Esta semana el mundo occidental se ha tragado, con un nudo en la garganta, la tragedia de 149 personas asesinadas, sin escrúpulos de ningún tipo, por quien tendría que haberlos conducido con mano firme a su destino. La catástrofe de los Alpes franceses nos ha sacudido, atemorizado y sumido en el estupor de lo incomprensible. Los que vivimos en islas y dependemos del avión para cualquier traslado, los que tenemos hijos a los que, por motivos de trabajo o estudios, no les queda más remedio que estar del tingo al tango (mi hijo vivió un tiempo en Düsseldorf e hizo más de una vez ese viaje), los que, incluso después de tantos años viajando, sentimos que eso de estar suspendidos entre el cielo y la tierra no es normal, no podemos evitar el escalofrío y el temor ante próximos viajes.
Durante esta semana éste ha sido el tema principal en los medios de comunicación, en las conversaciones y en el pensamiento. A mí, el que los destinos de unas personas se cruzaran y condujeran al día 24 de marzo a las 10,41 de la mañana, me hizo pensar en Agatha Christie y su "Hacia cero": "Seres humanos. De todas clases, especies, formas y tamaños. Gentes de todas partes (...) Todos cogidos y atrapados en la red (...) El asesinato es el fin. La historia empieza mucho antes, con todas las causas y acontecimientos que reúnen a determinadas personas en determinado lugar, a una hora determinada de un día determinado". Algo de eso hay, si pensamos en los chicos de la ESO que pudieron haber perdido el avión, pero no; o en la madre con su bebé que no consiguió pasaje a Londres y tuvo que coger ese viaje fatídico alternativo; o en los que iban a una feria de alimentación en Colonia, que podría haber sido convocada en otro momento del año... "Todos dirigiéndose, sin saberlo, hacia la hora cero".
Me hizo pensar también en la indefensión del ser humano y en cómo ponemos nuestra vida diaria en manos de los demás: de los que conducen guaguas, coches y aviones en los que vamos, sí, pero también del médico que nos atiende; o de los dirigentes que pueden decretar guerras que pueden cambiar lo que somos. El infierno pueden ser los otros, que diría Sartre.
Pero, sobre todo, me hizo pensar en las telas de araña. En mi jardín abundan entre las rosas. Como las telas de araña, las relaciones entre nosotros parecen ser hilos finos que unen nuestras suertes. Basta un golpe en uno de los puntos para que la tela entera caiga y parezca que todo se viene abajo. He oído estos días frases desanimadas del tipo de "Ya no se puede uno fiar de nadie", "Vamos a terminar sin poder viajar" y cosas así.
Pero no. Tengo un amigo que, por trabajo, viaja cada mes a varios países (por ejemplo, en marzo estuvo aquí, pero luego iba a París, Dublín, Berlín, Dubai y Río de Janeiro) y que me decía: "Me niego a vivir con miedo". Y tiene toda la razón. El miedo inmoviliza y no deja vivir. Las telas de araña de mi jardín, al día siguiente de quitarlas, están otra vez reconstruidas brillando al sol. Y ni siquiera un granizo como el que hubo hace unos días ha podido abatirlas.
En mi cocina, desde donde, a través de la puerta de cristal, veo mis rosas bajo este cielo de primavera, he puesto una vela encendida por todas esas personas desconocidas a las que, en su muerte, me siento tan cercana; por sus familiares a los que el dolor debe resultarles insoportable; y por la humanidad, en la que hay tanto loco suelto, pero en la que hay muchísimas más personas generosas que siguen tejiendo hilos de unión, de compasión y de solidaridad entre todos. Ellos conservan intacta la tela de araña.
Precioso . Pienso lo mismo.
ResponderEliminarGracias, Ana.
EliminarAcabo de releer un libro autobiográfico de Agatha Christie, "Ven y dime como vives", en el que, refiriéndose a Siria y a Irak, dice: "Amo ese generoso y fértil país y a sus gentes sencillas, que saben reír y gozar de la vida, que son ociosas y alegres, que tienen dignidad, educación y un gran sentido del humor, y para quienes la muerte no es terrible". Lo más que me gusta es esa visión amable de la vida en unas condiciones que son peores que las nuestras. Amar la vida por encima de todo y no dejarse amedrentar por los que no lo hacen.
Buenas tardes Jane: ¡que frágiles somos! y a veces nos creemos los amos del Universo.
ResponderEliminarYa sé, y ahora nos lo recuerdan cada dos por tres, que el transporte aéreo es el más seguro, pero a mi no se me quita el chun chun a volar, así que la próxima semana encomendaré con todas mis fuerzas a los pilotos a Ntra. Sª de Loreto.
Jane, yo también encendí dos velas ante la imagen de la Virgen, una por todas las victimas y sus familiares y la otra por los padres del coopiloto. No soy capaz de asimilar la angustia que estarán pasando.
Un saludo cariñoso.
Yo también le tengo miedo al avión, Rosa María, y, viviendo en una isla no nos queda otra que pasar por el aro. Ahora en mayo, me toca 4 veces entre idas y vueltas. Normalmente me tomo una botellita de vino con un bocata de tortilla en el viaje y con eso sigo teniendo miedo, pero más contenta. :-D Pondré la semana que viene otra velita por ti.
EliminarYo tampoco lo puedo asimilar y, mucho menos, puedo comprender tanta maldad como para que te importen un pito las vidas de seres completamente indefensos. La única explicación es la locura total. Pobres padres, tienes razón.
Un gran abrazo.
Precioso el post de hoy. Me ha encantado cómo hilas la tragedia del avión, con Agatha Christie y con las telarañas del jardín. Estás hecha toda una araña ;D
ResponderEliminarGracias, Ana. La verdad es que Agatha Christie también me sugirió la indefensión. En "La muerte visita al dentista" hay un asesinato en el sillón del dentista. Aparentemente el dentista mata a un hombre con una dosis excesiva de adrenalina y procaína (igual esto te suena, es la anestesia que le inyectan) y luego se suicida. La cosa no es tan fácil, pero en la novela repiten dos o tres veces la idea de "¿Dónde estará un hombre más indefenso que en el sillón del dentista?". Continuamente, igual que las novias de Drácula que ponen alegremente el cuello para que él les dé una mordida, nosotros ponemos nuestras vidas en manos de los demás. Si te fijas, confiamos los unos en los otros casi sin dudar. Esa red de confianza ha demostrado ser duradera y fuerte.
EliminarUn beso.
Uffff... Genial Marilola! Lo comparto!!!
ResponderEliminarGracias, Nieves. Me alegro de que te guste.
EliminarAsí es Isa, caminar o volar por la vida sin miedo. Curiosamente sentimos más temor ante la fatalidad de la pérdida de nuestros seres queridos que frente al derrumbe de la tela de araña bajo nuestros pies, éste último lo asumimos con mayor naturalidad.
ResponderEliminarLos filósofos a veces nos ayudan a vivir. Epicuro decía que el hombre muchas veces no es feliz por el miedo a los dioses o a la muerte. Pero ellos viven en su mundo y no se preocupan por nosotros; y la muerte, cuando existimos, ella no existe, y cuando llega, nosotros no existimos, así que ¡nada de miedos! A vivir placenteramente el tiempo que nos ha tocado vivir.
EliminarMe sumo a la idea que Epicuro expresa sobre la muerte, pienso igual, pero olvida que el tránsito puede conllevar dolor y sufrimiento...Quizá ese sea el quid de la cuestión.
EliminarSí, Nélida, eso es lo que más asusta. Conseguir una muerte digna con un buen sistema de cuidados paliativos para no dar cabida al dolor debería ser objetivo prioritario de cualquier sistema sanitario. Epicuro tendría que haber pensado en eso también.
EliminarMe ha gustado mucho, Isabel. Tu amigo hace muy bien. Lo que es inevitable es que la vida siga adelante.
ResponderEliminarOtra frase de otro filósofo, Montaigne (hoy me dio por ellos): "Mi vida ha estado llena de terribles desgracias, la mayoría de las cuales nunca sucedieron". Hay que seguir adelante, incluso aunque a veces como en este caso suceda una terrible desgracia.
EliminarUn abrazo, Nélida, y muchas gracias.
Que escalofriante esa cita de Agatha Christie... sobre todo porque es muy cierta. Dependemos de tantas casualidades. ¡Pero también hay que dar gracias a las cosas buenas que nos traen esas casualidades!
ResponderEliminarYa sabes, Caminante, que esa es una vieja controversia filosófica ¿Dependemos de las casualidades o lo que pasa es que no conocemos todos los imponderables que nos llevan a una determinada situación? Si los conociéramos, tendríamos en nuestras manos todo el saber. Acuérdate de películas, como "Regreso al futuro", que juegan con el viejo tema de que, si cambiamos cualquier detalle del pasado, afectaría a todo lo que va a venir porque causas y efectos se van encadenando necesariamente. Es un tema apasionante que ya traté en el post del 22 de marzo de 2011 (hace 4 años) "¡Qué casualidad!".
EliminarAl menos en el país donde vivo, la vida es una eterna casualidad, aprecida Isabel. Verás, sales a la calle y existe la casualidad de que te asalten y si quedas vivo en el trance, da gracias. Vas a una farmacia a ver si por casualidad consigues un medicamento y por casualidad lo hay, por ello, das gracia. Hoy fui al supermercado esperando que la casualidad jugara a mi favor. Estimaba no conseguir colas y obtener los artículos necesarios. Ni por casualidad obtuve lo que buscaba. Aquí vivimos de casualidad pero sin miedo, como tu amigo. No podemos darnos ese lujo. Pa´lante´es pa´lla´. Un abrazo y a cuidarse, pues.
ResponderEliminarCada vez que me cuentas esas cosas, Agroteide, me da una pena enorme ¡Un país tan bello y tan rico y que tenga que pasar por estas miserias...! Hoy mis amigas de allá me mandan un wasap donde nombran un edicto del gobierno bolivariano para que en Semana Santa sólo se bañen en las playas el miércoles los que sus números de cédula terminen en 0, 1 y 2; el jueves, los que terminen en 3, 4 y 5; el viernes, en 6 y 7, y el sábado santo, en 8 y 9. Menos mal que por lo menos no han perdido el sentido del humor. Creo que éste es el mejor antídoto frente al miedo ¡Ánimo!
EliminarUn abrazo.
No hay que dejarse vencer por el miedo; cada uno tiene su hora. Estamos en manos de Dios, y si no es tu momento, ya se puede caer el mundo que a ti no te pasa nada; y si lo es, ya puedes tener la más tonta de las caídas que no lo cuentas. El miedo es natural, pero no nos puede frenar.
ResponderEliminarEl problema con el miedo es que, por más que nuestro cerebro razona, las tripas no se lo creen. Y también, por más que pensemos en lo de que estamos en manos de Dios, también puede surgir la duda de "¿y si está mirando para otro lado?". Tener fe es una tarea muy ardua.
EliminarLo mejor es, como le dije a Agroteide antes, reírnos del miedo ¿Te acuerdas de "Aterriza como puedas"?:
- ¿Nervioso?
- Sí.
- ¿Es la primera vez?
- No, he estado nervioso muchas veces.
Un abrazo.
Muchas veces he pensado en esas frases de "Hacia cero" y es cierto que es escalofriante pensar en el cúmulo de casualidades que conducen a una desgracia como esta.
ResponderEliminarPero también hay que pensar en que esas mismas personas, una vez estuvieron a punto de ir en un coche que se cruzó con un conductor borracho, o se libraron por los pelos de mil peligros más.
Porque por cada una de esas personas que no perdió ese día el vuelo, hubo otra persona que sí lo perdió, y por cada azafata a la que no le cambiaron el turno, hubo otra a la que sí le tocó trabajar...
Tienes razón, Loque. Y hay también personas que nacen estrelladas y a las que se les amontonan las calamidades y otras a las que ni siquiera les rozan. El viernes leí en el periódico el obituario de una navegante francesa, Florence Arthaud, que murió en un accidente de helicóptero durante el rodaje de un reality show de supervivencia. Lo curioso es que su vida también estuvo marcada por accidentes graves (un accidente de tráfico que la mantuvo en cama dos años, una caída al mar por la noche en la que vio cómo su barco se alejaba y de la que se salvó porque llevaba un teléfono móvil al cuello, y cosas así).
EliminarLos hilos que entretejen las vidas son curiosos...
Muy bonito, me encanta, y seguro que la idea de tu amigo es la mejor, sobre todo para los que estamos lejos y la mejor opcion que tenemos es coger esos aviones, creo que esta bastante claro, o lo hacemos asi o no vemos a los nuestros...
ResponderEliminarEs que no nos queda más remedio, Raquel, que mentalizarnos con los datos y estadísticas que te dicen que el avión es el medio más seguro de transporte. Pero así y todo, mi hermana y yo cada vez que aterrizamos nos mandamos un guasap tranquilizador donde nos decimos: "Desta escapemos" :-D
EliminarPrecioso...;vivir es ya de por sí todo un riesgo, una aventura que nos depara también momentos maravillosos...
ResponderEliminarUna vez oí a alguien decir que le gustaría vivir y morir como las brevas: caernos del árbol de la vida sólo después de habernos puesto morados. Concebir la vida así, como juego y aventura, ya nos predispone al goce.
EliminarGracias, Elena. Un abrazo.
Hola Isa; me identifico totalmente con tus reflexiones,con respecto a la tragedia que ha sucedido.todo lo que se pueda decir es poco para dar algo de consuelo a las familias,del accidente,que recordaremos para siempre por su difícil compresión de los hechos
ResponderEliminarEso es, Araceli, precisamente lo que más nos ha conmocionado a todo el mundo: lo incomprensible de la conducta del copiloto. Como leí en uno de los artículos de estos días ("El porqué" de David Trueba), "queda ahora la exigencia casi histérica de un porqué, pese a que dentro de la mente humana, de haber una caja negra, es posible que esté llena de sinsentidos".
EliminarUn abrazo.
Este tipo de noticias te producen sacudidas, porque das por hecho muchas cosas. Das por hecho que Alemania, tan avanzada ella, dispondrá de un sistema uno o más escalones por encima del nuestro, en el que las notificaciones de las bajas las lleva el trabajador a la empresa. Das por hecho que determinados empleos o sectores, léase transportistas (sea o no de mercancías peligrosas), dispondrán de un protocolo específico por el que, en caso de bajas laborales por síntomas tan destructivos como la depresión, se pongan inmediatamente en conocimiento de la empresa y se le aplique un tratamiento inmediato. Desgraciadamente, bajas de tu mundo feliz a una muy, pero que muy peligrosa, realidad.
ResponderEliminarSí, Gregorio, das por hecho que las cosas funcionan bien y de repente, caes en que no es así en absoluto y que esto ocurre en todas partes. Y constatas la inmensa fragilidad del ser humano y pides más seguridad, mejores condiciones de vuelo, más medidas de prevención, más garantías... Entre tanto artículo leído estos días, Lola Morón, una experta en psiquiatría forense, decía que el copiloto estaba diagnosticado, tratado y en teoría de baja laboral. "Pero no eran los psiquiatras de Germanwings los que disponían de esa información, y ellos habrían tenido en su mano prevenirlo". Pero el hecho es que estos profesionales, en Europa, simplemente no existen ¿Pedimos también un departamento de Psiquiatría en cada compañía de transporte?
EliminarCreo que para lo que no estamos preparados es para saber que, por mucha garantía que tengamos, el ser humano se nos escapa y se nos aparece como capaz de lo más absurdo y de lo más malvado.
Frente a todo eso, el comportamiento de todo el mundo para ayudar a los familiares, la red de solidaridad, la cooperación entre gobiernos... nos recuerda el "hombre soy; nada de lo humano me es ajeno" de Terencio. Y, después de todo, eso (la tela de araña) nos calienta el alma.
Digo lo mismo que tu amigo: "Me niego a vivir con miedo" prefiero confiar en las personas…
ResponderEliminarPrecioso post.
Además, Vir, no podemos controlar lo incontrolable. Por la radio oí una vez que un padre de familia vendió la moto para evitar accidentes y, con el dinero, invitó a toda la familia a un crucero en el "Costa Concordia" y casi pierde la vida toda la familia cuando el barco se hundió frente a la isla de Giglio. Así que lo mejor es vivir sin miedos, sin hipocondrías, ni aspavientos; y, como dices, confiando en las personas (en que no estén demasiado locas). Es un modelo razonable de vida ¿no?
EliminarUn abrazo y gracias por tus palabras.
Ni se puede decir mejor, ni añadirle nada más. Un abrazo.
ResponderEliminarComo soy una alegadora, Úrsula, sí que voy a añadir algo más: una nota de agradecimiento estos días de una pasajera al piloto de su avión. La han publicado en todo el mundo y se ha retuiteado más de 3800 veces:
Eliminar"Queridos pilotos del avión que me ha traído a casa
A raíz de la reciente tragedia de los Alpes y de la pérdida de esas pobres 150 personas, siento la necesidad de ponerme en contacto con vosotros y extenderos mi mano compasiva. Al final del día todos somos seres humanos que intentamos vivir esta montaña rusa llamada vida que nos ha sido dada. Entiendo que un acto tan horrible como éste afecta más a personas con vuestra responsabilidad que a otros, y quizás una palabra amable, aunque sea aleatoria pero sentida, puede hacer la diferencia. Espero crear un efecto cadena y desperdigar algo de compasión y entendimiento.
Gracias por traerme a casa. Gracias por hacer que fuera seguro. Gracias por permitirme vivir mi vida en España y dividirla con mi familia en Inglaterra. Vosotros hacéis posible que sienta la emoción que experimento ahora mismo de ver a mi familia. Espero que podáis ver a vuestras familias pronto. He tenido un vuelo maravilloso y espero que vosotros también.
Estáis haciendo un trabajo muy importante y sois los causantes de que esta noche pueda sonreír.
Cuidaros. Saludos.
Bethanie. "
Es otra cara de la tragedia ¿verdad? Un abrazo.
Querida Jane, considero que hoy has hecho una certera y profunda reflexión sobre lo fútil que debía ser la vida, para un joven copiloto enajenado. Esa futilidad la llevó a su máxima expresión, matándose y matando, sin piedad ni contemplaciones, a 149 pasajeros que habían puesto las suyas en sus manos. Sigue formándoseme un nudo en el estómago y otro en la garganta, cada vez que vuelve a tocarse el tema o me acuerdo del impacto que me produjo la terrible noticia, desde el primer momento. Sin embargo, creo que ese desgraciado siniestro va a servir para que, a partir de ahora, podamos viajar con mayor seguridad. Estoy segura de que va a haber un antes y un después, de la tragedia de los Alpes.
ResponderEliminarPienso que las compañías aéreas se cuidarán, en mucha mayor medida, de que quienes tienen que certificar las condiciones idóneas de un piloto, que corre con la enorme responsabilidad de conducir a buen aeropuerto, a los que se suben a sus aviones, cumplan escrupulosamente con todos los requisitos que la seguridad de pasajeros y tripulaciones exige. También mirarán con lupa la vida y costumbres de aquellos aspirantes a conducir sus naves y harán controles más frecuentes y exhaustivos, de su equilibrio mental y sus condiciones físicas. Asimismo, pondrán a sus expertos a estudiar modos de abrir puertas bloqueadas, intencionada o accidentalmente, dentro de los aviones... En fin, que han de suceder horrores como éste, para que los responsables últimos de estos monstruos voladores espabilen, no se fíen, ni confíen, y pongan en marcha más recursos que lleven a garantizar la vida de los que, por necesidad o placer, han de desplazarse, por el aire, de un punto de la tierra a otro.
Por todo esto, yo también estoy con tu amigo: me niego a vivir con miedo y, parafraseándolo, me niego a viajar en avión, con miedo. Nunca lo he hecho y, si tuviera que coger alguno, en estos días, lo haría tan confiada, o más, de como lo he hecho siempre.
Quizá sea que, sin saberlo y sin ser consciente de ello, confío en la fortaleza y la regeneración de esa tela de araña que nos sustenta y de la que siempre vamos a pender, porque así debe estar escrito en algún lugar del tiempo. O del infinito, vete tú a saber...
Lo dicho, querida amiga: trascendente y profunda tu entrada de hoy. Y, como siempre, me ha encantado.
A mí también, Cehachebé, me encantan tus reflexiones, tu optimismo y tu confianza en el entramado social sobre el que nos movemos.
EliminarCreo que las principales medidas que hay que tomar tienen que ir encaminadas a los controles de la salud física y mental de los pilotos y a que el sistema administrativo contemple la comunicación instantánea de cualquier baja médica a las autoridades aeronáuticas. Un piloto estos días decía que la seguridad absoluta no existe y que el mero hecho de vivir comporta riesgos. Pero esos riesgos disminuirían muchísimo ante una mayor y simple organización y gestión de los recursos..
Y muy bien dicho; a seguir viajando y conociendo este ancho y hermoso mundo.
Un gran abrazo y todo mi cariño.
De nuevo, mucha felicidades por tu reflexión.
ResponderEliminarYo también he pensado en las telas de araña... en cómo el sentimiento de profunda consternación puede aparecer de igual grado en un canario que vive en un pueblo pequeño a cualquier europeo que transita por la ciudad más avanzada, cuando la tristeza de unas muertes injustas se apoderan de cualquier ser humano con un mínimo de empatía.
Las telas de araña están hechas de los hilos frágiles del sentimiento pero de la adherencia más fuerte del trabajo en común y por supuesto de la unión.
También son elásticas porque si, por el contrario, fueran rígidas, quedaríamos atrapadas en esa catástrofe y no podríamos escapar nunca de la pregunta sin respuesta del "por qué"
Lluis Bassets decía en un artículo titulado "Luto y esperanza" algo parecido a los que dices, Candelaria. Se refería sobre todo a Europa: europeo es el avión, las ciudades conectadas, la compañía, europeas son la mayoría de personas que han perdido la vida. Pero, además, dice, "una tragedia como esta hace visibles la tupida red de relaciones y solidaridades, con frecuencia discretas y poco visibles, que hay entre los europeos, sus ciudades, empresas e instituciones públicas y privadas".
EliminarEn este caso concreto, el dolor ha unido a personas de distinto signo y procedencia. Me gusta pensar que ese entramado es tan fuerte como el de las telas de araña ¿Sabías que el hilo que fabrican las arañas no solo es más resistente que el acero, sino también muchísimo más elástico (hasta 5 veces más)? Tal vez no hemos creado nunca un hilo así, pero si una sociedad capaz de hacer el mismo papel. Esa es también nuestra esperanza