lunes, 26 de junio de 2017

Malagueando


Málaga desde el Muelle 

Ahora que empieza el verano, me encuentro por todos lados artículos periodísticos que hablan de los viajes y me he fijado en que muchos animan a ser viajeros y no turistas. Para ello, los hay que te sugieren que te vayas a destinos exóticos, como recorrer el Serengueti en globo, cabalgar sobre olas en Indonesia, subir a un glaciar o retirarte del mundanal ruido a un monasterio en Nepal. Luego están los que añoran encontrar una tierra virgen que no haya pisado el hombre blanco. "La gente se aprieta en un hormiguero mundial", dicen, y echan de menos los tiempos en que Stanley partió en busca del Dr. Livingstone por el África profunda y en los que Shackleton pudo poner en un anuncio: "Se buscan hombres para un viaje peligroso. Frío extremo. No es seguro volver con vida". Y al final también hay otros (como Enrique Vila-Matas) que, ante ese panorama, te exhortan a quedarte en casa -¿dónde se está mejor?- y, si te apetece salir, te lees un libro de viajes. igualito que hacía Kant, el viajero más inmóvil de la historia.

Dado que ninguno de esos consejos me atrae lo suficiente, esta semana he optado por otro camino,  nunca mejor dicho. Me he ido, ligera de equipaje, con mi amiga Cae a su casa de Málaga, ciudad que no conocía y me apetecía mucho conocer. Ir a casa de una amiga de toda la vida sin planes preconcebidos, sin saber muy bien cómo es la ciudad, sin mirar durante esos días el ordenador ni consultar una guía de viajes, ni "ya que estoy aquí" alquilar un coche para ver los alrededores, se me antoja ser lo más parecido a un viajero que malaguea que a un turista sudoroso.

Es verdad que hemos subido a la Alcazaba y hemos imaginado la vida de los árabes que una vez la habitaron; que también visitamos el Museo para conocer algo de la historia de esa ciudad, que fue fenicia, mora y cristiana; que nos llamaron la atención los edificios de altas ventanas y miradores de forja y esa catedral tan impresionante, "la Manquita", como ellos la llaman porque nunca se terminó la segunda torre.

Pero también es verdad que le cogimos el pulso a la ciudad. Fuimos al mercado a comprar fruta, verduras, pescado (y también cigalas, chirlas, gambas frescas...). Paseamos con calma por el Parque, por las calles del centro y de algunos barrios remozados y por las callitas de Pedregalejo, donde antes vivían los pescadores. Un día vimos una procesión a tambor limpio y otro, unos novios saliendo trajeados y guapos de la iglesia. Nos bañamos en La Malagueta, oyendo a la gente que estaba cerca hablar de volver la noche de San Juan a quemar un "Júa". Nos tumbábamos todos los días una buena siesta en las horas de calor, como hace cualquier malagueño en su sano juicio. Hasta nos dio tiempo de ver una exposición temporal en el Museo Picasso sobre la Escuela de Londres y, a mí, de leerme un libro intimista y evocador -"El mar" de John Banville- , cuya lectura irá siempre unida al recuerdo de estos días de junio en Málaga. Hubo cenas de marisco fresco en casa y de espetos de sardinas en la playa, gintónics a la caída de la tarde -una vez mientras oíamos una guitarra que tocaba bajito en una mesa cercana una música flamenca conmovedora-, y mucha, mucha conversación. Hablamos con la gente de la calle (con el frutero que nos hablaba de su huerto y sus melocotones, con el que nos contó que tenía dos cochinos que eran la niña de sus ojos, con aquel chico que había dejado su trabajo de abogado por tener un bar ("mucho más entretenido, dónde va a parar"), con el que había pasado su infancia y juventud en el Toscal en Tenerife...), pero sobre todo, hablamos muchísimo Cae y yo, porque los que nos conocemos desde hace 60 años tenemos que ponernos al día.

Por eso, el viaje no ha sido exótico sino tan normal y entrañable como la vida misma; no ha consistido en pisar tierra virgen porque, si algo hay en Málaga, es gente y vida; y, aunque me he sentido como en mi casa, también existió la emoción de conocer una ciudad nueva, "Málaga cantaora", como la nombró Manuel Machado. Málaga bella, Málaga viva.

A veces, para ser un viajero, no importa el sitio. Tan solo hay que cambiar la mirada.


Vida en la Plaza del Carbón
La Malagueta
La casa de mi amiga, desde la Alcazaba, entre el Museo de Málaga y la Catedral

Espeto de sardinas en la playa

20 comentarios:

  1. Carmen Paz Gutiérrez Arienza26 de junio de 2017, 15:42

    Me encanta ese tipo de viajes, no llevar nada programado y tener que visitar museos y monumento hasta no poder más, sobre todo lo de pillarle el pulso a la ciudad, una idea excelente Isabel.

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    1. A mí me gustó el descanso, el caminar lentamente y parando cuando nos apeteciera, el tomarnos un helado en medio de la tarde, el no ir en grupo grande tras una señora o un señor con un palo o un paraguas, el que no me contaran muchas historias... Vivir, en fin, en otra ciudad con los de allí.

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    2. Carmen Paz Gutiérrez Arienza26 de junio de 2017, 16:18

      Ese tipo de viajes no me gusta mucho, prefiero hacerlo un poco a mi aire, sobre la marcha ir programando lo que haremos, de la otra manera, aparte de acabar reventado, al final del día ya no sabes ni lo que has visto.
      Me parece genial el viaje que has hecho.

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    3. Sí, :-D, algo así como "si hoy es martes, esto es Bélgica". Una de mis amigas hizo una vez un tour Viena-Praga-Budapest en 7 días. Al final, tenía tal lío armado (porque además las tres ciudades comparten rasgos comunes) que en las fotos había puesto el castillo de Praga como si fuera el Bastión de Pescadores de Budapest, y el puente de Carlos lo situó en Viena. Aparte de venir cansadísima y no saber muy bien qué comidas se comen en cada sitio ¡Quita, quita!

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  2. Carmen María Duque Hernández26 de junio de 2017, 15:52

    Gracias por compartir, también he disfrutado contigo. Salud y besitos para todos.

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    1. Lo divertido de salir fuera es también compartirlo con la gente que uno quiere. Estuve a punto de poner una foto de una ventana a pie de calle en Pedregalejo con un tendedero y un par de bragas tendidas. Me dio apuro, más que por mí, por la señora que pudo haber visto sus bragas en internet sin esperarlo. Apuro ajeno que le dicen.
      Gracias a ti por estar ahí para compartir vivencias contigo. Un beso.

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  3. Imperdonable lo de tu amiga Cae: no te llevó a comer conchas finas frescas. En Mercadona las hay en lata...
    Yo estuve de viaje en un pueblito irlandés (cuatro casas y media) donde nació Shackleton. Impresionante su hazaña.

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    1. El primer día que llegué lo hice a las 6 de la tarde y a las 8,30 ya estábamos en "Los Mellizos" comiendo conchas finas, boquerones, calamares y coquinas ¿Cómo se va a despistar Cae con eso? Estaban deliciosas (probablemente mucho más que las de lata de Mercadona).
      Y sí, lo de Shackleton sí fue una increíble hazaña. Los 27 voluntarios (y temerarios, yo no hubiera ido ni loca) que respondieron a su anuncio para atravesar por primera vez la Antártida en la goleta Endurance se quedaron atrapados en el mar helado y abandonados sobre un témpano de hielo con temperaturas de 40 bajo cero. Muertos de hambre se comieron los 69 perros que los acompañaban. Había médicos, bomberos, geólogos, naturalistas, carpinteros, dibujantes, marineros... y un fotógrafo que los retrató poniendo al pie de la foto "El grupo más abigarrado y desastrado del mundo". Pero, aunque no lograron su objetivo, volvieron todos y esa fue su epopeya. Nació en Kilkea, condado de Kildare (esas cuatro casas y media que viste) ¡Irlandés tenía que ser!

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  4. Querida Jane, has venido a Málaga con la mejor disposición posible, dispuesta a ver qué había, cómo era lo que había, qué se comía, qué se hablaba, como haces siempre en tus viajes cortos o largos. Este fue corto, ligero, pero también intenso. Ligeros de equipaje T y tú, yo con mi maleta arrastrada por varias provincias, PB con casi nada y nada de tiempo. Él siempre dice que no entiende a qué viene la gente a Málaga, toda llenita de turistas, yo creo que tú viniste a que nos paseáramos y charlásemos sinfín, a cumplir un sueño adolescente que no era de esta ciudad, pero que nos juntaba (faltaba U) y nos alegraba y calentaba el corazón.
    Cuentas las cosas que hicimos, evidentemente me hubiera gustado hacer muchas más: subir y bajar de Gibralfaro, subir en guagua, bajar a pie, ir a ver El Barrio de El Perchel (que sale en "Rinconete y Cortadillo" como uno de los más picarescos de Andalucía), por supuesto, ya no es lo que fue ni lo que era ni nada, pero ahí está, con un mercado estupendo, un largo paseo marítimo y una enorme playa con sus chiringuitos, ir un ratito al mercado de la Merced, pero dados los calores y sin prisas ni apuros, hicimos lo más y mejor que pudimos y sobre todo mucho habla que te habla. Gracias a los dos por venir.
    La plaza de "Vida en la plaza" es la plaza de El Carbón.
    PD. No les conté, aunque quizás lo hice alguna vez, que yo vine a Málaga, sin haberla visto nunca, por un poema de Vicente Aleixandre, del libro Sombra del paraíso:

    Siempre te ven mis ojos, ciudad de mis días marinos.
    Colgada del imponente monte, apenas detenida
    en tu vertical caída a las ondas azules...

    Calles apenas, leves, musicales, jardines
    donde flores tropicales elevan sus juveniles palmas gruesas.
    Palmas de luz que sobre las cabezas, aladas,
    mecen el brillo de la brisa y suspenden
    por un instante labios celestiales que cruzan
    con destino a las islas remotisimas, mágicas,
    que allá en el azul índigo, libertadas, navegan.




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    1. ¡Claro que nos dejamos un montón de cosas atrás, como pasa en todos los viajes y como pasa en la vida! Verlo todo, todo es lo que muchos turistas pretenden sin saber que es imposible y en absoluto recomendable. Por eso no me importa volver a sitios que me han gustado porque siempre se encuentra un rincón escondido, un nuevo sonido o un paisaje que no habíamos visto bajo aquella luz. Así que ya sabes, tal vez algún día volvamos y conoceremos el barrio del Perchel, el mercado de la Merced o una nueva tasca (donde eso sí, repetiré las conchas finas, las coquinas o los boquerones fritos). Ha sido un viaje precioso.
      Tal vez alguna vez me contaste, no me acuerdo, por qué entre todas las ciudades españolas elegiste Málaga como destino cuando aprobaste las oposiciones. Pero te veo hecha a la medida de esa ciudad acogedora y ahora comprendo su hechizo, "ciudad de tus días marinos". Que sigas feliz en ella. Pero que vuelvas aquí a menudo.
      Gracias por tu generosidad ¡Qué bueno es hablar sin parar con alguien a quien se quiere!
      P.D. Ya añado ahora lo de la Plaza del Carbón.

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  5. Ay, sí qué tiempos aquellos los del doctor Livingstone, cuando todavía los mapas estaban a medio hacer y podías recorrer territorios ignotos (siempre me han encantado expresiones como "Hinc sunt dracones" o aquello de "la última Thule"). No es que yo tenga espíritu de aventurera, soy más bien de quedarme en casa, como dice Vila-Matas, y leerme los libros de estos exploradores. O irme, como tú, a visitar a una buena amiga, sin planes y con la mejor de las conversaciones. Bss

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    1. No hay escena más emocionante que la del encuentro entre los dos hombres, Stanley y el Dr. Livingstone. Ese momento en que el primero ve al segundo cerca del lago Tanganika, después de buscarlo por toda África, y le dice: "¿El Dr. Livingstone, supongo?", es tan inglés, tan flemático, tan Phileas Fogg... que no queda más remedio que conmoverse (yo le hubiera dicho: "¿Pero, hombre de Dios ¿dónde se había metido?").
      A mí también me gustan los mapas antiguos, cuando más bien era el mundo el que estaba a medio hacer. Date cuenta que igual estoy viviendo ahora en lo que era el Jardín de las Hespérides... Me encanta esa anotación del Mapa de Thror en "El hobbit" de Tolkien: "Al Oeste se extiende el Bosque Negro. Allí hay Arañas". Cada vez que iba en el Instituto a los Servicios que estaban en el patio, me acordaba de eso.
      Creo que soy tan aventurera como tú. Besos.

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  6. Me parece la mejor manera de viajar, sin prisas, a lo que apetezca, disfrutando todo con calma y si a esto añadimos unos buenos anfitriones a la vez que amigos con los que hablar y hablar, inmejorable. Y recuerda que siempre es bueno dejar cosas por ver para así tener excusa para volver. Me alegro de que, aunque en otra ciudad, hayas realizado ese sueño de juventud. Un abrazo.

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    1. Ay, sí, Úrsula, como decimos aquí: "Hasta más ver que son señas de volver". Ese sueño de juventud lo teníamos las tres y no con Málaga, sino con San Sebastián. Te echamos de menos y hablamos mucho de los viejos tiempos en que la vida no se nos había complicado tanto y en que podíamos imaginar viajes juntas a donde nos apeteciera. Alguna vez los haremos ¿por qué no?
      Un abrazo grande.

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  7. Yo no sé viajar de otro modo. Nunca hemos trazado agenda. Si nos gustaba un pueblo, allí hacíamos noche para seguir conociendo más al día siguiente.
    Creo que es la mejor manera de tener una impresión objetiva de cómo es la vida en cada lugar, que poco tiene que ver con un tour desenfrenado que te lleva solo a lo que quieren que veas, sobre todo en países de grandes diferencias sociales.

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    1. Yo he viajado de muchos modos. Pero es verdad que los viajes que más me gustan son los que hacemos a nuestro aire. Nos resistimos a los cruceros, a los viajes organizados, a los rápidos que te llevan a conocer 4 países en una semana como si pudieras hacerlo, a los que haces con una multitud de desconocidos... A veces no queda otro remedio si vas a un país donde no conoces ni la lengua ni las costumbres, pero siempre que se pueda el hacer un viaje "a mi manera", que diría Frank Sinatra, funciona mejor.
      Sigan disfrutando de ser viajeros.
      un abrazo.

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  8. Isa, sabes que he vivido este viaje tuyo por muchas razones: Mis hijos y mis tres nietos están ahí, son malagueños y todo me interesa. Cuando voy a Málaga, no hago turismo, me encanta estar alegando en la casa de Conde Ureña. Cuando eran pequeños, cuentos, y ahora que van creciendo, juegos. Lela siempre está.
    La casa de mi hija, que es muy buena cocinera, es el mejor restaurante y, como no puedo comer mariscos, como boquerones y la mejor ensaladilla del mundo. Y mi yerno hace un gazpacho y una porra únicos.
    Gracias, gracias por traérmelo todo a la memoria.

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    1. Esas sí que son vacaciones especiales, Nievitas: estar con los que quieres, disfrutando de la buena compañía. Además, lo valoras más porque están lejos. Que sigas yendo a ver crecer a tus nietos, tomando ese gazpachito que en Andalucía sabe a gloria y que disfrutes de largas charlas con tu hija. Yo, que estuve 8 años separada de mi hija, sé lo que es eso.
      Un abrazo muy fuerte.

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  9. Esos viajes en los que no tienes planeado nada, que a lo que te dedicas principalmente es a vivir como lo harías si estuvieras en tu casa, son fantásticos. Por un momento puedes llegar a sentir que eres parte de esa ciudad.
    Estuve en Málaga hace unos años en durante el puente de diciembre, hacía tiempo primaveral, pero los Belenes estaban puestos y como era diciembre, las mujeres iba con los abrigos de piel. Esa es una de las imágenes que tengo grabadas y la primera que me viene a la cabeza cuando pienso en ese viaje :D
    Un abrazo.

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    1. Son curiosas las imágenes que se nos quedan de una ciudad. La de los abrigos de piel la tengo yo de Valladolid a la caída de la tarde, cuando tooodo el mundo se emperifollaba para salir a pasear. De Londres, por ejemplo, que también fui en un puente de diciembre, los preciosos escaparates adornados para la Navidad y las ardillas en Hyde Park. Y de Málaga tengo muchos flashes. Alguno de ellos perdurará sobre los otros.
      Un abrazo, Dorotea.

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