla a toda una reunión es la canaria “Somos costeros / arriando velas, / largando al viento / la rumantela…”. Y es raro, pensaba yo, que una canción de pescadores sea tan animada porque, si hay una afición de silencio y pocas risas, es la pesca.

No hay más que ver a los pescadores cuando paseas al lado del mar: de pie en la orilla, cual centinelas del océano, serios y callados por no asustar a los peces, horas y horas largando liña. Y encima tienen que soportar a los curiosos que, nada más que para fastidiar, se acercan y preguntan: “¿Qué? ¿Pican?”.

Y, sin embargo, como toda afición, enciende pasiones. Unos tíos de mi marido, un matrimonio mayor, rentista y sin hijos, dedicaban todos sus afanes a la pesca. Tenían dos coches, un Land Rover para ir a pescar, lleno de redes, cañas y baldes y que olía a pez y a carnada; y otro, negro y circunspecto, “para ir a los entierros”, explicaban con toda seriedad.

Yo he cogido la caña muy pocas veces en la vida. Pero comprendo la atracción que ejerce. Te acercas al mar como quien tiene todo el tiempo del mundo, quizás tarareando bajito: “El roncote no pica, compadre / porque es peje de altura y pelea / pero déjelo estar que yo tenga / buena liña y carná de la buena…”… Preparas el engodo (hay toda una ciencia de los engodos), tiras la caña y ¡hala! a esperar. Y, mientras tienes suavito entre los dedos el sedal, vas aspirando con fuerza el olor a maresía, llenándote de azul, oyendo el chapoteo o el rugir de una ola, sintiendo el poder de ese mar bravo… y dejas ir la mente. Entonces, de repente, cuando estás medio embelesada, sientes un tironcito, como si el pez te avisara: “Eh, a lo tuyo, que estoy aquí”, y todo se agiliza, se te aceleran los pulsos, enrollas carrete rápido y ¡allí está el pez, un prodigio en plata, enganchado al anzuelo!

Felo, un amigo pescador de La Graciosa, la primera vez que fuimos allí en el año 82, llevó a mi marido a pescar y le fue enseñando, al paso, la mejor calita para pescar palometas, el sitio donde los sargos y las viejas casi venían a engancharse solos al anzuelo, la laguna donde algunas noches podías coger pulpos… Todavía, cuando volvemos, recuerdan la boca de oreja a oreja de mi marido aquella mañana después de una pesca de 26 piezas.

Y yo también recuerdo la sonrisa de mi hijo cuando a los 5 años cogió por primera vez una caña en Valle Gran Rey, en La Gomera. Trajo, rebosante de orgullo, 5 pescaditos y aquella noche cenamos pescado frito, importándonos muy poco el olor a fritanga que se quedó en el apartamento. Así debían sentirse los primeros que proveyeron de comida a su familia. Así debe sentirse todo aquel que espera algo de la vida y lo consigue.

Así que, después de todo, sí entiendo que “Somos costeros” sea una canción tan alegre. Porque no habla de las horas de paciencia infinita que has pasado al lado del mar esperando el milagro. Habla de la alegría pura de conseguirlo. Y habla también de celebrarlo después: “Hoy no cantamos ¡Sardinas frescas! / Hoy pregonamos ¡Viva la fiesta! / Echa ron, ventorrillero. / Turronera, pon turrón…” 

22 comentarios:

  1. ¡Cuántos recuerdos me ha traído este post, Jane! Tardes en Fuerteventura cogiendo carnada (cangrejos que no fueran correlones) para pescar viejas por la noche en el risco de Caleta Fuste; mi tío amasando el pan con sardinas o gambas para engodo; mañanas de pesca en barca con el mirafondo; fulas, gueldes, lebranchos y bogas que no nos comíamos porque soltaban un bicho que nos daba asco, brillando y saltando en el fondo de la barca; calderos llenos de agua de mar para guisar viejas y pulpos; asaderos de sardinas,...Y nuestros cuerpos serranos tostados al sol con ese tono especial que se coge allí. Por eso nos decía el amigo Rafa a la vuelta: "Ese moreno no es de bocadillo de tortilla en Las Teresitas".

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    1. También tú me has traído recuerdos de veranos largos y dorados. Creo que no hay isleño que, por lo menos una vez en la vida, no haya cogido aunque sea una liña con un anzuelo al final. De chicos, usábamos también la pandorga, machacando en ella cangrejos de esos que nombras (años y años que no oía lo de "correlones"), en los charcos transparentes de Bajamar. Y, de mayores, han sido muchos los asaderos de lapas recién cogidas y el gustazo de guisar o freír tu propia pesca.

      Uno de los recuerdos atesorados de La Graciosa es ver a Mingo, otro pescador amigo, bajando a pulmón libre casi 20 metros y sacar, una detrás de otra, 6 langostas, que luego cocinábamos. Y, aunque ya eso está prohibido, todavía guardo por lo menos el sabor de una de las cosas más exquisitas que he probado.

      Así que seguiremos, "entraditas en cintura y dispuestas", disfrutando del mar y sus regalos. Y celebrándolos después, faltaría más.

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  2. Tengo una pareja de herreños en la consulta que tienen él 85 y ella 83 años; están en Tenerife porque sus hijos los han obligado a venir, porque ya son mayores. Lo más que extrañan de El Hierro son las tardes en que los dos se iban a pescar, ella de caña y él a coger lapas. De vez en cuando desaparecen y vuelven al cabo de un par de meses trayéndome algo de pescado "jareado" y una botella de las de cristal con unas lapas que parecen medallas olímpicas. La primera vez que volvieron de unas de esas escapadas, después de conocerlos, le pregunté que en que piedras había cogido aquellas lapas, y me contestó que a 10 metros de profundidad las había a miles en El Golfo. Siempre él va un paso antes que ella, dicen que van juntos a todos lados para que si les pasa algo sea a los dos. Son grandes comedores, sobre todo de carne, no les gustan ni el pescado ni las lapas, lo que pescan lo regalan.
    Como sigue la canción..."a él le toca pescar en el agua/y me toca pescar a mi en tierra..."
    Permíteme Jane que desde aquí les exprese a esta pareja mi total admiración.

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    1. También me adhiero a ese homenaje. Da gusto llegar a esa edad, disfrutar de lo que nos gusta y darse una escapada de vez en cuando, digan lo que digan los hijos.

      ¿Y te acuerdas? De pequeños, cuando íbamos a la playa por las tardes, siempre terminábamos todos, niños y mayores, mariscando en las rocas y llenando después botellas y botellas de lapas y burgados ¡Y cómo las hemos añorado ahora que casi no se encuentran, si no tienes a mano a un octogenario que se lance a buscarlas!

      Cuando estudiaba en Madrid, una de mis compañeras, que era canaria, vino una vez entusiasmada porque había visto en un bar el letrero "Hay lapas calientes". Y allá que nos fuimos el grupito de canarias a comer lapas. O mejor, a llevarnos el chasco, porque lo que se anunciaba eran unas "tapas calientes", a las que se les había caído el rabito de la "t" ¡Lapas en Madrid! ¡Qué ingenuas!

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  3. Al principio no lo entendía, ahora suelo pensar que es más una excusa para estar tranquilo un buen rato, guardarse un rato al día para uno mismo, o para compartir con un amigo, pero un rato en el que hay tranquilidad en la playa.

    Y además, siempre queda mejor decir "El lunes, me voy a pescar" a "El lunes, me voy a pensar en mis cosas durante unas cuántas horas sentado por ahí, solo".

    pd. Como siempre, un post muy tierno y simpático.

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    1. En esto, Loque, como en todo, una cosa es la teoría y otra la práctica. ¿Recuerdas aquella película, "Su juego favorito", en la que Rock Hudson era un experto en pesca a quien todo el mundo pedía consejo y, en realidad, nunca había pescado en su vida? Pues en la vida real pasa lo mismo. Nos creemos lo de las pescas plácidas en las que meditas mientras los peces vienen gustosos a tu anzuelo, y, en cambio, a veces, te puede pasar como a mi marido, que una noche se fue a la playa de Taganana (para entendernos, donde Cristo dio las tres voces) con dos compinches a pescar ¡cazones! (una especie de tiburón), y volvió mojado, con un gripazo que le duró semanas y sin cazón. Dado que estos pueden medir hasta 2 metros, yo lo esperaba con un buen caldero para hacerlo en adobo y resulta que pasó la noche, metido en el agua, desenredando la liña que se le quedó trabado en las rocas. Y es que también, en esto de las aficiones, los hay masoquistas.

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    2. Los que pescan por Castellón (por lo menos donde los he visto yo) para mí que se enfrentan a pocas visicitudes, además de pronunciar la palabra "visicitud", claro.

      ¡Encima el cazón, que si no se hace adobado sabe a cartoncillo!

      Sí que recuerdo esa peli, es muy simpática y además el hombre tenía razón, él escribía libros sobre cómo pescar, jamás dijo que él hubiera pescado.

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    3. Los tollos, que son tiras secas de cazón, son una de las comidas más típicas de Canarias. Hay hasta una copla que los nombra: "A los barquitos me voy /a ver calar un chinchorro / y a comer con mi compadre / una cazuela de tollos". Probablemente, así solos, saben a cartoncillo, como bien dices, pero mi madre los hacía riquísimos, remojándolos desde el día anterior y luego poniéndoles una buena fritura y un majado de pimientas palmeras, almendras y cominos. Con papas bonitas arrugadas, es un plato perfecto. Me entran ganas de comerlos sólo con nombrarlos.

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    4. Tollo en Canarias es también sinónimo de torpe o bruto. Por eso en Casa Telesforo, celebre casa de comidas de La Laguna, se anunciaba en una pizarra este rico plato con el nombre de "Concejales compuestos" Y no se equivocaban, no.

      A ver cuando te invitas, Jane

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    5. Cuando quieras, Isidoro. Ya sabes que a mí no me hace falta que me animen mucho.

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  4. Mis experiencias costeras comenzaron en los charcos bajamareros buscando lapas y burgados. Luego, seguí con la socorrida liña de nylon con anzuelo, en un extremo, y mano sensible a tirones de peces, en el otro. Coleccioné lombrices de tierra para usarlos como engodo y, hoy, me pregunto cómo fui capaz de aquello...
    Seguí en la Teresitas de arena negra, espalda al sol y gafas y tubo en la cara, durante horas, con una fija de hierro de casi un metro de larga, ensartando, uno detrás de otro, "tapaculos" (con perdón), de todos los tamaños.
    Pocos años después, en El Hierro, pasé horas de la misma guisa que con la fija, pero entonces con una pandorga llena de erizos de mar troceados que eran la delicia de jóvenes "viejas", ingenuas y confiadas que, poco a poco, iban cayendo en mis redes. Recuerdo que la más grande, quizá de algo más de un kilo, fue la única que se salvó. Más sabe el diablo por viejo que por diablo... En la Caleta de la misma isla, fueron lapas enormes el objetivo más deseado. Por el camino de regreso, nos comíamos unas cuantas crudas, valiéndonos de la concha de una de ellas para sacarlas y saborearlas.
    La caña fue el último artilugio empleado. La Costa del Silencio, tan acorde con la pesca, el lugar elegido. Luego la vida se fue complicando y esa paciencia tan inherente a ese arte marinero, se fue perdiendo por falta de lo fundamental para tenerla: el tiempo.
    Como no he perdido la esperanza de retomarlo, conservo desde hace casi veinte años, encerrada en su estuche y sin estrenar, una pequeña caña y su correspondiente carrete, por si algún día puedo volver a ejercitar el deporte de la paciencia. Ilusión no me falta.
    Por enésima vez, amiga Jane, precioso post.

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    1. Cuando yo era chica, en casa se guardaban sábanas bordadas para cuando viniera el médico, manteles para ocasiones especiales y trajes y vajilla de domingo. Yo ahora lo uso todo porque cada día es un regalo y no se puede dejar que las cosas se llenen de moho y telarañas. Así que te animo a usar esa caña antes de que esto pase, a gozar de tan buenos ratos como los de entonces y a comer con gusto las viejas, palometas y cabrillas que el mar te brinda. El mar y tú han sido buenos camaradas en el pasado y seguro que lo seguirán siendo en un futuro. Un abrazo.

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  5. En tu post de "somos costeros", te refieres a los pescadores de caña, pero a mi tambien me ha recordado a los pescadores que tenían su lanchita a remo.

    Siendo niños, estando en la playa veíamos como al acercarse la barca, los hombres que estaban por allí, venían para ayudar a sacarla del agua, nosotros, mis primos, mi hermano y yo también íbamos corriendo para ayudar (como si nuestra fuerza sirviera de algo). Había unas órdenes, se ponian unos palos sobre los callados,
    luego todos juntos con la ola y ya está, la lancha en la playa.
    Nosotros asomábamos las cabecitas y mirábamos el fondo de la barca lleno de peces saltando con unos colores y un brillo que hasta hoy al leer "Somos costeros" no había recordado".

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    1. Es la escena de pesca más emocionante de todas: la llegada de las barcas a la playa, el fin de la jornada, el premio a los esfuerzos. Ha sido retratada por los pintores, Sorolla entre otros, que tiene cuadros sobre la vuelta de la pesca en los que las barcas son arrastradas por bueyes y no por manitas infantiles, como en tu caso.

      Yo la he visto muchísimas veces en las islas, en Tenerife en San Andrés, en Playa de San Juan, en San Marcos, lugares donde alguna vez fuimos a comprar pescado de ese que cabrilleaba en el fondo de las barcas. Pero también en La Restinga, en el Hierro; en Playa Santiago en La Gomera o en Arrieta y Playa Blanca en Lanzarote. Y, por supuesto, en La Graciosa.

      La canción "Somos costeros" habla precisamente de los pescadores de mar adentro, más que de los que, desde la orilla, tiran la caña. Los costeros son los pescadores, sobre todo de Lanzarote ("Es Lanzarote, costera", dice otra canción, la de "Bendita mi tierra guanche"), que iban a faenar a las costas de África con barcos mayores que tus barquitas, y no a remo, claro. Pero es una especie en extinción: ya no hay costeros de los de antes. Pero todavía brillan en el mar por las noches las luces de las barquitas de tu niñez.

      Un abrazo.

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  6. Marta Isabel Mendoza Contreras4 de julio de 2015, 16:56

    Luminoso...muchas gracias.

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    1. Gracias a ti, Marta. Cualquier imagen de un momento pasado junto al mar nos trae algo de esa luz. Es única.

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  7. Nélida Pallarés4 de julio de 2015, 16:59

    Me trae muchos recuerdos, Isa.

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    1. Me imagino, Nélida. Para ti, que has vivido en el entorno privilegiado de Alegranza, con todo el mar y sus tesoros a tu alcance, los recuerdos deben hasta oler a mar. Reúnelos en la memoria si alguna vez te alejas.

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  8. Asignatura pendiente para mí. Tendré que matricularme cuanto antes.

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    1. No es difícil, Ramón. La isla y el mar ya los tienes. Solo necesitas tiempo libre, amor al mar y ganas de comerte un pescadito salido en ese momento de las profundidades. Así que ponte a ello y suerte :-D

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  9. Je... Tengo pedazo lapón localizado en una roca a un metro de profundidad ...en radazul... aunque me des un millón... no digo ónde fue... no digo ónde fue... Sin exagerar.. como 10 cm de diámetro... La semana que viene le haré un homenaje...

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    1. 10 centímetros es una señora lapa, Gladys. Como para que te hagas una paella con ella (uno de los mejores arroces que me he comido era precisamente de lapas y burgados ¡Riquísimo!) Ya me contarás si te hiciste con ella o no.

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