Mi amigo Álvaro es de esa casta de hombres de
la que han salido los Edison, los Benjamín Franklin y todos los demás
inventores que en el mundo han sido. Álvaro, además, pinta –el cuadro de la
foto es de él-, esculpe, hace coplas… Pero también resuelve complicados juegos
matemáticos e inventa artilugios con los que, por ejemplo, medir amaneceres y
atardeceres. Y ama a los animales. Por su huerta lagunera han pasado pavos
reales, patos, hermosas palomas colipavas con ojos brillantes y colas
orgullosamente desplegadas como abanicos de doncella; y también mensajeras, que
él no quiere para verlas participar en concursos, sino que las tiene por el
placer de cuidarlas, cruzarlas y verlas volar desde distancias cortas de
regreso al palomar. Álvaro es un espíritu curioso que mira el mundo de otra
manera.
Por eso no es extraño que, cuando se
encontró, dando una vuelta por Madrid, con una tienda llamada “El espía”,
entrara enseguida como quien entra, fascinado por tesoros desconocidos, al
Palacio de las Mil y Una Noches. Allí fue donde descubrió una minicámara de
vídeo, no más grande que su dedo meñique, que imaginó al momento colocada en el
pecho de una de sus palomas, grabando el mundo desplegado debajo: los árboles
desde la altura, el brillo de una acequia, el tejado de una iglesia… y, al
final, su huerta y su palomar.
El primer problema que se encontró para
cumplir ese sueño de ver el mundo a vista de paloma fue el precio de la cámara,
300 euros. Pero no hay nada que arredre a un entusiasta. Miró en Internet,
preguntó a un amigo que tenía en Nueva York, hizo cientos de pesquisas y, al
final –el que la sigue, la consigue-, tuvo en su casa una minicámara casi
igual, enviada desde Hong Kong, por 12 euros.
El segundo problema fue cómo ponerle el
aparato a la paloma. Pero mi amigo Álvaro tiene inventiva e imaginación para
eso y para más, y fabricó un arnés que, a modo de mochila, tenía unas asas para
pasarle por las alas a la paloma. Cuando lo tuvo hecho, eligió un macho azul
joven y fuerte, le puso la cámara al pecho y lo lanzó al aire.
El resultado de ese primer vuelo fue que la
paloma dio una buena vuelta y volvió al palomar trayendo una visión
decepcionante: un paisaje desde lo alto interrumpido cada segundo por las alas
de la paloma que, aunque no nos demos cuenta, se juntan por debajo cuando
aletea. Había que pensar en otra solución.
La segunda vez, la paloma tenía otro arnés
que le cubría la espalda hasta más allá de la cola, donde, bien sujeta, estaba
la cámara. De esta manera, la paloma tendría más libertad de movimientos y la
cámara no tendría nada que obstaculizara la visión. Álvaro se fue, emocionado,
hasta la Mesa Mota
y, desde allí, soltó a la paloma que partió alegre y osadamente a columpiarse
en el aire. Dio vueltas cada vez más amplias sobre la montaña, sobre la vega,
sobre La Laguna …
y desapareció.
Álvaro todavía la está esperando. Pero si a
tu ventana llega una paloma viajera, una paloma con minicámara incorporada como
un turista japonés, una paloma con el ojo experimentado de quien ha visto mucho
mundo… trátala con cariño y ofrécele un piscolabis –un poco de agua clara y un
puñado de grano estaría bien- que sea el descanso del viajero. Y, luego,
deséale buen viaje, y que los vientos, el sol de la mañana y nubes blancas como
enormes bolas de algodón sean su compañía, mientras la cámara graba la hermosa
y ancha tierra que se extiende bajo sus alas.
Preciosa historia, Jane, y contada, como siempre, magníficamente. Qué decepción se llevaría Álvaro, después de todo el esfuerzo que hizo para conseguir una exclusiva visión de la tierra, a vista de paloma... Estaré atenta por si el día menos esperado aparece, en mi balcón o en mis ventanas, un cámara alado y azul. Recordaré este bonito relato, le daré agua fresca y un puñado de grano, la retendré con alguna excusa y te llamaré, para que avises a Álvaro y venga a recuperar su ilusión y su paloma. Insisto: preciosa historia, querida amiga, y un beso grande.
ResponderEliminarMe encanta la historia. Qué idea tan bonita la de tu amigo Álvaro y qué pena de pérdida. Me parece fascinante observar el mundo a vista de paloma.
ResponderEliminarSi viene por casa la cuidaremos con cariño y te llamaremos al instante.
Besosssss
Hola Jane. Bonita historia la de esta paloma. Si llega a mi ventana le daré agua y un poco de grano.
ResponderEliminarLo malo es que no están llegando palomas a las ventanas, sino gaviotas, y por desgracia desde hace tiempo cuando ves una gaviota cerca de tí pues te acojonas, porque ya no son esos pajaros como Juan Salvador Gaviota que nos hacían soñar y creer en un mundo nuevo, sino que ahora son los que se llevan trajes, los que hacen cumpleaños de miles de euros, los que le ponen megafonía al Papa por varios millones de euros, o los que ayudan a los Bancos a hacer deshaucios y dejar miles de personas sin casa y sin futuro. Debe ser el cambio climático que los ha convertido en animales carroñeros. Un beso Jane.
Gracias, Cehachebé. Y no te preocupes, las personas como Álvaro no se desalientan tan fácilmente. Acuérdate de Edison y todas las pruebas que hizo para que nosotros ahora podamos alumbrarnos con una bombilla ¡Hasta pelos empleó! Ya Álvaro ha encargado a Hong Kong otra minicámara y estará ideando algún otro complicado artilugio para encasquetárselo a otra desprevenida paloma. Lo malo es que luego detengan a las palomas viajeras por ir contra el derecho a la intimidad. Vete tú a saber qué cosas grabarán...
ResponderEliminarFlor:
ResponderEliminarLa verdad es que el mundo a vista de paloma debe ser precioso. Ya vimos lo que trajo la primera paloma soltada. Se había posado en una araucaria y se veía el patio de un colegio en el recreo: los niños corriendo, gritando y riendo. La segunda, vete tú a saber. Igual está ahora en Tombuctú viendo al ejército francés persiguiendo en sus guaridas a los islamistas. Pero, en medio, las doradas dunas del Sahara, los ríos africanos, un león a la sombra...
Besos.
Juan:
ResponderEliminarAy, sí, qué miedito está dando todo. Hichtcock, con "Los pájaros", no sabía que estaba siendo premonitorio y que hoy son muchos pájaros los que nos atacan por todos lados, gaviotas incluidas. La indefensión, el desconcierto y el pasmo es lo normal al abrir el periódico cada mañana o al oír la radio. La frase de hoy de nuestro presidente ("Lo referido a mí y a mis compañeros no es cierto. Salvo alguna cosa") no me digas que no es para echarse a temblar.
En fin, por lo menos que la paloma viajera encuentre en ti un reposo, mientras que los demás seguimos aguantando esa vela.
Un beso.
Querida Isabel:
ResponderEliminarComo siempre, admiro la facilidad que muestras para tratar los diferentes temas con humor, manteniendo la fidelidad de los hechos.
A la vista de lo sucedido, fue un error soltar la paloma del lugar en que lo hice. Al parecer los alrededores de la Mesa Mota son frecuentados por halcones que acechan el paso de cualquier paloma “despistada”, o cualquier otra posible presa que pase por allí.
En este caso, además, la sobrecarga que transportaba la paloma la hacía más vulnerable. Probablemente la última grabación de la minicámara fuera el aparato digestivo del halcón.
Estos percances pasan incluso en situaciones señaladas, como es el caso de la paloma de la paz de Benedicto XVI, atacada por una gaviota, el pasado 27 de enero: http://m24digital.com/2013/01/28/una-gaviota-ataco-la-paloma-de-la-paz-de-benedicto-xvi/
No obstante, no me desanimo e intentaré de nuevo llevar a buen término las filmaciones con otra paloma y dos nuevas minivideocámaras que ya tengo pedidas. Tendré que perfeccionar el arnés y seleccionar mejor el punto de suelta.
Un abrazo.
Älvaro, lo que me dices de la paloma de la paz va a dar la razón al amigo Juan que dice más arriba que el peligro de hoy son las gaviotas. No me digas que no es simbólico que ya ni respeten ni a la paloma de la paz.
ResponderEliminarYa sé que en tu espíritu no hay lugar para el desánimo. Espero que nos cuentes en el futuro cómo va saliendo la investigación. Seguro que bien y podremos alguna vez ver el mundo a vista de paloma.
Y tampoco hay que ser derrotista e imaginar que tu invento y tu paloma estén en la tripa de un halcón. Sé positivo, que igual tu paloma lo que está es de imagen de Halcón Viajes, je, je.
Un abrazo y otra vez gracias por la historia que me contaste, por el retrato precioso de esas dos palomas y por estar ahí.
Ya decía yo que me sentía observada esta tarde en el parque...
ResponderEliminar"La tienda del Espía", sí, sí, la conozco. De hecho creo que hay varias en Madrid, delante de una de ellas colocan un Humpfrey Bogart (con gabardina, sombrero, etc...) a tamaño natural, y creo que nunca he conseguido pasar, sin pegarme un susto.
Bueno, quizá no sea a tamaño natural, porque andará por el 1'50, pero es que Bogart siempre fue bajito, por lo que tengo entendido.
Preciosa historia contada de manera excelente. Creo que me quedo por aquí para seguir leyendo... Besos.
ResponderEliminarwww.sobrevolandoloscuarenta.blogspot.com
Loque:
ResponderEliminarTendré que darme una vueltita por esa "Tienda del Espía" cuando vaya por Madrid, chulapa mía. Me la imagino llena de humpfreybogarts de los de verdad, mirando de reojo a todo el mundo. Cuando de chica nos pasábamos mensajes secretos invisibles hechos con jugo de limón e inventábamos alfabetos para que nadie se enterara de lo que decíamos (a veces ni nosotros), una tienda así habría sido nuestro paraíso. Por eso miraré a ver si hay algo que les pueda gustar a los nietos.
Y ya sabes, en el parque estate atenta a los cucurrucucús.
Lola:
ResponderEliminarBienvenida a este rincón y gracias por tus palabras.
Me gusta ese título de tu blog (y me gusta el blog, tan creativo y fresco). Yo estoy sobrevolando los sesenta (y la paloma espero que esté sobrevolando países)
Besos y espero verte por aquí a menudo.
Mágicos: Álvaro, la paloma, tus palabras...
ResponderEliminarGracias, Elena. La verdad es que imaginar a Álvaro dedicando su tiempo y sus ganas a crear arneses para una paloma tiene algo de realismo mágico...
ResponderEliminarajajajaj.Lo que no se le ocurra a un palomero!!!Mi padre,estas Navidades,le encargo a su nieto Miguel,mi hijo,que le comprará unos petardos que estallan cuando se tiran al suelo.Ante nuestra reacción nos comento que uno de las palomas era muy vaga y se negaba a volar.Se quedaba en el tejado del cuarto de lavar y que le iba a dar un escarmiento.Todavía nos partimos de risa cuando lo imaginamos,con sus 81 años,tirando petardos en esa azotea.Y pensando en esos vecinos,viendo a un señor mayor tirando "bombas".
ResponderEliminarAmérica, creo que voy a hacer una sección en mi blog para las historias de los palomeros. Les voy a poner la etiqueta que le puse a éste: "Paloma, palomita, palomera". Es que yo me estallo de la risa con algunos de los cuentos. Lo de los petardos es casi hasta normal, yo los he visto con escopetas de balines y cohetes espantando a los halcones ("jodidos halcones", para ellos), aunque mi marido piensa que lo más efectivo es dar palmas muy fuertes y a veces parece hasta que está en un tablao flamenco. Cada loco con su tema, ja, ja.
ResponderEliminarPuffff, Cucurrucucúuuuuuuuuuu cantabaaaaaaa, yo es que con las palomas...
ResponderEliminarMe dejaste con la intriga, Guille. Tú con las palomas ¿qué? Hay un montón de posibilidades...
ResponderEliminarHola Jane, no había leído hasta hoy este gracioso artículo sobre tu amigo Alvaro.Pues a ver si tu amigo Alvaro va ser el mismo a quien mi madre le encargó una preciosa paloma de terracota hace como unos veinte años... Mi madre, Dña. Margarita Rodriguez, también fue una amante de las palomas, justo es también decirlo, así como del caldo de pichón. Recuerdo aquellos fines de semana en los que mi abuela Petra me mandaba a hurgar en los palomares colocados sobre los dornajos de la cuadra, en busca de algún tierno pichón para agradar a Margarita.Aún me viene a la mente el revolotear de las palomas, invadidas en su intimidad y desconocedoras del destino de su prole, el calor que desprendían los pichones y su aterciopelado recién estrenado plumaje. ¡ Qué años aquellos! Gracias Jane por tu continuo reavivar de recuerdos del ayer, que ahora siento fugaz....
ResponderEliminarA mí también me gustan las palomas (las de terracota, las vivas y el caldito de pichón). No sé si es el mismo Álvaro del encargo de tu madre pero no me extraña porque él esculpe también.
EliminarEn casa, a pesar de que tenemos palomas, no me veo con ánimos de coger un pichón, pelarlo y prepararlo para hacer caldo. Cuando mi madre vivía ella se encargaba de eso y es verdad que era sustancioso y nutritivo. Lo que si hago yo alguna vez es acariciar la suavidad del plumón primero. No hay nada tan suave como eso.
Vaya con las palomas, antes solo nos traían mensajes; ahora, hasta chismes. La imaginación humana,inserta en esa caja mágica que está en el interior de la cabeza, no dejará de asombrarnos nunca. Que no decaiga ésta. Buenas tardes y un abrazo.
ResponderEliminarViviendo con un palomero, hemos recibido mensajes de todo tipo a lo largo de los años. Pero algo como esto de Álvaro no lo había visto yo nunca. A la imaginación se la llama "la loca de la casa", pero es una loca que nos abre mundos y nuevas perspectivas.
EliminarUn abrazo y pasa buena tarde (a pesar del frío que hace)