lunes, 29 de enero de 2018

Ya nadie borda en La Palma




Nosotras, las mujeres que ahora rondamos los 70, no hacíamos como nuestras madres y abuelas, que reunían su dote a lo largo de los años previos a casarse (destino casi obligado en aquellos tiempos). Pero sí es verdad que todas aportábamos a la futura casa juegos de sábanas, mantelerías, toallas y hasta alguna bolsa de pan, preferiblemente bordado todo en La Palma.

Y es que entonces todas las mujeres bordaban. En las casas que visitaba en mi infancia, siempre había un cuarto de costura (ya he hablado aquí del de mi casa) en el que se hablaba de bodoques, de bordados richelieu, de matizado indefinido, de punto cruz, de presillas, vainicas dobles y calados. En mi recuerdo está la imagen de mi abuela con las gafas sobre la punta de la nariz, sentada con los pies en un escabel y la almohadilla de bordar sobre el regazo, transformando una tira de tela en un prodigio de flores realzadas. Todas sabían bordar divinamente, cosa que a mí (que, como saben, no sé coser sino botones) me llenaba de una profunda admiración. Los prodigios que salían de las manos palmeras y tinerfeñas eran únicos y famosos en el mundo. Isabel Allende, hablando de un sarao en "El Zorro: comienza la leyenda", lo describe así: "Hubo comida por tres días para quinientas personas, separadas por clases sociales: los españoles de pura cepa en las mesas principales con manteles bordados en Tenerife, bajo un parrón cargado de uvas; la gente de razón con sus mejores galas en las mesas laterales a la sombra; la indiada a pleno sol en los patios, donde se asaba la carne, se tostaban las tortillas y hervían las ollas de chile y mole". ¿Llegaría un tiempo en que nadie bordara aquí? Inconcebible.

De todo esto hablaba hace poco con mi amiga palmera Nievitas (que tampoco borda), cuando yo le comentaba que estas navidades jubilé el mantel que mi madre me regaló hace más de 20 años, un mantel blanco bordado entero en richelieu, que yo ponía religiosamente en cumpleaños y nocheviejas. En los tiempos de mi abuela, muchas de esas prendas no se usaban y se dejaban amarillear en baúles, esperando ni se sabe qué. Pero tanto mi madre como mi hermana y yo nunca hemos guardado el reposo a nada: a usarlo y a recrearnos en ello, que para eso está. Y en este caso, le decía yo a mi amiga que, aunque me daba mucha pena porque fue uno de los últimos regalos de mi madre, el mantel de rechi (como lo llaman allí) no aguantaba ni un lavado más ¿Se podría encargar otro?

Entonces fue cuando me dijo que ya nadie borda en La Palma. Bueno, sí, se dan cursillos para unas pocas personas y todavía queda alguna bordadora de las de antes. Pero ha desaparecido como trabajo corriente y ahora resulta bastante difícil encontrar quién te borde un mantel y no digamos un ajuar completo (si es que todavía eso existe). ¿Las razones? El precio prohibitivo frente a los bordados chinos; lo "detenoso" de un trabajo manual tan fino, ajeno al ritmo de la vida actual; o la interrupción de la cadena de aprendizaje de madres a hijas por el cambio en la educación y en el papel de la mujer hoy (antes, apenas levantabas un pie del suelo, ya te daban aguja, hilo, dedal y un trapito para que fueras tomando recortes). Ahora los cuartos de costura se han quedado vacíos.

Y en esas estábamos cuando quiso el destino que, el mismo día en que hablé con Nievitas del tema, ella se encontrara con una señora que estaba vendiendo su ajuar sin estrenar y que le ofreció un mantel blanco precioso, también bordado en richelieu. Mi amiga, que cree en las señales, entendió que ese era un guiño que mi madre le enviaba desde el más allá, y entonces lo compró y me lo regaló, casi considerándolo como un milagro.

A mí lo que me parece un milagro es que pueda seguir celebrando comidas con mi gente sobre una obra de arte y brindando (¡con cuidado de que no caiga una sola gota en el mantel, eh!) por que todavía podamos gozar de esos bordados legendarios. Pero, sobre todo, lo más milagroso es contar con amigas así de sensibles y generosas. Y que además crean en los milagros.






44 comentarios:

  1. Qué emotivo, se me saltaron las lágrimas. Fui testigo y además, sabía de ese regalo, hace tiempo. Nuestra común amiga, es así de generosa y detallista.
    A mi me gustaba hacer punto de cruz. Ahora sólo coso a máquina, coger vueltos y botones. Cada vez menos porque estoy mal de la vista.También hice un curso para aprender a cortar y confeccionar. Lo malo fue que mis hijos y amigos de éstos, me endosaban disfraces de carnaval, entonado de pantalones, etc.
    En fin, disfrutaré de ese mantel junto con todas las niñas del colegio, en tu acogedora casa.
    Un beso.

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    1. A veces no conviene saber mucho (eso dice mi marido) porque por menos de nada te ves o cosiendo como tú o haciendo trabajos manuales como él. Mírame a mí que, por ignorante, nadie me pide ayuda jejeje.
      Sabrás que, aunque digo que solo sé pegar botones, también he hecho punto cruz (2 colchas individuales y un par de cuadros). Pero también me falla la vista y las ganas y no sé si ahora sería capaz. Por lo pronto tengo un cuadro de navidad a falta de muy poco y ahí está parado desde hace 20 años. Lo que te digo, la falta de ganas.
      El mantel lo pondré alguna vez, dalo por hecho. Es un regalo precioso hecho para compartir.
      Un besote, Ani.

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  2. Buenas tardes Jane: Yo, como tú amiga Ana María, sólo bordo ya a punto de cruz y tiene que ser con plena luz del sol. Los otros puntos de bordado los miro en los muestrarios que teníamos que presentar en los exámenes.
    Me gusta utilizar los manteles de mi "ajuar", alguno de ellos los hice yo. De hecho los utilizo todos los meses cuando vienen a comer.
    Hace ya unos seis años que propuse a mis hijos si les apetecía que cocinase "Cocidos regionales de España", es que me daba pena la perdida de estas recetas, la respuesta fue unánime, y desde entonces he preparado los cocidos buscando los productos de cada zona así como el vino y postres de cada región.
    Los hay maravillosos.
    Desde el año pasado los estoy preparando de cada provincia.
    ?No te parece que comidas semejantes se merecen unos manteles bordados a mano?.
    Un abrazo muy fuerte.




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    1. Tengo un post preparado para hablar también de comidas, de esos cocidos y platos de cuchara que ahora, con estos fríos, tanto apetecen. Si quieres, te doy la receta del puchero canario (que es el correspondiente cocido para nosotros). Tiene menos variedad de carne que los peninsulares y más verduras. Lo hago como lo hacían mi madre y mi abuela. Ya me dirás.
      Y claro que se merecen una buena presentación: un mantel bordado con sus servilletas, los platos y la cubertería "buenos" y unas copas brillando como joyas, con un vino tinto que te puedes morir. Si eso no es algo cercano a la felicidad... Que lo disfrutes con los tuyos, querida Rosa María. Es una idea buenísima.
      Un abrazo grande.

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    2. Gracias Jane: no sé si la receta del "puchero canario" que tú me indicas es la que lleva incorporada una pera. Por cierto está buenísimo. Me parece estupendo conocer otras recetas. Muchas gracias.

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    3. Sí, le puedes poner peras pero mi madre nunca lo hizo. Ella iba incorporando poco a poco los ingredientes, 1º la carne (morcillo o tapa de res, alguna costilla o hueso de jamón, tocineta ahumada...) y las piñas de millo o maíz (que no sean de esas americanas dulces) con 1 cebolla, 1 tomate, pimentón y azafrán. Al ratito, garbanzos ya remojados, zanahorias y habichuelas (judías verdes). Media hora después, la col y las batatas. Y al final, bubango (calabacín), calabaza y papas. Mi madre hacía las papas aparte en el propio caldo del puchero.
      Se sirve 1º la sopa de puchero con o sin fideos (es mi sopa preferida) y con un ramito de hierbahuerto. Después lo demás acompañado de un buen mojo de cilantro.
      Me encanta. Lo hice hace 2 domingos, que vinieron los niños, y con este frío es gloria bendita. Y al día siguiente, tumbo, claro.

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  3. Hola Isa,
    leer este post ha traído a mi recuerdo, la casa de mis tías abuelas (“la casa de Las Tías”, como la denominaban mis hermanos y también los amigos), que vivían en La Laguna en la calle Tabares de Cala, a 40 metros de mi casa. Ellas eran de la Palma.
    Mi madre, que se crió asimismo en La Palma, bordaba tan bien, como ellas - y también cosía – se reunía con sus tías y juntas pasaban las tardes bordando. Formaban de este modo una especie de tertulia a la que solía agregarse alguien más de la familia o alguna amiga.
    Es una imagen que guardo muy nítida en la memoria, porque la veía a diario. Su visión transmitía una agradable sensación de paz y tranquilidad. De fondo siempre se oía el tic-tac de un antiguo reloj de pared que marcaba el paso de las horas y que tenía una suave y agradable sonería. Ese “cuarto de costura”, luminoso, daba a una galería que recibía la luz a través de los ventanales de un patio grande. Yo pasaba a diario por esa galería para ir a la huerta o a la azotea de la casa.
    Como es habitual he disfrutado leyendo tu blog. Este post, en particular, me ha hecho evocar esos buenos recuerdos. Te lo agradezco mucho. Un abrazo.

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    1. Creo que muchos de nuestra edad, Álvaro, compartimos esas vivencias del cuarto de costura. En mi casa, era el centro neurálgico, junto con la cocina, y siempre estaba lleno de gente- mis abuelas, mis tías y alguna visitante- que, al compás de tomarse el cafecito omnipresente con el bizcocho y las galletas que hacía mi abuela, cosían, cortaban, signaban, tricotaban, zurcían, pero sobre todo bordaban. Y claro, también hablaban de lo divino y lo humano. Tengo una amiga a la que no la dejaban ir al cuarto de costura de su tía porque "se hablaba más de la cuenta" :-D
      Todos tenemos ese cuarto de costura luminoso en la memoria (igual que hay también unas tías que fueron nuestro horizonte). Afortunados que fuimos.
      Un abrazo grande y gracias por tu visita.

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  4. Esther Casañas Morales29 de enero de 2018, 14:58

    Preciosa narración. Hablando de manteles, cuándo te vea, te contaré que gracias a tus escritos, salvé uno .

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    1. Gracias, Esther. Y me alegro de que mis escritos sirvan, no solo para estar en contacto y alegar aquí un ratito, sino también para un fin tan práctico como salvar un mantel. Ya me contarás.
      Un beso.

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  5. Rosa María Afonso Castro29 de enero de 2018, 15:01

    Siemprre he admirado los primorosos boradados de La Palma y de todos lados, pero menos mal que eso no se usa desde hace muchísimos años, porque si yo tuviera que vivir de ello me moría de hambre. Nunca he participado de ese rito de los ajuares y eso que tengo los mismos años que ustedes. Respeto las tradiciones y los gustos personales, pero lucho más por la igualdad y nuestros derechos tan ignorados, aún ahora.

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    1. Creo, Rosa, que las de nuestra generación nunca tuvimos en cuenta el tema del ajuar. Antes se pasaban años bordando y reuniendo para cuando llegara el momento (la literatura está también llena de casos así). En mi caso avisé con dos meses de antelación de que nos pensábamos casar, y a mi madre, como buena palmera, casi le da un patatús pensando que no iba a llevar nada. Pero al final entre ella y mi suegra nos ayudaron y no hubo mayor problema.
      De todas formas, creo que somos la generación que más ha luchado por los Derechos Humanos (se proclamaron el año en que yo nací) y por cambiar una situación injusta. Y eso no está reñido en absoluto con el gusto por las cosas bellas. No me gustaría que se perdieran para siempre.
      Un abrazo y gracias por tu comentario.

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  6. Como deducirás, en mi casa disponemos de más de un bordado en richelieu heredado, regalado cuando nos casamos y también comprado. Tenemos manteles con sus correspondientes servilletas (al menos tres), centros de mesa cortos y largos, mantelitos individuales y juegos de cama (creo que otros tres). También, para no ser menos, por la parte chicharrera también disponemos algún calado. Quiero decir, que si, que los usamos como tú, en momentos especiales, no todos los días, excepto los centros de mesa, que están permanentes y que cuando se ensucia uno se sustituye por otro y se lava con mucho cuidado, como el resto de esos bordados que para mi valen un pastón y que mis hijos no se los quieren llevar a sus casas porque para ellos son unos objetos que ocupan un cajón donde podría guardarse otra cosa más práctica. Esta reciente navidad a mi nuera italiana le llamó la atención unos mantelitos bordados por mi madre que quiso llevarse para su casa, para lucirlos allí, en Italia. Nos alegramos de tan buena elección.
    En cuanto a que nadie borda ya, no sólo es por culpa de los chinos, sino porque preferimos los plásticos y los manteles de papel para no tener que lavar a mano una tela tan delicada.
    En resumen, un buen bordado richelieu de La Palma es como un buen cuadro, con la diferencia que éste se expone en una pared y aquel se guarda en una gaveta bien ventilada y con una pastilla de alcanfor.

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    1. Nadie podría haber imaginado un tiempo en que nadie bordara. Es, como dices, como si nadie pintara, o escribiera, o hiciera música... Es arte del bueno y muestra la capacidad humana para hacer cosas bellas. Me alegro de que haya gente joven que lo sepa apreciar.
      El caso es lo que dices, la vida actual deja tan poco tiempo libre que lo prefieres aprovechar ahorrándote el tiempo de lavado, planchado, almidonado... Los entiendo perfectamente.
      Pero de vez en cuando (muy de vez en cuando, si uno está liado) es bueno sacar de esa gaveta bien ventilada un mantel precioso que dé gusto contemplar. O recrearte en esos caminos de mesa (yo también tengo) y, en mi caso, en la cortina de mi habitación, que también me bordó en richelieu mi tía Agustina.
      A disfrutarlos.
      Un abrazo.

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    2. En relación al bordado palmero, me vino a la cabeza un recuerdo de chico bastante curioso y digno de investigar por ti, que te gusta esas cosas. En las reuniones familiares y vecinales de las mujeres para bordar, recortar y planchar los manteles aparecía de repente, no se sabe de dónde, una cajita pequeña de plata o alpaca que contenía rapé -"tabacopolvo" lo llamaban- que manejada con hábiles manos se paseaba por todas las narices de la allí reunidas con gran deleite. Vaya, que se colocaban y al rato comenzaban las risas o los lamentos, dependiendo de la noticia del día. Alguna vez me ofrecieron aspirar un poquito, eso si, con el consiguiente estornudo posterior que se oía en todo el barrio. Ellas, que estaban acostumbradas, ni se inmutaban. Los manteles eran sisnados por Alberto (un artista palmero que vivía en la calle Trasera), bordados por tres o cuatro manos expertas, recortados con unas tijeras muy pequeñas y planchados con aquellas planchas negras que se calentaban al fuego. Recuerdos...

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    3. Me suena haber visto alguna vez a algún señor aspirando rapé en público. pero igual fue en una película y no en la vida real. Nunca lo vi entre las bordadoras (entonces ninguna fumaba mientras que los hombres parecían chimeneas ambulantes).
      En mi casa los manteles los sisnaba (imagino que vendrá de "signar". Está admitido como canarismo) mi tía Nena y mi tía Isabel que eran unas artistas. A mí alguna vez me pusieron a recortar y la cosa tenía bemoles, no te podías equivocar si no querías que cayeran sobre ti las 7 plagas de Satanás. Y al lado de la chimenea tengo 2 planchas de las de aquellas. Recuerdos, sí...

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  7. Me llamas generosa ¿Generosa? Hay cosas que no se pagan con nada. ¡Qué menos podía hacer con unos amigos que tienen el don de la hospitalidad! Una casa siempre abierta, el coche dispuesto para ir y llevar al aeropuerto, el dormitorio para quedarme, las comidas, la acogida, los cafés y las agüitas... ¡Qué menos que regalarte un mantel cuando esa mesa siempre está disponible para todos!
    Gracias a ti, Isa. Disfrútalo y por muchos años con todas nosotras y con toda la gente que va a esa casa.

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    1. Creo que hay algo en la mentalidad palmera que es propensa a la hospitalidad y a la generosidad. Tú eres así, Nievitas, igual que lo fue mi madre (nosotros decíamos de nuestra casa que era la Pensión Charo porque por allí pasaban todos los palmeros). Pero es que tanto a ella como a nosotras, mi hermana y yo, nos gusta estar con gente que queremos y es un placer abrirles la puerta de nuestra casa.
      Sabes que tu precioso regalo recibirá los honores que merece y que siempre esta casa estará abierta para ti. Que sigamos durante mucho tiempo disfrutando de la amistad y del arte de las palmeras.
      Un abrazo muy grande.

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  8. Hola Jane. Tengo impresa en mi memoria la imagen de "las mujeres" bordando. Durante algunos años de mi infancia viví en La Palma y recuerdo perfectamente como las mujeres se reunían alrededor de un transistor (si había) y de un pozuelo de café.
    Muchas veces servía de terapia psicológica para la difícil vida que llevaban ellas:Madres, esposas, hijas, amas de casa, y además trabajaban de sol a sol en el campo, y todo eso al mismo tiempo. Hoy como nos creemos "modernos" lo hemos abandonado y muchas veces cuando me acuerdo lo hago con nostalgia.
    Todavía conservo y uso alguna talega de pan bordada, algún mantel de desayuno y sobre todo unos manteles bordados que los uso en algunas ocasiones.
    Es un "mundo mágico" que desapareció , y mucho me temo que no regresará.
    Un beso Jane. Juan.

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    1. Es un hecho agridulce, Juan. Por un lado, porque la situación de la mujer ha ido a mejor en al ámbito laboral y social, a pesar de que todavía vemos diferencias (hasta tal punto que todavía son pertinentes las preguntas al presidente del gobierno sobre la desigualdad). Por otro lado, porque hay cosas que no deberían desaparecer y porque tal vez una protección mayor a la artesanía por parte de los poderes públicos hubiera sido necesaria (tal vez se esté a tiempo, ya conoces mi optimismo).
      Mientras, disfrutemos de esas talegas, de esos manteles, de esos pañitos para poner debajo de los jarrones... Son testigos valiosos del gusto por la belleza de esas mujeres y de su capacidad de superación. Es para sentirse orgullosos de ellas.
      Un beso, Juan.

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  9. Yo nada más llegar a La Palma por vacaciones, mi tia Acerina me entregaba mi cojin del borde.

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    1. Acerina, ¡qué nombre tan palmero!
      Eso era obligado, Claudia. Yo me he visto hasta haciendo calados en Los Realejos. Y por supuesto, si querías estar integrada en el grupo social de las mujeres (verdadero matriarcado), tenías que coger el cojín del borde y hacer aunque sea un bodoque. :-D

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  10. Dulce Pérez García29 de enero de 2018, 21:39

    Hablar de bordados es recordar 64 años de mi vida con mi tía y mi madre siempre bordando, la almohadilla, el cuarto de costura, aunque en realidad era para bordar, los banquitos para apoyar los pies (encargados especialmente a un carpintero) y que aún conservo al igual que su almohadilla. Muchos, por no decir todos, de esos juegos de cama o manteles de los que hablan fueron hechos por mi madre. O por lo menos, por sus manos pasaron, ya que dedicó su vida a eso, a hacer y encargar a La Palma los ajuares de casi todas las novias de Tenerife.

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    1. Tu madre y tu tía, Doña Socorro y Doña Julia, fueron las únicas profesionales que yo conocí. Muchas de las señoras de los cuartos de costura vendían sus piezas pero no estaban dedicadas a esa profesión. Eran simplemente amas de casa que se sacaban un dinero extra.
      A mí me parecía la de tu madre y tu tía una profesión maravillosa. No valía cualquiera (yo, por ejemplo), tenías que tener maestría y, sobre todo, creatividad y sensibilidad. Ningún día, ningún mantel o juego de sábana eran igual a otro, todos tenían el sello personal que la bordadora imprimía. Y les aseguraba, además de una manera digna de ganarse la vida, el ser las dueñas de su trabajo, sin jefes ni imposiciones. Me encantaba. Lástima lo maleta que fui siempre con las manos :-D
      Y tienes razón, conozco muchas personas que tienen piezas suyas, verdaderos tesoros que guardan como oro en paño. Ojalá los usen también porque no son para guardar el sueño de los justos en baúles mohosos sino para celebrar la vida.

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  11. Antonia Real Rodríguez29 de enero de 2018, 21:51

    Q bonito Isabel. Q pena q se pierda!! Conservo bordados y aunque nunca supe hacerlos los tengo como tesoros. Recuerdo ir con mi madre a Sta Cruz a casa de una señora de la Palma que vendía mantelerías y sábanas bordadas. Q recuerdos!!!

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    1. Pues igual fuiste a casa de la madre de Dulce, Doña Socorro, que junto con su tía eran de las más conocidas en Santa Cruz. Vivían por la Plaza del Príncipe (mira el comentario anterior del blog).
      Yo también los tengo como tesoros pero usándolos, nada de guardarlos bajo llave. Y me regodeo en ellos diciéndome a mí misma lo bonitos que son. "Sábana y mantel", que cantaba Mª Elena Walsh.
      Un abrazo, Antoñita

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    2. Antonia Real Rodríguez31 de enero de 2018, 16:52

      Efectivamente, era en la Plaza del Príncipe. Dulce, mi compañera del Conservatorio y colega.

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    3. Fíjate qué casualidad. Bordaban divinamente.

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  12. Bordar era requisito obligado de una asignatura ¿recuerdan? Cuando pensaban que la meta de una mujer era ocupar su tiempo libre entre ovillos y agujas, esperando hasta que el esposo volviera de ganarse el pan...
    Dejando a un lado este propósito, es una actividad muy buena para la concentración. Yo puse a mi hija un mes de julio, cuando tenía diez años, y hoy me hubiera mandado a tomar fanta, pero aprendió y se mantenía callada durante una hora.
    Al margen de la broma, es una pena que desaparezca esta bonita costumbre, porque el valor de estas obras es incalculable. Las generaciones de hoy solo conocen el encaje de bolillos como algo muy difícil que hacían las abuelas y es parte de nuestra cultura.
    Me alegro un montón de que pudieras volver a tener, gracias a Nievitas, una pieza tan deseada por ti para que siga presente tu madre en todas las alegrías que se compartan en tu mesa.

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    1. ¡Ay, Cande, esa asignatura en la que se hacían canastillas y labores fue la única que me suspendieron en mi vida, fíjate lo maleta que soy. La que sirve sirve, qué se le va a hacer.
      Mis primas, sin embargo, hacían hasta ese encaje de bolillos que nombras. Recuerdo verlas con una almohadilla llena de palitos que movían a una velocidad enorme. Lo que te digo, la que sirve sirve.
      Creo que es una actividad que, como la medicina o la enseñanza, tienes que hacer por vocación, que te nazca. Yo me conformo con recoger los frutos de las artistas. Y los artistas que alguno hay. Mira esta noticia, por ejemplo:
      "Se hicieron un nombre rescatando y adaptando un oficio tradicionalmente femenino. Y lo hicieron porque en los hilos y las agujas encontraron la mejor manera de expresarse. Los artistas José Romussi, Cristián Velasco, Víctor Espinoza y Felipe Valdivia bordan. Con sus manos grandes toman, enhebran, pinchan y dibujan con hilos en telas y fotografías. Víctor lo hace para controlar la materia. Cristián, para rescatar lo perdido. José, porque encontró en el hilo un brillo único y Valdivia por el rigor que implica".

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  13. También en casa de mi abuela había un cuarto de costura donde se reunían las mujeres de la familia, allí se cosía, se bordaba, se zurcía...y se contaban penas y alegrías. No tengo ni la habilidad de coser ni la de bordar pero admiro mucho esos trabajos tan bonitos y primorosos. Un gusto leerte, como siempre. Un abrazo.

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    1. Me gusta que hayamos coincidido tantos (Álvaro, Juan, Enrique, Claudia, Dulce, tú, yo...) en ese cuarto de costura que yo creo que era cuarto obligado en todas las casas. Hacía el papel de trabajo y ocio pero también de terapeuta y compañía. A mí me encantaba estar allí en mi casa como "ropa tendida" a ver si me enteraba de algo de lo que hablaban. Era a veces tan interesante... Hoy sería impensable como tal institución.
      Gracias, Ursulita. Otro abrazo para ti.

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  14. Los manteles, sábanas y otras prendas bordadas por manos artesanas, ya era algo que nuestras madres creían necesario para nuestra dote. Yo uso mis manteles en ocasiones especiales, aún están en condiciones aceptables. A las artesanas que hacían este trabajo se les exigía tiempo para hacerlo. Ya en nuestra sociedad el tiempo es algo muy valioso. No se paga. La industria textil, China, ha sustituido esta labor. Sin comparación de la calidad. Tampoco en nuestra casa dedicamos el tiempo que necesita un buen planchado. No te digo ya el uso de las sábanas. Ni siquiera el ancho de nuestras camas hoy se adaptan.
    En Madrid hay una calle, Bordadores, que recuerda éste como otros oficios artesanos desaparecidos. Nosotros aún lo valoramos porque lo vivimos. Dentro de nada será un recuerdo en algún museo.

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    1. Tienes razón, Carmen, con lo de las sábanas. Mi cama es de 1,80 y solo una de las sábanas encimeras de cuando me casé me sirve ahora. Cambian las medidas, cambian los usos, cambian las costumbres.
      A mí me gustaría pensar que lo que nos queda será valorado por hijos y nietos, pero yo le digo a mi hija (para la que el tiempo es oro) que tendría que almidonar y planchar, y le da un yeyo. Es verdad que son tesoros, pero...
      En la calle Bordadores de Madrid hay un azulejo con dos hombres bordando que recuerda a los antiguos bordadores en seda que tuvieron sus tiendas en esa calle. En ese tiempo (siglos XVII o XVIII) los hombres eran los que hacían el oficio. Curioso ¿no?

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  15. Clara Delgado Martín31 de enero de 2018, 16:44

    Me ha gustado mucho este post ISA y tienes razón, la mayoría de nosotras hemos tenido nuestro mantel o sabanas bordadas en La Palma, y ..... ya sabes, a compartir el uso del regalo, un beso

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    1. Es que era un regalo muy típico, Clari. Aunque, como en mi caso, no hubiera dote oficial, las amigas palmeras de mi madre se apresuraron a mandarme sábanas, manteles, talegas, caminos de mesa... En aquel tiempo se podía hacer fácilmente porque tooooodo el mundo bordaba y había abundancia de material. Y desde luego, yo se los agradecí un montón. Antes que un jarrón tornasolado y espantoso (que también me regalaron), mil veces más grata y más útil era una obra de arte como esa. Los he usado todos.
      Capto la indirecta. Lo estrenaremos y haremos los honores al mantel palmero, no te preocupes.
      Un beso.

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  16. Tengo una mantelería muy gastadita y la guardo como una reliquia.

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    1. Es lo que yo he hecho con el de richelieu de mi madre. Ya sé que no lo pondré más (algunas presillas ya ni existen), pero ahí está, en mi armario, perfumado con una bolsita de hojas de lavanda, en recuerdo de tanto momento bueno.

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  17. Ais, a mí me encanta bordar. No sé hacer muchos puntos, pero he hecho un par de cosillas. Lo malo es que con la vida que llevo a hora me resulta imposible sacar tiempo, con lo que relaja. Y creo que la desaparición de las bordadoras es general. Creo que mucha gente joven está volviendo a algunas de aquellas tareas como afición, pero no sé si al bordado. Y, en cualquier caso, en mi ciudad también es imposible encontrar a alguien que te haga un trabajito de esos.

    Un abrazo.

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    1. Sí, yo también lo he constatado. La gente joven ahora no se dedica a eso, no hay tradición de enseñar a las niñas a bordar (y menos a los niños). Mi nieta quiere aprender a hacer punto, pero no sé muy bien dónde puede aprender. Si viviera mi madre, le enseñaría pero su abuela y su madre, las dos, hemos salido unas inútiles para las manualidades de la aguja. Y las jovenes se lo plantean como hobbie, nunca como una profesión.
      Si te encanta, adelante, asombra al mundo. Es una actividad gratificante la de saber hacer cosas bonitas.
      Un abrazo.

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    2. Pues como solución a eso (aunque siempre es mejor tener a alguien cerca): youtube. Hay unos tutoriales increíbles. Otra opción son los grupos de gente que se reúne en locales (mercerías, cafés...) para hacer punto juntos. Está muy de moda, quizás haya alguno por ahí también. :) Ay, hacer punto es otra maravilla que también tengo abandonada.
      Un abrazo.

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    3. Yo hice una vez, allá hace 50 años, una rebeca y una bufanda de punto. Esa fue toda mi labor. Las hice para mi pareja y me quedaron horribles, por supuesto, pero como él es tan bueno, hasta se las puso y todo. Nunca más he tentado a la suerte.
      Tendré en cuenta lo de los tutoriales para mi nieta en espera de buscar algún buen grupo. Como una mano amiga cerca, no hay nada.
      Otro abrazo para ti.

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  18. Este post, Jane, ha sido para mí, pura emoción. Sobre todo, porque me hubiera gustado leérselo a mi madre, que era una ferviente admiradora de los bordados palmeros y realejeros y lo poquito que conozco y sé, de ambos, se lo debo a ella. Nunca pudo comprarse una mantelería, porque su precio era prohibitivo para la familia, pero cuando podía ahorrar algo, después de atender a un "rancho" de nueve miembros, disfrutaba trayendo a casa un "Tú y yo", o un mantelito individual, o un corredor de mesa que había descubierto en alguna tienda de artesanía de La Palma o de El Realejo.
    Ella, aunque nació en La Laguna, procedía de El Realejo y vivió, muy de cerca, esos ratos de cuartos de costura familiares, junto a sus hermanas mayores y a su madre, porque todas le daban muy bien al punto y a la costura. Incluso, en nuestra casa de Santa Cruz, cuando yo era muy pequeña, hubo una habitación destinada a ese fin y en el que vagamente recuerdo verla a ella y a mi abuela, cosiendo y charlando. Cuando la familia creció, perdió sus función, porque se necesitó para otros menesteres, pero siempre lo llamamos el cuarto de costura.
    A mí me encanta coser y bordar. Quizá lo heredé de ellas y lo que hoy siento es que, contando con tiempo, no puedo hacerlo porque mis manos son las que fallan. Están muy castigadas por mis actividades deportivas juveniles y la artrosis es la que manda ahora.
    Para acabar, decirte que conservo esas pequeñas joyas palmeras y realejeras de mi madre, como uno de los recuerdos más entrañables que tengo de ella y que, cuando la ocasión lo merece, los uso con mucho cuidado y mayor cariño.
    Como siempre, Jane, muchas gracias por reavivar mi memoria, y enhorabuena, por enésima vez.

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    1. En Los Realejos precisamente, Chari, fue en donde me enseñaron a hacer calados. Al lado de mi casa una señora que se llamaba Rosario estaba todos los días calando junto a la ventana y un día me preguntó si quería aprender y por supuesto le dije que sí. Pasé unos ratos muy entretenidos y, aunque nunca hizo de mí una bordadora experta, me encantó la experiencia. Lo que hablamos más arriba, las mayores, en cuanto crecíamos un poco, con 7 u 8 años, ya nos ponían a bordar.
      Mi tendencia ya sabes que nunca fue la de coser y bordar. Pero, como todas, también tengo lo que llamábamos "manteles de té" hechos en el colegio. Que no se diga. Pero, aunque sea un desastre para esas labores, las valoro como obras de arte, me recreo en ellas y, como tú, las guardo y las uso con cariño.
      Un abrazo y, como siempre, gracias.

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