Anda mi nieto preocupado últimamente porque, a sus 6 años, es el único de su
clase que conserva todavía todos sus dientes de leche, tal como si fuera un
Peter Pan cualquiera. “¡Hasta a Diego –su primo de 5 años- se le han caído dos!”,
me dice, casi ofendido. Y no es para menos porque la caída del primer diente es
algo serio. Es el primer adiós a la infancia o, como diría también James M.
Barrie, el creador de Peter Pan, es “el principio del fin”.
Las abuelas, que lo que deseamos fervientemente es todo lo contrario, que no
se nos caiga ninguno (también puede ser el principio del fin), solemos
percatarnos de la importancia del evento. Es tan importante como para que el
Padre Coloma, el autor de “Pequeñeces”, se inventara un cuento para un
principito en el que un tal ratoncito Pérez venía, después de dejar una moneda,
a recoger los dientes por la noche (cosa que a mí me sigue dando repelús). Tan
importante como para que algunas madres que conozco hayan engarzado en oro los
dientes de leche de sus hijos y los hayan colgado en un collar o una pulsera,
como un recuerdo de lo que no volverá (después de todo, es marfil, dicen).
Y es que los dientes, por permanecer más tiempo que nosotros, tienen un
valor intrínseco. Fue muy tierno leer hace poco una noticia sobre unos dientes
de leche encontrados en el fondo de una cueva prehistórica, como si fueran un
tesoro escondido. Pertenecieron a una niña neandertal que murió a los 2 años y
medio, hace 50.000 años. Sólo por ese ansia de eternidad ya son valiosos.
Mi nieto, cuando llegó el otro día del colegio, tenía los ojos brillantes y
la risa fácil: “¿Sabes qué? ¡Este diente se ha empezado a mover!” Y, aunque yo
se lo toqué y lo vi tan aferrado a sus pequeñas encías como los demás, él se
pasó la tarde entera, mientras hacía la tarea, mientras merendaba, mientras
jugábamos haciendo un puzzle, mientras se duchaba... moviéndose el diente, hacia
atrás y hacia delante, a ver si se hacía un hombre de una vez.
Y yo, mirándolo, me sentí más bien como la madre de Wendy cuando mira a su
hija, inocente y encantadora, y exclama: “¡Oh! ¿Por qué no habrías de
quedarte así para siempre?”.
Y “después de esto, Wendy supo que crecería”.
dulce y delicioso
ResponderEliminarlos hijos de las hijas...
no te oculto un leve desasosiego...
gracias, gracias por compartir conmigo (y con el mundo) esos instantes de leche calentita y amorosa.
Creo que las abuelas nos entendemos en estas cosas. Gracias a ti por estar siempre ahí y por tantos momentos compartidos.
EliminarY los padres y madres ejerciendo de "ratoncitos pérez", hasta que nos trincan.
ResponderEliminarSaludos.
Si vieras que yo intentaba que mis hijos no se creyeran mucho lo del ratoncito Pérez: les guiñaba el ojo, les decía que "a lo mejor es papá..." Todo, porque no les diera miedo la imagen de un ratón trajinando por sus almohadas. Y, además, pensaba que ya estaba bien con lo de los Reyes Magos...
EliminarSaludos.
¡Ay, cuántos recuerdos y cuánta ilusión me hacía descubrir que el ratoncito se llevaba primero los míos y más tarde (con mi colaboración) los de mis hermanos más pequeños!. Bendita inocencia la de tu nieto y la de todos los niños que en este mundo que nos toca de cerca, son y han sido.
ResponderEliminarOjalá no se pierda nunca y los que hoy reciben al ratoncillo sepan, mañana, mantenerlo vivo con los suyos.
¡Ah, y el que la sigue, la consigue. Si el heredero insiste en moverlo, terminará tirándolo y, claro, ya será mayor...
Como siempre, Jane, preciosa entrada.
Si se pierde el ratoncito Pérez, los Reyes, Papá Noel... se perdería la magia.Tienes razón, ojalá nunca la pierdan los niños. Y nosotros tampoco. Un abrazo
EliminarMe alegra anunciar a todos los seguidores de Jane que esta noche el Ratoncito Pérez visitará a un Terro emocionadísimo por la caída del primer diente.
ResponderEliminarYa hablé con él por teléfono y estaba contentísimo. ¡Ya no soy el único de mi clase!, me decía. A ver qué le traen esta noche. Un beso.
EliminarPD: Y las últimas noticias de ayer por la noche es que se le cayó otro diente. Tanto esperar y ahora desdentado. Así pasa en la vida: ¿No querías sopa? Toma dos tazas.
Dígale que no tenga prisa, que no corra por ser mayor, o se convertirá pronto en un pirata como yo...jeje
ResponderEliminarbesos para todos
Ya me extrañaba a mí que, hablando de Peter Pan, no se pasara por aquí el capitán Garfio, el personaje de James M. Barrie que me inspira más ternura. Sería bueno detener el tiempo, por lo menos en ciertos momentos, pero éste corre que se las pela. Y, a mi edad, más todavía. Pero a lo mejor, por lo fugaz, lo valoramos más.
EliminarUn beso, Capi.
Del Ratoncito Pérez guardo un magnífico recuerdo porque una vez me dejó la astronómica cantidad de 25 pesetas
ResponderEliminar¡Qué tío! Digo, ¡Qué ratón!
Lo que me da muchísimo repelús es guardar dientes, o qué decir de ombligos (puag) momificados. Mira, que no, que los restos humanos me parecen de lo peor.
El comienzo de "La de Bringas" (Galdós, de nuevo) es una delirante descripción de algo aún más delirante: La elaboración de un cenotafio hecho con pelos de un niño muerto.
De las mejores páginas de la literatura española, en serio, muy difícilmente puede expresar alguien mejor el rechazo que le produce semejante "obra de arte" , y sobre todo, de forma más sutil.
pd. Me alegra que tu nieto quiera crecer (aunque sea de forma indirecta), no soporto a la gente que a mi edad siguen diciendo que quieren ser niños de nuevo. Pues nada majos, a espabilar, que ya va siendo hora.
A mí también me dejaban esas millonadas. Al Terro le tocaron esta vez 17 euros (eran 2 dientes al fin y al cabo) en una carterita con sello de unos laboratorios farmacéuticos. No se podrá quejar.
EliminarHay muchos Peterpanes, gente que no crece nunca y que quieren ser niños eternos, egoístas (como era Peter Pan) e irresponsables. Y, sin embargo, el proceso de crecer (y yo lo estoy siguiendo, maravillada, en mis nietos ahora) es un viaje de descubrimiento apasionante. Te da pena que pasen la niñez pero no quisiera por nada lo que desea la madre de Wendy.
Crecimos... a saber qué día fue... crecimos! Preciosa la ilustración...
ResponderEliminarYo me acuerdo de un día en que pensé que era mayor. Mi madre me fue a buscar al colegio, como siempre superarreglada. Entonces le vi una pinza de los rulos en el pelo y se lo dije. Entonces se la quitó, se rió conmigo, me dijo "sssshs" y me miró como quien mira a una amiga. La sensación que tuve es que ¡ya era mayor! como para que mi madre tuviera un secreto conmigo. Lo de crecer tiene su miga...
EliminarTierno y realista a la vez, me gustó mucho.
ResponderEliminarSí, Luisa, real como la vida misma. Los post que escribo los fines de semana son de hace 4 años, o sea que mi nieto ahora no sólo ya tiene sus dientes definitivos sino también aparato en ellos. El proceso de crecer, y además guapo y sano, le digo yo, es doloroso a veces. Pero merece la pena.
EliminarUn abrazo.
Estaba yo un poco mosqueada con Blogger, a ver por qué no me había enviado el aviso de este post... Ahora entiendo todo :D
EliminarPrecioso, Jane. Recuerdo mi época de caída de dientes como una de las más bonitas, aunque a mí el Ratón Pérez me visitó sólo una vez y supongo que de casualidad. Ya no creía en los reyes, no entiendo cómo creía todavía en el ratón :D
Tu comentario de hoy ha bordado en mi cara una perpetua sonrisa... Yo también tengo nietos y he sido confidente de esas ansias por ir dando pasos que les acerquen a la edad adulta. Ami nieta Laura hubo que llevarla al dentista a que le quitaran una "paleta" que se le dañó cuando se cayó saltando en un sillón. Me dió mucha pena verla sin su diente con solo cuatro años pero la pena se evaporó cuando sonriente me dijo: ¿Ves lo grande que soy abuelita? ¡Soy la mayor de mi clase!¡Qué suerte, verdad? Ojalá yo hubiera visto con ese optimismo mi primer implante dental...
ResponderEliminarTodo es cuestión de perspectiva, Alejandrina. Pero qué bueno es disfrutar de los niños y verlos crecer. La frase preferida de mi nieta Julia (2 años y medio) es "yo solita". Solita quiere ir al water, ducharse, comer, dibujar, peinarse... Y por otra parte, todavía me pide cosas: que le cuente un cuento, que la lleve al gallinero a recoger los huevos de las gallinas, que la acompañe cuando se acuesta... A ver si dura mucho esa necesidad de abuela unida al deseo de independencia. Se me cae la baba con ella.
Eliminar¡Y para que no se te caiga!Dios nos da los nietos cuando los hijos se creen que no nos necesitan...(Aunque al final se den cuenta, tal vez demasiado tarde, de que los padres siguen siendo imprescindibles)
EliminarEste fin de semana he estado a tiempo completo con los nietos pequeños para que los padres prepararan exámenes de un máster él y fuera a un curso ella. Sí, creo que son conscientes de que todavía somos imprescindibles. :-D
EliminarQué fuerte, Isabel. Justo esta noche he soñado con Peter Pan, y me he despertado pensando en cuánto me gusta, pero en lo triste que es que Peter vuelva a recoger a Jane, la hija de Wendy, PARA QUE LE HAGA LA LIMPIEZA DE PRIMAVERA.
ResponderEliminarTambién es casualidad, Sabina. Y justo puse esa imagen antigua, no sólo por lo bonita que es, sino también porque esa es la relación de Peter Pan con Wendy. Ella es para él ¿la madrecita? ¿la pareja? En todo caso quien le saca las castañas del fuego al niño que no quiere crecer (Wendy y sus sucesoras).
EliminarQué cuento más tierno y a la vez más melancólico. A mí también me gusta mucho, un relato que es viaje, huida, abandono. Tiene mucho que comentar. Y por supuesto, hace soñar.
Un beso, Sabina.