Me he pasado la tarde del domingo leyendo poesía, lo confieso, señor Juez,
pero ha sido en defensa propia y empujada por la necesidad. La víspera había
estado en el cumpleaños de mi amiga Marian disfrutando de unos buenos chuletones
asados y de un vinito de la cosecha del dueño de la casa, de la zona de Las
Riquelas, que te puedes morir. Habíamos cantado a voz en cuello eso de “qué
tiene la Zarzamora que a todas horas llora que llora por los rincones” y otras
coplas sentidas por el estilo. Usted convendrá conmigo que, después de tales y
placenteros excesos, se precisa un descanso reparador en un domingo tranquilo
¿no? Pero, claro, no contaba con que hoy, en mi pueblo, es la Romería de San
Marcos, en la que la gente como que se vuelve loca y, desde el alba, están
tirando voladores con premeditación y alevosía. ¡Y menos mal que una vive en las
afueras!
A las 9 de la mañana, visto que eso del descanso dominical hoy no tocaba, me
levanté y fui a por el periódico. Y a esas horas tempraneras, no se lo va a
creer, pero el pueblo ya estaba tomado por la Policía municipal y la Guardia
civil, había coches aparcados en los dos arcenes de la carretera, la gasolinera
donde compro el periódico estaba cerrada (aunque Chago, el dueño, que hablaba
por fuera con un seguritas, estaba al quite y me lo dio) y muchos coches tenían
la capota abierta con la música chunda chunda a todo meter. Grupitos de chicos y
grupitos de chicas, cada uno por su lado y todos ya convenientemente disfrazados
de mago, movían la cabeza al compás mientras sostenían un vaso de vino en la
mano y se hablaban a gritos para oírse. Y todo eso ¡a las 9 de la mañana!
Demasiado para un cuerpo en ayunas.
De vuelta a la paz del hogar, un desayuno plácido y una lectura detenida del
periódico. Ah, mi sudoku difícil, mi damero maldito, mi crucigrama blanco… Pero
también, señor Juez, estaban las noticias, que no hay manera de encontrar una
buena ni en la cartelera. Hoy hablaban, adivínelo, de la crisis, de que el
Presidente está sorprendido de la falta de apoyo a sus medidas, de que el
panorama es desolador, de que se destapó en España una red de blanqueo de dinero
del clan Obiang, de los que se van a quedar sin tarjeta sanitaria en septiembre
y probablemente mueran, de que Gadafi financió a Sarkozy en 2007, de que
rebeldes sirios lanzan un ataque desde el mar, del independentismo de los
catalanes, de 10 menores que mataron a otro en Madrid por no gritar “¡arriba la
patria dominicana!”, de los 6 millones de parados… Demasiado, también, para el
alma.
Así que, Señoría, no hubo más remedio que recurrir a medidas desesperadas. Ya
sé que la poesía no se estila, como los jazmines en el ojal de la canción. Que
es casi un crimen leerla y hay que hacerlo a escondidas, porque “viene de un
lugar que nadie controla, que nadie conquista”, según Cohen. Que Benedetti,
Góngora, Kavafis, Pessoa, Auden, Machado… son las ovejas negras de la literatura
por haber querido hablar, en rima y ritmo, de algo tan pasado de moda como los
sentimientos.
Pero era necesario para la paz del alma y del cuerpo, para lograr un momento
zen en el que, pertrechada con la “Antología poética” de Borges y “mientras
la tarde azul caía sobre el mundo” (Neruda, claro), pudiera leer, por
ejemplo, un poema a la luna que diga:
La luna de las noches no es la luna
que vio el primer Adán. Los largos siglos
de la vigilia humana la han colmado
de antiguo llanto. Mírala. Es tu espejo.
Y llegar así al instante en que una se da cuenta de que hay que alejarse de
los cohetes, del chunda chunda y el griterío de los romeros, de la prima de
riesgo (qué pariente tan peligrosa) y del mundanal descalabro, alejarse, en fin,
del ruido y la furia para, de la mano de la poesía, encontrarnos a nosotros
mismos. Soy inocente, señor Juez.
No sé cómo, pero andamos con el mismo juez... Hace ya tiempo que me vuelvo de regreso de la chunda, chunda, como dices tú. Y es que ya no estoy para esos desvaríos ( sí para otros, oiga) , y huyo como Leoncio y Tristón hacia otros lares, en busca de la paz y sosiego que hoy se nos niega. En un tris estuve de caer en, lo que yo llamo, " el sí flojo", que es cuando uno se ve alocadamente dirigido, no se sabe cómo, hacia el andar equivocado, hacia aquella tarea que nadie le ha aconsejado hacer, pero en la que uno cae para, pasado un segundo - y una vez dado el "sí flojo"- arrepentirse por tonto - retonto ( que es una persona que comete una y otra vez la misma estupidez). Un amigo alemán, el cual nunca está por esta época en la isla, pues estaba. Y yo, tonto de mí, estuve hablando de la muy bonita fiesta de tu pueblo. Al momento caí en mi error : tendría que acompañarle. ¡ Horror, Leoncio!. Pensé en los problemas de aparcamiento y de regreso, de los vinos , de los gritos y de la mierda de vaca... Menos mal que me dijo al día siguiente que le llegaría un amigo de visitante inesperado. Santo remedio, le animé a que fuera con él y así ganarse un tanto. Yo, por mi parte, huí hacia el sur a darme unos buenos baños de mar en Güimar.... por los pelos. Me alegro que disfrutes de la poesía y no te dé lo del sí...
ResponderEliminarOí hace poco a alguien que decía que había tropezado tanto con la misma piedra que ya hasta le tenía cariño. Yo tropiezo también con el "sí flojo" cuando me embarcan en rollos nada apetecibles de los que no sé muchas veces cómo escaquearme, te entiendo muy bien. Pero de un tiempo a esta parte estoy cogiéndole el tranquillo a saber decir "no". Lo peor es que también tropiezo en el "no flojo", sobre todo cuando, después de algunos excesos, me pongo a dieta y me sacan que si un paté, que si un jamoncito, que si unos vinitos... y el "no" se transforma en "sí" en un pispás. Estoy hecha una floja, la verdad.
EliminarLa romería de mi pueblo es muy bonita (las mejores y más originales carretas de la isla, oiga) y la he vivido muchas veces pero también ahora como que miro más lo que tú acertadamente enumeras (y eso que no había caído yo en lo de las bostas...) y eso actúa de freno. Mejor, un bañito de poesía o de mar, dónde va a parar.
Hola Jane. Claro que es bueno para el alma leer poesía, pero tengo el presentimiento que la poesía no está de moda. O mejor, muchos de nuestros "gestores de lo nuestro", no entienden lo que significa la poesía, y aunque la leyesen mil veces, no la entenderían, porque para eso hay que tener buen corazon y ser buena gente.
ResponderEliminarCuando oyes que a los sin papeles no se les dará atención sanitaria, me pregunto si esos "gestores de lo nuestro" no tuvieron abuelos que fueron emigrantes, me pregunto si no tienen padres, hijos o nietos, que hoy están aquí pero mañana no lo saben.
Pero claro, ellos no van a los mismos hospitales que los demás, ellos van a otros, y si de una hija se trata la mandan de compras a Londres y ya está.
¿Qué hubiese sido de Machado si lo hubiesen tratado igual?
Tal vez con esos "gestores de lo nuestro" había que hacer lo que decía aquel viejo escritor:"Lanzarles libros a la cabeza a ver si aprenden algo". Yo propongo los 20 tomos que tengo de una Enciclopedia.
PD. A los gestores se les podría llamar de otra manera, pero no vamos a romper el momento mágico de la Poesía con palabras altisonantes.
Creo que esta noche cogeré a Machado e intentaré soñar......
Un beso Jane.
Machado es un buen antídoto a todo lo que está pasando. Conocí Soria, con los "Campos de Castilla" en la mano, y, de cicerone, un amigo, que tampoco está ya, Román, un hombre culto, un señor, pero, sobre todo, como Machado, un hombre "en el buen sentido de la palabra, bueno". Fue un privilegio, con tan buenas compañías, ver el "olmo viejo, hendido por el rayo", las "cárdenas roquedas, por donde traza el Duero su curva de ballesta en torno a Soria", el camino "entre San Polo y San Saturio, tras la murallas viejas", los chopos del río y El Espino, donde está la tumba de Leonor.
EliminarY digo que Machado es un buen antídoto porque también él vio una España convulsa ("una de las dos Españas / ha de helarte el corazón") pero también nos dice: "Todo llega y todo pasa. /Nada eterno: / ni gobierno / que perdure / ni mal que cien años dure." O en el final de "A un olmo seco": "Mi corazón espera / también, hacia la luz y hacia la vida, / otro milagro de la primavera." Esperemos, como él, que los malos momentos pasen y que la cordura empiece a instalarse.
Un beso, Juan.
Efectivamente, Jane, demasiado para el alma abrir un periódico, oír la radio o ver cualquier noticiario televisivo ese domingo, los días siguientes y, me temo, los próximos domingos y días siguientes. Demasiado para el alma.
ResponderEliminarYo sufro una mezcla extraña de sentimientos, cuando conozco toda esa sarta de desgracias. Por un lado, tristeza y, por otro, indignación, mucha indignación y, ambos, generan en mí una enorme impotencia. Impotencia por saber que me gustaría contribuir y ayudar a que esas injusticias y esas desgracias no ocurrieran y ser consciente, al mismo tiempo, de que nada, o muy poco, podría hacer. Que no depende sólo de mí. Que el mundo es mucho más complejo y va mucho más allá de la simple voluntad de una persona, de muchas personas que deseáramos evitar todos esos desastres.
Entiendo, querida Jane, que te refugiaras en la Poesía. No sé yo si esa terapia será eficaz para mí, pero, por si acaso, voy a intentarlo y ya te contaré... Un beso, amiga.
Vamos a tener que hacer una cura de optimismo: buscar buenas noticias (que las hay, rebuscando), dar visibilidad a iniciativas originales, creativas y solidarias (que también las hay) y a los microproyectos, empezar por lo más cercano, reivindicar la alegría, reírnos a carcajadas, que sienta de miedo a la salud; y, claro, disfrutar de lo que nos apetece: pintar, escribir, leer poesía, ver una buena exposición, contar un chiste, reunirnos con los amigos, cantar, gozar de un momento de paz... lo que sea, para no dejarnos llevar por el abatimiento y la impotencia. A lo mejor, no creemos en los grandes estamentos pero seguimos creyendo en las personas.
EliminarAh, y mandar un buen abrazo a los amigos.
¡Hasta que punto comprendo tus motivos de inquietud, bella mujer!
ResponderEliminarA mí también me acosan los juerguistas que se lo pasan pipa en mi calle, y después se van muy tranquilitos a dormir a la suya, y estoy de la prima esa hasta el moño.
Pero hasta ahora no he encontrado consuelo en la poesía, o quizá sí, porque ahora que lo pienso, esta mañana me ha dejado muy relajadita Leonard Cohen.
Que sí, que sí, que no hay nada como una buena ración de poesía en esta vida tan prosaica. Y si encima va acompañada de música, mejor, que en muchos momentos actuales una necesita ánimos. Los poetas cantantes (Cohen, Dylan, Serrat, Silvio, Aute, Sabina...), que unen las bellas palabras a una canción, hay veces que nos hacen empezar bien el día. Que no callen ("Si se calla el cantor, calla la vida", ya sabes), que es una de las cosas de las que podemos disfrutar y gratis.
EliminarJAJAJA Eso de la música chunda chunda... me sacó la 1ª sonrisa de hoy... Gracias... Isa!
ResponderEliminarEs que es lo que hay, Gladys. Ya la música no es lo que era. Es sólo un chundachunda a cuyo compás (siempre el mismo) los romeros mueven el vaso de vino arriba y abajo mientras conversan a gritos para oírse. Ni para bailar da la cosa. No queda más remedio que retirarse del mundanal ruido.
EliminarEl otro día enseñé a unos pipiolos a bailar una isa... Puedes creer que se divirtieron de lo lindo? Capaz que los podemos recuperar de la alienación del chunda ése...
EliminarAcabo de ver un vídeo puesto por Elvira en el que Colin Firth y Jessica Biel se marcan un tango en la película "Easy Virtue". Es una maravilla de sensualidad y armonía entre música y movimiento, un baile en el que se siente el sonido con todo el cuerpo. Lo mismo, una isa o una folía bien bailadas.
EliminarO sin necesidad de bailar, simplemente escuchar música de verdad dejándote llevar por las notas...
Todo, bastante alejado del chundachunda.
Yo no solo te absolvería sino que firmaría como testigo de tanto descalabro por ti y te compraría, como mínimo, otro libro de poesía. Es lo único que cura el alma y los sentidos amiga.
ResponderEliminarJohn Keats decía que "el poeta debía estar con los pies en el jardín y con los dedos tocando el cielo". Y es que la poesía es el puente entre este mundo muchas veces dolorosamente real y los sueños. Demos gracias, como decía Bécquer, por que siempre haya poesía.
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