lunes, 4 de noviembre de 2013

Tinieblas




Otoño llega con su acompañamiento de hojas arrastradas por la lluvia, de noches tempranas y de fiestas oscuras. Halloween, Todos los Santos y finados se rodean de misterio y llamadas a las puertas del Otro Mundo, haciéndome remontar a noches en las que se apagaban las luces de la casa, y se encendían, flotando en cuencos llenos de aceite, lamparillas (“palomitas” las llamábamos, o acaso “mariposas”) por cada miembro que hubiera muerto de la familia.


Recuerdo que en esa noche de tinieblas, con la sola luz de las velas, mientras los adultos rezaban y recordaban a la bisabuela María, a Mamá Pepa o a Papá Gabriel, los niños nunca sentimos miedo en esa oscuridad acogedora y especial. Incluso, después, la recreábamos jugando a “tinieblas” en el cuarto oscuro (así lo llamábamos, El Cuarto Oscuro) que estaba al final del pasillo. Era, en realidad, un trastero y, entre cajas, armarios y baúles, nos escondíamos esperando a que entrara el que se quedaba fuera, que tenía que clamar con voz lúgubre y cavernosa: “¡¡¡Tinieeeeeblaaaaassss!!!” y alargar las manos a ver a quién cogía. Todos dábamos chillidos, nos moríamos de miedo y lo pasábamos pipa: un halloween de los de antes, muy sui generis.

Le pregunto a mi marido si él también jugaba a eso de chico, y me dice: “Yo no jugaba a tinieblas, yo vivía en tinieblas” ¡Vivir sin luz! Muchos pueblos de las islas, cuando yo era pequeña, vivían, apropiadamente, a dos velas (o a más, si tenían). Se levantaban y se acostaban con la luz del día. Eran tiempos de chimeneas, braseros y luz del hogar, alrededor de los que se sentaban familias y amigos a alegar, a contar los sucedidos del día o a rezar. Eran tiempos de hablar de historias de la oscuridad que producían escalofríos, como la que me contó mi amiga Luci que le pasó a su padre de pequeño, cuando murió un niño amigo suyo. Una vez que pasó de noche, solo, con la única luz de las estrellas, por el camino donde vivió su amigo, lo vio, mirándolo, a la altura de su casa, en medio de la negrura total, envuelto él solo en medio de una luz potente. Nunca más quiso pasar por allí después del atardecer.

De vez en cuando, la semana pasada sin ir más lejos,  en mi casa se va la luz. Tenemos ya palmatorias y velas preparadas para la contingencia y nos lo solemos tomar con calma. Hablamos, cocinamos (tengo todavía cocina de gas) y cenamos a la luz de las velas y hasta hacemos chistes con el romanticismo de la situación. Pero suspiramos con alivio cuando se hace la luz y nos damos cuenta de cuánto dependemos de la electricidad. Como aquel que decía que se le había ido la luz y, al no tener ni tele, ni ordenador, tuvo que ponerse a hablar con la familia y concluía con “Oye, parece buena gente…”.

Vivir en tinieblas, alumbrados por el fuego del hogar, podrá favorecer las relaciones humanas y ser muy romántico, natural y apacible, pero no hay vuelta atrás. Mi abuelo tenía hace casi un siglo una carpintería en Los Sauces y consiguió traer e instalar la luz para su negocio pero también para todo el pueblo. Cuando este verano fui a La Palma, encontré a gente mayor que todavía lo recordaba como “el hombre que trajo la luz”. Mi abuelo fue un hombre curioso y creativo, que hizo muchas cosas, pero me gusta recordarlo así, como el hombre que consiguió iluminar, igual que hizo con nosotros, un rinconcito del mundo poniéndolo en el camino de la luz y desterrando para siempre las tinieblas.




(La foto inicial la hice el lunes pasado, cuando se fue la luz. Atardecer desde mi ventana. La imagen final es el cuadro que veo cada mañana en mi dormitorio cuando me despierto. Obra de Charo Borges, habla del antes y el después frente a las tinieblas)

36 comentarios:

  1. Sepa usted que la primera ciudad de Canarias donde se instaló la energía eléctrica fue en Santa Cruz de La Palma, nada menos que en el año 1893, aprovechando unos saltos de agua del Barranco del Rio. Con posterioridad se cambiaron las máquinas para generar electricidad a través del agua del mar. La compañía se llamaba El Electrón hasta que Unelco la absolvió. Por los años 40 ya había luz en toda la isla, al menos en los núcleos principales, así que tu abuelo la habrá instalado durante los 30, supongo.
    Cuarto oscuro el de mi casa, bajo la escalera. Era una despensa bastante grande donde se divertían los ratones haciendo de las suyas. Mi madre, cuando quería castigarme de verdad, puesto que los golpes ya no me dolían, me encerraba a oscuras en el lugar extrayendo la bombilla del aplique. Yo me quedaba sentado en el suelo, apoyando la espalda en la pared y pendiente del ruido procedente de alguna de las múltiples cajas que estaban apiladas. Cuando sonaba del ruidito, me ponía a canturrear para combatir el miedo: Decía casi siempre: Esaaaa cabronaaaa me dejoooo solooooooo. Lo gracioso es que ella me hacía creer que se iba y realmente se quedaba junto a la puerta descojonándose con mis miedos. Hace poco se lo recordé y me contestó que no se acuerda de nada.
    Así que cuando me hablas de tinieblas, he superado la prueba con creces.

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  2. Sí, señor, Santa Cruz de La Palma no sólo fue la primera ciudad de Canarias en tener luz en 1893, sino que fue ¡la 6ª del mundo! Si yo siempre he dicho que los palmeros son unos adelantados, nada de Fernández de Lugo. La 2ª fue La Orotava en 1894 y la 3ª, Arucas en 1895. Después de eso, ya fue el no parar. Todo esto lo sé, no creas que por mi increíble erudición, sino por un reto que pusieron en "Lo que las piedras cuentan" en el que sólo ponían esas 3 fechas y tú tenías que averiguar qué había pasado de especial en ellas en Canarias ¡Agüita!
    Los cuartos oscuros se prestan mucho a ese tema de los castigos "¡Te encierro en el cuarto oscuro!", nos decía mi abuela. Pero mi primo, que vivía con nosotros, iba más allá. Cuando se portaba mal, él mismo se encerraba en el cuarto oscuro y no salía de allí hasta pasado un rato en que las aguas volvieran a su cauce y se hubieran olvidado de que él había roto algo o había desobedecido en algo.
    ¡Él sí que tenía superada la prueba!

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  3. Querida Jane, hace mucho que no te contesto pero me he tenido que operar de artrosis y estaba fuera de juego. Como siempre, excelente blog con un estilo limpio y ameno. De las historias de tinieblas y apariciones de difuntos , hay muchas historias en la Palma, y recuerdo la de los dos amigos del Paso que se prometieron que el primero que muriera se despediría del otro. Después las vida los separó porque Juan (uno de ellos) se fue a Venezuela a vivir. Una noche , en el Paso, Pedro (el otro amigo) llama a su mujer y le dice: Dolores, ven corriendo que acabo de ver a Juan asomarse por la puerta y no me habías dicho que vino de Venezuela. La mujer le contesta: ¡pero si no ha venido, aquí no hay nadie! En ese momento suena el teleono y era Lucas, el hijo de Juan para anunciarles que su papá acababa de morir en Venezuela.

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  4. Tona, me ha encantado tu historia de aparecidos. Mi amigo Ernesto García Cejas dice en un cuento de su libro "Señorita Quince y otras quince historias" que los aparecidos existen, aunque ahora no se aparezcan (ahora no hay devoción y a las almas no les gusta nada el follón de tráfíco y semáforos, dice). Y cuenta una historia que asegura que ocurrió de verdad. Dos hombres "se enzarzaron en una de esas peleas en que el vino hacía surgir ese pozo negro de odio inexplicable que hay en quienes se conocen casi desde el momento de nacer". Y una noche, a altas horas, se oyó que llamaban a la puerta del ofendido, que vivía en la Plaza del Cristo. Abrió la madre que, al ver que era el ofensor, dijo: "¿A qué vienes, a buscar bronca otra vez?". No, contestó, vengo a pedir perdón. Y se marchó, dejándola con la visión de la niebla que envolvía la plaza, antes de que cerrara el postigo y, pensativa, se fuera a acostar" A la mañana siguiente se enteraron del desastre que había ocurrido en la galería de "Los Catalanes" y de que el hombre que había venido a pedir perdón había muerto allí el día anterior.

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  5. La anécdota de aquel que tuvo que ponerse a hablar con la familia porque se fue la luz me ha recordado otra relativa al uso o, más bien, el abuso generalizado de las nuevas tecnologías que se observa cada vez más en la calle, el metro, etc.
    Escrito en la pizarra de una cafetería: "No tenemos wifi, HABLEN entre ustedes"
    Nos encantó.
    Un abrazo.

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  6. Qué buena máxima, Utopía. Hace unos meses leí una entrevista a Sherry Turkle, una psicóloga y socióloga que hace 15 años en sus libros veía con optimismo las relaciones del hombre con los ordenadores. Hoy se muestra horrorizada de que todo el mundo vaya con el móvil en la mano; de que vengan a saludarla, charlen un par de minutos y vuelvan a su sesión de emails; de que cuando ven un paisaje bonito, en vez de disfrutarlo, se dediquen a sacar fotos para colgarlas en Facebook... Y alerta sobre todo del peligro a los adolescentes que ya no saben estar solos y no aprenden a relacionarse. Por ejemplo, no es lo mismo pedir perdón en un email que diga "Lo siento" y luego seguir con tus cosas, que sentarte frente a él, sudar, sufrir y pedir perdón. Y lo de los emoticones... Por más caritas que pongamos, nada es más expresivo que un silencio, una encogida de hombros, una mirada brillante de entusiasmo o una caricia tierna. En esa pizarra tenían más razón que un santo.

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  7. Muy bien traído e hilado el tema. Tienes una memoria prodigiosa. Yo, que viví el cuarto oscuro de las tinieblas, que traía excitación y alimento al espíritu inquieto de unos niños, no me acordaba hasta que te he leído. Tiempos en los que no existía ni la Play station ni juegos poco edificantes pensados por mentes poco infantiles. En fin, felicidades por tu artículo, aunque para falta de luz la que había en los pueblos que dependían del molino de gofio. Un beso

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  8. Y la verdad, Néstor, es que nadie se aburría. Jugar a tinieblas era una opción, pero también me acuerdo de miles de juegos en casa, cuando no podíamos salir, porque también la calle era patio de juegos. Sin apenas juguetes, hacíamos carritos con latas de sardinas vacías y hasta teléfonos inalámbricos con dos latas y un hilo. Inventábamos y éramos niños felices.
    No sé qué pueblos dependían del molino de gofio. Yo fui niña de ciudad, con luz siempre, aunque en los veranos de Los Realejos, Granadilla o Los Sauces siempre había un quinqué, un petromax o un surtido de velas a mano para cuando no había luz.
    Un beso y gracias por tu comentario.

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  9. Hola , Isabel .

    Gracias por acudir puntualmente a tu cita de los lunes , con tono agradable y temas interesantes .
    Disfruto siempre que leo tus mails . ¡¡ No pierdas la costumbre !!

    Besos

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  10. Muchas gracias, Loly. Mientras no se vaya la luz, como el lunes pasado, y una esté inspirada, aquí estaré. Un beso.

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  11. Hola Jane. Yo también viví "los tiempos" en que la luz desaparecía durante varios días. Cuando venía un temporal de viento y agua nos quedábamos a oscuras, bueno casi, porque siempre había una vela para encender. Lo malo era cuando tenías que ir de noche a hacer algo. A veces tenías que pasar por ese barranquito que llevaba agua, y oías cosas que no podías reconocer. Me acuerdo unavez en que de repente unos ojos amarillos me miraron, corrí como si en ello me fuese la vida. Luego me enteré que era una "coruja" que es como llaman a los buhos en algunos lugares.
    Hoy sin embargo, hay luz eléctrica pero mucho me temo que ya hay demasiada gente que no puede pagarla, y volveremos a ver a esas luces de vela que recorrían las ventanas, y producían "fantasmas y monstruos" en nuestra imaginación. Un beso Jane.

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  12. La foto es preciosa, me encanta leerte en serio eres un remanso de paz. Te imagino leyendo cuentos a tus nietos tienes que ser una delicia

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  13. De acuerdo con La madre del monillo.
    Olvidé decirte que la foto es maravillosa. Transmite calor de hogar y belleza a partes iguales.
    Que se vaya un ratito la luz en ese entorno es de lo más apetecible;al menos, visto desde aquí.
    Bss.

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  14. Juan Pérez:
    Tienes razón, Juan, con lo de la luz prohibitiva de hoy. Incluso yo, que siempre he sido una despistada y me voy dejando las luces encendidas y la casa parece un árbol de navidad, me veo ahora acordándome del recibo y cerrando luces, que más de una vez he dejado a mi marido dentro de la habitación a oscuras. Como leí el otro día, "después de haber visto mi última factura de luz, se me ha pasado el miedo a la oscuridad ¡¡¡Ahora tengo miedo a la luz!!!".
    Por mi casa también hay corujas y más de una vez nos hemos pegado sustos con esos ojos que te miran fijos en la oscuridad o cuando pegan a volar, rozándote cerca y dejándote sentada en el suelo.

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  15. Madre del monillo:
    ¿Verdad que sí, que la foto es muy bonita? Estoy superorgullosa porque mi cámara es bastante mala y muchas veces me pongo a sacar fotos como una loca ante panoramas perfectos y nunca sale lo que yo veo. Incluso, el cuadro de Charo Borges tiene colores más vivos. Pero de ese atardecer del lunes, la palmatoria en la ventana, el día cayendo detrás, sí que me quedé contenta (hice 4 o 5 según se iba yendo el sol)
    A mis nietos ya no les leo cuentos porque ahora prefieren leerlos ellos solos (aunque sí les cuento historias y batallitas, como el abuelo Cebolleta), pero sí les leí muchos cuando eran más pequeños. La que más disfrutaba era yo viendo aquellos ojos abiertos de par en par, con la curiosidad asomando en ellos. Bueno, ahora me queda Julia, la tercera nieta, que todavía tiene 2 meses ¡Ya le caerán cuentos e historias encima!
    Gracias por tus palabras. Un beso.

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  16. Utopía:
    Sí es verdad que el ambiente se vuelve más íntimo a la luz de las velas. Miramos por la ventana, cuando ya es noche cerrada y sólo se ve la luz de las estrellas. No hay luz en ninguna casa de los alrededores ni en el pueblo. Pero al mismo tiempo te transmite una inquietud y te acuerdas hasta de Goethe, que murió gritando "¡Luz!¡Más luz!". Y pensamos en los que vivían así y en como la llegada de la electricidad, algo para nosotros tan normal, supuso para ellos un milagro.
    Cuando se va la luz, tememos por la comida que tenemos en el congelador, por los aparatos, por si no podremos ducharnos si tenemos motobomba, por no poder hacer un pescadito al horno que íbamos a hacer esa noche, por no poder leer bien... No está mal que se vaya la luz y darnos cuenta de la importancia que tiene ¡Pero que se vaya sólo un ratito!
    Gracias por tu opinión sobre la foto. A mí también me gustó.
    Besos.

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  17. Un magnífico relato bien conducido.Felicidades.Es verdad amiga,los que conocimos tiempos de velas,barreños para el aseo,con agua calentada en viejos braseros o cocinillas de petróleo...;en estas épocas de transición del otoño al invierno, esos recuerdos de historias y leyendas populares,las Nuestras:corujas,brujas..,los tenemos y conservamos en nuestro subconsciente, están en nuestras retinas.Vimos llegar a nuestros barrios o pueblos aquellas primeras crucetas de la electricidad,y nos maravillamos con la luz que emitían aquellas viejas bombillas de 110-125.Buen día para todos-as.Cs

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  18. Me trajiste con tus palabras, Francisco, la imagen de todos los niños bañándonos en un barreño grande metálico en la cocina de la casa de mis tíos en Los Realejos, una cocina con suelo de piedra, tejado y una ventana abierta al barranco. Ya la casa no existe y ni siquiera el barranco, y podemos bañarnos con agua caliente y duchas a distintas velocidades como si fueran ferraris. Pero nos ha quedado el recuerdo de la alegría que sentíamos todos los chiquillos chapoteando en las tinas de agua calentada en las cocinillas. Tolkien incluso hizo un poema a esta imagen en "El Señor de los Anillos: "Oh, dulce es el sonido de la lluvia que cae / y del arroyo que baja de la colina al valle / pero mejor que la lluvia y los arroyos rizados / es el agua caliente humeando en la tina".
    Buen día para ti también.

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  19. Mi abuelo también es de esos que trae la luz, a su manera. ¡¡Que bien por Charo Borges!! Como siempre, estupendo, Isabel.

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  20. El cuadro de Chari me transmite paz. Cuando estuve pensando en dónde ponerlo, me apeteció donde está, en la pared frente a mi cama y que fuera lo primero que viera cuando me despierto. Es una magnífica pintora que se prodiga poco, pero que, cuando lo hace, nos deja con la boca abierta. Ella era la que nos hacía postalitas de navidad en el colegio y la que ayudaba a todo el mundo en las clases de dibujo de Don Alonso Reyes. Luego le tocó a ella dar clases de dibujo, como no podía ser menos. Excelente pintora y docente pero, sobre todo, y de esos damos fe todos los que la conocemos, excelente persona.
    Gracias, Violeta, y ya me contarás más cosas de tu abuelo. Un beso.

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  21. Holaaaa, Jane. Que tal ?. No, no estaba de parranda, ni de reposo médico ni nada parecido. Nuestro último contacto fue el pasado 9 de Enero. Lo recuerdo. Ese dia comenzaron una serie de reparaciones en mi casa, suerte de Via Crucis, que se alargaron en el tiempo. Claro, en este país, mi país, no hay un carajo: no hay cemento, ni cabillas (hierro), falla la luz, no hay papel toillete o como lo quieran llamar, el desabastecimiento y la escasez están a la orden del día. ¿Se nota que no comulgo con el Gobierno, verdad?. Ah, para remate muchas veces faltó el albañil. Perooo, al fín terminaron. La casa está limpia y hemos pasado a un segundo plano los inconvenientes sufridos y ahora podemos utilizar hasta nuestro Ordenador, el cual, por razones obvias estaba de vacaciones. He revisado muchos de tus escritos y todos merecen un premio. Una salvedad: Porque carrizo llamas a tu nieto el Terro ?.A fin de cuentas el chamo solo ejerce su oficio: echar vainas. Yo también tengo recuerdos medio espeluznantes propios de Noviembre. Una vez, tenía alrededor de 9 años, estaba de visita en casa de unos tios que vivían en un descampado por los lados de Chamberí, en esos tiempos aquello era muy solo. En horas de la tarde cuando regresaba a mi casa, ya oscuro, pasé el gran susto de mi vida. Resulta que el cementerio quedaba a mi derecha, al fondo, al llegar a la Casa Cuna había un torreón y pegado a él, una higuera. La neblina y el miedo que yo cargaba - siempre fuí miedoso de pequeño - permitieron que mi imaginación observara un fantasma. Le caí a pedrada limpia a la higuera y quedo la pobre toda "deslechada". Del tiro rompí el record de los 100 mts en bajada y llegué a mi cada como "palo e´gallinero". Un abrazo y a cuidarse, pues.

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  22. ¡Ay, qué alegría, Agroteide, haberte recuperado! Ya creía que te había perdido por esas tierras lejanas donde los dirigentes hablan con pajaritos y donde hay viceministerios de felicidad social. Pero me alegro un montón de que estés muy bien y disfrutando de tu casa recién arreglada. "En obras te veas", dicen aquí que es la maldición del gomero.
    A mi nieto como el Terro lo bautizó mi cuñado una vez que hizo alguna trastada. El niño hasta contestaba y todo cuando lo llamaban así. De todas formas es una broma. No es más trasto que cualquier otro niño de su edad (ya tiene 8 años)
    Historias de cementerio me contaba mi tío. Él y sus amigos apostaban a ver quién iba de noche hasta el final del cementerio con un cigarrillo encendido para que se le viera de lejos (también son ganas). Dice que nunca había pasado tanto miedo, que oía hasta voces.
    Me he reído mucho con tu historia de la higuera deslechada. No te hagas de rogar y sigue viniendo por aquí. Hemos añorado tu "a cuidarse, pues". Un abrazo.

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  23. ¡Cuántos recuerdos nos trae tu bonita historia....! ¡y qué pena que esas vivencias hayan desaparecido con la llegada de la luz!....recuerdo regresar a casa por esos senderos medio tenebrosos, entre plátanos y llenos de sombras y de ruidos extraños.....y como me producía cierto morbo pararme en el medio de la oscuridad tratando descubrir......que se yo qué?...escuchabas historias aterradoras de personas que aparecían o te hacían sentir ciertas sensaciones y....aunque temblabamos oyendo estas...decían verídicas historias....en el fondo sentías haber vivido alguna de ellas....la imaginación y la falta de luz ponía el resto....y cada noche cuando te quedabas a oscuras en tu habitación acababas mirando bajo la cama imaginando no se qué....y así medio te tranquilizabas antes de caer en brazos de morfeo...

    Gracias amiga por contarnos estas bonitas historias..... nadie sabe hacerlo como tú.....un abrazo.

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  24. Sí, Jesús, la imaginación hace aparecer fantasmas de sombras y voces sigilosos de ruidos normales. Me acuerdo de quedarme una vez en una casa terrera que estaba frente a una curva. Yo oía desde mi cama que los coches que pasaban reducían la marcha. Y ya pensaba que se paraban, que salía gente de ellos, que entraban en la casa y que se acercaban a mi cama para ¡uuuuuhhhhh!, por lo menos, asustarme. Por algo llaman a la imaginación "la loca de la casa".
    No pienses que es una pena que esas vivencias hayan desaparecido. Ahora nos costaría adaptarnos a un mundo sin luz. Acuérdate de cuando hace poco, en septiembre, se fue la luz en Santa Cruz de La Palma y se tardó más de 6 horas en restituirla. Fue noticia a nivel nacional por lo inconcebible en pleno siglo XXI.
    Un abrazo y gracias.

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  25. Esta historia, Isabel, me ha traído un montón de recuerdos... voy a tener que imitarte y montarme un blog paralelo para desarrollar las experiencias personales que tus bonitos e interesantes escritos tienen por costumbre invocar...

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  26. Pues sí, Juan, ponte a ello. Que no hay nada como convocar a los espíritus, revivir momentos y compartirlo todo con los amigos.
    Un abrazo grande y gracias por tus palabras.

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  27. Hace poco se fue la luz en mi casa, bueno hará cosa de un mes. O sea que me había mudado hace poco.

    Buscar velas en una casa NUEVA donde aún no sabes donde está todo, y a oscuras... precioso, precioso.

    Ah, y una vez que vivía en un interior, de noche se me fue la luz, no tenía ni velas ni linterna ni compañía.

    Así que me quedé ahí en la oscuridad más oscura sin poder leer, ni hacer punto pelota, mientras pedía a gritos ¡Luz y taquígrafos!

    La luz para ver algo y los taquígrafos para jugar al tute, o algo.

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  28. Como siempre, me haces reír, Loque. Por todo eso mis mejores deseos para ti son que tengas siempre en tus casas (que ya llevas unas cuantas) una iluminación como la de la Gran Vía en navidad; y que te acompañe un taquígrafo guapo, inteligente y divertido al que lo menos que le interese, cuando esté contigo, sea tomar notas.
    Un abrazo.

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  29. Me he puesto a recordar cuando jugaba a tinieblas con mis primos. Que tardes tan divertidas. No se sí los niños juegan ahora.

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  30. Yo creo que no, Merci. Están muy ocupados con teles, plays y tablets. Ellos se lo pierden.
    El otro día mi amiga Mila me comentaba que cuando ellos jugaban, el que se quedaba entraba en la habitación oscura diciendo con la voz más tenebrosa que se puede tener a esas edades: "¡Tinieblas en la noche!¡Los muertos van en coche!¡Tinieblas en el día!¡Los muertos van en tranvía!" Nosotros no éramos tan literarios pero lo pasamos igual de divertido.
    Un abrazo.

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  31. Antes que nada, Jane, déjame darte un millón de gracias, por hacerme el inmenso honor de acompañar, una de tus magníficas entradas, con uno de mis modestos bodegones, de hace tantos años, ya. Además, el que te regalé, en su día, con todo mi cariño y admiración de siempre. Ahora, vayamos al tema.
    Para la luz, como me dijo un día un colega científico, los pintores y fotógrafos son especialmente sensibles. Quizá, tienen en sus retinas, un sensor muy desarrollado para percibir, en la luz natural, sus colores, su hora y hasta su ubicación. Pero, para llegar a todo eso, no se puede prescindir de la sombra y lo que ella es capaz de transmitir.
    También tiene colores, formas y tamaños y, entre ella y su inseparable e indivisible luz, se pueden sacar muchas conclusiones sobre lo que nos rodea. Hecha esta disquisición sobre la luz natural, paso a contarte una historia de luz y sombra, pero, en este caso, artificial y en plena nocturnidad.
    Me cuenta mi madre que, en las tardes-noches de otoño, en el Realejo Bajo, unas tías suyas solían ir a visitar a otras familias y, en una de esas noches, al ir a cruzar una carretera mal iluminada, percibieron una mancha muy oscura y alargada. La visión las asustó y no se atrevieron a cruzar la vía, pensando que alguien las acechaba y aquella era la sombra que le delataba.
    Allí se mantuvieron petrificadas, hasta que pasó un conocido y les dijo que no tuvieran miedo, que aquello no era más que la orina de un caballo o un burro que había pasado hacía poco y había descargado, su gran vejiga, en medio de la carretera.
    Como es de suponer, las risas de las tías debieron oírse unas cuantas leguas a lo lejos y, aún hoy, también lo recuerdan, con simpatía, los pocos sobrinos que aún quedan, de aquellas tías dotadas con la "loca de la casa", como definía la imaginación, Santa Teresa de Ávila.

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  32. Cehachebé, mi admirada Charo Borges (o Chari para mí), me ha encantado tu disquisición filosófica sobre la luz y la sombra porque es la verdad de la vida. Tú, con tu perspicacia y sensibilidad, nos dices lo que la religión y la ciencia nos dicen del mundo: no hay luz sin sombras, no hay santos sin pecadores, no hay belleza sin fealdad. Un día nos vamos a poner a hablar de estos temas en una de estas tardes otoñales y de luces difusas.
    ¡Y cuántas veces imaginamos voces, sombras, y hasta espías en la oscuridad! No hay nada como el alivio y las risas después de haber pasado miedo.

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  33. A nosotros nos encantaba jugar a las “ mil y tinieblas” , que es como le llamábamos nosotros en Güimar. Normalmente , el juego se desarrollaba también en las zonas más oscuras de la casa, la despensa, los cuartos del patio, etc...¡ Cómo nos encantaba pasar miedo!. Aunque la casa de mi abuela, su jardín , su huerta y su patio eran por la noche un mar de sombras, repleto de lugares apropiados para cualquier juego de fin de semana, que era cuando le caían a Dña Petra los siete nietos de La Laguna. Una noche sin luna, no nos fuimos a robar uvas, sino que decidimos jugar a la “ piedra robada” , otro de los juegos de entonces, en el que uno salía por su mala suerte de “ Quedado” y el resto nos escondíamos hasta encontrar la ocasión de tocar la piedra, que era el lugar acordado de salvación suprema para el participante, al grito de “¡Piedra Robada!”, sin que “ El Quedado” nos diera alcance. Era entonces cuando suspirábamos de la emoción y descansábamos hasta que el resto finalizara, bien de “tocados” ó bien de “ salvados”. Aquel día, encontré la ocasión de tocar la piedra situada en la gran piedra de lavar del patio de mi abuela y corrí a todo trapo por el pasillo que bajaba de la cuadra. Iba tan emocionado que no caí en que el perro, Capricho, había tenido la idea de atravesar el citado pasillo para descansar junto a la pared, dejando la cadena que lo sujetaba a veinte centímetros del suelo. Tropecé y caí de bruces ,y ya no vi sino tinieblas...

    Un saludito Jane.

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    1. ¡Qué divertidos eran los juegos de nuestra infancia! Me acuerdo de ese de la Piedra Robada y también de uno que llamábamos "los hermanitos", porque en cuanto le dábamos la mano a alguno de los otros, ya el "quedado" no podía hacernos nada. Mis nietitos chicos a veces juegan a cogerse y, cuando llega alguno a donde estoy yo, dicen: "¡Aba es casita!". "Casita" es la seguridad, la salvación, la confianza de que allí nada te puede pasar.
      Era época de buscar seguridades y de pegarnos morrazos. Entiendo que no se te haya olvidado el partigazo... ni tampoco la emoción del juego.
      Un abrazo, Miguel.

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  34. Carmen Paz Gutiérrez Atienza24 de noviembre de 2017, 17:22

    Yo también jugaba a tinieblas...Isabel. Cuando era pequeña se nos iba la luz con mucha frecuencia, un poco de viento y lluvia era suficiente.
    Esas noches eran realmente deliciosas, cada uno con su palmatoria y nos reuníamos toda la familia para cenar y luego larga tertulia hasta la hora de acostarse, me has llevado de vuelta a mi niñez.

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    1. Eran noches propicias a la charla, a la intimidad, a las historias de miedo... No es extraño que en una noche de esas, Mary Shelley, que pasaba unos días cerca del lago de Ginebra, ideara la historia de Frankestein. Ella cuenta que eran noches húmedas y que se entretenía frente al fuego de la chimenea hablando con Lord Byron y otros amigos de historias de fantasmas. Hasta que alguien propuso que cada uno escribiera su propia historia sobrenatural.
      Yo también recuerdo con nostalgia esas tertulias alegando sin parar con las velas encendidas. No salió un "Frankestein", pero ¡cuántos recuerdos!

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