lunes, 14 de octubre de 2024

Lo que nos depara el día

 


Yo tenía una compañera malencarada  que, cuando llegábamos por la mañana a trabajar y le decíamos "buenos días", nos bramaba: "¿Qué tienen de buenos?".  Siempre pensé que esa no era la mejor manera de encarar lo que nos deparara el día.

Ahora tengo amigos con buenos deseos que me predisponen para disfrutar cada momento del día. Como mi amigo Chano, todo un filósofo, ya quisiera Marco Aurelio, que cada día me saluda con sabios consejos  para vivirlo mejor; o Chari, que atrapa amaneceres a cual más esperanzador y los comparte con los que quiere; y otros, como Marian o José Luis, que mandan temprano canciones como la Zamba del tiempo nuevo, de Los Trovadores, tan poética ella ("Subía el alba como un pañuelo del amanecer y en la zamba del tiempo nuevo comenzó a crecer...") o Esta vida  ("Me gusta el olor que tiene la mañana. Me gusta el primer traguito de café. Sentir como el sol se asoma a la ventana y me llena la mirada de un hermoso amanecer...").

Esas, esas son las mejores maneras de encarar el día.: con curiosidad, con apego, con asombro, encontrándonos ratos luminosos y sorpresas inesperadas. Esta semana, por ejemplo, mareas impresionantes con olas largas de espuma blanca bañando las orillas de la isla; comidas tranquilas al lado del mar oyendo su lenguaje; tardes serenas de lectura en las que una se adentra y vive otras historias; conversaciones con amigos en las que se procura descifrar el mundo; e intentos de ver un cometa escurridizo con nombre impronunciable que se esconde cuando miramos hacia el oeste, tras la puesta de sol.

Todo es válido en el día a día y hasta lo imposible se hace cercano. Y así me veo contemplando el cielo esperando hasta el milagro de una aurora boral. ¿Por qué no? El sol tiene en este momento una intensa actividad y se han visto en otros sitios alejados del norte, como en localidades de Cataluña, Madrid, Murcia, Granada, Segovia, Badajoz... y hasta en La Palma, ahí al ladito como quien dice. Y aunque parezca mentira, el cronista Lope Antonio de Guerra ya dejó escrito en 1770 que "el 18 de enero poco después de una hora de puesto el sol, se divulgó en esta ciudad el rumor de que quizás en los Montes de Taganana se había prendido fuego atendiendo a que aquella parte del cielo parecía extremadamente inflamada, roja y bañada de resplandor más vivo; pero habiéndose observado con alguna más atención, se conoció que era una Aurora Boreal. La noche, aunque fría, estaba serena, las nubes corrían bastantemente dispersas, la inflamación y color sanguíneo se extendía por toda la parte del norte desde el Oriente, hasta algunos grados más allá del occidente con una luz a la verdad muy extendida, pero nada tumultuosa, agitada, ni vacilante." Y también Viera y Clavijo corroboró todo esto en su Carta filosófica sobre la aurora boreal, observada en la ciudad de La Laguna de Tenerife la noche del 18 de enero de 1770".

Y aquí me ven, pertrechada con prismáticos y manta esperancera, en la azotea de mi casa, espoleada por los buenos deseos desde la mañana y esperando en los cielos lo extraordinario. Si ocurrió una vez, ¿por qué no más veces? Todo es posible en días que empiezan con tan buenos augurios. Y miren por dónde igual me voy a ahorrar un viajito a Finlandia.

lunes, 7 de octubre de 2024

¿Quién se acordará?


Ustedes saben que Bécquer no era la alegría de la huerta ¿verdad? Pero francamente con la rima LXI se pasó. Basta acordarse de "¿Quién en fin al otro día, / cuando el sol vuelva a brillar, / de que pasé por el mundo / ¿quién se acordará?". Si él viera la cantidad de gente que se acuerda de él, las calles y plazas que llevan su nombre y los libros que todavía repiten sus poemas, le habría dado un patatús y se le habría quitado la depre de un plumazo.

Aparte de eso, al pobre le tendríamos que haber explicado que, según la sabiduría popular, hay además tres vías para que se acuerden de nosotros: tener un hijo, plantar un árbol, escribir un libro. Y él de eso último está sobrado. Así que cuando nos dé el melancólico y nos pongamos a suspirar en plan Bécquer, repasemos nuestra vida y miremos a ver si hemos acatado los tres consejos. 

Yo, por mi parte, del primero no me puedo quejar, lo he cumplido con creces. Hay en este mundo 6 personas (mis 2 hijos y mis 4 nietos) que existen porque yo existo. Espero entonces que recuerden a la madre con la que jugaron y cantaron y a la abuela que les enseñó a hacer pizza.

Por lo de plantar árboles, esta semana he plantado, con la ayuda de mi marido, un mandarino, un aguacatero y un nectarino. Con los 3 tenemos ya en la huerta unos 40 árboles (sin contar la palmera, el drago y el falso pimentero) que nos dan sombra, descanso, refugio ¡y frutas de vez en cuando! Leí que un árbol enfría igual que 10 aires acondicionados funcionando continuamente, que absorbe 2900 litros de agua de lluvia (será cuando llueve) y que filtra 28 Kg. de polución en el aire. Solo por eso, y no por el recuerdo de quién lo plantó, ya merece la pena rodearse de ellos. Y me gusta pensar que todos mis árboles están conectados entre sí por medio de las raíces. como dendritas en una red neuronal (como describe Peter Wohlleben en La vida secreta de los árboles) y que en el fondo saben quiénes somos sus cuidadores y nos recuerdan a su manera.

Y respecto a escribir un libro ¿creen que el que quiera que juzgue si hemos obedecido los tres preceptos me lo convalidará  por los 800 posts (801 con este) que cumplí la semana pasada? Desde el 2008, año de mi jubilación, aquí he estado semana tras semana. Creo que solamente por el empeño y la constancia me tendrían que firmar el papelito ¿no?

Y aunque luego "al otro día, cuando el sol vuelva a brillar" no se acuerde de nosotros ni el chico de la gasolinera, consuela pensar que, quieras que no, vamos dejando una huella por aquí, un arbolito por allá y una sonrisa como recuerdo de que pasamos por el mundo. Alguien lo captará, seguro. Y si no, ¿quién se va a enterar?

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