lunes, 3 de febrero de 2014

Historias de Los Sauces: la historia de Pepito




Pepito es uno de esos tantos sauceros que hay repartidos por el mundo y que, como si de una llamada atávica se tratara, regresan puntualmente a Los Sauces, como palomas al palomar, cada agosto y cada fiesta de los Indianos (y alguna más que se tercie).


Pepito es médico y ya va camino de los 60 pero los mayores del pueblo lo siguen llamando Pepito, acaso porque se acuerdan todavía de verlo de chico, con pantalón corto, al rabo de su abuelo Manuel por las huertas que éste tenía en Nueve Almudes o en la Quinta Zoca. O tal vez porque sigue conservando en los ojos una cierta inocencia, que lo hace muy atractivo.

Inocencia no es ingenuidad. Pepito sabe muy bien cómo se las gastan los sauceros a la hora de vacilar y quedarse con el personal. Todavía recuerda cuando, de pequeño, los padres (a lo mejor para preparar a su prole para mentiras más gordas que se habrían de encontrar en la vida) mandaban a los niños, por el día de los Inocentes, a casa del vecino a pedirle prestada, por favor, la llave de la cueva, y este lo mandaba a otro y a otro, y los tenían la mañana yendo de casa en casa por todo el pueblo. O también otro recado embaucador era que fueran al carpintero y le pidieran la tabla de gimnasia. El carpintero, a veces, harto de tanto chiquillo pidiendo lo mismo, les daba un tablón que los dejaba doblados como una alcayata.

Sí, Pepito conoce muy bien a sus paisanos. Aunque…

La otra mañana subió de La Calzada a la Plaza a hacer diligencias: un cafecito en el Danubio para arrancar y después, ir al Spar y a la ferretería, pasarse por la librería de Valentín y, a media mañana, parada obligatoria para una cervecita en ese mirador y noticiero universal que es el kiosco de la Plaza.

Según se va acercando a la mesa donde están sentados Eulogio y Vicente los oye hablar:
-         … un infarto fulminante…
-         … tuvieron que llamar a la familia, que ni se lo esperaba, imagínate.
-         ¿Quién se murió? – pregunta Pepito.
-         Don Amado, el cura.
-         ¡No me digas! – dice Pepito con el asombro del que, aunque no lo conoce mucho, lo vio anteayer mismo saliendo de su casa sano como una manzana.

Hablan un rato de todo eso de que “no somos nadie” y de que “para morirse sólo hace falta estar vivo” y, un tiempo después, se levanta porque todavía tiene que pasar por Correos. Cerca del Tanatorio ya ve a mucha gente arremolinada en la calle.

Por la tarde tiene que volver a subir porque se le olvidó comprar en la farmacia. Y, claro, se tropieza con el entierro y le cuesta Dios y ayuda encontrar un sitio donde aparcar. Al final lo hace, se acerca a la farmacia de Marcelo –llena de gente- y, mientras hace cola, alguien entra y Pepito oye una voz ronca que pregunta: “¿Quién es el último?”.

Se vuelve para decir “Yo”, se queda pálido y piensa: “¡Ya me la volvieron a jugar otra vez!”, mientras ve la cara ancha, sonriente y llena de vida de Don Amado, el cura.

(En la foto, la Plaza y el kiosco. Al fondo, el Ayuntamiento y la Alameda)

35 comentarios:

  1. Que sencillez, que ternura, desprenden muchas veces los actos del día a día… gracias por ser cronista de estos momentos.
    Un beso
    Vir

    ResponderEliminar
  2. Waoooo esto es un cuento genial!, de verdad que eres una gran escritora...¿cuándo va tu libro? Me recordaste, fíjate, un cuento corto que una vez leí de Eduardo Galeano, por el estilo...!y no es broma!
    Un besote, que a veces me pierdo pero a veces doy señales de vida jajaja.

    ResponderEliminar
  3. Vaya, olvidé decirte que soy ADE...sí la misma de MiLibrería y ahora de Vivirenflorida...siempre me confundo con eso de como poner el comentario y como estoy de nuevo entrando en calor, jeje...otro beso, amiga

    ResponderEliminar
  4. ¡Ahhhh, Jane! ¡qué guasa se gastan los sauceros!
    Me habría gustado conocer a todos los actores del teatro de la vida de ese lugar y ver la cara del pobre Pepito cuando se volvió.
    Suscribo las palabras de Estrellas de Lana, eres una maravillosa cronista de la vida.
    Un abrazo cariñoso

    ResponderEliminar
  5. Hola Jane. Preciosa historia llena de inocencia y realidad. A veces, pienso que no sólo en Colombia hay realismo mágico.
    Todos los que hemos vivido en ese pueblo sabemos como se las gasta el personal. Seguramente muchos hemos vivido los mejores momentos de nuestra vida (y alguno de los peores). Pero siempre volvemos aunque no sea por Navidad. Un beso Jane y gracias por la historia, es un hermoso regalo.

    ResponderEliminar
  6. Estrellas de Lana:
    Gracias a ti por compartirlos. Como decía Lluch, puesto que existimos, alegrémonos. Y -añado yo- intentemos hacerlo capturando esas historias pequeñas pero de gente muy grande.
    Un beso.

    ResponderEliminar
  7. Ade:
    ¡Qué alegría que aparezcas de vez en cuando! Te seguiré en tu Vivirenflorida y así me entero de cómo te va la vida.
    Gracias por lo de Eduardo Galeano, me haces ruborizar. Y, aunque pueda parecer un cuento, esta historia -como todas las que estoy escribiendo con la etiqueta "Historias de Los Sauces"- es real como la vida misma.
    Y de libro, nada. Yo soy más de un blog. Eso sí llevo ya más de 5 años, contando un rollito cada semana. Ya es mérito, ¿eh?
    Un besote y déjate caer por aquí más a menudo.

    ResponderEliminar
  8. Ramón:
    Me alegro de que te rieras. De hecho, ese fue mi comentario cuando Pepe, el protagonista de esta historia, me la contó.

    ResponderEliminar
  9. Utopía:
    Tendrías que conocer el pueblo y a sus habitantes, para que vieras la calma, la guasa, la sorna... con la que miran el mundo. Para mí, es un lugar único.
    Gracias por tus palabras, con amigas así una se anima un montón.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  10. Juan Pérez:
    Gracias a ti, Juan. Algunas de las historias del pueblo (como esas del día de los Inocentes) las sé por ti. Es curioso acercarse a Los Sauces en otra temporada que no sea agosto. En esos momentos parece que todo está ralentizado; en cambio, en verano el pueblo está lleno de actividad. Pero, en cualquier caso, si se te ocurre ir deprisa a algún sitio, te dicen enseguida: "¡Eeeehhh! ¡Que esto es Los Sauces!". Me encanta.
    Un abrazo grande, Juan.

    ResponderEliminar
  11. Hola Isa.Como siempre es un placer leer tus relatos.La foto preciosa.

    ResponderEliminar
  12. gracias, Araceli.
    La foto la saqué desde la casa donde me quedé este verano. Me encantaba ver desde arriba el bullicio de la plaza, la vida que había en todos esos encuentros y conversaciones, la placidez y tranquilidad en los andares y en los corros... En fin, la paz. Me alegro de que te haya gustado.
    Un beso.

    ResponderEliminar
  13. Me ha encantado la historia de Los Sauces. Pienso que los sauceros tienen ascendencia andaluza. Aquí siempre hablan quedándose con uno, al menos esa es la sensación que se tiene hasta que comprendes que todo es broma.

    ResponderEliminar
  14. No andas muy desencaminada, Esperanza. Nuestra ascendencia es, en una buena parte, andaluza, así que algo tiene que haber en esa manera de ver la vida. Y menos mal. Siempre es bueno reírse juntos. Seguro que más de una vez habrán comentado Pepe, Eulogio y Vicente la broma de aquel día (y no te digo nada si se entera Don Amado)

    ResponderEliminar
  15. Recuerdo hacer kilómetros y kilómetros, subiendo y bajando escaleras, recorriendo la calle de enfrente y la de arriba..., en busca de un martillo hidráulico.

    ResponderEliminar
  16. "Para morirse no hace falta más que estar vivo" No lo había oído en la vida, pero es realmente bueno.

    No me acordaba de que conocías a Ade y me alegra pensar que probablemente fue por mi mediación.

    pd. Oye ¿y quién se había muerto?

    ResponderEliminar
  17. Pero es que... ¿A quién se le ocurre hacerle caso a Eulogio Y Vicentito? Genial la historia... y más conociendo a los personajes ¡Felicidades!

    ResponderEliminar
  18. De armas tomar, son los sauceros, Jane. Otra buena historia, que además de mucho sentido del humor, deja ver algo de amor por el teatro. Los autores de la broma se descubren, además, como actores, en toda regla, escenificando, con mucha seriedad, una conversación en torno al "luctuoso hecho".
    Maestros de la inocentadas, por excelencia: las que se hacen fuera del 28 de Diciembre y encima salen bien.
    No quiero imaginarme esa fecha, visitando Los Sauces. Para echarse a temblar o a correr...

    ResponderEliminar
  19. Guillermo:
    Según me dice mi marido, el martillo hidráulico existe y es una especie de perforadora de suelos. Si lo querías para colgar un cuadro, como que no.

    ResponderEliminar
  20. Loque:
    Le he preguntado a Pepito y me ha dicho que ni idea, que se quedó tan descolocado que después ni se le ocurrió pensar en que alguien tendría que estar en ese ataúd delante de tanta gente. Eso sí, tenía que ser alguien que congregara porque había un mogollón de personas.
    Sí, conocí a Ade gracias a ti y a Ana. Es un encanto de persona y después hasta nos escribimos porque ella tiene ascendencia canaria y mi padre nació en Cuba y esas cosas unen (aparte del amor por los libros, que eso une más todavía). Alguna vez igual nos reunimos todas ¿te imaginas los alegatos?

    ResponderEliminar
  21. Anónimo:
    No conozco a Vicente (la historia me la contó el propio Pepito), pero a Eulogio, sí y es un tipo genial. Algún día le dedicaré un "Historias de Los Sauces" exclusivamente a él. Tanta inteligencia, tanto sentido del humor y tanta sabiduría no pueden quedar escondidas.

    ResponderEliminar
  22. Cehachebé:
    Algo de espíritu teatral tienen. A mí me recuerdan los protagonistas de esta historia a mi tío Faustino y a mi primo Mingo, sauceros de pro. Te podían contar una historia inventada tan serios que tú te lo creías. Mi tío Faustino nos hacía un "numerito" en el que decía que se metía un objeto (recuerdo una goma de borrar) por el culo y le salía según él por la boca. Si lo vieras describiendo el recorrido (intestinos, estómago, esófago, garganta...), aparte de morirte de la risa y aprender anatomía, te quedabas pensando. "¿Cómo lo habrá hecho, si está completamente vestido?"

    ResponderEliminar
  23. Al primo de Tona le ha contado Pepito que la quintada no era para él, pero que al ver lo serio de la conversación se la tragó como un campeón. Luego todo fueron coincidencias, el mortuorio de la calle de Correos abierto y con mucha gente, un entierro que parecía la bajada de la virgen, y lo curioso es que no le extrañó oír hablar más del presunto fallecimiento ni se le ocurrió preguntar a nadie sobre el mismo. A Eulogio lo de las quintadas le viene de familia, creo que una vez sus tíos enredaron otro fallecimiento de tal manera que a los familiares del difunto/no difunto los tuvieron que avisar en Los Rodeos que no volaran porque se trataba de un "malentendido".

    El primo de Tona

    ResponderEliminar
  24. ¡No me digas, primo de Tona, que Eulogio estaba jugando a dos bandas y haciendo carambola! No, si es que lo que yo digo, que cuando estos sauceros se ponen, la arman... Y, además, después ni se les ocurre decirte: "Oye, que es broma...", no. Dejan que tú con el tiempo te des cuenta. O a lo mejor, no, y todavía estaría Pepito diciendo "que en paz descanse" cada vez que nombrara a Don Amado. Menos mal que dicen que eso es dar vida al mentado.

    ResponderEliminar
  25. Soy una lectora ocasional de este ameno blog y me alegro mucho de haber entrado hoy, ya que así me he enterado de que el buenazo del cura Don Amado, al que conocí hace más de cuarenta años, cuando viví en La Palma, aún sigue vivo. Gracias por la generosidad de compartir sus vivencias.

    ResponderEliminar
  26. Como le dije al primo de Tona en el comentario anterior, dicen que pensar que alguien que está vivo y coleando ha muerto significa que se le da más vida. Cuando estuve el verano en Los Sauces, Don Amado seguía muy bien. Y esperemos que siga así muchos años.
    Gracias a ti por pasarte de vez en cuando por aquí.

    ResponderEliminar
  27. Muy bueno si señor. Siga usted haciéndonos reír que eso dicen que es salud.Lo de Eulogio y Don Amado yo creo que es amoorrrrr de amigos claro...jajaja

    ResponderEliminar
  28. Los que nos sigue haciendo reír, José E., es el humor y el buen rollo de las gentes sauceras. Que sigan así por mucho tiempo. :-D

    ResponderEliminar
  29. Soledad Villalobos9 de febrero de 2018, 18:50

    Las que somos de pueblo sabemos muchas historias de esas pero yo no sé contarlas con la gracia que lo haces tú . Un abrazo Isabel.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Como decía la Srta. Marple, la naturaleza humana es la misma en todas partes, pero en los pueblos como que se nota más. :-D Gracias por tus palabras.
      Un abrazo.

      Eliminar
  30. Las quintadas.jajaja.Asi son, somos, porque yo tengo mucho de allá, los palmeros.Muy quedones...

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Sí, debe haber algo en la mentalidad palmera que pide quedarse con el personal. Y mira que yo también soy de ascendencia palmera por todos lados, pero no sirvo para hacer una quintada. Se me nota en la cara enseguida, qué le voy a hacer... :-D

      Eliminar
    2. Ufff quintadas No, pero mi familia tenía tremenda fama de burlonas., Isabel.Con mucha simpatía, eso sí.

      Eliminar
    3. Por eso se les perdonaba todo. A Pepito ni se le ocurrió enfadarse, todo lo contrario. Me contó lo de don Amado muerto de risa y de admiración ante lo rápidos e ingeniosos que fueron Vicente y Eulogio.

      Eliminar

google-site-verification: google27490d9e5d7a33cd.html