Me la
contó Francisco, al que conocí en mis veranos adolescentes en Los Sauces. Entonces él era un niño de 7 años, espigado y de grandes ojos oscuros, que
parecía estar en todas partes a la vez. Cómo casi 50 años después nos conocimos
y nos re-conocimos en aguas de La
Graciosa forma parte de otra historia.
Francisco
recuerda aquellos veranos tal como los recuerdo yo: mañanas de baño en el
Charco, excursiones, juegos, tibias noches estrelladas y el jolgorio de la
juventud celebrando un pueblo vivo y lleno de los veraneantes y los estudiantes
que volvían por vacaciones. Muchas noches los chicos iban con guitarras a
rondar a propias y foráneas, y el bullicio que armaban, oído con indulgencia
por todos, también era parte de la
noche. En algunas rondas los chicos, olvidando el romanticismo del sonido de
una guitarra y pecando de “modernos”, lo
sustituyeron por un tocadiscos con pilas (que entonces llamábamos “picap”), con
discos del Dúo Dinámico o Adamo, cuyas canciones cantaban con entusiasmo.
Al
final de la noche, cansados pero todavía con ganas de farra, los rondadores recalaban
en el Bar Los Tilos, que era de Agustín Caldito,
o en El Manantial, de los Santiaguillos, para tomarse la última copa. Fue allí, en cada uno de los bares, donde
encontraron al Pupa y al Moya, nombres con los que bautizaron a dos machangos
grandes, tamaño natural, vestidos de cocinero y camarero, que los dueños habían
puesto en la entrada como señuelo, invitación u hombre anuncio, y que los chicos
del pueblo incorporaron enseguida a sus bromas. Por eso no fue extraño que,
cuando pusieron un maniquí –una muñeca fina y delicada- en la tienda de
Arabia, todos decidieran que el Pupa y
el Moya tenían que rondarla también.
Y así
fue cómo se pasaron todo aquel mes de agosto por las noches: rondas a las
chicas cargando el “picap” a cuestas, arrastre del Pupa y el Moya desde las
puertas de sus bares respectivos y serenata a la maniquí de Arabia, que la oía,
imperturbable y lejana, tras los cristales del escaparate, mientras los mirones
se asomaban, divertidos, desde la
Alameda.
Pero dos pretendientes compitiendo por
el mismo amor es un triángulo insostenible, y, al final del verano, después de
muchas deliberaciones, los chicos decidieron sacrificar al Moya. Se suicidó, o lo
suicidaron, tirándolo por el puente de La Calzada en
un acto no exento de manifestaciones de pena y dolor. Y quedó el Pupa
como único enamorado.
Sin embargo –contaba Francisco, que tiene alma de poeta-, ella era un espíritu exquisito, acostumbrado a otros ambientes (tal vez,
incluso París) y él, un pobre mozo, amándola de lejos con un anhelo
desconsolado, mientras anunciaba a la puerta de su bar un potaje o una carne
con papas. La maniquí de Arabia, fría e indiferente, ni siquiera le concedía lo
que Bécquer pedía a su amada: ni una mirada, ni una sonrisa, ya ni te digo un
beso… Era un objeto inalcanzable.
Y el
amor del Pupa por la maniquí de Arabia fue desde entonces –como el de Cyrano
por Roxana, el de Dante por Beatriz, o el de Abelardo por Eloísa- uno más de
los grandes amores imposibles que en el mundo han sido.
(En la foto, cortesía de mi amigo Jesús, la casa frente a la Alameda en la que estuvo la tienda de Arabia)
(En la foto, cortesía de mi amigo Jesús, la casa frente a la Alameda en la que estuvo la tienda de Arabia)
Hola Jane. No conocía esta historia pero me ha gustado. Me recuerda mucho de la forma de ser de los sauceros.Debe haber ocurrido cuando todavía no había "llegado" a Los Sauces o cuando todavía no conocía La Plaza.
ResponderEliminarPara mí, La Plaza es la Plaza de Montserrat, donde jugué, dí innumerables paseos de acá para allá, discutí de Política, pensé que podíamos arreglar el mundo, y me enamoré seguramente en alguno de esos maravillosos veranos sauceros. Para los que me llevan unos años La Plaza es la Plaza de Arriba, La Alameda llena de árboles y recovecos allí también jugué pero fuí mucho mas feliz en la otra.
También participé en esas Rondas nocturnas,en las que ibamos a rondar a "las chicas", y de alguna estuve enamorado (mas de una), y esos amores aunque juveniles no los cambio por muchos de los que tuve después.En esas noches de verano nos reíamos y había noches en la que "oiamos" el silencio de La Luna y las Estrellas, y a veces cuando cantábamos alguna de las canciones(Perfidia, El Che,...) nos parecía que tocábamos el cielo con nuestras manos, nos embargaba una Paz y una Serenidad que nos hacía ser mejores personas, y algo parecido a ser felices. Un gran beso Jane. Juan.
Juan, me alegro de que te haya gustado este recuerdo de un tiempo en que fuimos muy jóvenes (tú más que yo). Yo fui una de aquellas veraneantes a la que los chicos rondaron (con guitarras, no con pick-up) y nunca, nunca olvidaré esas noches oscuras y muy estrelladas, oyendo, desde la ventana de la casa de mi abuela, la voz preciosa del chico que me gustaba cantándome una canción. Los chicos sauceros, por lo menos tal como yo los recuerdo en ese momento, eran amigos de bromas y quintadas pero también sensibles y amantes de la música.
ResponderEliminarUn beso, Juan.
¡Uf!, ¡cuántos momentos de mi vida me trae tu historia!, algunos tiempos después, eso si; nosotros no teníamos Pupa ni Moya, los pupas y moyas éramos nosotros, que jugábamos a conseguir amores imposibles; a todos nos gustaban ero ninguno les gustaba. Pasábamos los veranos admirando sus bellas ropas su halo divinizado por nuestras infantiles mentes; una mirada, un esbozo de sonrisa, un... mirar para otro lado, eran más que suficientes para imaginar que hermoso sería estar a su lado.
ResponderEliminarLuego pasaba el verano, las nubes preparaban el primer soplo del viento que se las llevaría hasta el años siguiente.
En siguientes vacaciones ya no vinieron, y nosotros nos sentábamos en "la placeta" a recordar cuánto y cuánto nos gustaban. Bellos recuerdos de niñez.
Mi sitio, por si apetece: costaycalma.blogspot.com.es
Que bonito Isabel!!! Me encanta, por un instante sentí que estaba allí viviendo todo esto que contabas, un beso!!!!
ResponderEliminarJosé Gerardo: Yo creo que todos tenemos guardados en un sitio especial los bellos recuerdos de la niñez y los primeros amores imposibles. Este mes leí un libro precioso, "Los peces no cierran los ojos" de Erri De Luca, que cuenta la historia de un niño de 10 años en su verano en una isla y su descubrimiento del amor y de la justicia; y también hay un poema de Javier Salvago llamado "Primer amor" que dice: "La veía reír con sus amigas, / pasear sus coquetos quince años, /cruzar una mirada luminosa / con algún indeciso enamorado...".
ResponderEliminarTodos hemos pasado, sí, por esos momentos prodigiosos.
Un saludo y claro que me pasaré por tu sitio.
Estefanía, gracias por compartir conmigo una historia especial. Cuando me la contó Francisco, yo también imaginé las risas, los comentarios, a él mismo asomado a la Alameda viendo todo el montaje, tantos veranos vividos en Los Sauces en un ambiente muy parecido...
ResponderEliminarGracias por estar ahí y un abrazo.
Hola Isabel: He disfrutado enormemente con las entrañables historias que cuentas de Los Sauces. No sabes la alegría que me das al permitirme retroceder muchos años a mi querido pueblo. Muchas, muchas gracias. Besos.
ResponderEliminarGracias a ti, Lucy, por leerlas y por disfrutar de las historias de un pueblo que tiene muchas, muchas historias escondidas. A ver cuándo te animas y me cuentas alguna de las vividas por ti hace ya tantos años. Un beso grande.
ResponderEliminarBueno en fin es agradable ver como conservas la memoria fresca.Yo hace uno 30 años tambien estuve en Los Sauces en las fiestas de verano,la verdad es que si tengo el recuerdo de la plaza del pueblo y poco mas. Besitos.
ResponderEliminarPues las fiestas eran estupendas, Araceli, muy divertidas como todas las fiestas de los pueblos. Yo recuerdo gincanas, fuegos, verbenas... De todas formas, no voy a Los Sauces desde hace más de 10 años, aunque me tengo prometido que de este verano no pasa. Vamos a ver, que la vida de una jubilada es una vorágine... Y a ver si te animas tú y también refrescas recuerdos.
ResponderEliminarBesos.
Hola Isa:
ResponderEliminarNostalgia de aquellos tiempos.
Nada que ver con lo que se vive ahora, yo ya he vuelto al pueblo aunque con menos frecuencia de la que me gustaria, pero con la idea de volver definitivamente.
Tenemos que volver, el pueblo lo necesita y lnosotras también, aunque sustituyamos el picap por la ipad y en lugar de serenatas hagamos Karaoke al atardecer.
Abrazos
M Carmen
Me imagino, Mari Carmen, que las cosas ya no son lo que eran, sobre todo porque nosotros tampoco somos los que éramos. Por ejemplo, lo que hacíamos entonces de ir caminando hasta el Charco me pega que hoy se me haría cuesta arriba (sobre todo la subida). Pero, por ejemplo, a las hijas de mi primo Pepe (y a él también) les sigue gustando ir a Los Sauces, o sea, que algo de su antiguo encanto permanecerá. ¿Nos veremos allí en agosto?
ResponderEliminarUn abrazo.
Hola Isa, me gustan mucho tus historias de La Palma. Podrías juntarlas todas y hacer una publicación para que no se pierdan esos recuerdos que son, también, historia. Me sorprende tu memoria para recordar esos tiempos, pero me alegro porque también así recupero los míos de los guateques con el picap en el Realejo.
ResponderEliminarBesos.
Ana, esto es lo que se llama la memoria colectiva, porque realmente a mis recuerdos se suman también los de los amigos y la familia. Y las historias están juntas, por lo menos, en el blog, bajo la misma etiqueta de "Historias de Los Sauces". Ya veremos.
ResponderEliminarLos guateques eran una institución, aunque yo no los viví en Los Sauces (allí fui más bien a verbenas). Sí que fui a muchos guateques en Santa Cruz y en Bajamar. Recuerdo sobre todo los que hacíamos en la azotea de un amigo por las tardes: picap con la música del Dúo Dinámico y los Beatles, bocadillos hechos por las chicas y sangría, por los chicos. ¡Y a bailar el twist y el rock! ¡Qué tiempos!
Un beso.
Ah, el amor! Es que es un tema complicado, además con un triángulo amoroso de por medio. A lo mejor a la maniquí le gustaba el otro, el que tuvo tan triste final, y claro, ahora no se iba a ir con el primero que pasara por la calle.
ResponderEliminarNi aunque hubiera podido moverse, claro :-)
pd. Una cosa ¿qué son machangos? Lo he buscado en el diccionario y no aparecer ¿Muñecos? ¿Del tipo de Humpfrey Bogart?
A este paso, Loque, te vas a hacer una experta en canarismos. Te defino lo que dice el Diccionario de canarismos sobre "machango": "Figura humana o animal hecha de cualquier materia, o pintada o dibujada, realizada sin ningún esmero". O sea, que el Humphrey Bogart de "El espía" era un machango, sí, y también el Pupa y el Moya (no la maniquí, que era más fina). Pero también, "machango" se le dice despectivamente a los niños ("Pero si no eres más que un machango") o a personas de poco seso y ridículas. En el Diccionario de María Moliner aparece como "marimacho" en Cuba y en el Diccionario Océano pone que se dice, también en Cuba, de la persona con modales torpes y groseros, un sentido distinto al de aquí. Tengo un post escrito en abril de 2010 llamado "Dialecto swahili", donde hablo de ésta y otras palabras muy usadas aquí pero, para nuestra sorpresa, no conocidas en la Península.
ResponderEliminarY, después de la lección (me alegro que me hagas esa pregunta...), tienes razón: el amor, y más cuando es entre tres, es un tema complicadísimo.
Bonita historia. Mis recuerdos juveniles, siendo como era, nacido y criado en Santa Cruz de La Palma, son entre otros, ir los sábados primeros de septiembre a las fiestas de Nuestra Señora de Montserrat, a bailar en la plaza como un descosido con las chicas, que dicho sea de paso, eran un racimo de guapas mozas, que cuando aparecíamos por allí, se interesaban en nosotros, como buenas noveleras. Era bailar estrictamente, bailar de verdad al son de la orquesta. Nada de pasarse. No te rechazaban una invitación al baile. Ellas se lo pasaban bien y nosotros mejor. Una vez, un saucero celoso y bebido montó un numerito y fue a buscar a sus amigos, los encabritó y tuvimos que salir por patas del baile, para no alcanzar palos. Pero siempre volvíamos en los años siguientes. Las sauceras eran mucho. De vez en cuando me encuentro con alguna y recordamos aquellos felices años. Estoy hablando de mediados los sesenta. Poco después se inauguró allí la primera discoteca de la isla, siendo su principal valedor el amigo Juanfran, compañero de bachillerato, divertido, leal, loqueta. Con la disco, íbamos con más frecuencia, pero ya no era lo mismo. De eso hace casi 50 años...Joooder.
ResponderEliminarEnrique, claro que no es lo mismo una discoteca que los bailes en la Plaza, dónde va a parar. Yo me acuerdo de bailar en las verbenas y de ver a todas mis tías en la ventana de Doña Bienvenida, mirando, midiendo distancias, comentando y no perdiéndose una. De pasarse, nada, a nadie se le ocurría. Y las fiestas de Septiembre también eran mucho. La última vez que estuve en ellas fue hace 49 años. Igual hasta coincidimos.
ResponderEliminar¡¡me encantó!!
ResponderEliminarTambién la historia la puedo hacer un poco mía . Es lo bueno de compartir
momentos comunes de "nuestras vidas": las serenatas. el picap, el ambiente del pueblo,...
¡sigue mandando que disfruto un montón con estas hstorias tan bien narradas.
Un abrazo. Tere
Sí, Tere, creo que ese ambiente de los pueblos allá por los años 60 es nuestro ambiente, algo que te suena a vivido.
ResponderEliminarUn abrazo.
Hola Jane: de ese modo te nombras y te nombran en tu blog.
ResponderEliminarPienso que nadie mejor que tu podría escribir tan acertadamente ese relato dulce, romántico y autentico.
Gracias por dejarme compartir esta historia que tiene los años en que las toallas de baño tenían el olor de la sal y los bronceadores de la época. Gracias por haberme llevado de la mano, alguna que otra vez, al charco azul donde todos los niños y jóvenes de aquel tiempo disfrutábamos con intensidad, como si fuese el mejor parque temático del mundo. Los Sauces, o mejor dicho San Andrés y Sauces está lleno de anécdotas que nadie ha contado, no sé cuál es el motivo. Hay lugares entrañables repletos de historias desde los Tilos al Llano-clara, del barranco del Rio a San Andrés, los emigrantes y sus anécdotas, bueno un sinfín de melodías que en otro momento te contare.
Un beso y muchas felicidades.
Gracias, Francisco, por contarme esta historia y muchas otras y por hacerme volver a vivir tiempos pasados. Cada vez que hablamos - y es un placer hacerlo- me vienen los dulces nombres que ya creía olvidados -Llano Clara, Manos de Oro, Barranco del Río...- y me rescatas para la memoria a personas que en un tiempo conocí. Contar estas "Historias de Los Sauces" me lleva a aquellos tiempos en los que, es verdad, venías conmigo y con tu hermano al Charco y en los que disfrutábamos sin pensar en el mañana. Estoy deseando escuchar esas melodías. Mil gracias.
ResponderEliminarOtro beso.
Parece que estoy viviendo mis años jóvenes en mi Icod de los Vinos.Incluso la casa, enfrente de la plaza,muy parecida ( la casa de mis abuelos). Desde ahí veía pasar a todo el que iba a la plaza, las procesiones, fiestas, etc. También los veranos de Icod y sus noches y la rocola del kiosco de la plaza escuchando a El Dúo Dinámico o Diana de Paul Anka. La playa y las guitarras y las pieles tostadas por el sol, algunas bastante "achicharradas" en los primeros baños...Y la llegada de los veraneantes...sí, tiempos, tiempos.
ResponderEliminar¡Y qué buenísimo mes de verano pasé en la Playa de San Marcos haciendo el Servicio Social con todas mis compañeras de curso! Los chicos de tu pueblo nos venían a cantar por las noches el "Por qué no engraso los ejes" y otras por el estilo. Las noches tan estrelladas, los fuegos de campamento, la playa por las mañanas... son recuerdos de esos que se te quedan en el alma. Así eran también las noches sauceras en el verano. Y qué bueno haberlo vivido, ¿verdad?
EliminarLas más bellas historias de amor son casi siempre de amores imposibles.
ResponderEliminarSi no fuera por ellas, casi no habría literatura ¿Dónde estarían "Romeo y Julieta", "La Celestina" o el mismo "Don Quijote"? Este amor de hoy es que además era imposible de todas todas :-D
EliminarQué bonito, Isa. Recuerdos de juventud.
ResponderEliminarQue son los mejores recuerdos, Nélida. Aquellos tiempos sin lumbagos en los que estábamos juncales :-D
EliminarEs un placer volver a leer el relato de un tiempo lleno de inocencia y creatividad.
ResponderEliminarEste relato es tuyo, Francisco. Es también el recuerdo de una tarde en casa de mi hermana hablando de Los Sauces y sus historias. Y, por supuesto, de mis veranos sauceros, cuando era jovencita y me gustaba tu hermano.
EliminarEstoy esperando que alguna vez te sientes a escribir todas las historias que sabes del pueblo que amamos. Son dignas de la pluma de un poeta como tú.
Un abrazo.
¡Genial! Me encanta la gente con sentido del humor.
ResponderEliminarDe eso tenían bastante las gentes de Los Sauces que yo conocí. O no sé si era la edad o el verano o la falta de preocupaciones en aquellos tiempos, pero mis recuerdos están llenos de risas. Ojalá nunca lo perdamos, Ana.
EliminarMe encantó.Preciosos recuerdos.
ResponderEliminarLos recuerdos son nuestra riqueza, aquello en que nos deleitamos. Nada de decir como Espronceda: "¿Por qué volvéis a la memoria mía, / tristes recuerdos del placer perdido?". Mejor como Cafrune: "Lindo haberlo vivido pa poderlo contar". :-D
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