martes, 22 de noviembre de 2011

Tiempo de mandarinas




Había una vez, en la vieja China, un mandarín en cuyo corazón cabían todos los seres. Su esposa, la mandarina, era pequeña y hermosa pero en su corazón sólo había sitio para ella. Una mañana, en la que ella paseaba sola entre los innumerables naranjos del jardín, se le acercó un mendigo para suplicarle que le diera una naranja. La mandarina le dijo que ni hablar, “mis naranjas son muy hermosas y tú sólo eres un viejo feo y sucio”. El mendigo que, como suele pasar en los cuentos, era en realidad un gran mago, se transformó en ese momento y, con su varita mágica en la mano, le dijo: “Para que aprendas a ser generosa, te convertiré en árbol y darás sabrosos frutos a cuantos pasen por el camino. Tu corazón se hará más grande y todos te querrán”. El mandarín buscó a la mandarina todo el día y, al caer la tarde, cansado y triste, encontró el nuevo árbol y pensó: “¿Qué hace este arbolito entre mis naranjos? ¿Y por qué sus naranjas son tan pequeñas?” Probó una fruta y su sabor dulce le recordó a su esposa. Desde entonces, cada tarde paseaba hasta el arbolito y comía una de ellas y las llamó mandarinas en honor a su esposa, la bella mandarina”.


Les leo a mis nietos este cuento (“La bella mandarina” de Laura Pons Vega y Elena Odriozola) mientras nos sentamos a merendar dulces mandarinas al pie del árbol, que ahora aparece cargado de fruta. Otoño, en mi huerta, es tiempo de mandarinas.

En la literatura los meses de noviembre y diciembre tienen un aire triste, como de viejo caballero melancólico que espera la llegada de la primavera. “Otoño tiene en el sueño un iris de abril”, dijo Machado. Y en el último libro que he leído (“Zapatos de caramelo”) Joanne Harris cuenta: “Diciembre siempre ha sido época de penumbras, de espíritus santos e impíos, de hogueras encendidas para desafiar la agonía de la luz. Los dioses del solsticio de invierno son severos y fríos. Perséfone está atrapada en el mundo de los muertos y la primavera es un sueño que se encuentra a una vida de distancia”. Pero en cambio, en mi huerto, las mandarinas y las naranjas dan color y luz al comienzo del invierno, como pequeñas velas que iluminan las tardes. Acompañados de los flashes rojos de las flores de Pascua, aportan un toque festivo y alegre que desmiente a la literatura.

Y es que, además de lucir como farolillos naranjas, las mandarinas tienen tantas posibilidades…

Por ejemplo, llenar un cuenco de cristal con ellas y ponerlo, como una obra de arte, adornando un rincón de la cocina.

Hacer una mermelada exquisita (con mandarinas y calabaza al Grand Marnier con un toque de curry y azafrán) o una mermelada normal (mandarinas, azúcar, limón y canela), también exquisita.

Preparar, con mandarinas y aguardiente, un licor dorado que descanse, como una joya, en la repisa de la bodega hasta la llegada de mi cumpleaños.

Pelarlas y pinchar cada rodajita con un palillo largo para mojarlas en una fondue de chocolate, caliente y especiada.

Cortar una lámina muy fina de la cáscara y añadirla a un gintónic para tomarlo despacio al atardecer, mirando caer el sol sobre el valle.

Hacer un sorbete de mandarinas y cava que anuncie la navidad.

Ponerlas como ingrediente de recetas saladas (en ensaladas o salsas que acompañen a carnes y pescados) o dulces (tartas, flanes, batidos, bombones, helados, tortitas…) Incluso en un pan de mandarinas, esponjoso y crujiente.

Regalarlas a los amigos y a la familia.

Hacer un poema sobre ellas.

Comerlas tal cual al pie del árbol mientras leo un cuento a los niños.

Escribir un post sobre este otoñal y cálido tiempo de mandarinas...

32 comentarios:

  1. Noviembre es mi mes preferido de todo el año y a partir de ahora tendré más cosas agradables con las que asociarlo: el dulce sabor de las mandarinas compartidas. Me encanta eso de sentarse con los nietos a leer un cuento de mandarina (¡que bonito!) comiendo esos frutos dulces. Que aproveche, querida Jane, quien pudiese acercarse a ese pie de árbol en el que te sientas y escucharte un ratito. Besotes!!

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    1. Este fue un post de los que voy incorporando los fines de semana, escrito hace 4 años. El mandarino ya no está tan boyante como entonces, pero sí ha dado unas cuantas mandarinas y lo estamos tratando para ver si sale adelante.
      A mí también me gusta noviembre. De hecho, en el post del próximo lunes voy a seguir con otro encanto del mes: la lluvia.
      Me encantaría tenerte cerca e invitarte a un té de los tuyos en donde también habría una mermelada casera de mandarinas. La simpatía ya la pones tú.
      Un abrazo grande.

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  2. ¡Vivan las mandarinas y las naranjas que dan ese cálido toque de sol a los fríos días de otoño e invierno!

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    1. El otoño y el invierno no son estaciones tan yermas como su mala fama da a entender, por lo menos en nuestras islas. No sólo por el toque alegre de las naranjas y mandarinas (¡Sí! ¡Que vivan!), sino también porque también es el tiempo de las manzanas reinetas, verdes y ácidas, ideales para una salsa con sidra o un apfelstrudel. El domingo cortamos una piña de plátanos que empezaba a amarillear en la mata. Hace 3 días fue la recogida, para un gazpacho, de melón-pera, esa fruta amarilla y dulce cuya planta hay que atajar porque si no, se extiende por toda la huerta. La semana pasada hice una purrusalda con los puerros de la cosecha, y tengo aguacates, lechuga y cebollinos para las ensaladas. Vivir en el campo tiene la contra de tener que usar el coche para todo pero ¡qué gustazo da disfrutar de los frutos de la tierra en toda estación! Y ya está en flor el nisperero...

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  3. ¿Y qué me dicen del olor de las mandarinas?. Más un aroma o un perfume que un simple olor. Para mí, su signo de identidad más exclusivo. Romper su fina piel para comerla es llenar el aire de esa maravilla olfativa.
    Después, el disfrute de su sabroso jugo completa un placer delicioso para varios sentidos que, ordenadamente, comienzan con el tacto de su piel y terminan con el gusto de ese rico jugo. Tan pequeña y, sin embargo, tan poderosa. ¡Que no falten nunca a la cita del Otoño!.

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    1. Sí, lo bueno de pelar y cortar una fruta con las manos , como pasa con las mandarinas, es ese olor que se te queda luego, superior a cualquier agua de colonia. Está entre mis preferidos, al lado del olor del pan recién hecho y de la tierra después de la lluvia.

      Y ya sabes, Cehachebé, cuando quieras y mientras duren las mandarinas, te puedes pasar a disfrutar de ese placer que es comerse una al pie del árbol. Un abrazo.

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  4. Precioso post, tan poético. Este año, nosotros hemos recogido nuestras primeras y dulcísimas mandarinas.

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    1. Me dio el bucólico merendando el otro día con los niños, que seguro que estarán también encantados con tu mandarino recién estrenado. Te doy una receta para que la hagan todos una tarde, la de bombones de mandarina: Cortas 2 o 3 mandarinas en gajitos, quitándoles bien las pieles blancas. Fundes al baño maría 150 gr. de chocolate y, cuando esté fundido, le añades unas 5 o 6 nueces (molidas en el 1,2,3) y lo mezclas bien todo. Ahí vas metiendo los gajos de mandarina con un pincho y cubriéndolos bien de chocolate. Los pones en una bandeja forrada con papel antiadherente y los dejas enfriar. Y después se los comen. Los hice ayer, que vinieron a comer unos amigos y, como postre con helado de vainilla, estaban deliciosos.

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  5. ¡Muy bonito!

    Para mi el otoño, más concretamente, noviembre, aún más, S. Diego, son las CASTAÑAS. Su color, su brillo, su exquisito, especial sabor, el olor evocador en las calles cuando las asan... en fin, te invito a escribir un post sobre ellas, tú que lo haces tan bien.

    Escribí con todo cuidado la receta de la "chocoladevla met mandarijntjes" (crema de chocolate con mandarinas), y de repente ¡zas!, se me borró. Lo que pasa ¡Esto de los aparatos...!
    Te la haré llegar.

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    1. Hoy mismo me regalaron una bolsa de castañas, las primeras que pruebo este año. Las asaré el sábado, que vienen a comer mis hijos. En mis recuerdos las castañas están asociadas a un cuento infantil de una niña castañera (¿Mariuca?) y a un lugar de Los Realejos, Los Castañeros, al que solíamos ir de merienda de pequeños. Y, por supuesto, al olor de las castañas asándose en la calle en el otoño. Es un recuerdo que habla de calor en días fríos. Me encanta.

      Y gracias por la receta de la crema de mandarinas. No dejes de mandármela. Un abrazo.

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  6. Hola Jane, no sé por qué, pero tu cuento de mandarinas transportó mi mente a la huerta de mi abuela. Será que también había mandarinas por allí, amén de naranjas canarias , dulcitas y con mucha pulpa y pipa, limones y aguacates, que todavía perviven. También perviven los recuerdos de aquella huerta y los juegos de niños. De ahí el cuento " El barco de aguacatero", basado en las historias que me hiciste rememorar. ¿ Te das cuenta como una historia nos lleva a la otra?. Gracias por hacer de vínculo inagotable de bellos recuerdos.

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    1. Te estaba poniendo un comentario en tu post cuando vi el tuyo en el mío. Tienes razón, Miguel, las historias se hilvanan y, si estuviéramos hablando, como hacemos muchas veces los de mi quinta en sobremesas largas, no pararían de salir cuentos parecidos de una infancia sin televisión, con mucha imaginación e, incluso, con abuelas de armas tomar que nos mantenían derechitos. Como dice la canción, lindo haberlo vivido pa poderlo contar. Gracias a ti también.

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  7. Muy buena línea poética que luego conviertes en mundana con las recetas de licores. Desde luego, te dio el bucólico. Pero también y para que rime, el gastronómico y el alcóholico. Un beso. Muy bien.

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    1. Gracias. Sobre el comercio y el bebercio han hablado desde los griegos miles de autores. Te doy una cita de Aranguren, apropiada para los que nos gusta comer y beber bien: "El vino es, tomado con moderación, entonador y buen acompañamiento. Personalmente no vacilo en declarar que, el día en que como sin vino, tengo la impresión de que, aun cuando me haya alimentado, no he cumplido el rito, cotidianamente cultural, de una verdadera comida. Comer sin vino, como comer solo, es satisfacción de una necesidad biológica y no un acto cultural, es decir, verdaderamente humano".

      Así que ya sabes, si alguien te llama alguna vez comelón y borrachín, tú suelta la cita y di: "Estoy haciendo cultura". Un abrazo.

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  8. Te falta mi preferida: comerlas de postre con pan... a ser posible churruscadito.

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    1. Ni se me había ocurrido. Sí que he visto una vez una receta de "canapés de mandarina" que se hace así: se maceran durante 15 minutos 2 rodajas grandes de mandarina en un almíbar hecho con el jugo de 2 mandarinas, azúcar y un chorrito de licor. Se tuestan 2 rebanadas de pan de molde y se le ponen encima las mandarinas en almíbar y una cereza en el centro.

      Probaré la tuya sin falta. No es lo mismo que la del almíbar pero seguro que está igual de rica y, además, es más fácil.

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  9. Nos ha dado envidia y vamos a plantar un mandarino en una huerta que no sabíamos que poner.

    Las de "Mercadona" están buenísimas, mientras esperamos por las nuestras....

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    1. No te arrepentirás. Aunque, como con todos los cítricos, siempre tendrás que estar pendiente de que si la mosca del Mediterráneo, que si el negrillo, que si la cochinilla y demás mandangas de esas, los resultados son tan buenos que merece la pena.

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  10. El otoño para mí siempre fue festivo y alegre... Será porque soy un fruto de otoño... Y tu post ha sido tan evocador, me ha transportado a mi infancia en la huerta de mi abuela Nieves... Un tesoro es lo que les estás dando a tus nietos junto a tu cuento y las mandarinas... Un beso Isabel.

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    1. Es verdad, Elías, recuerdo el huerto de la tía Nieves ¿No había también una aguacatero grande? Y, a pesar del frío lagunero, siempre era un huerto alegre y cálido porque estaba lleno de niños.
      Cada estación es especial (yo soy fruto de la primavera), pero es verdad que el otoño es más especial que especial :-D Y si no ¿por qué tanto poeta lo celebra en sus versos?
      Un beso, Elías.

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    2. Si, había un aguacatero, tres ciruelos, dos limoneros... Gladiolos... Pensamientos... Y recuerdos muchos recuerdos por allí plantados...

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    3. Eso es lo que también yo espero dejar plantados en este huerto y jardín que ya tiene 34 años. Y que mis hijos, nietos, sobrinos y todos los niños que han jugado y se han subido al nisperero a comer nísperos en la propia rama se den cuenta del privilegio que han tenido. Ver correr a mi nieta de 2 años detrás de una gallina para cogerla por la cola no tiene precio.

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  11. Qué grande eres Isabel Duque, cómo me gusta leerte...

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  12. Las que hemos vivido en un pueblo durante la infancia y adolescencia guardamos gratos recuerdos que tú Isabel me haces revivir con tus preciosos relatos. Gracias por alimentar paraísos . Un abrazo.

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    1. Mi recorrido fue al revés, Sole: de ciudad a pueblo. Pero también viví los pueblos en mi infancia durante los veranos con abuelas y tíos. Y es verdad que el ritmo es más reposado y te permite mirar a tu alrededor y valorar pequeños paraísos.
      Un abrazo.

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  13. A la mar fui a por naranjas y me encontré tu mandarinero blog! Grande.. Como siempre!

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    1. ...cosa que la mar no tiene. Pero en mi huerta sí las tengo (me tomé un jugo delicioso esta mañana en el desayuno) y por lo menos a eso te puedo invitar. Y a alguna mandarina también.
      Gracias, Gladys, un abrazo.

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  14. Esas mandarinas estarán orgullosas de tener una dueña que además de contar cuentos a sus nietos, hace delicias con ellas.

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    1. Más orgullosa estoy yo de ellas. No las saco a pasear y las llevo al cine porque no se dejan que si no, ya verías...
      Gracias, Esther. Un abrazo.

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  15. Precioso Isa, no conocía ese cuento, me encantan las mandarinas

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    1. La ventaja de tener nietos es que te pones al día en todos los cuentos del mundo :-D
      Ahora ya no tengo muchas pero en la próxima cosecha, fijo que te toca una bolsita.
      Un besote, Clari.

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