Era la paloma número 165508-08 del palomar de palomas mensajeras. Venía de una larga estirpe de campeonas. De color blanco puro, sólo enturbiado por la pincelada negra en una de las plumas timoneras de la cola, cabeza bien formada y ojos dorados, su nacimiento fue cuidadosamente anotado y saludado como se merecía: he aquí a una luchadora.
Pronto -al mes y medio- empezó su entrenamiento. No se le olvidó nunca la sensación embriagadora de la primera vez que cortó el viento y sus alas se abrieron, reconociéndolo, al frío acogedor, ni la familiarización con los alrededores del palomar: el drago, la buganvilla malva, aquel estanque de más allá donde las garzas iban a beber, la carretera delgada iluminada por los coches al empezar la mañana. Y, sobre todo, el silbido del cuidador que unió para siempre al momento de posarse en el tablero, estableciendo, aunque no lo supiera, un nexo necesario para el adiestramiento.
No se le ha olvidado tampoco la primera vez que viajó con sus compañeras. Primero en los cestones, encerradas y juntas, abriendo los ojos asustadas cada vez que oían los ruidos extraños; después, en el camión traqueteante y monstruoso que se adentraba en destinos oscuros; al final, en barcos de movimiento ondulante. Pero sobre todo lo mejor, la salida, el fin de la pesadilla, el momento de la libertad en el que el palomero encargado abría las puertas de las cestas y ellas aspiraban, ávidas, el salitre, el aire, el viento..., mientras abrían desesperadas y anhelantes las alas, tanto tiempo constreñidas por el encierro.
Y empezaron los viajes. Las millas en el mar -soltándolas a 15, 30 y 40 millas, cada vez más lejos- casi a ras del agua, descubriendo consternada el peligro al ver que alguna de las suyas, más débil, se ahogaba, pero siguiendo ella recta, a pesar de todo, escuchando la llamada ancestral del hogar. Los viajes a las islas, desde La Isleta y Sardina en Gran Canaria, viendo roques, calderas y playas doradas; desde Morro Jable, Gran Tarajal y El Cotillo en Fuerteventura, presintiendo el calor de los bellos tonos ocres de la isla; desde Punta Mujeres en Lanzarote, junto a volcanes negros en que habitaron los demonios.
Durante 4 años hizo esos mismos viajes, siempre llegando de las primeras, batiendo con fuerza las alas hasta aterrizar con gracia en el tablero del palomar. Exhausta, sabía que al llegar encontraría un saltadero en el que descansar y un cuenco de agua y miel en donde fortalecer y calentar el alma.
El año pasado llegó su reto definitivo, Cabo Ghir, en África, a 661 kilómetros de su palomar. El cuidador la examinó meticulosamente ¿Resistiría? Estaba en forma, las plumas brillantes y sedosas, el pecho amplio, las patas calientes y firmes... Pero ¡era tan lejos! ¿Y si se perdía? Cada pérdida de una paloma la sentía como una pena allá en el ánimo, pero esta paloma blanca era especial, tan firme, tan segura, con ese volar alegre de quien disfruta haciéndolo. Se arriesgó.
La costa africana fue para ella un descubrimiento, con el mar batiendo en playas olvidadas y el viento del desierto acariciando el vuelo. Tuvo la tentación de adentrarse en él y desvelar rutas de caravanas de cuento, ciudades de arena, músicas y ritmos de otras profundidades. Pero allá en sus genes sintió la llamada, la atracción atávica, el canto que le hacía evocar y desear volver a otra realidad más verde, más fresca, más cercana y familiar. El recuerdo de un silbido.
Volvió. Tardó 10 horas. El cuidador, aliviado, la recogió en la palma de la mano. "Nunca más viajarás. Te lo has ganado, campeona", le dijo. Y ella visualizó su futuro, la vida en el palomar de las reproductoras, junto a todas las otras que habían mostrado coraje y fidelidad al instinto. Desde ese momento, maíz, cebada y otros granos en el cuenco, baños al sol en el parque del palomar, algún vuelo alrededor sólo para desentumecer el ala, incubar los huevos, dar calor a los pichones, no viajar nunca más. Ni rozar los acantilados, ni descubrir pinares, ni volar sobre desiertos dorados. Se acabó el riesgo y el peligro. Se acabó la aventura.
El reposo del guerrero, qué quieren que les diga., se le antojo una estafa.
(A mi marido, el cuidador, que dedica gran parte de su tiempo a hacer placentera la vida en el palomar)
! Qué relato más enternecedor, Isabel! Y que fantástica forma de describir ese último viaje ....
ResponderEliminar....Se me humedecieron los ojos al leerlo. No entiendo de palomas ni de palomares, pero si he vivido de cerca la dedicación de Antonio con su mal llamado ,"hobby" pues en su caso raya la vocación . Hacen los dos un tandem perfecto , el las adiestra y las mima y tu describes esta labor como nadie. Los quiero
Gracias, Cristi, por tus palabras. Sí que es casi vocación la de mi marido. Tiene palomas desde que una vez a los 12 años un amigo de su padre le regaló un casar. Sólo las quitó los años en que estuvo estudiando fuera, pero incluso en esos años hacía planos del palomar perfecto que alguna vez tendría en su casa. Y no ha parado hasta conseguirlo. Estos años de jubilación, en los que cada mañana las va a ver. las entrena, las alimenta y las mima han sido también para él el reposo del guerrero.
ResponderEliminarMuy bonito, me trae muchos y buenos recuerdos de mi padre, Palomero también.
ResponderEliminarSon una casta aparte, Marta. Cuando se reúnen dos o más palomeros, les pueden dar las tantas que no paran de hablar de la afición. Y el lenguaje (rodado alí, variolé, viajes de fondo...) es también propio de una secta extraña. Tú sabes de lo que hablo.
ResponderEliminarUn beso.
Isa, ¡qué bonito lo que escribiste hoy! ¡Qué homenaje a la paloma y al cuidador! Seguro que le encantó. Y yo también creo que la paloma quería más aventuras.
ResponderEliminarPienso que sí, Úrsula. Hoy casualmente leí un poema de Wislawa Szymborska, que dice así: "Una vez encontró en los arbustos una jaula de palomas. / Se la llevó / y para eso la tiene, / para que siga vacía". Me gustó ese "para que siga vacía", como constantando el hecho de que las palomas no nacieron para vivir en jaulas, sino para volar libres en el aire. Y correr aventuras, por supuesto.
ResponderEliminarJane, que forma más bonita de describir los pasos que dan esas campeonas para volver a su hogar. Yo hubiera dicho en plan cortometraje: La soltaron de la cesta y "pegó a volar"¡¡eres una campeona de las letras !!. Mi más cordial enhorabuena
ResponderEliminarTona, la sencillez y la simplicidad son valores añadidos, así que ese "la soltaron de la cesta y pegó a volar" es contundente, gráfico y real. Enhorabuena por ello a ti también.
ResponderEliminarUn beso y gracias.
Bellísimo, tierno...
ResponderEliminarMuchas gracias, Néstor.
ResponderEliminarLe oí a mi marido -el cuidador- las palabras que sellaban el destino de la paloma blanca -"Nunca más viajarás"- y pensé que, si me lo dijeran a mí, no lo vería como un premio. No hay nada como identificarse con el otro.
Un abrazo.
Pues que jubilación mas triste la de la paloma, ahora que podía viajar de forma organizada con el inserso de las palomas, va y se queda para que la atiendan y le dejen dar una vueltita por la tarde. Solo le ha faltado ir al médico de las palomas, y como ahora tiene tiempo, hacerse un chequeo y descubrir que tiene colesterol, es diabética y que le tienen que hacer un cateterismo. Como insinuó Tona muy sabiamente, deja la puerta del palomar abierta y que pegue a volar, se lo merece.
ResponderEliminarBesos
Es verdad, primo de Tona, qué triste ¿Ves? Por eso no voy nunca al médico, que siempre te encuentra algo para después prohibirte cosas que son la sal de la vida (y nunca mejor dicho, sal, dulces, vino...).
ResponderEliminarLo malo es que, cuando se acostumbran a la vida cómoda, aunque les abras la puerta de par en par, ya no saben volar más allá del paseíto alrededor del palomar, ya no miran a lo lejos, "a los horizontes lejanos del oeste donde los hombres son hombres" (esto está cogido de Wodehouse) o las palomas son palomas. En fin, es ley de vida... pero qué triste otra vez. Un estafa, te lo digo yo.
Debo reconocer que tu relato tiene un contenido por demás hermoso. Vaya que sí. Pero, y lo lamento por tu esposo, para nada estoy de acuerdo con los colombóficos.Crían un animal y luego los exponen a perecer en medio del Atlántico. Mi hermano también se dedicó a la cultura palomérica, como yo le digo. Viviamos por allá, por el Barrio Buenos Aires y en la azotea tenía el palomar. Me tocaba la limpieza, subir el agua y los diferentes alimentos, solo eso. En verdad el disfrutaba. Cada vez que soltaba una paloma en uno de esos concursos,crecia mi angustia por saber si el bendito bicho regresaba. Algunas veces ocurria lo inevitable.y me sentía impotente, rabioso. Una vez, por desquitarme, las solté todas en la creencia de que se perderían. Bendita sorpresa, regresaron todas. A cuidarse, pues.
ResponderEliminarQué emotiva la historia de la paloma número 165508-08, y su merecido descanso en el que se enfrenta a otro tipo de vida. Creo que aunque nos cueste admitirlo, hay un tiempo para cada reto y cada reto tiene su momento. Muchos besos
ResponderEliminarEnhorabuena a nuestro amigo Toni que siempre ha dedicado su tiempo libre a estas amigas tan particulares y ahora en su merecido descanso, continúa día a día dedicándoles una gran parte de su tiempo....enhorabuena a la compañera del "guerrero" que tan de cerca lo ha vivido y compartido, pero que no creo que este demasiado de acuerdo con ese "Nunca más viajarás"....de todas formas soy de la opinión que cada cual ha de dedicar el "descanso del guerrero" de la mejor manera que estime oportuna.....y no dejarse llevar por las "modas de masas" para cuando te jubiles.....que cada uno haga lo que le apetezca......no siempre se encuentra la felicidad donde los demás se empeñan en que has de buscarla.....
ResponderEliminarEnhorabuena Jane a la Doctora Jomeni por su nueva publicación que ya anda por los rincones de nuestra casa entreteniendo al personal....y animarla a que siga contando tan bonitas historias.
Aprovecho para decirles que ya tenemos a Diego entre nosotros....nació hace quince días....todo bien.
Un abrazo Jane y continúa haciendo nuestro "descanso" más agradable......a ver para cuando ese libro....
Agroteide:
ResponderEliminarTodos los colombófilos, los que aman las palomas, las cuidan desde el huevo, las alimentan, las entrenan..., se llevan un disgusto enorme cada vez que se les pierde una. Yo le digo siempre a mi marido que qué necesidad, que los hobbies se tienen para disfrutar y no para pasarlo mal, pero ahí está, todo el día mirando para el cielo. Eso sí, cuando llega una que creía perdida es como la llegada del hijo pródigo: saltos de alegría y regocijo general.
Bueno, por lo menos, es un vicio más sano que otros...
Un abrazo y a cuidarse, pues.
Flor:
ResponderEliminarTienes razón, todo tiene su momento y hay que adaptarse a lo que venga. Mi madre -lo he contado muchas veces- decía poco antes de morir: "A lo mejor no viajo más, pero ¿y lo que me he divertido haciéndolo?". Nadie nos puede quitar los recuerdos ni el goce por lo vivido, y espero que en cualquier etapa de la vida seamos capaces de buscar nuevas maneras de disfrutarla.
Un abrazo.
Jesús:
ResponderEliminarLo primero mi enhorabuena por ese nuevo nieto. Te llamaré para darte las felicidades con fundamento.
Gracias por tus enhorabuenas, que son muy bien recibidas.
Cuando me jubilé una de las cosas que tuve claras fue no hacer mucho caso de quienes te aconsejan lo que tienes que hacer "ahora que tienes tiempo". Muchos proyectan sus deseos en ti, o piensan en que ahora te vas a cargar de otras obligaciones. Por lo pronto no me he metido en cursos, ni en clases ni en nada que me suponga un horario. Y digo sí a todo lo que me pueda hacer disfrutar libremente.
Que tu jubilación sea también placentera.
Un abrazo.
Se equivocó la paloma.
ResponderEliminarSe equivocaba.
Por ir al Norte, fue al Sur.
Creyó que el trigo era agua.
Se equivocaba.
Yo tengo claro que si fuera 165508-08 querría seguir volando y saborear la libertad hasta el final
Aun a riesgo de equivocarme y no volver como esa paloma de Alberti que tan bien canta Serrat
¿La alternativa?. Todo facilitado, nunca más aventura, sólo los recuerdos. La melancolía no le sienta bien a los guerreros...
¡Que bella tu minuciosa descripción de la vida de las palomas y sus palomeros cuidadores!
Un abrazo
Yo también lo tengo claro, Merche. Está muy bien lo de acurrucarse al sol de la mañana, con toda la vida resuelta y los instintos primarios satisfechos Está muy bien decir que lo mejor de los viajes es la vuelta a casa y a tu cama y a tu rincón preferido. Pero si no sales y ves otras cosas, corres el riesgo de no darte cuenta de que ese es tu lugar. Viajar nos abre los ojos.
ResponderEliminarMe gusta tu frase. "La melancolía no le sienta bien a los guerreros". Melancolía, bilis negra, mal humor, propensión a la tristeza... No, no es buena para el alma de quien ha visto desiertos y mares.
Un abrazo.
Querida Jane:
ResponderEliminarComo siempre me asombras. ¡qué cosa más bonita has escrito sobre las palomas; pero sobre todo sobre el Cuidador!
La paloma tiene la última palabra.
A lo mejor en su afán atávico de recorrer, en vuelos infatigables, kilómetros y kilómetros, sabía que se estaba ganando la meta final. Su meta final.
¡Por fin lo había conseguido!
Se había ganado el lugar seguro y cercano en su palomar.
Se había ganado el vuelo tranquilo, disfrutándolo sin agobios ni competencias, en el cielo conocido, seguro y cercano a su palomar.
Se había ganado el silbo inconfundible (ahora más cariñoso) y la mano segura (ahora más cálida) de su Cuidador.
Se había ganado el derecho a criar palomas tan fuertes y constantes como ella.
Se habían cumplido con creces todas sus aspiraciones.
Se había ganado su jubileo...
Creo que somos como las palomas, hacemos la carrera de fondo de la vida para ganarnos nuestro jubileo, a veces no tan placentero ni seguro como el de nuestra Paloma.
Cándidaeréndira, me ha gustado mucho tu transcripción de mi escrito. Mucho más poético y bello. Y añades, además, ese "cumplirse con creces sus aspiraciones" del que yo había prescindido.
ResponderEliminarDespués de todo una persona (o una paloma), que siempre en la vida se pone metas cada vez más difíciles, puede tener la aspiración a un descanso placentero en que no tenga la necesidad de un objetivo final.
Me gusta, me gusta mucho tu visión. Como siempre, certera y lúcida.
Como siempre magnífico Isabel.
ResponderEliminarCreo que como bien dices: ella prefería rozar los acantilados, contémplar los pinares y volar sobre los desiertos dorados.
Creo que el reposo del guerrero no le hacía tanta gracia, a pesar de las atenciones de su cuidador.
Gracias por esos bonitos y relajantes relatos.
Me ha encantado!
Este post lo escribí hace 4 años. La paloma 165508-08 ha pasado a ser parte del palomar de la reproducción. Ha tenido 16 hijos que también han destacado en sus vuelos. A lo mejor no le ha venido mal el reposo del guerrero :-D
EliminarMuchas gracias por tus palabras. Este post es de mis preferidos.
Ya veo que el reposo ha sido muy prolifero.
EliminarBuenas noches Isabel.
La verdad es que sí. Esta misma mañana vi a un montón de palomas en el "parque" del palomar (un sitio al sol con sus dos "piscimas" para bañarse y todo) y le comenté a mi marido que qué cantidad había de palomas blancas. "Hijas de esa paloma de la que has hablado", me contestó. Son muy bonitas.
EliminarQué bonito! ISA me a parecido tierno y conmovedor, se puede hacer un paralelismo con la vida de cualquier luchadora hasta llegar al tan merecido reposo del guerrero, con la tranquilidad y seguridad ganada a lo largo de tanto vuelo y lucha, gracias amiga por tan hermoso relato������
ResponderEliminarPues sí, eso mismo pretendía, Clari. Tú y yo estamos ahora en esa etapa, gracias al cielo no procreando como la paloma, pero sí relajaditas y viajando lo justo, una vueltita alrededor y vuelta para casa.
EliminarGracias a ti.